Francisco Alba
Masa crítica
Vaso Roto.
Madrid-México, 2013
Ennio Flaiano, que fue guionista de las mejores películas de
Fellini, publicó en 1960 un libro que sería largamente imitado: Un marciano en Roma, el absurdo y la
comicidad de nuestro mundo puestos de relieve por alguien venido de otro
planeta.
Esa es la
primera impresión que tenemos al leer muchos de los poemas de Masa crítica. Quien nos habla parece no
distinguir entre publicidad y metafísica, alta cultura y basura televisiva.
Todo lo coloca al mismo nivel, como en el collage “Epílogo”, que comienza con
“fumar mata”, sigue con una célebre cita de Keats (“a things of beauty is a joy
for ever”) y continúa con un “menú del día” (“1º ensaladilla o lentejas, 2º
filete de ternera o lenguado”) y frases famosas, expresiones cotidianas,
esloganes publicitarios o políticos, números de teléfono, para terminar con el
título de una canción de los Rolling Stones: “I can’t get no satisfaction”. Lo
mismo ocurre con las citas, greguerías o humoradas de “Noticias”(“En Irán no
hay homosexuales”, “¿Cómo se orientan a la Meca los astronautas musulmanes que están en
órbita?”, “Nos arrojan al mundo, dijo un nazi”).
La realidad
vista por un alienígena o hecha pedazos y luego tratada de reconstruir en el
laboratorio poético creando un monstruo con piezas dispares. “¡Oh Media Markt!
¡Oh gloria de los Medici!”, leemos en el poema “Sacra conversazione”, en el que
también se nos habla “del Anticristo y del dolor de muelas”.
Abundan las
referencias culturales, las citas en otros idiomas, a menudo fuera de contexto.
El poema “Egoísta” comienza como el monólogo de un marginal: “Para poder comer
cargo cartones. / Negocio con chatarra. / Prendo hogueras en la escombrera”.
Pero luego resulta que usa como conjuros “sonidos de la ciencia”. Por ejemplo,
para “el mal de ojo”, Über den
anschaulichen Inhalt der / quantentheoretischen Kinematik und Mechanik, que
es el título de un folleto que Heisemberg publicó en 1927 y en el que enuncia
el principio de incertidumbre. Para el dolor de muelas el chatarrero prefiere Quantisierung als Eigenwertproblem, obra
de uno de los creadores de la física cuántica, Schorödingen.
¿Culturalismo
irónico? Sin duda. ¿Humor absurdo? Indudablemente. Los poemas de Francisco Alba
juegan a descolocar al lector, que nunca puede estar seguro de cuando habla en
broma o cuando en serio.
De lo que
no cabe duda es de su interés por la ciencia. La numeración binaria es el tema
de su “Scherzo”: “Uno y cero son vecinos naturales. / No son tipos raros como
el número e / o la raíz cuadrada de
menos uno. / No arrastran una cola de decimales / novias que tiran del vestido
nupcial”.
También
resulta evidente su gusto (tan característico de la estética novísima) por las
citas implícitas: los “paganos tristes del tiempo de la decadencia” de un poema
nos remiten a Pessoa, y a Cernuda, a su “Elegía española”, los versos de otro
poema: “¿Grecia? –dijo alguien– Un nombre. / Grecia ha muerto”. El poema en que
se aparece esta última referencia se titula “Balada de los ahorcados”, como el
famoso de François Villon, e incluye –sin citar autor– versos suyos (“Frères
humains qui après nous vivez / n’ayez les coeurs contre nous endurcis”), de Rimbaud
(“Je regrette l’Europe aux anciens parapets!”) y de un famoso lamento del Tristán e Isolda: “Mild und leise wie er
lächelt / wie das Auge hold er öffnet”.
Irónica
pedantería que contrasta con la parodia de alguna popular canción (“Esta
tristeza que tengo / por haber venido al mundo / que Kierkegaard me la explique
/ porque yo no la comprendo”) y con las constantes “rupturas de sistema” (para
utilizar la terminología de Carlos Bousoño): “Así desaparecieron mis llaves y
el oráculo de Delfos”, termina el poema “Desapariciones”; mientras que los
versos finales de “Madera de huesos” son los siguientes: “Enmudecimos de
terror. / Se rasgó el velo del templo. / Olvidamos nuestras miserias
terrenales. / Me apetecía mucho una cerveza”.
La poesía
de Francisco Alba es una rara avis en
la poesía española contemporánea. Es la poesía de alguien que no entiende el
mundo en que vive, que busca respuestas en la ciencia y en la filosofía y no
acaba de encontrarlas, que trata de disimular con humor su rabia y su mal
humor, que a menudo se refugia en el absurdo bajo la apariencia de una anécdota
realista (léanse los textos en prosa “Triunfador” o “Anónimo”).
Un libro, Masa crítica, tan desconcertante y
desasosegante como enriquecedor. Destaco algunos poemas: “Happy Few” parodia
los programas de telerrealidad (“En el
centenario de la toma de Granada / arrojamos vivos a los críos a la Conferencia Episcopal ”);
“Elegía”, memoria de infancia, donde, muy en su estilo, al orbayo asturiano se
le define con palabras de Dante: “esa llovizna / eterna, maladetta, fredda e greve”;
“Euforia”, un poema viajero que nos lleva de Roma a Turín (y que poco
tiene que ver con los convencionales poemas viajeros); “Séneca”, que comienza
con la irónica pedantería marca de la casa: “Soy el parakoimomenos”, y donde el filósofo de la virtud –que no fue especialmente
virtuoso– observa la decadencia moral del mundo contemporáneo (tan semejante al
suyo), o “Contemplación”, un poema que canta la belleza del paisaje (“Si el
macizo de Ubiña fuera música / sería la novena de Antón Bruckner”) y que
continúan anunciando su destrucción y su explotación publicitaria.
Pero son
muchos los poemas memorables, aunque a menudo hay que insistir para que nos
descubran sus secretos (casi todos se resisten a una primera lectura) y
consultar cada poco la
Wikipedia. Pero vale la pena el esfuerzo.
Un poeta distinto. Leyéndole se
ve la realidad con otros ojos. Como la vería un recién llegado de otro planeta
que no supiera distinguir entre los himnos nazis (“Die Fahne hoch!”) y los
villancicos, entre el amor y el horror.