Las voces del eco (Antología poética)
José Bergamín
Edición de Nigel Dennis
Renacimiento. Sevilla, 2013.
Pocos casos hay en la historia de un poeta que comience a publicar su obra poética cumplidos ya los sesenta y cinco años, cuatro décadas después de su iniciación en la vida literaria. Bien es cierto que buena parte de la labor ensayística de José Bergamín giraba en torno a la poesía y que en sus series aforísticas (la primera, El cohete y la estrella, de 1922) a veces parecían camuflarse breves poemas en prosa.
El personaje de José Bergamín, hijo de un ministro de la monarquía que también era todo un personaje de novela (fue un niño huérfano abandonado en las calles de Málaga), daría mucho que hablar hasta su muerte, en 1983, “exiliado” en Euskadi (pidió que le enterraran con la ikurriña).
Su primer libro lo publicó Juan Ramón Jiménez, pero pronto se distanció del maestro, quien renegaría de él durante toda su vida (incluso le llegó a acusar de estar detrás del asalto a su piso al término de la guerra civil).
José Bergamín fue el director de la revista Cruz y raya y el editor de algunos de los libros más importantes de la generación del 27 (a él le entregó Lorca su Poeta en Nueva York que solo pudo aparecer, años después, en México). Católico, se puso al lado de la República y en ella desempeñó un papel de “compañero de viaje” de los comunistas con algún que otro punto oscuro (“con los comunistas hasta la muerte, pero ni un paso más” es una de sus frases más conocidas).
Regresó a España en los años sesenta, pero tuvo que volver a marcharse ante el riesgo de ser detenido. Durante la transición se convirtió en el más activo detractor de la monarquía.
Las voces del eco, la antología que ha preparado Nigel Dennis. consta de cuatro partes: La última se dedica a recoger sus poemas satíricos, algunos bien conocidos, como “El mulo Mola”, y otros que circularon clandestinamente y hasta la fecha han permanecido inéditos. Comprensiblemente en ocasiones. “Un mono de la mano de un tirano” dice uno de los versos del “soneto atribuido a Bartolomé Leonardo de Argensola”, escrito en julio de 1969 con motivo de la proclamación del príncipe de España. Y otro soneto, de las mismas fechas, comienza con esta estrofa: “¡Válgame el Opus Dei! Que es gran cosa / sacarse de la manga en un instante / a un rey de quien dijérase un mangante / por esa procedencia sospechosa”.
En el prólogo, Nigel Dennis llega a afirmar que “dado el desencanto general de la población española con la familia real, la voz satírica de Bergamín adquiere incluso una dimensión profética”.
Pero no es este Bergamín satírico, que no pasa a menudo de una curiosidad, el que más nos interesa. Otra sección de la antología está dedicada a los sonetos. Bergamín, heredero de los juegos de ingenio y de la conceptuosa pasión barroca, es uno de los grandes sonetistas de la literatura española y eso ya lo supo ver Antonio Machado cuando elogió sus “Tres sonetos a Cristo crucificado ante el mar” publicados en la revista Hora de España.
“Coplas” y “Rimas” se titulan las otras dos secciones de la antología y en esos epìgrafes se incluye la mayor y la mejor parte de la poesía de senectud de Bergamín. Sus caudalosos libros finales, iniciados con La claridad desierta, de 1968, renuncian a la herencia barroca para volver a Bécquer y a la poesía popular. El retórico y un tanto artificioso poeta de los sonetos (recordemos el paronomástico terceto final de uno de ellos: “se posa, se aposenta en mí el vacío, / como si a su pesar se acompasase / su peso al paso pesaroso mío”) desaparece y ocupa su lugar otro que no le teme a las palabras gastadas, al tópico aparentemente más manido: “Caen del reloj las horas / muertas como caen del árbol / en el otoño las hojas”.
No todos supieron ver en su momento el valor de libros como Apartada orilla, Velado desvelo o Esperando la mano de nieve, de tan becqueriano título. Ramón Gaya, en el epílogo a La claridad desierta, fue el primero en destacar el valor de este epigonal Bergamín (muchos pensaban entonces que esos versos quedaban al margen de su principal labor, que era la de ensayista). Se trataría de los poemas “de un versificador muy reciente en colaboración, diríamos, con un hombre de setenta años, o sea pleno, completo, lo que dará a esos poemas una condición privilegiada de madurez juvenil y una transparencia, una claridad única, última”.
Las coplas de José Bergamín –buena parte de ellas reunidas en el volumen Canto rodado– tienen como modelo a Augusto Ferrán, más que a Manuel Machado, y alternan las que podrían pasar por populares, y quizá lo sean o acaben siéndolo, con otras inequívocamente personales : “Tienes el alma en un hilo, / y el corazón en un puño, / y la cabeza en las nubes; / y un pie ya en el otro mundo”.
El lector habitual de José Bergamín echará en falta algunos poemas memorables en esta antología y no lamentaría que se hubiera prescindido de otros, pero eso resulta inevitable. Un equivocada decisión tipográfico parece, sin embargo, que las “Rimas” se hayan publicado, al contrario que los sonetos y los versos satíricos, seguidas, sin individualizarse en la página; eso dificulta su lectura como poemas independientes.
Una buena ocasión, a pesar de todo, Las voces del eco de reencontrar, o de encontrar por primera vez, las voces y los ecos del plural Bergamín: “Como quien oye llover / te pido que oigas mis versos: / con atención tan profunda / como se escucha el silencio”.
Se me hace un poquitín extraño el título, que parece cita del verso del propio JB que cierra el texto; pero en el verso, el "como" no lleva tilde, ni la necesita. No veo bien el motivo de que el título sí la lleve.
ResponderEliminarEn efecto, esa tilde es un añadido del corrector automático. Ya está eliminada. Gracias.
ResponderEliminarJLGM
El corrector picotea la vocal en el vacío de silicio con la tilde que deberán tragarse los deditos. (Horrible).
ResponderEliminarEl ramoniano aforismo de Bergamín sí que es bueno.
“ TIC-TAC.– El reloj picotea el tiempo en el silencio de la noche, y se va tragando los granitos.”
"Y en tan veloz como mortal carrera
ResponderEliminarmorir es desvivir lo no vivido,
vivir desesperar lo que se espera."
(Bergamín)
[Más Bergamín en clave de silencio]
EliminarLa palabra es sombra de abstracto silencio luminoso.
La música es la puerta secreta del silencio. Una introducción a la muerte.
La música pasa, el silencio queda.
–¿Entonces usted me aconseja oír la música como quien oye llover?
–Exactamente: con la más profunda atención.
[JB aprovechando la grieta]
ResponderEliminarNo hagáis lo que yo hago, pero menos aún lo que yo digo –dice el buen maestro.
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La primera obligación es la devoción.
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Hay quien baila al son que le tocan, quien baila al suyo solamente, y quien no baila de ninguna manera.
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Una sola cosa importa para que puedan importar todas.
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La realidad es el espíritu –imaginación o pensamiento.
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La felicidad es siempre coincidencia.
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Mejor que acertar poco a poco es equivocarse de una vez.
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Procura no convertir tu vida en una carrera, y menos que nada en una carrera de obstáculos.
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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA.– (Habla un gran estadista) Pues señor, esto eran tres: dos polacos y un inglés; por si era o por si no era, armaron la pelotera; el inglés sacó la espada... ¿lo mató?... ¿no lo mató?... Le diré lo que pasó... Pues señor, etcétera...
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El indio que despreciaba a los americanos porque no eran capaces de estar diez minutos seguidos sin hacer nada, tenía muchísima razón. Para hacer algo, lo primero es no hacer nada; Dios nunca hizo nada para poder hacer el mundo. La pereza es un estado previo de incubación, madre de todo.
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En el arte, como el la edad de oro, que es siempre su edad, no hay tuyo ni mío.
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El arte verdadero procura no llamar la atención, para que se fijen en él.
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Generalmente, el que se vuelve loco no es porque le falta razón, sino porque tiene razón que le sobra.
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Rosa, golondrina, mariposa, escarabajo, formas inalterables y distintas, permanentes y nuevas.
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