Hostal Hispania. Poesía 2009-2014
Pretextos. Valencia,
2017.
No es un diario Hostal
Hispania, pero podría serlo. El diario de una catástrofe, no por frecuente
menos dolorosa: una ruptura familiar, el brusco abandono, en torno a los
cincuenta años, de un hogar y unas costumbres que se creían para siempre.
Pablo
Anadón (Córdoba, Argentina, 1963), acercándose en esto a los poetas que
confunden el verso con el desahogo sentimental, no elude la anécdota. Léase,
por ejemplo, el poema “Casa”, que al margen de su perfección formal, de su
cuidada y tácita orfebrería, conmueve por lo que cuenta, sobre todo a tantos
lectores que han vivido una situación semejante: “Después de un día juntos, por
la noche, / cuando deja a los hijos en su casa, / la casa que también fuera su
casa, / el padre los observa desde el coche”.
El poema
siguiente, “La visita”, ofrece una variación del mismo asunto: “Ya no es su
casa la que fue su casa. / Ha pasado la tarde con sus hijos / en ella, y se ha
sentido en ella extraño / entre las mismas cosas conocidas. / No está el azúcar
donde un tiempo estaba; / pidió permiso para hacer un té / (así deben sentirse
los ancianos / que la piedad filial acepta en casa)”.
En Hostal Hispania la poesía de Pablo Anadón
bordea peligrosamente la falacia patética en Hostal Hispania (el título, que se repite en varios poemas, parece
aludir al lugar en que se fue a vivir tras el abandono del hogar familiar); más
de una vez puede darnos la impresión de que es el tema, y no el poema, lo que
nos hace leerlo con un nudo en el corazón.
Él es
consciente de que podría hacérsele ese reproche y responde en “Razón de ser”:
“Que otros sigan haciendo divertidos / malabarismos con la poesía; / da gusto
verlos con sus coloridos / versos sin duelo, sin melancolía, / jugando al juego
de olvidar la vida”.
Pero esta
poesía tan directa, tan llena de detalles realistas, de estampas familiares, es
una poesía muy ligada a la métrica tradicional y eso la hace extraña hoy, no
solo a la poesía argentina (donde Pablo Anadón, como Alejandro Bekes, a quien
dedica el libro, juega estar al margen), sino a la poesía española en general.
Abundan los
sonetos, hay un poema en pareados a la manera que popularizaron Rubén y Lugones
y otro en tercetos encadenados. El utilizar las mayúsculas al comienzo del
verso, según la antigua costumbre que entorpece un tanto la lectura, me parece
que cumple la misma función de distanciamiento. Se trata de subrayar lo que el
libro tiene de obra de arte –y por tanto de artificio– y no de simple desahogo.
Lo consigue
plenamente en un puñado de poemas que no condescienden con la queja, que
aciertan a trascender la anécdota para convertirse en una meditación sobre el
destino humano. Lo consiguen también los poemas en los que el paisaje resulta
protagonista. A menudo son estampas de suburbio, que nos recuerdan a Fernández
Moreno (citado en algún poema); otras, como en “Desde las altas cumbres”, nos
describen la geografía argentina en torno a su Córdoba natal. Varios de estos
textos –“Un alto en el camino”, “Una hoja seca”– tienen un empaque unamuniano.
El mejor
Pablo Anadón aparece en poemas como “Deriva”, “Hacia el sur” o “Far South”, en
los que la anécdota se reduce al mínimo y que logran que el paisaje se
convierta en un estado del alma y el autorretrato –Anadón justa de presentarse
fumando, bebiendo café y escribiendo en la terraza del bar de siempre– en un
retrato del lector y una indagación en los enigmas del destino humano.
Los poemas
más discutibles –el caso de “La almohada” o de “El cepillo violeta”– nos traen
a la memoria el sentimentalismo postmodernista (o posbecqueriano). “Hallé sobre
la almohada, / como en otras mañanas del pasado, / uno de tus cabellos, /
largos, densos y oscuros”, leemos en el primero de los citados.
Hay algunas
referencias culturalistas, pocas, en Hostal
Hispania y casi todas ligadas a la propia biografía: “Releyendo a Vittorio
Bodini” y “Palabras para Alfonso Berardinelli”, por ejemplo, aluden a los años
juveniles pasados en Italia (Anadón, de origen italiano, como tantos
argentinos, es un excelente traductor y estudioso de la poesía italiana).
Hostal Hispania, un libro en el que no
escasean los poemas memorables, a ratos nos da la impresión de volar en exceso
pegado a la biografía sentimental del autor, pero ello no lo hace menos lúcido
ni menos desasosegante. El lector, mientras cree escuchar ajenas confidencias,
“piensa en su vida, que también se apaga, / se hace sombra, y silencio, y
lejanía”.
¿Y para cuándo una antología de poesía catalana?
ResponderEliminar-Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa deben ser sofocados con las herramientas del estado de derecho.
Eliminar-¡Lo que pasa en la calle no puede ignorarse!
(TaibҨ)
Que cerca esta la falacia patetica de la poesia autentica, y tambien que lejos! No tiene mala pinta este libro. Thank you very much Jose Luis por guiarme en el proceloso y a menudo espurio mar de las novedades.
ResponderEliminarLo mismo digo. Quedo a la espera de tu recomendación, Josel.
EliminarVamos a ver...
ResponderEliminarAlguien tenía que decirlo y voy a ser yo. La segunda mitad del siglo pasado, ha sido, para la poesía, la época más gloriosa en toda la historia de la humanidad. Ya que la poesía a partir de los años sesenta fundamentalmente, no ha sido sino la música poprock. La poesía se funde con la música y esta con aquella (lo sé, es una redundancia, lo pongo sólo para que la frase cobre más fuerza) y adquiere una fuerza inusitada hasta entonces. Nunca, hasta que nació la música rock, la gente se había sabido tantas poesías ni les había admirado tanto a los poetas.
El premio Nobel de literatura a Dylan está plenamente justificado. Cosa distinta es que sea realmente merecido. Aunque me imagino que sí.
Abbracci a tutti ;-)
Un pequeño detalle: el número no es lo más importante en poesía, y no sólo en poesía. Las "Sombras de Grey", a pesar de todos sus millones de lectores, NO SON mejor literatura que, digamos, la poesía de Jaime Gil de Biedma, que sin duda tiene muchos menos: la realidad es la contraria.
EliminarPor otra parte, decir que "la poesía a partir de los años sesenta fundamentalmente, no ha sido sino la música poprock", es tanto como decir que ni el propio Gil de Biedma, ni Borges (que publicó la mayor, y mejor, parte de su poesía justo a partir de 1960, fecha de aparición de "El hacedor"), ni Wislawa Szymborska, ni Eugénio de Andrade, ni Montale, ni Larkin, ni Brodsky, ni..., cuentan nada.
Y, por fin, la poesía (la lírica al menos) nació ya asociada a la música. La misma palabra "lírica" proviene de "lira", el instrumento con que generalmente se la acompañaba. Y esa asociación se ha mantenido a lo largo de la Historia; por poner un solo ejemplo, diversos textos poéticos de Shakespeare tienen su propia música, con la que se interpretaban por ejemplo en el teatro.
Que usted no sepa nada de esto, o que no le importe, habla sólo de usted, no de la relevancia ni de la poesía ni de la música.
No, mi tan ignorante como engreído señor, la segunda mitad del siglo XX no ha sido para la poesía "la época más gloriosa en toda la historia de la humanidad", y menos todavía por la razón que usted da.
Hola a todos!
EliminarSí damos por buena (o, por lo menos, consideramos asumible) la viabilidad de mi parecer: la consideración de las letras de la música pop/rock como manifestación poética, la respuesta habrá de ser sí: la segunda mitad del siglo pasado, ha sido, para la poesía, la época más gloriosa en toda la historia de la humanidad.
Si se invalida mi tesis y no se van a considerar poesía, en sentido propio, esas letras de las que hablo, en este caso tendría usted razón.
Ahí dependerá ya de cada persona el estimar, si las letras de las canciones habrán de merecer, o no, la consideración de poesía.
De ser así resulta más que evidente que el grado de trascendencia que la obra de gente como Dylan o J. Mitchell o E. Costello, supera con mucho, mal que pueda pesarnos, la alcanzada por la obra de cualquier premio nobel de poesía.
Y excusas tanto por mi ignorancia como, sobre todo por mi engreimiento, pero no todas las personas sabemos lo mismo ni sabemos calibrar en su justa medida el verdadero alcance de eso que pensamos que sabemos. La vida es así.
Un abrazo, anónimo!
"Esto es la poesía: cantar sin música. Por eso los grandes poetas líricos, en el sentido más amplio del adjetivo 'lírico' no son musicables. ¿Cómo pueden serlo si son musicales?"
EliminarPessoa, F. "Teoría poética", Ed. Júcar.
Bien, le repito, señor Bluff, lo que ya le dije. Todo su argumento para lo de la "época más gloriosa" se resume en que, gracias a su maridaje con el pop/rock, la poesía tiene desde los años 60 una audiencia que no había tenido antes. Pero, insisto, LA CANTIDAD de público nada tiene que ver con LA CALIDAD de lo que aprecia. Julio Iglesias es sin duda mucho más conocido que, digamos, Rosendo. ¿Es sólo por eso mejor músico? Los best-sellers NO SON, salvo rarísimas excepciones, los mejores libros, sólo los que más venden. Usted confunde una y otra cosa, la cantidad y la calidad. Y son dos cosas radicalmente distintas, y muchísimas veces incluso opuestas.
EliminarQuerido anónimo,
EliminarSe está usted desinflando. Pierde fuelle. Cuando me llama usted ignorante y engreído, acertó, dio de lleno en la diana. Con esta nueva intervención, en cambio, se limita usted tan solo a decir una serie de ob-vie-da-des.
¡Coño, anónimo, que no está usted en el "Forocoches!".
Ahora espero que a través de su nueva intervención no me haga, usted, reparar en las diferencias existentes entre W. H. Auden y David Bisbal. Bisbal gana por goleada. Je, je je...
Venga... otro abrazo más.
Pues lamento decepcionarle, pero mi nueva intervención sólo tiene que decir que para "desinflarse" hay que estar previamente "inflado", lo que no es mi caso. ¿Piensa usted de veras que la segunda mitad del siglo XX ha sido algo así como una edad de oro de la poesía, y lo ha sido porque, a través de la canción popular, ha llegado a más gente? Si es así, se equivoca: que haya, si las hay, más cañerías no significa que el agua que circule por ellas sea, sólo por eso, más, y sobre todo mejor. ¿No lo piensa, y sólo trata de provocar? En tal caso, es asunto suyo, no mío. Un saludo.
Eliminar¿Y cómo justifica nuestro profesor haber publicado unos falsos aforismos del gran Pessoa, que nunca cultivó tal género? "Pensamientos", "Fragmentos", "Disjecta membra", "Harapos", "Recortes"... habrían sido títulos mucho más acertados.
ResponderEliminarSalut
Pessoa sí publicó aforismos, llamándolos así o de otra manera, unos exentos y otros esparcidos en su versos o en su prosa. Exactamente lo mismo que hizo Oscar Wilde con los suyos.
EliminarMi apreciado García Martín:
ResponderEliminarHe de decir que comparto tu fascinación por el gran pensador y poeta que es Pessoa. Ahora empezaré tu «Sociedad ilimitada» que le dedicaste. En sus ensayos poéticos no comprendí que destacara la gran distancia que hay de un Homero a un Virgilio en detrimento de este último. Yo profeso un gran amor a la Eneida, aunque no menor que a la Ilíada, mis dos lecturas más recientes de estos autores. Pero escuchando esta tarde la adaptación de Dido y Eneas de Henry Purcell me sorprendió oír al fanático Eneas desdeñar encantadoramente a Júpiter y proponerle a Dido seguir su corazón. Creo que por ahí va la diferencia que ve Pessoa. Los grandes momentos de la Eneida son los de los perdedores. Por eso Eliot lo considera un héroe triste. No ocurre así en la Ilíada, donde toda la acción dramática emana del choque de la acción individual de los personajes frente a la colectividad: los amantes que enemistan a sus pueblos, la cólera de Aquiles que hace que deje de guerrear porque se siente ofendido, su amistad que lo devuelve a la batalla. En términos freudianos podríamos decir que en la conocida escena final es el ego Aquiles quien arrastra en el carro el cadáver del superego Héctor. La Eneida, en cambio, está toda ella supeditada a una superestructura que es la búsqueda de una nueva patria por parte de Eneas. Claro que eso tiene que ver con que fue un encargo del emperador de Roma con fines políticos, y entonces es donde aparece el genio de Virgilio creando personajes y escenas conmovedores en aquellos que se desvían del ineludible objetivo final. Pero son unos personajes que no son libres del todo (siempre acaban muriendo) y por eso su fuerza será necesariamente menor que la de los grandes personajes de Homero, que van creando su propio destino y solo siguen su propia historia –no en el sentido narcisista y rebelde con el que esto se interpreta hoy en día, sino como desenvolvimiento libre, sin condicionantes previos. Puede que todo esto sea algo ya sabido por los estudiosos, pero a mí me alegra haberlo aprendido de Pessoa y del inglés Purcell.
Un saludo epistolar,
M.Taib@.
Interesantes reflexiones.
EliminarMuchas gracias.
Muchas gracias, me alegra mucho que te resulten interesantes.
EliminarM.Taibo