Angelópolis
Miguel Pardeza
Pichardo
Renacimiento.
Sevilla, 2020.
Angelópolis continúa el empeño autobiográfico iniciado con Torneo (2016), donde recrea su llegada a Madrid en 1979, tenía el autor catorce años, para iniciar sus estudios y tratar de hacer realidad el sueño de convertirse en jugador profesional. Sus recuerdos de entonces, al recrearse tanto tiempo después, están muy mediatizados por la tradición literaria. Es el suyo un Madrid que tiene que ver con Baroja, con Galdós, incluso con la picaresca.
Torneo era la novela de los inicios, recreaba las perplejidades de la adolescencia. Angelópolis es la novela –tomamos el término en el sentido coloquial, como en “mi vida es una novela”-- de la despedida como jugador en activo. No fue brillante el epílogo, sino más bien todo lo contrario. Transferido del Zaragoza de sus horas gloriosas al Puebla FC en 1997, su desastrosa actuación y las esperpénticas peripecias de aquel equipo mexicano están descritas con verdad y humor. Vino luego el regreso a una Zaragoza que había comenzado a olvidarle, la estafa de una entidad bancaria, las absurdas humillaciones (niegan la entrada a su familia a la piscina de la instalaciones deportivas del club porque ya no es un jugador de la plantilla), su reinvención como estudioso de la literatura.
Esas páginas autobiográficas constituyen solo uno de los libros que se incluyen en Angelópolis. Publicadas independientemente, y limadas de alguna que otra minucia digresiva (“el secreto de aburrir es contarlo todo” decía Voltaire), constituirían sin duda una obra excepcional en su género. Doy una muestra de las digresiones que sobran: en la página 149 nos indica que fue a Veracruz a jugar con su equipo y que pasó todo el viaje leyendo a Salvador Díaz Mirón; desde esa página hasta la 158 nos cuenta, con divertidos pormenores, toda la historia turbulenta de Díaz Mirón; luego el autobús se detiene y él cierra el libro. Esta semblanza encajaría mejor en un artículo independiente; algunos otras divagaciones que interrumpen la lectura, mejor en la papelera.
El segundo libro es un conjunto de brillantes ensayos sobre la relación de determinados escritores con el fútbol. Son parte de una obra que no llegó a terminar. El autor justifica su inclusión con el peregrino argumento de que los escribió en la etapa de Puebla y que le ayudaron “a paliar lo incierto de las horas”. Afortunadamente, esos capítulos --el 2, que sirve de introducción, el 4, el 8, el 13-- se distinguen tipográficamente de los demás (es mayor el margen de la izquierda) y eso permite leerlos uno tras otro como lo que son, un libro independiente desmembrado e incrustado en otro con discutible criterio. Nos hablan de Miguel Delibes, de Pier Paolo Pasolini, de Albert Camus y ejemplifican un ensayismo creativo en el que Miguel Pardeza se mueve con singular maestría.
El tercer libro de este peculiar “tres en uno” que es Angelópolis resulta el más discutible. Las peripecias autobiográficas que se nos narran en cada capítulo –salvo en los ya señalados-- acostumbran a alargarse con ficciones realistas de muy desigual interés. A veces se nota demasiado el esfuerzo del autor por lograr la verosimilitud. En el capítulo 10, oye discutir de madrugada a una pareja en la habitación contigua del hotel en que se aloja. Podemos pasar por alto el que en la discusión se cuenten su vida, para que luego se nos cuente a nosotros, pero que después descubra que quienes celebran sus diez años de matrimonio en un salón son la misma pareja porque el orador que se dirige a ellos mencione que se alojan “en la habitación 312, que era la que estaba pegada a la mía” destruye la verosimilitud. ¿Cuándo en un discurso o en un brindis se menciona la habitación del hotel en que se aloja el homenajeado? Ese es un dato que solo suelen saber los huéspedes
No es que carezcan de interés algunas de estas historias de ficción esforzadamente verosímil, como la peculiar relación edípica del capítulo 12 o la recreación de la vida en la guerrilla r que se nos narra en el capítulo 7, pero habrían ganado separadas de la peripecia autobiográfica en el Puebla FC y contadas por un narrador que no se viera obligado a justificar cómo se enteró de lo que cuenta. Los capítulos finales son especialmente borrosos y al lector le cuesta llegar al final de estas 565 páginas en las que parece primar la acumulación sobre la selección.
Importa menos el descuido en algún dato: en la página 508 se nos dice que el euro estaba implantado desde enero de 1999 (lo fue en 2002) y en las páginas 373-374 nos refiere una anécdota que González Ruano cuenta de Unamuno en el capítulo que le dedica en Mi medio siglo se confiesa a medias, pero lo hace de memoria –y con muy mala memoria—cambiando los detalles y quitándole casi toda su gracia. Lo sorprendente es que Miguel Pardeza dedicó precisamente su tesis doctoral a Gónzalez Ruano y ha editado sus artículos.
Pero no se engañe el lector con estos reparos. Miguel Pardeza no es un exfutbolista que escribe, sino un bulímico lector, un obsesivo bibliófilo y un notable escritor que en su juventud fue futbolista.
Sorprende que el inseguro y
laborioso protagonista que aparece en sus páginas, nada dado a la vanagloria y
con mucho sentido común, haya prescindido de un buen entrenador –en literatura,
un buen editor, un consejero independiente--a la hora de jugar un partido decisivo
que podría decidir su paso a la primera división de la literatura o su descenso
a la liga de los beneméritos aficionados.
LA ENFERMEDAD
ResponderEliminarCon un estornudo, Dios se apareció a cada ser humano. Empezaron a investigar el fenómeno.
EL ATEO
EliminarEn el fondo esperaba una fiesta sorpresa.
EL CINE
EliminarContemplación narcisista
de la humanidad baldía.
Pardeza fue un excelente futbolista. No soportaba la "quinta del buitre", como no se soportaban entre ellos.
ResponderEliminarDe su etapa el Puebla no tenía noticias.
El fútbol profesional es muy absorbente.
Amancio le echaba la bronca en las concentraciones prepartido, porque llevaba una docena de libros.
En Asturias tenemos el ejemplo de Luciano Castañon, mejor escritor que futbolista.
Yo vi jugar a Miguel Pardeza con el Zaragoza, en el Molinon, en los años 80.
ResponderEliminar¡Vaya baile! Ganaron 0-3, o 1-3, no me acuerdo. Pero el metio dos goles. Era el terror de la defensa sportinguista.
Hablando de fútbol. Si volvemos la vista atrás, ¿quién discute el enorme talento de Diego Armando Maradona? A pesar de sus dudosos hábitos.
ResponderEliminarEn los pubs de Belfast se leen las ingeniosas frases de George Best: "He gastado millones en mujeres, alcohol y automóviles. Lo demás lo he malgastado".
"Durante un tiempo decidí no beber, no hacer el amor; fueron los veinte peores minutos de mi vida"
El euro ya existía unos años antes de 2002. No eran las monedas ni los billetes, pero, por ejemplo, recuerdo que en 2000 los ecuatorianos lo tenían en cuenta para el cambio de divisa con el dólar.
ResponderEliminarVicente García
Lo tendrían en cuenta los ecuatorianos, pero las monedas que circulaban eran pesetas, escudos, liras, francos.
ResponderEliminarYo en septiembre de 2001 cobré mi primer sueldo y fue en euros.
Eliminar¿Y pudiste comprar algo con él o tuviste que hacerlo en pesetas? Porque hasta enero de 2002 no comenzaron a circular las monedas de euro.
EliminarBueno, quizás aparecía en las dos divisas y yo solo me fijaba en los euros.
EliminarPues ahora Miguel Pardeza creo que es el Dtor. Deportivo del R.Madrid. No le va mal.
ResponderEliminarAcabaría reconciliandose con Emilio Butragueño, en los despachos, porque en el césped eran incompatibles.
No, ya no es el director deportivo. No se que hace ahora
ResponderEliminarJosé Luis, este libro, según lo que dices, no necesita "un editor", porque bien puede haber mil o no haber ninguno. Lo que necesita, como todos los libros que te gustan pero que no has escrito, es un José Luis García Martín.¡Solo tú sabes la falta que haces!
ResponderEliminarIrónico, Abelardo, este libro necesita un buen "editor" (en el sentido inglés del término) por las razones que yo expongo y que no pueden rebatirse con una gracieta. Para rebatirlas, la primera condición es haber leído íntegramente el volumen. ¿Lo has hecho tú? Tal como está, me temo que pocas personas son capaces de llegar al final de las más de quinientas páginas. Sé de qué hablo, porque yo si lo leí entero (y lo releí, como hago con todos los libros que comento), Me gustaría debatir con alguien que haya hecho lo mismo y que no sea el autor, parte interesada.
EliminarSe me nota el sportinguismo, bueno
ResponderEliminarMiguel Pardeza no era incompatible con Emilio Butragueño. Aquel Real Madrid, si no recuerdo mal, jugaba un 4-4-2, con dos delanteros. El delantero centro era Hugo Sánchez. Y el segundo delantero, Butragueño. Pardeza era el delantero que entraba desde el banquillo o el sustituto si los titulares estaban sancionados o lesionados. Si se fue al Zaragoza es porque en ese equipo sí era titular.
ResponderEliminarFue el recopilador de la obra periodística de González Ruano en unos volúmenes que editaba la Fundación Mapfre. Un volumen también ilegible. Ruano es autor valioso en la distancia de los dos folios. Aunque su obra publicada en periódicos es oceánica. Presentar todos aquellos artículos juntos es un disparate. Ruano es de los autores que ganan presentados en una antología. Pero una antología que tenga una dirección y un sentido.
José Luis, tú le has puesto siempre reparos al lucero del alba; seguro que gracias a ti luce mejor. En tú reseña dices o vienes a decir que Pardeza es un notable y casi sobresaliente escritor (cómo se nota que has dado miles de clases y pegado muchos palmetazos) pero que eres el único que se ha leído entera la novela (ahí puede ser que aciertes porque aún no se ha distribuido en librerías; otra víctima, aunque leve, del coronavirus) por culpa de sus 565 páginas y de que ofrezca no un solo libro sino tres y no haya limado o relimado o relamido lo suficiente su Angelópolis.
ResponderEliminarEres un lector extraordinario, sin duda. Pero no el único. Resígnate. De haber sido por ti, Cervantes hubiera publicado aparte los cuentos del Quijote y Dante solo hubiera dado a la publicidad (es un decir) El Infierno y Pérez Galdós hubiera suspendido su pluma tras acabar la primera serie de los Episodios. Incluso ningún diario de Andrés Trapiello tendría arriba de las trescientas páginas. El mundo es injusto y la literatura también lo es. Pero tú no te desanimes. Sigue escribiendo. Las redes y tus lectores te necesitan.
Aciertas en todo, salvo en lo de Galdós. A mí la primera serie es la que menos me entusiasma, demasiado escolar.
EliminarLo de "aciertas en todo" es una verdadera novedad; parece suponer que JLGM reconoce la posibilidad de no tener siempre la razón.
EliminarEn todo caso, si en ese "todo" se incluye, por ejemplo, lo de Dante, es (perdón) una suerte que la Divina Comedia pudiera publicarse sin pasar por su vigilancia.
Y no soy, obviamente, el único en pensarlo: baste recordar aquí que eso haría casi desaparecer la figura de Beatriz, que en el Infierno sólo es aludida de vez en cuando, y que un lector como Borges dice, por ejemplo que "Yo sospecho que Dante edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz", aparte de recordar que el propio Dante aseguraba en la Vita Nuova "Espero decir de ella lo que de mujer alguna se ha dicho".
Así que, pienso, mejor que Dante (y Beatriz) sigan donde están, y que JLGM no haya tenido ocasión de impedirlo.
Señor Jose, si ni siquiera puedo impedir que Pardeza publique como le da la gana, ¿cómo voy ya impedir que lo haga Dante? Quien sí me hizo caso fue Cervantes que en su segunda novela sobre don Quijote (llamada "segunda parte") eliminó todas las narraciones metidas con calzador tal y como yo le había aconsejado.
EliminarPues insisto: es una suerte que Dante, en cambio, no le hiciera caso, y gracias a ello tengamos el Purgatorio y el Paraíso. Yo, desde luego, de haberlos conocido, sentiría enormemente su pérdida.
EliminarLo que más bien quisiera García Martín es que los diarios de Trapiello no hubiesen existido.
EliminarNo se si era un 4-4-2, o un 4-3-3. Pero en aquella constelación de estrellas (Shuster, Laudrup, Luis Enrique,) faltaba un líder, es decir, como dice JLGM, un buen entrenador o editor.
ResponderEliminarCon el Milan siempre salían con el rabo entre las patas.
Vamos a ver, en aquel R.Madrid de los años 80, todos se fueron.
ResponderEliminar¿Que fue de Rafael Martin Vazquez? Todavía andaba Valdano por allí, más listo que nadie. Y Gordillo. Suma y sigue, Pardeza hizo lo mejor que podía hacer
A mi la primera serie de Galdos es la que más me gusta.
ResponderEliminarDespués de un mes de confinamiento, empiezo a sentirme mal. Tiene razón JLGM, que nos dejen salir. Y Donald Trump, esta es otra forma de morir.
O sea, hasta Melania la última, ¿mejor ir cayendo todos para que arriba del gran montón de muertos en esta ocasión solo sobreviva Don Aldo? (CFR. Elías Canetti, MASA Y PODER).
EliminarJose C. A., le conozco personalmente, es un gran poeta y tiene muchas otras virtudes, pero entre ella no se cuenta la capacidad para detectar la ironía.
ResponderEliminarA Rosa Peláez: qué bien me conoce.
Pues hombre, muchísimas gracias; y, respecto a la ironía, más de una vez ha citado el propio JLGM una frase de Pessoa según la cual "la ironía es eso que nadie entiende". Son cosas que pueden pasar. Pero eso, montones de gracias.
Eliminar¿No confundireis a Abelardo Linares, gran poeta pero no se como juega al fútbol, con el "Pitu" Abelardo, gran futbolista pero su poesía se desconoce?
ResponderEliminarVenga, un poco de humor.
No soy anónimo. Soy Alfredo Valenzuela pero tengo que enviarlo como 'anónimo' porque carezco (también) de URL.
ResponderEliminarDice JLGM: "Un ensayismo creativo en el que Miguel Pardeza se mueve con singular maestría" y "Miguel Pardeza es un notable escritor".
Las dos cosas son ciertas. El resto de la crítica de JLGM, que mejoraría con una buena poda --lástima que sea editor de sí mismo--, es mera exhibición de músculo crítico. Siempre que 'músculo crítico' no sea un oxímoron o algo peor.
La semblanza de Díaz Mirón encaja perfectamente donde Pardeza la sitúa.
¿Una "gracieta" lo de Abelardo Linares? De acuerdo. Pues con una gracieta ha dejado K.O. Abelardo Linares a JLGM.
He leído entero el libro de Pardeza. Sólo una vez porque no he precisado una segunda (¿por qué no también una tercera?) lectura para disfrutarlo y comprobar que no sólo son ciertos los asertos de JLGM que he entrecomillado al inicio, sino que la obra se sitúa muy, muy por encima de la media de lo publicado en España, sin ir mas lejos, en el último año.
No veo razón para los temores de JLGM como no sea que piense que el tamaño importa. O sea, he leído las casi 600 páginas de "Angelópolis" con gusto y sin intercalar ninguna otra lectura, lo que hago con muy poca frecuencia.
El memorial sobre el euro es tan apasionante que no me resisto a reflejar mis propios recuerdos. En 2002 el euro sustituye a la peseta como moneda corriente pero, implantado o no, el euro existía desde mucho antes en los precios, se podían suscribir hipotecas y créditos en esa moneda, así como efectuar pagos con ella. De hecho en diciembre de 2001 los cajeros expedían billetes de 50 y 10 euros, que yo los saqué entonces.
Gracias por esta oportunidad. Alfredo Valenzuela
Muchas gracias, Alfredo, por tus precisiones. Lo que más me ha gustado es que Abelardo Linares me ha dejado KO con una presunta gracieta.
ResponderEliminarTambién se agradece el "pequeño detalle exacto" de que en diciembre de 2001 se podían sacar billetes de euro de los cajeros. Hombre, don Alfredo, si comenzaba a utilizarse el uno de enero parece normal que en diciembre ya hubiera billetes.
¿Y qué voy a decir yo si le ha gustado el libro tal como está? Pues perfecto, está en su derecho, faltaría más.
Gracias por su respuesta.
ResponderEliminarPero si empezaba el euro el 1 de enero de 2002 ¿cómo había billetes de euros en los cajeros un mes antes, en diciembre de 2001?
Gracias por reconocerme mis derechos, don José Luis, se conoce que es usted toda una autoridad, como demuestra que empiece tratándome de tú y acabe haciéndolo de usted, previo tratamiento de don (a lo cual no le concedo yo importancia).
El libro, ciertamente, me ha gustado, quizás no tanto como a usted le ha gustado su autor: Las frases "Un ensayismo creativo en el que Miguel Pardeza se mueve con singular maestría" y "Miguel Pardeza es un notable escritor" no son mías.
Gracias de nuevo por esta oportunidad.
Alfredo Valenzuela.
Alfredo Valenzuela.
Para que la gente, el día uno, a primera hora de la mañana no tuviera que agolparse en los cajeros. Yo, que soy muy madrugador, el día 1 pagué el café en uno de los pocos bares abiertos con un billete en euros y
ResponderEliminarel camarero me dijo enfadado: "¿No tiene usted dinero normal?"