Viaje a la aldea del crimen
Ramón J. Sender
Libros del Asteroide.
Barcelona, 2016.
¿Pueden unas crónicas periodísticas derribar un gobierno,
hacer tambalearse a un régimen? Ramón J. Sender se vanaglorió siempre de
haberlo conseguido con los artículos sobre los sucesos de Casas Viejas que fue
publicando en el diario La Libertad y
que reunió luego en el volumen Viaje a la
aldea del crimen, que ahora se reedita.
En enero de
1933, aún no hacía dos años que se había proclamado la República, se anunció un
levantamiento anarquista, que fracasó por la descoordinación de los
organizadores y por la eficaz intervención gubernamental. Pero en Casas Viejas,
una pequeña población gaditana, los rebeldes atacaron el cuartel de la Guardia
Civil y luego se hicieron fuertes en la cabaña de uno de los anarquistas,
apodado Seisdedos. Mataron a uno de los guardias de asalto que se acercó a
parlamentar y, tras resistir todo lo que pudieron, murieron acribillados o en
el incendio de su refugio.
Eso es lo
que sabía Azaña cuando fue interpelado en el Parlamento pocos días después; por
eso respondió que en Casas Viejas ocurrió lo que había tenido que ocurrir. Pero
había ocurrido algo más, como pronto desvelarían los periodistas que se acercaron
hasta el lugar de los hechos, uno de los primeros, Ramón J. Sender, que se
desplazó en avión hasta Sevilla.
Incendiada
la choza de Seisdedos, muertos sus ocupantes, huidos del pueblo los otros anarquistas,
el capitán al frente de los guardias de Asalto, ordenó ir casa por casa y
detener a todos los hombres que se encontraran; luego los llevó hasta los
restos humeantes de la cabaña y allí dispararon casi a quemarropa sobre ellos.
Fue un múltiple asesinato a sangre fría.
Ramón J.
Sender lo contó, y de muy eficaz manera. Pero a él no le interesaba encontrar
culpables –ni siquiera nombra al capitán Manuel Rojas– porque antes de
desplazarse al lugar ya sabía quién era el verdadero culpable. Su libro termina
con este alegato: “He aquí, en pocas líneas, la conducta de la República ante
los hechos: el Parlamento apoya y justifica al Gobierno, el Gobierno disculpa,
rehabilita y defiende a las fuerzas represoras –Guardia Civil y de Asalto–.
Estas han asesinado a los campesinos hambrientos de Casas Viejas, defendiendo a
los terratenientes feudales, monárquicos”.
Pero Ramón
J. Sender mentía y pronto habría constancia de ello. Nunca rectificó como no
rectificaron los que atribuyeron a Azaña la frase de “ni muertos ni heridos,
los tiros a la barriga” que apareció en portada en el diario ABC. Sobre
aquellos sucesos se creó una comisión de investigación en el Parlamento y luego
hubo dos juicios, en 1934 y en 1935. En el segundo, fue incluso llamado a
declarar Azaña, ya entonces en la oposición. A Manuel Rojas se le condenó a
muchos años de cárcel; fue liberado y rehabilitado por los rebeldes del 36 y
aplicó eficazmente durante la represión en Granada las mismas técnicas que en
Casas Viejas.
Al gobierno
de Azaña, y al régimen republicano, no le hicieron daño los ataques de la
prensa de derechas, sino los de cierta prensa de izquierdas que se alió con
ella para acabar con la República “socialista y burguesa”. Hoy sabemos con
claridad lo que ya se sospechaba entonces: que en buena parte eran los mismos
perros con distintos collares, o que eran distintos perros pero azuzados por la
misma mano. La Libertad, el agresivo diario
de izquierdas para el que trabajaba Sender, era propiedad de Juan March, lo
mismo que Informaciones, el diario de
ultraderecha próximo al fascismo (“la jaca del contrabandista” lo llamó
Prieto). Y La Tierra, el periódico
anarquista que más duramente atacó al gobierno, tenía la misma fuente de
financiación. Pedro Sainz Rodríguez ha contado en sus memorias cómo él mismo le
daba el dinero y las instrucciones al director e incluso redactaba algunos de
los furibundos artículos ácratas.
A las
derechas y a las izquierdas antirrepublicanas, en aquellos tristes días, no le
interesaba condenar a los responsables del crimen, sino acabar con el gobierno.
La línea de defensa de Manuel Rojas y sus cómplices era que habían cumplido
órdenes, y no órdenes de cualquiera: primero se habló del director de Orden
Público, luego del ministro de Gobernación y finalmente del propio Azaña.
Órdenes verbales, por supuesto, y sin testigo ninguno. En el juicio –durante la
propia República– se desmontaron esas patrañas, en las que intervino muy
activamente Alejandro Lerroux, la gran apuesta de Juan March, entonces en la
cárcel, para reconducir la República de acuerdo con sus intereses. Sender no
pudo conocer los diarios de Azaña robados en Ginebra en 1937, manipulados y
secuestrados por el franquismo, y que no se dieron a conocer hasta 1997. En
ellos cuenta una entrevista con Manuel Rojas celebrada el 1 de marzo de 1933. Pregunta
directamente Azaña: “¿No registró usted las casas, no hizo prisioneros y los
mandó fusilar en casa de Seisdedos?”. La respuesta: “No, señor; es falso, es
falso. Hicimos prisioneros y los entregamos al juzgado”.
Sender no
pudo conocer cómo se fue enterando Azaña de la verdad de esos sucesos y de la
conmoción que le produjeron, según refiere en sus diarios. Pero sí pudo darse
cuenta –el juicio de 1934 tuvo amplia repercusión en la prensa– de que su
contundente “yo acuso”, su Viaje a la
aldea del crimen, era parte de una interesada operación política. No
rectificó, sin embargo. Pocos lo hicieron y aún hay quienes creen hoy aquellas
patrañas. En el libro El caso Casas
Viejas, de 2012, Tano Ramos analizó los hechos y ofreció la documentación
pertinente para que cada uno saque sus propias conclusiones.
El libro de
Ramón J. Sender es, además de una excelente obra literaria, un punzante
documento sobre la Andalucía del hambre y un eficaz panfleto financiado por
quien no tardaría en convertirse en el mecenas por excelencia de la cultura
española: un contrabandista llamado Juan March, el último pirata del
Mediterráneo.
Muy buen comentario.
ResponderEliminarUn saludo
Totalmente de acuerdo. Estoy desarrollando este tema en mi ensayo Suelas gastadas, que saldrá en Renacimiento.
ResponderEliminarEs evidente que Sender no te cae bien,sr. JLGM, lo cual es una opinión legítima; quizá no sea tan legitimo sesgar y opinar como si fueran documentos opiniones personales más que discutibles, por ejemplo, que Sender se vanagloriaba de hacer caer al gobierno(?);que La Libertad estaba financiado por March; que Pedro Sainz escribía artículos incendiarios para los anarquistas (!menuda fuente¡), etc, etc.
ResponderEliminarSender llego a C.V. el 19 de enero, por tanto no llegó de los primeros sino de los terceros o cuartos. Hasta el 24 de febrero no se constituyó una comisión parlamentaria para investigar a fondo "los sucesos", lo que denota una falta de interés total y absoluta del gobierno durante aquellos días aciagos...en fin, rebatible tu artículo desde el primero al ultimo párrafo con los documentos accesibles. No pillo muy bien como la crónica de Sender relatada en ese libro que se publicó en 1934 hizo caer al gobierno en 1933. Ser ultraconservador no debería estar reñido con documentarse antes de opinar. Anímate y hazlo.-Manolo
Ninguna opinión personal. Todo documentable: las declaraciones de Sender vanagloriándose de haber hecho caer al gobierno, que La Libertad era uno de los diario financiados por March, que Pedro Sainz Rodríguez ha declarado en sus memorias que llevaba el dinero de March al diario anarquista y que a veces escribía sus artículos de fondo, que el gobierno se confió en funcionarios que no eran fiables (fue engañado al principio y de ahí que Azaña dijera aquello de que "en Casas Viejas pasó lo que tenía que pasar", etc. Y lo que contribuyó a la caída del gobierno, obviamente, no fue la recopilación en libro de los artículos periodísticos, sino los propios artículos. De todo esto puede informarse por cuenta propia. Si los necesita, le doy los datos precisos. No sé si el adjetivo "ultraconservador" se refiere a mí; si es así, creo que no resulta enteramente adecuado.
EliminarJLGM
¿De verdad quieres hacerme creer que Pedro Sainz, falangista y ministro de la dictadura, es una fuente mínimamente creible de nada? El gobierno no es que confiara en funcionarios no fiables; sencillamente las FOP no obedecían al gobierno (republicano) habitualmente (v.Castillblanco y Arnedo). El libro que criticas insisto, es una recopilación literaturizada de 1934, no vi que te refirieras a las crónicas periodísticas de 1933, supongo que porque no las has leído (no fueron las primeras ni mucho menos). El gobierno cayó porque se lo merecía y porque los anarquistas se abstuvieron como era lógico; ya sabemos que los votos de la derecha española son pétreos, como se acaba de demostrar recientemente. De todas formas, me gustaría que documentaras de donde sacas lo de la financiación de La Libertad (que no sea a través de algún jonsiano, por fa).
ResponderEliminarEl adjetivo que me criticas tal vez no resulte enteramente adecuado, pero tampoco era mi intención conseguir el 100% de adecuación, percentil que no es posible en ningún análisis con un mínimo rigor científico. Cuando se mete mandanga reaccionaria so capa de critica literaria pasan estas cosas, señor JLGM: siempre sale algún incorrecto político a molestar. Ten paciencia. ¿Por cierto, por que Sender es tan odiado aun hoy por la derechaza literaria pespañola? Me intriga eso.
manolo
Estimado anónimo, no voy aquí a discutir de política. Se acaba de reeditar por primera vez un excelente libro de Sender, "Madrid-Moscú", con prólogo de Mainer (se refiere en él a la relación de "La libertad" con el financiero Juan March, y a la primera edición del libro de Sender sobre Casas Viejas, del mismo 1933, el que comentó es una ampliación del año siguiente). Yo también acabo de reeditar "El último pirata del Mediterráneo", la mítica biografía de Juan March aparecida en 1934. Hay mucha bibliografía sobre las empresas periodísticas en que participó March. Puede acceder a ella fácilmente. Y la opinión de Sender sobre su influencia en la caída del gobierno de Azaña está en el libro de Marcelino C. Peñuelas "Conversaciones con Ramón J. Sender" (puede encontrarlo en bibliotecas o Iberlibro).
EliminarY si me permite, aquí termina este intercambio de pareceres. Un cordial saludo.