¿Por qué no se suicida usted? y otros escritos de juventud
Enrique Jardiel
Poncela
Espuela de Plata.
Sevilla, 2015.
Afortunadamente,
su nieto Enrique Gallud Jardiel no ha tenido en cuenta esa opinión y en ¿Por qué no se suicida usted? selecciona
las colaboraciones del escritor en una revista mítica, Buen humor, que en los años veinte renovó la tradicional comicidad
española con los nuevos aires de la vanguardia internacional.
La revista
se publicó entre 1921 y 1931 y ninguna publicación recoge mejor el aire de un
tiempo en que, tras el fin de la Primera Guerra Mundial, España vivió una época
de bonanza económica, esplendor cultural y esperanzas de cambio que culminarían
con la llegada de la República.
En Buen humor, el maestro era Ramón Gómez
de la Serna y en ella velaron sus armas escritores como Edgar Neville o José
López Rubio, representantes de la otra generación del 27. No pudo encontrar
mejor escuela Jardiel. Llegó a ella con veinte años, pero ya era autor de
incontables obras de teatro (muchas escritas en colaboración con su amigo
Serafín Adame), de novelas de misterio largas y cortas, de poemas y artículos
serios o burlescos. Buen humor convirtió
al mimético grafómano que buscaba incansablemente el éxito y el dinero de la
literatura en el autor que todos admiramos.
¿Por qué no se suicida usted? es el
primer libro verdaderamente de Jardiel, aunque sea el último que se publica.
Los capítulos se disponen cronológicamente, según la fecha de publicación
(entre 1923 y 1927, entre los veintidós y los veintiséis años del autor), pero
podían haberse organizado temáticamente. Un primer grupo lo constituyen las
pequeñas obras de teatro, en prosa y en verso, todas ellas escritas con
intención paródica. El teatro histórico que puso de moda el modernismo, el de
Villaespesa y Marquina, que todavía seguía representándose con aplauso en los
años veinte, es uno de sus objetos de burla favorito. A veces, al poner en verso incluso las
acotaciones, parece apuntar con su burla al propio Valle-Inclán. El modelo de
estas parodias es, claro está, el insuperable Muñoz Seca de La venganza de don Mendo.
La burla de Jardiel Poncela
alcanza también al teatro entonces más renovador, al que alentaba, con gran
escándalo de todos, el veterano Azorín. Así, una de las piezas lleva el
subtítulo de “Drama en verso hecho a la manera de los superrealistas” y toda la
acción transcurre “en los labios de una linda mujer”.
Junto a las
obras de teatro, encontramos en esta recopilación cuentos de humor disparatado en
los que suele intervenir como personaje el propio autor, y en los que no faltas
las referencias a sus compañeros en la redacción de la revista. En estos
relatos se muestra Jardiel como un claro antecedente de la literatura de
autoficción.
Otro de los
ingredientes del libro lo constituyen los artículos burlescos sobre temas más o
menos serios. “El matrimonio” se presenta como un artículo de divulgación
médica. Comienza con la definición: “Matrimonio es una terrible enfermedad
crónica e incurable, que se propaga por medio de un microbio llamado
erotococo”. Ante la moda de los ensayos y las conferencias, tan característica
de los años veinte, ofrece en “La incognoscibilidad de lo plúmbeo” un modelo
para quien se vea alguna vez en el terrible compromiso “de escribir un ensayo o
de dar una conferencia”. Quizá el mejor de estos artículos sea “Lloremos el
pasado”, en el que se burla del elegíaco costumbrismo habitual. El pretexto es
una obra de teatro de Fernández Ardavín, Rosa
de Madrid, un canto al Madrid castizo que desaparece: “Las verbenas, los
churros, las chulas, los organillos… todo se ha hundido en el maelstroom de la postguerra”. Incluso
los hombres y las mujeres han cambiado: “Hombres eran aquellos que bebían
vinazo –la bebida viril–, que fumaban tabaco malo, que usaban bigote y barba, reproducciones
exactas de las selvas de la Australia, y que se lavaban de tarde en tarde. Hoy
loa hombres se afeitan todos los días, fuman tabaco canario, inglés o turco y
hasta se perfuman. Un asco, vamos, lo que se dice un asco”. También finge
lamentarse por el contraste entre las mujeres de hoy, “que huelen a esencias
caras, que han hecho un arte del arreglo del rostro, que llevan medias de seda
y han prescindido del corsé” y aquellas de antaño “que se peinaban con una
bandolina grasienta, que olían a mejorana y a tomillo –como las conejas de
monte--, que llevaban medias de lana con las ligas por debajo de la rodilla y
que para salir a la calle se encerraban en un corsé bien emballenado, especial
para provocar el sudor y las enfermedades del aparato respiratorio”.
El tiempo,
como no podía ser de otra manera, ha dejado su huella en el humor de Jardiel,
le ha añadido un valor documental, pero esa inevitable pátina no ha mermado su
gracia provocadora, aún más presente en estas páginas juveniles.
"La vida fácil suele ser la más difícil" (Enrique Jardiel Poncela). No hay que ensuciarse mucho para llevar una vida fácil puesto que es sinónimo de no mancharse las manos. Seguro que tampoco estrujarse mucho el cerebro. Así parece que son los compadres de los patricios que pronto olvidan los amorosos consejos de sus madres. Catalina
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