jueves, 7 de octubre de 2010
Blanco White y Goytisolo: Lo que va de ayer a hoy
Juan Goytisolo
El Español y la independencia de Hispanoamérica
Taurus, Madrid, 2010
En la historia de la literatura española, pocos personajes tan enigmáticos como José María Blanco White. Denostado, marginado, olvidado durante siglo y medio, en 1972 Juan Goytisolo llamó la atención sobre él con un extenso y apasionado estudio que comenzaba de rotunda manera: “La historia de la literatura española está por hacer: la actualmente al uso lleva la impronta inconfundible de nuestra sempiterna derecha”. El prólogo de Goytisolo a la Obra inglesa de Blanco White es algo más que la reivindicación de un escritor olvidado: forma parte de la lucha antifranquista (la censura impidió que se publicara en España) y es también un nada velado intento de autorretrato. En las líneas finales leemos: “Acabo ya y solo ahora advierto que al hablar de Blanco White no he cesado de hablar de mí mismo”. El lector más desatento ya se había dado cuenta de ello bastante antes.
Casi cuarenta años después vuelve Goytisolo a prologar una selección de escritos de Blanco White (la portada del libro es engañosa: el autor del volumen que comentamos es Blanco White, no Goytisolo). Se trata de artículos aparecidos en el periódico El Español, que dirigió en Londres entre 1810 y 1814. La consideración de la obra de Blanco White es actualmente muy distinta, casi opuesta, de la que tenía en 1972. Como ha escrito su biógrafo, Fernando Durán López, “quejarse hoy de que se posterga a Blanco White sería repetir un tópico por pura pereza mental, puesto que […] es ya uno de los literatos que mejor se conoce y acaso el más editado de su generación”.
Las ideas de Goytisolo no han variado, hasta el punto de que, al resumir el contenido de los artículos de El Español que antologa (los referidos a la independencia de América), no duda en reproducir lo que de ellos decía en el libro “publicado en Buenos Aires hace casi 40 años”, puesto que “sintetizan de modo cabal” su “actual visión de la perspectiva histórica del autor”. No solo la visión “actual” es exactamente la misma en ese aspecto. También ahora, como entonces, se cuida Goytisolo de subrayar sus paralelismos con Blanco White, “quien, como algunos escritores excepcionales, manifestaría su pertenencia al país nativo en forma de rechazo y desposesión”. Ni de establecer una y otra vez extemporáneos parangones con el franquismo: “Como el lector apreciará, el lenguaje de la censura, cualquiera que sea su orientación política, es atemporal e inmutable. El franquismo que conocí en mi juventud no inventó nada”.
No aprovecha Goytisolo este nuevo acercamiento para darnos una visión de Blanco White más ajustada, menos deformada por la insuficiente información que se tenía en los años setenta y por los prejuicios propios.
El Español era una revista puesta al servicio de los intereses del gobierno británico y parcialmente financiada con fondos del Foreign Office, más o menos secretos. Blanco White propugnaba la subordinación de las tropas españolas (que consideraba particularmente ineficaces) a las británicas, incluso alguna vez insinuó la posibilidad de que un general inglés sustituyera a la Regencia gaditana, formándose así una especie de dictadura británica en España. El radicalismo liberal de sus primeros momentos (los del Semanario patriótico) estaba ya muy atemperado, y sus críticas a las cortes gaditanas coincidían, en muchos puntos, con las de las más conservadores. Hasta tal punto es así que, cuando Fernando VII recupera el poder absoluto, los absolutistas se ponen en contacto con él para que defienda la nueva situación desde las páginas de El Español. El ministro de Estado pidió al embajador en Londres que tratara de conseguir que BlancoWhite espiara a los emigrados liberales y escribiera a favor del nuevo régimen. A cambio de ello, “sería remunerado como quisiere por la Corte”. Blanco White rechazó la oferta, pero no se sintió ofendido por ella, afirmó que renunciaba al periodismo, pero que si volvía a él sería para combatir “los disparates que ve extendidos por el público contra España”. Contra la España del recién regresado Fernando VII, se entiende.
La poliédrica, cambiante, contradictoria figura de Blanco White no se puede ajustar a ningún esquema previo. Goytisolo, simplificando hasta la caricatura, considera que es “la fuente y raíz del creciente movimiento de rechazo al actual semiconfesionalismo encubierto y a los privilegios otorgados a la Iglesia católica por los Acuerdos de 1979 entre España y el Vaticano”.
La historia de la literatura no la escriben solo los historiadores de la literatura. También los creadores tienen su papel. Azorín, a principios de siglo; Goytisolo en los años sesenta y setenta; Andrés Trapiello, ahora mismo, cumplen la función de destacar autores y obras olvidados, o ensombrecidos, por la grisura académica. No importa que no sean demasiado eruditos, que confundan algún dato, si son buenos lectores. Lo malo es cuando pretenden sustituir a la crítica académica y se esfuerzan en sostenella y no enmendalla. Es lo que hace Juan Goytisolo en esta desvaída nueva aproximación a un escritor singular, al que cada vez se conoce más, pero que sigue siendo un enigma. Sacerdote católico, abjuró del catolicismo; español, puso todo su empeño en dejar de serlo (y ayudó a los presuntos españoles de América a que se convirtieran en mexicanos, argentinos, chileno…); traidor a unos y a otros por no querer ser nunca ser infiel a su conciencia.
Este desvaído aporte nuevo de Juan Goytisolo a la figura de Blanco White nos hace añorar las vibrantes (no importa si a veces equivocadas) páginas de 1972, que son ya parte de nuestra historia intelectual. No será enteramente inútil si llama la atención de algunos lectores sobre un autor contradictorio y magistral, huidizo y deslumbrante, cuya capacidad de fascinación dista mucho de haberse agotado.
No quisiera hacer pensar que gusto del desdichado papel de Pepito Grillo de minucias léxicas o sintácticas. Pero "adjurar" no es "abjurar"; y la última frase, aunque ciertamente se entiende, parece contener un anacoluto. "Este desvaído aporte..." se diría que se continúa con "no serán enteramente inútiles", por lo que faltaría la concordancia de número (es obvio, diría yo, que en este último miembro de la frase hay una referencia inadvertida a las "páginas" de que se acaba de hablar). En fin, detalles mínimos, que no perjudican (y eso es lo importante) la comprensión de lo mucho y bueno que aquí se dice. Gracias.
ResponderEliminarSubsano las erratas. Muchas gracias por la lectura atenta.
ResponderEliminarJLGM
¿Acaso el señor Marinero se aburre tanto que no tiene otra cosa mejor que hacer que aburrir a los lectores de este blog con sus pejigueros apuntes?
ResponderEliminarDiego Menéndez
No.
ResponderEliminarMarinero no ha hecho nada malo, sino todo lo contrario. Gracias, marinero. Si yo fuese JLGM le estaría muy agradecido; de hecho JLGM le ha dado las gracias.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarmarinero es el propio García Martín y no sueloe estar perdio en puerto alguno; los conoce todos.
ResponderEliminarNo, no soy "el propio García Martín", aunque lo conozco y lo admiro. Ni siquiera vivo en Asturias (ni soy asturiano, ni extremeño). Y, aunque nací junto al mar, desde luego no conozco todos los puertos; soy poco viajero, salvo que tenga algún sentido (no lo sé) la expresión "viaje interior". Si lo tiene, digamos que viajo bastante, aunque me mueva poco.
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