viernes, 15 de agosto de 2025

Tertulias de antaño: Proust en viñetas

 

[Portada de la adaptación de Stéphane Heuet y al otro lado los datos sobre el autor y la frase: “Las mujeres guapas son para los hombres sin imaginación”]

JOSÉ HAVEL

No es la primera vez, ni será la última, que una obra literaria se adapta al cómic. Bien conocidas son las versiones dibujadas del Quijote o de La Regenta. ¿Pero se imagina alguien una adaptación al cómic de la Crítica de la razón pura, de Inmanuel Kant? Pues a un imposible semejante se ha enfrentado Stéphane Heuet al pretendiente convertir en viñetas las millas de páginas de En busca del tiempo perdido.

ANA VEGA

Una hazaña ciertamente sorprendente. ¿Pero era necesario? ¿A quién puede ir dirigida una adaptación así?

[Ana Vega comienza a hojear el libro, mientras ella habla la cámara muestra la primera página y va de viñeta en viñeta] 

JOSÉ HAVEL

A todos los públicos. Es un error creer que el comic es un arte para niños. Y también que su prestigio viene de las adaptaciones de otros géneros. Más bien al contrario. De hecho, algunas de las más renovadoras películas actuales tienen su origen en un cómic, o mejor, en una novela gráfica, que es como se prefiere denominar a este género para evitar las connotaciones reduccionistas de la palabra cómic. Me refiero a películas como Camino a la perdición, de Sam Mendes, o Sin City, de Robert Rodríguez y Frank Miller. 

MARCOS TRAMÓN

Una adaptación al cine de En busca del tiempo perdido es lo que uno se esperaría. Creo que ese fue el sueño de Visconti.

JOSÉ HAVEL

Sí, pero se murió sin llegar a hacerlo realidad. Tuvo que conformarse con Muerte en Venecia, que no es poco. Hay una versión de “Un amor de Swan”, dirigida por Volker Schlöndorff, con Alain Delon, Fanny Ardant y Jeremy Irons, que pasó sin pena ni gloria.

CATERINA VALDÉS

Pero ¿para cuántas películas darían los siete tomos de la obra de Proust? Yo creo que casi cada capítulo, desde el primero, cuando moja la madalena en el té, daría para una película.

SILVIA UGIDOS

Stéphane Heuet pretende convertir esos siete tomos en doce. El único publicado en español, no sé si en Francia habrá aparecido alguno más, adapta la primera parte de Por el camino de Swan , titulada “Combray”. Yo no sé si la adaptación es buena o mala. Solo sé que a las dos o tres páginas de dibujitos sentí nostalgia de la prosa de Proust, sin intermediarios, y me fui en busca de los viejos tomos de Alianza.

JAVIER ALMUZARA

Pues a lo mejor eso es lo que pretendía el adaptador. Incitarnos a leer el original. No entiendo mucho de cómics ni de novelas gráficas, pero esta versión no me parece buena. Hay demasiado texto. Cuando uno se enfrenta a un imposible suele resultar vencido. Si Visconti no se atrevió, nadie más debe atreverse. Ni siquiera Sofía Coppola, que parece atreverse a todo, como demuestra en su morosa, y algo pretenciosamente proustiana, María Antonieta .

CATERINA VALDÉS

¿Pero quién es capaz de leerse hoy enteros los siete tomos de En busca del tiempo perdido ? Hace falta una larga enfermedad para encontrar tanto tiempo que perder. 

ANA VEGA

Y no todo tiene el mismo interés. Hay páginas que son como un milagro, que tienen la intensidad del poema, pero otras se pierden en minúsculos detalles, en la descripción de esas reuniones de la alta sociedad que le tenían fascinado. 

MARCOS TRAMÓN

En busca del tiempo perdido no es una novela. Es una biblioteca en la que cabe todo. Un compendio de sabiduría. Yo lo que suelo releer es este conjunto de Máximas y pensamientos extraídos de ella. [Abre el libro y lee] “Una mujer es de mayor utilidad en nuestra vida si está en ella no como un elemento de felicidad, sino como un instrumento de dolor, y no existe una sola mujer cuya posesión resulte tan valiosa como las verdades que ella nos descubre al hacernos sufrir”. 

JAVIER ALMUZARA

Es curiosa la paradoja de Proust. Arremetió contra la crítica biográfica, contra los estudiosos como Sainte-Beuve que pretendía explicar la obra de un autor por su vida. Él afirmaba que un libro es el producto de otro yo que nada tiene que ver con aquel que manifestamos en la vida social. Y sin embargo toda su literatura es autobiográfica. No hay ningún personaje, no hay ningún detalle de En busca del tiempo perdido que no tenga su correspondencia en la vida real, como han puesto de relevo a todos sus biógrafos.

SILVIA UGIDOS

Quizás esas ideas suyas le servían solo para protegerse, para no mostrar en público rasgos de su personalidad, como las preferencias sexuales, que entonces no eran aceptadas socialmente. 

CATERINA VALDÉS

Lo curioso es que el protagonista de En busca del tiempo perdido es heterosexual. Y está fascinado por las mujeres y por el amor entre mujeres. 

JAVIER ALMUZARA

Como todo gran escritor, Proust es inagotable e inexplicable. Decía que no tenía imaginación y por eso tenía que tomar todos los datos para su novela de sí mismo y de la realidad que conoció. Pero transfiguraba esos datos para ofrecernos otra realidad. No copiaba el mundo, lo creaba de nuevo. O nos permitía mirarlo como recién creado. Que es lo que hacen todos los escritores de verdad.

JOSÉ HAVEL

Creo que estaréis de acuerdo conmigo en que este Proust en viñetas es una curiosidad que todos los aficionados al escritor francés hojearán con gusto, pero que ni pretende ni puede sustituir al original inagotable ni a las viejas traducciones de Pedro Salinas o a las más recientes de Carlos Manzano. Un libro quizás más dirigido a fetichistas de Proust que a aficionados al cómic.




viernes, 8 de agosto de 2025

Tertulias de antaño: Juan Ramón, principios y finales

 

 

José Havel

Pocas vidas tan apasionantes como la de Juan Ramón Jiménez. Más de medio siglo de historia literaria de España se entrelaza con ella. Una vida la suya que fue muchas vidas, como toda vida verdadera. Y pocos libros la reflejan mejor que el Epistolario que ha comenzado a publicar la Residencia de Estudiantes.

El primer tomo comienza en 1898, con una ingenua carta en la que se refiere a sí mismo “como un chiquillo” al que le hacen mucha falta “amistades de personas de gran valor literario, pues en ello llevaráé grandes ventajas por sus sanos consejos”. Termina en enero de 1916 cuando el poeta sale de Madrid “camino ya de Zenobia”, esto es, en Nueva York, donde dará comienzo una nueva etapa de su vida y de su literatura.

 

Silvia Ugidos

¡Pobre Zenobia! No sabía lo que la esperaba. A la vez que ese epistolario se ha publicado el tercer tomo de su diario, inédito hasta la fecha, y que abarca los últimos años, los que van de 1951 a 1956. Pocos libros más tristes. Zenobia es una mujer enferma que no puede ocuparse de sí misma porque vive junto a un niño caprichoso que no la deja un minuto en paz. No me explico cómo aguantó tanto. Este diario angustioso, escrito solo para sí misma, le sirvió de válvula de escape.

 

Catalina Valdés

Yo sí me explico por qué aguantó tanto. Había dos razones. Estaba enamorada y además era la mayor admiradora de su marido.

 

Inés Toledo

Lo curioso es que, según se desprende del epistolario, ella dudó bastante antes de aceptarlo. Y la familia no le quería de ninguna manera. Ya intuían que era un inútil para la vida.

 

Javier Almuzara

No tan inútil. Aparte de su propia obra, direcciones editoriales, revistas, dio cursos en universidades americanas. Y todo con un rigor admirable. No creo que se le pudiera pedir más.

 

José Havel

A mí lo que más me divierte de Juan Ramón es la mala leche que tenía. No se andaba con contemplaciones. Cuando quiere romper con su primera novia le escribe dándole algunos “consejitos” –así dice él--, entre ellos que “procure bañarse todos los días y vestir con elegancia”, que se peine bien y que no se ponga, “por Dios, esas batas...”

 

Inés Toledo

Vamos, que era un bruto. Nadie lo diría leyendo sus versos.

 

Silvia Ugidos

No conviene fiarse demasiado de los versos. Ya se sabe que el poeta es un fingidor.

 

Catalina Valdés

El enfermo imaginario que fue el joven Juan Ramón queda muy presente en estas cartas. En 1906, recién llegado a Moguer, le escribe a su mejor amiga de entonces, María Lejárraga: "Los reyes me han traído una lesión de aorta y la idea del suicidio. Ya ve usted qué bonitos juguetes". En otra carta parece que ya ha tomado la decisión: "Ahí van esos papeles –le escribe a Gregorio Martínez Sierra--, son mis últimos papeles. Cuando usted los tenga entre sus manos, yo tendré las mías yertas". Afortunadamente le salvó la literatura. Siempre lo dejaba para más tarde porque le quedaba algún poema por escribir, por corregir.

 

Javier Almuzara

Juan Ramón Jiménez se pasó la vida corrigiendo sus poemas, y yo no sé hasta qué punto eso es bueno. En algún caso creo que los echó a perder. Ahora lo que más se aprecia es su poesía última, la del exilio, con poemas como Espacio . Pero a mí me interesan especialmente poemas de la primera época. Por ejemplo, la estremecedora premonición de “Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando”.

 

Silvia Ugidos

Yo prefiero su visión de Nueva York, esa especie de aguafuerte lírico que nos ofrece en Diario de un poeta recién casado :

Los crepúsculos de Riverside Drive, cuando el mundo entero parece desangrarse sobre el Hudson.

En la barahúnda de las calles enormes, las iglesias que acechan –la puerta abierta de par en par y encendidos los ojos-- como mansos monstruos medievales.

Las escaleras de incendio como andenes perpetuos donde se posan unos gorriones, negros aún del recuerdo de la nieve.

Los silencios en blanco y negro del Central Park bajo la nieve.

El cementerio de Broadway, pobre corral de muertos, con su iglesia de juguete cuyas campanas sueñan al lado de las oficinas, entre los timbres, las bocinas, los silbatos y los martillos de remache.

La luna coloreada de Time Square que no parece la luna sino un anuncio de la luna.

La fuente azul y fresca de Washington Square y el claro cielo sobre el arco de mármol.

La torre gótica del Woolworth y la quilla del Flatiron surcan incansable la mañana.

El tiempo detenido en la enredadera del puente de Brooklyn.

La ciudad, desde el barco, triste y gris en la llovizna, perdiéndose en la lejanía...