Milena
Margarete Buber-Neumann
Traducción de M. A. Gray
Tusquets. Barcelona, 2017.
Milena Jesenská, nacida en Praga en 1896, muerta en el campo
de concentración de Ravensbrück en 1944, ha pasado a la historia por ser la
destinataria de una peculiar correspondencia amorosa, las Cartas a Milena, de Frank Kafka. Pero la apasionada biografía que
le dedica Margarete Buber-Neumann demuestra que fue algo más, mucho más, que
una figura secundaria que toma su luz del escritor checo.
Ambas
mujeres se conocieron en el campo de concentración. Margarete ya traía
experiencia del cautiverio. Militante del Partido Comunista alemán, trabajó
para la Internacional Comunista en Francia y España. Durante las purgas de los
años treinta, fue acusada de contrarrevolucionaria e internada en el gulag. El
pacto entre Hitler y Stalin motivó su entrega a la Gestapo y el encuentro con
Milena. Al contrario que ella, sobrevivió al campo y tuvo tiempo (murió en
1989) de cumplir la promesa que le había hecho: dejar testimonio de su vida, no
permitir que desaparecieran su nombre y su historia en el olvido.
Su nombre
no iba a desaparecer en cualquier caso, gracias a la relación con Kafka, pero
el libro de Buber-Neumann nos la rescata entera con sus luces y sus sombras.
Milena es muchas cosas, entre ellas uno
de los más veraces y matizados testimonios de un campo de concentración que se
hayan escrito nunca, pero esencialmente es una historia de amor entre dos
mujeres contada sin afán reivindicativo ni exhibicionismo alguno, con
desarmante naturalidad.
Milena Jesenská
se casó pronto y mal, tuvo varios amantes, una hija. No resultaron fáciles sus relaciones de pareja:
“Por lo visto –le confesó a Margarete–, mi destino fue siempre amar a hombres
débiles. Nadie, en realidad, se ocupó de mí o intentó al menos tratarme bien.
Para una mujer, tener demasiadas iniciativas es un castigo. Los hombres,
incluso los débiles, solo la toleran con agrado durante un corto período de
tiempo. Luego se buscan otra mujer, una frágil muñequita de boquita redonda que
se siente en el sofá con las manos en el regazo y los contemple con
admiración”.
Margarete
fue el último amor de Milena, un amor correspondido y quizá el único
verdaderamente feliz, a pesar de transcurrir en el más hostil de los escenarios
posibles. El más hostil, pero no el menos propicio: “La pérdida de libertad no
implica la pérdida de la necesidad de amor. El deseo de ternura y de
consoladora proximidad de un ser querido es incluso mucho más fuerte en cautividad”.
Entre las presas políticas, las “amistades apasionadas” solían quedarse en
platónicas, mientras que entre las asociales y delincuentes “adquirían un
carácter marcadamente lesbiano”.
Un carácter
lesbiano, hubiera o no relación física, adquiere desde el principio la relación
entre Margarete y Milena, quienes no dudan en afrontar los peores castigos con
tal de estar, aunque solo sea unos instantes, juntas y a solas. “Más fuerte que
todas las barbaries” se titula el capítulo dedicado a ese amor. “Habíamos
llegado ya a finales de noviembre cuando nos atrevimos, por primera vea, a
cogernos de la mano, cosa que estaba severamente prohibida”. Milena la cita
para más tarde en un rincón del campo: “A la hora convenida, me arrastré fuera
de mi barracón repleto de gente. Ni se me ocurrió que eso podría acarrearme una
paliza, llevarme a la celda de castigo o incluso a la muerte”. El relato de esa
primera cita termina con unas palabras reveladoras: “Con la prisa, la
excitación y la oscuridad, tropecé con una manta y caí en brazos de Milena”.
Luego una elipsis elegante, como en las novelas de Stendhal, y el comienzo de
otro párrafo: “A la mañana siguiente...”
Bastaría
esa historia de amor para hacer inolvidable este libro. Pero en él está también
la infancia de Milena, su adolescencia rebelde, la conflictiva relación con el
padre autoritario y distante (tan similar al de Kafka), la Viena y la Praga de
los cafés, las infinitas tertulias, la efervescente vanguardia cultural.
Entre 1918
y 1938, Praga se convierte en una de las capitales culturales de Europa y
Milena en una de sus figuras más destacadas: primero periodista de moda, luego
comentarista política, siempre la mujer fuerte que sabe hacer escuchar su voz
en un mundo de hombres.
El panorama
comienza a ensombrecerse con la llegada de Hitler al poder. Milena participa
activamente en la oposición al fascismo y en la protección de los judíos.
Finalmente será detenida y enviada al campo de concentración para mujeres de
Ravensbrück. No saldría viva, pero los cuatro años que en él pasó no lograron
doblegarla, humillarla, hacerle bajar ni un instante la cabeza, y allí encontró
por fin el amor que tanto había buscado en vano a lo largo de su vida.
Una mujer
excepcional y un libro digno de ella. Milena
es la crónica de un tiempo sombrío y un monumento de amor.