jueves, 8 de abril de 2021

El cofre del tesoro

 

Versos de guerra, mar y hampa
José del Río Sainz
Edición de Juan Antonio González Fuentes
Sevilla. Renacimiento, 2021.

Versos del mar y de los viajes titula José del Río Sainz su primer libro, aparecido en 1912, y ese título podría servir también para lo mejor de su obra. José del Río Sainz, nacido en Santander en 1884, fue marino y periodista, alternando durante un tiempo ambas profesiones. Murió en 1964, pero para finales de los años veinte ya había escrito lo fundamental de su obra, aunque luego de vez en cuando siguiera escribiendo lo que él denominaba “versos de circunstancias”. Gerardo Diego, su paisano, su mejor crítico, lo incluyó en la segunda edición aumentada, la de 1934, de su mítica antología, sin que por ello perdiera su condición de poeta ensombrecido por los grandes nombres de la época destinado a la condición de apreciada gloria local.

            Pero José del Río Sainz, que sabía contar, cantar y emocionar, está lejos de ser una curiosidad literaria. Cierto que muchos de sus poemas –y algunos de ellos están en esta antología-- han envejecido irremediablemente en el soniquete de sus rimas y en su sentimentalismo, pero hay otros que siguen llenos de magia y que nos muestran perspectivas inéditas en la poesía española.

            El encanto inmarchitable de los versos marinos de José del Río Sainz es el mismo que encontramos en  Las inquietudes de Shanti Andía o La estrella del capitán Chimista y otras novelas de Baroja. Sus poemas, que nos hablan de la primera noche de guardia, de tormentas y naufragios, de los compañeros de la tripulación, de los barcos que se cruzan en alta mar, de la llegada a tierra, de los cafetines del puerto, saben trascender la anécdota y convertir exotismo y pintoresquismo en lirismo.

            José del Río Sainz es uno de los grandes sonetistas de la lengua española y le viene bien la concesión de los catorce versos para no dejarse llevar por su facilidad versificadora y evitar perderse en pormenores lacrimógenos y en el tantarantán de las fanfarrias modernistas (incluso intenta los dáctilos de “Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, pero añadiéndoles su inevitable rima consonante).

            Dos de los poemas seleccionados, según nos indica en el prólogo Juan Antonio González Fuentes, se los recomendó al antólogo el poeta Abelardo Linares: “1808” (“poema que hubiera firmado Kavafis”) y “Kitchener de Kharthoum” (“versos en los que tal vez llegó a pensar el mismísimo Borges”). Este último poema, que canta a uno de los héroes del Imperio Británico, más que a Borges nos recuerda a Kipling, a quien José del Rio Sainz cita al comienzo del soneto “Los antros lóbregos” y que no está ausente de muchos de los poemas de La belleza y el dolor de la guerra, un libro de 1922, y especialmente de la balada “Soldados de Inglaterra”. El otro poema que destaca Abelardo Linares, “1808”,  no habrían desdeñado firmarlo ni Kavafis ni Manuel Machado; utiliza magistralmente la técnica de “engaño-desengaño”, tan bien estudiada por Carlos Bousoño.

            La sonoridad y el gusto por la anécdota impactante llevó a José del Río Sainz al repertorio de los recitadores, que tanto hicieron por difundir la poesía en la primera mitad del siglo XX por teatros y casinos. A ellos se debe la fama del soneto “Las tres hijas del capitán”, que Luis Alberto de Cuenca considera “a un paso de lo kitsch” y al que el autor aludiría en otro poema “La ría de Bilbao” y prolongaría, dando ya ese paso que le faltaba para lo kitsch en “Epílogo a un poema”, incluido en su libro Hampa.

            Hampa, de 1923, es un libro que José del Río Sainz no quiso reeditar, arrepentido de la crudeza de sus versos. Nos habla de la vida prostibularia sin fantasiosas idealizaciones. Recuerda, en su hiriente trazo expresionista, a la pintura de Gutiérrez Solana y a los esperpentos de Valle-Inclán. Comienza con una cita de Oscar Wilde: “Los libros que el mundo considera inmorales son los que reflejan sus vergüenzas”. No han perdido estos versos, que no incurren en tópicas idealizaciones sobre el amor en cada puerto de los marineros, su capacidad de denuncia.

            José del Río Sanz es, sin duda, un poeta menor, pero también un lujo de la literatura española que no dejará indiferente a nadie. Unas veces nos cuenta una historia tremebunda, como en “Los piratas del muelle”, que tiene el sabor de los viejos folletines y las lecturas de la adolescencia; otras, como en “Niños en la Alameda”, pone palabras nuevas a un temor y un temblor común. No importa que en ocasiones nos haga sonreír con un sonsonete y una gastada utillería que ya sonaban anticuados en su tiempo, que era el de las vanguardias y la poesía pura; nunca pierde el encanto, nunca dejamos de leerle con gusto, aunque a veces respondamos con una sonrisa cuando se le va la mano en los efectos patéticos.

2 comentarios:

  1. Lo leí la semana pasada al encontrarlo por casualidad - ni siquiera me sonaba su nombre- en La Central. Un descubrimiento. Firmaría tu reseña desde el principio al final. En mis notas escribí: "Extraordinario sonetista. Los sonetos marinos de lo mejor que se ha escrito sobre el tema. Los poemas de guerra, mediocres y con tendencia al ripio. 'Hampa', insólito -creo- en la poesía española"

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