La memoria de un hombre está en sus besos
Emilio Calderón
Stella Maris.
Barcelona, 2016.
No está siendo demasiado benévola la posteridad literaria
con Vicente Aleixandre. Tras su muerte, en 1984, o incluso antes, con la
concesión del Nobel, su influencia en la poesía española, omnipresente durante
décadas, comenzó a decaer, al contrario de lo que ocurría con otro compañero
generacional, Luis Cernuda. Fue un maestro en tiempo de orfandad, en los años
duros del franquismo, pero su magisterio resultó más personal que estrictamente
literario; su obra de posguerra no abría nuevos caminos, se limitaba a
seguirlos (la poesía social, el hermetismo novísimo) con mejor o peor fortuna.
Emilio
Calderón, escritor de literatura infantil, autor de novelas históricas y de
género negro, le ha dedicado la primera biografía que pretende ser exhaustiva,
rigurosamente documentada, y no limitarse a un retórico y convencional
panegírico como las publicadas hasta ahora.
Lo consigue
a medias. Emilio Calderón no es filólogo ni parece tener especiales
conocimientos de la literatura española contemporánea. Explica ello algunos
lapsus: considera “un epitafio a Guiomar que Machado atribuye a Juan de
Mairena” el poema que comienza “Todo amor es fantasía” incluido en la serie
“Otras canciones a Guiomar (A la manera de Abel Martín y de Juan de Mairena)” (Guiomar,
Pilar de Valderrama, muríó algunas décadas después del poeta, mal podía haberle
dedicado este un epitafio); indica que la elegía de Cernuda a Lorca, de la que
se censuraron unos versos por su alusión homosexual, se publicó en la revista El mono azul, cuando lo fue en Hora de España. Tampoco resulta muy
atinada su referencia a la quema de conventos de mayo de 1931: afirma que los
ministro Maura y Prieto tratan de evitar el desastre, pero que “Manuel Azaña,
entonces ministro de la Guerra, se niega a poner remedio”, sin embargo, los
desórdenes públicos no eran de incumbencia del ministro de la Guerra, sino del
de Gobernación, Miguel Maura.
No quiere
esto decir que el volumen no ofrezca abundante documentación biográfica, mucha
de ella de interés. Emilio Calderón nos ofrece datos desconocidos sobre la
familia del poeta, sobre su casi mítica enfermedad, sobre su actuación durante
la guerra (detenido por los milicianos en los confusos primeros meses,
intentaría luego salir de España) y también sobre sus relaciones amorosas.
Este último
punto es el que más interés despierta en la morbosa curiosidad de los lectores.
En vida, Aleixandre nunca se refirió públicamente a su homosexualidad. Hasta
tiempos recientes, amigos y estudiosos respetaron escrupulosamente esa
discreción. Tras las confidencias reveladas por Vicente Molina Foix y, sobre todo, por Luis Antonio
de Villena, Emilio Calderón es el primero que se ocupa de ese tema con
naturalidad dentro de una biografía del poeta.
Vicente
Aleixandre, poeta del amor, habría tenido una larga serie de aventuras
amorosas, con hombres y con mujeres. De sus relaciones femeninas a él mismo le
gustaba hacer alarde en cartas y en conversaciones con José Luis Cano, quien
nos ha dejado minuciosa constancia de esos recuentos en Los cuadernos de Velintonia.
Emilio
Calderón repite lo que dice Aleixandre, pero no es capaz de encontrar un solo
dato que confirme sus afirmaciones. Al parecer no se conserva ni una carta ni una
declaración de ninguna de esas amantes. Pilar de Valderrama, que era católica,
estaba casada y tenía hijas cuando su relación con Antonio Machado, no pudo
guardar el secreto y primero le pasó las cartas del poeta a Concha Espina y
finalmente escribió un libro titulado Sí,
yo soy Guiomar para dejar constancia de sus amores con el poeta. ¿Cómo es
que ninguna de las mujeres que amó Aleixandre y que inspiraron sus versos
guardó una carta suyo, manifestó públicamente, cuando ya era un poeta célebre,
esa relación? Aleixandre incluso habla de una posible hija, pero ni de esa hija
ni de su madre, una estudiante norteamericana, hay constancia documental. Sí
existió Eva Seifert, la hispanista alemana, algunos años mayor que él, que
conoció antes de la guerra y que luego le visitaba durante los veranos.
La poesía
de Aleixandre era una poesía, en buena medida amorosa, pero al autor, un
solterón que vivió siempre en la casa familiar (primero con los padres y la
hermana, luego solo con la hermana), no se le conocía ninguna relación estable.
La larga lista de relaciones femeninas parece solo un invento para disimular
ante sus amigos homófobos, como Dámaso Alonso.
Más ciertas
parecen las relaciones masculinas, aunque tampoco podemos estar muy seguros de
ellas. Emilio Calderón nos ofrece dos
fuentes desconocidas, o poco conocidas, para acercarnos a la intimidad de
Aleixandre: las cartas a Gregorio Prieto y las anotaciones de Carmen Conde, que
vivía en el mismo edificio de Velintonia.
Pero parece
que muchas de las relaciones masculinas de Aleixandre eran tan fantasiosas como
las femeninas, aunque por otras razones. Un ejemplo lo constituye el caso de
Andrés Acero, novelado porVicente Molina Foix en El abrecartas. Emilio Calderón nos ofrece toda la documentación que
ha podido encontrar sobre este joven que luchó valientemente durante la guerra
y sufrió luego un duro exilio (acabó suicidándose), pero no hay ni un solo
testimonio de que la relación entre ambos fuera muy distinta de la que mantuvo
con Miguel Hernández.
Emilio
Calderón trata de ser un biógrafo riguroso. Y a menudo lo consigue, pero no
siempre. Desmiente, por ejemplo, ciertas reiteradas afirmaciones de Luis
Antonio de Villena, según las cuales, durantelos años veinte y treinta, en la
casa de Aleixandre se celebraban fiestas homosexuales. Si existieron esas
fiestas, ¿por qué nunca se mencionan en las cartas de la época?, se pregunta el
biógrafo. Además, en aquellas fechas Aleixandre compartía casa con sus padres,
su hermana, tres doncellas y una cocinera (todas ellas internas); difícil
mantener el secreto en esas circunstancias.
No es
riguroso, sin embargo, cuando trata de la relación entre Aleixandre y su mejor
amigo y estudioso, Carlos Bousoño. Incluye varios fragmentos de cartas, muy
explícitamente eróticas, del primero al segundo (las únicas cartas del poeta a
un o a una amante que aparecen en el libro), pero sin indicarnos su
procedencia. Y añade luego este sorprendente párrafo: “Al parecer, el propio
Bousoño le cuenta en cierta ocasión a su amigo el poeta Francisco Brines que el
número de cartas de amor que conserva de Aleixandre ronda las sesenta”. Pero si
la posible existencia de esas cartas le llega de manera tan indirecta al biógrafo,
¿cómo es que puede citarlas? ¿No serán apócrifos los fragmentos?
Otro dato
que ofrece para confirmar esa relación le descalifica igualmente como biógrafo
serio: “Cierto día, Jaime Gil de Biedma adelanta su hora de visita a Velintonia
(algo que a Aleixandre no le gusta, dato el estricto horario que establece para
recibir). Para su sorpresa es Carlos Bousoño quien, en albornoz, le abre la
puerta”. Ninguna indicación aparece de dónde ha dicho eso Gil de Biedma (quizá
en una conversación privada entre bromas y maliciosos rumores), ni se pone en
duda lo inverosímil que resulta que abriera la puerta de la calle un invitado
en albornoz y no la criada, como era lo habitual en los medios burgueses y en
aquella época (no se trataba de un piso de estudiantes).
“Todo amor
es fantasía” escribió Machado para ocultar que su adúltera Guiomar no era una
fantasía. En el caso de Aleixandre, parece que esa afirmación resulta
rigurosamente cierta: una fantasía resultan, hay pocas dudas al respecto, sus
relaciones femeninas; lo sorprendente, y esta biografía viene en gran medida a
confirmarlo, es que también lo fueron, aunque quizá más a su pesar, la mayoría
de sus relaciones masculinas.
Estimado señor, permítame que tenga la osadía de aclararle ciertos puntos en relación a su comentario o crítica sobre mi biografía de Vicente Aleixandre. Me sorprende tanto que me descalifique por evitar desvelar la procedencia de mis fuentes como que no sepa usted mismo que es el propio matrimonio Bousoño quien aporta un lote de cartas de amor entre don Carlos y Vicente Aleixandre como prueba en sede judicial. Unas cartas de las que yo sólo he transcrito unos fragmentos, con las que el matrimonio Bousoño pretendía demostrar por qué Vicente Aleixandre quería que fuera don Carlos, y no otra persona, quien recibiera su archivo tras su muerte. Es, por tanto, el matrimonio Bousoño quien elige estas cartas y no otras de contenido menos sexual, para demostrar la relación de “íntima amistad” entre su persona y el premio Nobel. Ruth Crespo, que en la vista –pública y de la que existe copia grabada a la que puede tener acceso cualquier ciudadano, cinco horas de confesiones de unos y otros que me he tragado minuto a minuto− ya se declara abogada de profesión, era plenamente consciente de que al aportar dichas cartas como prueba, una copia de las mismas iba a ser entregada a la parte demandante, es decir, a los herederos legítimos del señor Aleixandre que, para más inri, son los depositarios de los derechos de propiedad intelectual del Nobel. ¿De verdad que usted, profesor de la Universidad de Oviedo y responsable de la Revista Clarín nada sabía de esto? ¿De verdad que un profesor universitario y crítico literario de su valía no sabía que Historia de Corazón está plagado de versos inspirados por Carlos Bousoño, siendo encima el señor Bousoño asturiano? Es cuando menos preocupante. La lista de personas que conocían todo esto va desde Carmen Conde hasta los periodistas de la Agencia EFE y algún otro de La Razón.
ResponderEliminar¿Es que usted no ha hablado con Javier Lostalé, Antonio Colinas, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Luis Antonio de Villena, Fernando Delgado, Francisco Brines o Francisco Nieva? Cualquiera de ellos podría haberle ilustrado sobre la naturaleza y duración de la relación. Se atreve usted a cuestionar mis conocimientos de literatura contemporánea (que desde luego son limitados) cuando con sus comentarios lo que está demostrando es un manifiesto y contumaz desconocimiento de la persona que pretende disculpar o defender, es decir, don Carlos Bousoño, poeta contemporáneo donde los haya, quien por otra parte me merece el mayor de los respetos. Desde luego su sexualidad no es materia de mi incumbencia ni tampoco de mi libro. Me reprocha también no tener el valor de incluir fotocopias de las cartas, que usted presume apócrifas, como demostración de que digo la verdad. ¿Acaso desconoce que la reproducción de todo documento está sujeto a derechos de la Propiedad Intelectual, y que de la misma manera que el matrimonio Bousoño vendía por cinco millones de euros el archivo de Aleixandre, los herederos del poeta también tienen derecho a lucrarse haciendo públicas las cartas cuando les venga en gana? La vida es almoneda, señor, ¿acaso es que no se ha enterado todavía? Perdone que ahora sonría cuando leo que los amores de Aleixandre eran sueños, que no hay nada de nada, que todo era humo. A este respecto vuelvo a remitirle a las cartas “apócrifas” de don Carlos Bousoño, y a los comentarios que en ellas se hacen sobre ciertos amores de Aleixandre. Lo que vulgarmente se llama complicidad de amantes. Si su curiosidad no quedara satisfecha, le recomiendo que se ponga en contacto con el poeta y académico Pere Gimferrer y le pregunte si Aleixandre, además de ser amante de don Carlos Bousoño, mantuvo relaciones con mujeres. Pregúntele por la enigmática Clara, de la que algo sabe. Leyendo su crítica no me queda más remedio que recomendarle la lectura de las cartas entre Vicente Aleixandre y Miguel Hernández, publicadas en Espasa por Jesucristo Riquelme, ya que usted compara la relación entre Hernández y Andrés Acero como si fueran de la misma naturaleza. O relea los comentarios que Jesús Bocanegra, mecanógrafo y amigo de Aleixandre, deja escritos sobre Andrés Acero. Aparecen en mi biografía. Mejor aún, volvamos a nuestras cartas “apócrifas” y pregúntele a la viuda de don Carlos si éste no se encontró en México con Andrés Acero por deseo expreso de Vicente Aleixandre. Apócrifa es también la gonorrea que Carmen de Granada le contagia a Aleixandre, sin duda, como apócrifos son los poemas que el Nobel le dedica en Álbum. A ella y a Margarita Alpers, alumna de la Residencia de Estudiantes de Madrid con la que Aleixandre se inventa una relación y hasta una hija. José Manuel García Briz y Gregorio Prieto son también personajes ensoñados por Aleixandre, muñidor de su propia falsa identidad, como todo el mundo sabe y reconoce. Son sólo peones, son sólo mentiras de un hombre mentiroso, Vicente Aleixandre. Afortunadamente, usted ha dado con la verdad, con unas cartas apócrifas que lo único que pretenden es manchar la figura de un hombre y poeta respetable, don Carlos Bousoño, el mismo que presentó semejante basura apócrifa en un juzgado como prueba para hacer valer sus derechos sobre el legado de Aleixandre. La verdad, leyendo los argumentos de su crítica he llegado a pensar que usted no escribía desde Asturias o desde otro lugar, sino desde Babia.
ResponderEliminarRespecto al resto de detalles que cuestiona acerca del libro, no tienen mayor relevancia. Lo que si le puedo dejar bien claro para finalizar mi exposición, es el respeto y la admiración que siento por el poeta y premio Nobel Vicente Aleixandre, motivo por el que he pasado años trabajando con esfuerzo y rigor para que el resultado sea una biografía que, guste más o menos, resulta oportuna y necesaria. Un saludo literario.
Estimado Emilio Calderón, le agradezco su comentario a mi reseña. Aporta un detalle fundamental que no aparece en la biografía: la procedencia de esas cartas de amor a Bousoño. Ahora podemos tener la certeza de que no son apócrifas, cosa que no ocurre con la lectura de su libro. Lo que no entiendo es por qué no lo indicó en su biografía, disminuyendo de esa forma su rigor intelectual. Habla de los "derechos de autor", pero esos derechos, si no los tenía, le impedían la reproducción no la indicación de la procedencia de las cartas.
ResponderEliminarEn cuando a las relaciones femeninas de Aleixandre, hace falta alguna prueba más que la relación que él hace en sus cartas a José Luis Cano o en sus conversaciones. Por ejemplo, encontrar alguna carta o alguna declaración de esas presuntas "amantes". Mientras no aparezcan, conviene ponerlas en cuestión.
Y en cuanto a la relación con Andrés Acero, nadie niega la amistad entre ambos, como tampoco se niega la gran amistad con Miguel Hernández. Y ello explica que le pidiera a Bousoño que se interesara por él cuando fue a México. Pero mientras no haya otras pruebas que los chismorreos de ciertos amigos, mejor no ir más allá (o dejarlo para las fantasías de los novelistas). Un biógrafo a veces cosas que no puede incorporar a su libro porque carece de pruebas.
Espero que su biografía, tan laboriosa y benemérita, tenga una segunda edición y en ella subsane esos pequeños fallos. En el fundamental, bastaría una nota que dijera "cartas aportadas por la Ruth Crespo en el proceso, etc, etc.". Y que distinga siempre (como hace con las "fiestas" reiteradamente mencionadas por Villena) entre los chismes que cuentan los amigos gays y los hechos probados.
Por lo demás, le agradezco de nuevo sus comentarios y acepto sus reproches por algún exceso mío en el tono de la reseña.
JLGM
corrijo una errata: "Un biógrafo a veces sabe cosas que no puede incorporar a su libro porque carece de pruebas".
EliminarJLGM
Estimado amigo, la segunda edición, como usted comenta, está en marcha, y en ella subsanaré ciertos errores que he cometido por bisoñez. Si no quise mencionar la procedencia de las cartas fue precisamente por salvaguardar el honor del señor Bousoño, quien me merece todos los respetos. Yo fui el primer sorprendido cuando leí el contenido de las cartas aportadas en sede judicial. Estoy completamente seguro de que don Carlos poseía cartas de amistad menos encendidas que las entregadas, que hubieran cumplido con su propósito de justificar la tenencia del legado aleixandrino. El problema que me he encontrado con el material inédito es, insisto, en que están sujetos a derechos de autor, que la familia Aleixandre detenta, por lo que sólo estoy autorizado a reproducir lo que me permiten. Cuando una carta es inédita, la Ley de Propiedad Intelectual no permite la reproducción de fragmento alguno, precisamente por su carácter inédito, salvo que se cuente con la pertinente autorización. Y esa situación limita mi capacidad de maniobra. Le aseguro que si bien el personaje de Clara forma parte de una nebulosa, por cuanto que hay versiones contradictorias sobre su existencia, en cambio yo no tengo dudas sobre la veracidad de la relación entre Aleixandre y Acero. En este punto, Ruth Bousoño conoce detalles que no han salido a la luz. De todas maneras, el testimonio de Jesús Bocanegra, que no es José Luis Cano, resulta esclarecedor, así como el de su hija, Sonia Bocanegra, cuyo padrino era el propio Aleixandre. También ando buscando las cartas de Eva Seifert en Alemania, que a buen seguro enriquecerán el conocimiento sobre Aleixandre, en caso de que existan, que creo que sí. Con esto quiero decir que la biografía no está cerrada, a expensas de que personalidades como Molina Foix, Pere Gimferrer o Antonio Colinas, por citar sólo tres casos, abran sus archivos y compartan las cientos de cartas de Aleixandre que aún quedan por estudiar. Un saludo.
ResponderEliminarMe alegra saber que esa segunda edición está en marcha. El resultado final será un buen trabajo, que todos tendremos que agradecerle. En cualquier casi, sigo sin entender por qué si se pudieron citar unos fragmentos tan llamativos de las cartas de Aleixandre a Bousoño no se podía indicar la procedencia.
ResponderEliminarY en cuando a las relaciones femeninas, quedamos a la espera de que se confirme alguna.
JLGM
¿Y no sería mejor hablar de su poesía (que para mi, como se apunta en el comentario, ha quedado un poco oscurecida) que de sus amantes? Esto es, mejor hablar de su pluma literaria que de la otra
ResponderEliminarSobre la obra literaria de Aleixandre abundan los estudios; esta es, en cambio, la primera biografía completa.
EliminarJLGM