El canon abierto. Última poesía en español
Remedios Sánchez
García
Selección de poemas
de Anthony L. Geist
Madrid. Visor, 2015.
Remedio Sánchez García, profesora de la Universidad de
Granada, ha querido ofrecernos la primera antología verdaderamente rigurosa,
elaborada por expertos, de la nueva poesía de lengua española. Al comienzo del
volumen se enumeran las más de cien universidades que han colaborado en el
proyecto; en el anexo I, los cerca de doscientos críticos e investigadores
participantes. Interviene también, según se nos recuerda varias veces, un
notario “del Ilustre Colegio de Andalucía, D. Joaquín Mateo Estévez, con
domicilio en Málaga, calle Hilera 8, Edificio Scala 2000, portal 4, 5º A”. Cada
participante debería aportar “un máximo de cinco nombres de autores nacidos a
partir de 1970, a
ser posible no todos de la misma nacionalidad”. Los cuarenta más votados son
los que se incluyen en la antología; en dos apéndices, se nos ofrece el listado
de los que les siguieron en número de votos y el de los que fueron menos
votados (en total, unas tres centenas de autores).
Una
antología consultada, pues, que se quiere presentar, si no como definitiva, sí
como la primera que cuenta con todas las garantías de objetividad. Se trata de
aplicar la ciencia de la literatura, tal como se practica hoy en las
universidades, a un campo tan plural e inabarcable como es el de la poesía que
se está escribiendo ahora mismo en todos los países de lengua española.
Pero tal
alarde de cientifismo no parece demasiado consistente. Las universidades
participantes se enumeran, si están “indexadas”, de acuerdo “con el ranking de
Shangai”, y si no por orden alfabético.
Sus nombres, en la mayor parte de los casos, no tienen otro valor que el
meramente publicitario. ¿Destaca la Universidad de Harvard, aunque esté entre
las primeras del mundo, por sus especialistas en la última poesía española? ¿Lo
hace la École des Hautes Études en Sciences Sociales-París o la Universidad de
Fez, en Marruecos?
Tampoco
Remedio Sánchez García, a pesar de la amplia bibliografía que maneja en su
estudio inicial, da la impresión de ser una buena conocedora de la poesía
española de las últimas décadas. Algunos ejemplos: califica a la poesía de los
años cuarenta como “poesía desarraigada”, sitúa en la década de los cincuenta a
poetas como Antonio Hernández, José-Miguel Ullán, Félix Grande o Ángel García
López; habla de un grupo denominado la “Poesía del Desconsuelo” cuyo principal
integrante es Jorge Riechmann… Cita mucha bibliografía secundaria y hace
abundante uso de etiquetas ocasionales como si fueran definiciones científicas,
pero no da la impresión de conocer de primera la obra de los poetas, la materia
prima de cualquier estudio y de cualquier antología.
A pesar de
ello, El canon abierto resulta una antología
en absoluto desdeñable. Entre los poetas con mayor número de votos se
encuentran algunos destacados discípulos de García Montero (ganadores muchos de
ellos del premio Emilio Alarcos y de otros premios de la factoría Visor), junto
a autores hispanoamericanos poco conocidos del lector español.
El poeta
más votado fue Fernando Valverde, director del Festival Internacional de Poesía
de Granada y uno de los propulsores de la antología-manifiesto Poesía ante la incertidumbre (2011), de
la que este libro puede considerarse una versión ampliada y amparada en una
coartada académica.
El lector
puede prescindir de toda esa parafernalia y comenzar la lectura directamente
con los poetas seleccionados (la muestra de cada uno de ellos, muy acertada a
jugar por los que conozco, se debe a Anthony L. Geist). El realismo, la
denuncia, el lenguaje conversacional, se encuentran presentes en muchos de
ellos. También un cierto ternurismo (muy en la línea García Montero), del que
“Palabras a una hija que no tengo”, de Andrés Neuman, puede servir de ejemplo.
Excelente resulta su “Oda sobre la oda del viejo ruiseñor” y sorprenden los
poemas de Ana Merino. De los poetas americanos, destaca el dominicano Frank
Báez, con su irónico “Autorretrato” que es una nueva versión del “Poema en
línea recta”, de Álvaro de Campos; la colombiana Catalina González Restrepo,
minimalista y recreadora de viejos mitos, como el de Penélope, en “Acertijo”;
Roxana Méndez, de El Salvador, o Mario Meléndez, de Chile. De este último
merece la pena subrayar “Mi gato quiere ser poeta”, un poema “basado en una
historia real”, según el irónico subtítulo, que nos permite cerrar el libro con
una sonrisa en los labios.
Para entrar
en contacto con la poesía más joven suelen resultar más útiles las cafeterías
universitarias que las aulas; las revistas y los blogs de poesía en la Red que
los catedráticos de Harvard; los recitales y las polémicas entre poetas que los
forzados trabajos curriculares como el de Remedios Sánchez García, con mucho
ruido bibliográfico y muy pocas nueces aprovechables.