Intenta olvidarme (Antología poética)
Mário Quintana
Selección, versión y
prólogo de Enrique García-Máiquez
Enrique
García-Máiquez, que ya se ocupó de él en una breve antología de reducida
difusión, traduce ahora una amplia muestra que permitirá al lector español
hacer suyo un poeta que aúna, en un lenguaje transparente, la sabiduría del
anciano y el asombro del niño.
Mário
Quintana fue un poeta tardío. Sus primeros libros –publicados a una edad no
precisamente temprana: bien pasados los treinta años– resultan de tanteo y de
aprendizaje. Tanto en Sonetos como en
Canciones se ejercita en los versos
de arte mayor y de arte menor, dejando de lado las audacias del modernismo
brasileño, equivalente a nuestra vanguardia y dando la impresión de
tradicionalismo y retorno. Aunque, acá y allá, y sobre todo en los poco
solemnes sonetos, aparecen los rasgos de su estilo, conviene al lector que
desconoce a Mário Quintana saltarse esa parte de su obra –las canciones nos
suenan envejecidamente albertianas– y comenzar con el único poema que se
selecciona de Zapato florecido y que
se titula, no casualmente, “Envejecer”: “Antes, todos los caminos iban. /
Ahora, todos los caminos vuelven. / La casa es cómoda, los libros pocos. / Y yo
mismo preparo el té para los fantasmas”.
Enrique
García-Máiquez gusta de recrear ligeramente, y casi siempre con acierto, los
poemas que traduce. Algunas veces se le va la mano al tratar de mantener la
rima, siempre lo más prescindible al pasar de un idioma a otro. La traducción
literal de los dos primeros versos del soneto X sería: “Yo escribo versos como
los saltimbanquis / descoyuntan los huesos doloridos”. García-Máiquez versiona:
“No escribo versos, yo me los arranco / retorciendo mis huesos doloridos”. Y,
más adelante, “van a comenzar las convulsiones y carreras / sobre las viejas
alfombras (‘os velhos tapetes’) extendidas” se convierte en “me contorsiono,
corro cojitranco, / en los verdes
plintos extendidos”.
Afortunadamente,
estos excesos aparecen sobre todo en los libros de los que aconsejamos
prescindir y el portugués de Mário Quintana –la edición es bilingüe– necesita
poca ayuda para ser entendido por un lector español.
¿Dónde está
el encanto de esta poesía hecha de palabras cotidianas y que parece ajena a
cualquier artificio? Ya lo hemos indicado: en no perder con el ultraje de los
años la ingenuidad del niño.
A ratos,
Mário Quintana nos hace sonreír con humoradas que recuerdan al más célebre de
nuestros poetas olvidados, Ramón de Campoamor: “Como un borrico atado a noria
de labriego, / la mente humana siempre las mismas vueltas da. / Ninguna
tontería se nos ocurrirá / que antes no haya dicho un sabio griego”.
Otras
veces, como en el poema “Matinal”, se aproxima a la greguería: “El tigre de la
luz atisba por detrás de las persianas. / El viento lo olisquea todo. / En los
muelles, las grúas –domesticados dinosaurios– / alzan la carga del día”.
El amor, la
poesía, el paso del tiempo son los temas (bien poco originales,
afortunadamente) de un poeta que se presta más a la lectura sin intermediarios
que a la exégesis. También Dios está muy presente –Mário Quintana es poeta
religioso, de una religiosidad a la vez tan popular como poco convencional– y,
por supuesto, la muerte temida, presentida, esperada con curiosidad: “La muerte
es la cosa más antigua del mundo / y siempre llega puntual en la hora incierta.
/ ¿Qué importa, al final? / Es ya la única sorpresa que nos queda”.
Cada lector
encontrará un poema escrito para él en este libro, lleno de ventanas por las
que entra un aire fresco que no abunda en la poesía. “Quien escribe un poema,
abre una ventana. / Respira tú, que estás en una celda / sofocante / todo ese
aire que entra…”, comienza precisamente “Emergencia”. Y en otro de sus poemas
leemos: “Los poemas son pájaros que llegan / –no se sabe de dónde– y que se
posan / en el libro que lees”.
Los poemas,
en el libro, están de paso, reposando en el viaje incesante que los lleva de un
lector a otro lector, copiados a mano, fotocopiados, saltando en la Red de chat
en chat, de muro en muro. Los poemas, los verdaderos poemas, no gustan de
quedarse quietos en la página ni de ser analizados en aburridas clases de
literatura, prefieren ser cantados, recitados, retuiteados una y otra vez.
Mário
Quintana, con su pátina de otro tiempo, con su encanto vintage, es un poeta
lleno de asombro y consolación para el lector de hoy, un poeta que nos enseña a
mirar y a descubrir el misterio de las cosas que vemos todos los días y que no
parecen tener ningún misterio.
Toda literatura es una forma de amistad.
ResponderEliminar© María Taibo