Diarios. Edición completa seguida de un epílogo
Iñaki Uriarte
Pepitas Editorial.
Logroño, 2019.
Pocos escritores han conseguido más con menos. Iñaki
Uriarte, autor de algunos poemas juveniles en los años setenta y luego
colaborador esporádico con artículos y reseñas en el diario bilbaíno El Correo, parecía destinado a no ser
más que un diletante, un agradable conversador, un buen lector, quizá acaso un
personaje –indolente, bien parecido, con alguna anécdota novelera en su
biografía– en la obra de algún escritor amigo.
A los
cincuenta y dos años, tras un ingreso hospitalario por una enfermedad grave,
que los médicos temían que fuera definitiva, comenzó a redactar un diario como
quien pronuncia sus últimas palabras.
No estaba
en principio destinado a la publicación, pero tras un anticipo en una revista,
en 2010 decidió publicar el primer tomo. Apareció en una pequeña editorial
provinciana y parecía destinado a pasar sin pena ni gloria, como tantas otras
primeras obras de escritores que se inician tardíamente. El éxito, sin embargo,
fue inmediato.
Las causas
fueron varias. Una tiene que ver con la personalidad del autor, atento lector que había cultivado la amistad de los
escritores de renombre sin ser nunca una competencia para ellos. Antonio Muñoz
Molina, Enrique Vila-Matas o Andrés Trapiello no dudaron en lanzar las campanas
al vuelo para encomiar a un autor primerizo.
Pero hubo
otras razones que fueron las que motivaron que ese revuelo inicial no se
apagara a las pocas semanas, como suele ser la norma. Los Diarios de Iñaki Uriarte, tras su apariencia menor, de simples
notas al margen, de colección de citas y pequeñas anécdotas, eran una obra
mayor.
Desde el
principio se plantearon muy conscientemente como una obra literaria, no como un
desahogo personal. Antes de poner la primera línea, el autor había leído y
releído a sus clásicos –de Montaigne a Pla, de Stendhal a Borges– y era muy
consciente de lo que quería y de lo que no quería hacer: cada anotación debería
estar trabajada como un poema, no debería sobrar ni faltar una palabra; el
estilo sería llano, conversacional, pero sin concesiones al anacoluto ni a las
imprecisiones propias del habla coloquial.
Las
anotaciones de este diario admiten la lectura independiente, y por eso puede
comenzarse su lectura por cualquier página: en todas ellas hay un rasgo de
humor o de inteligencia, una anécdota significativa, una cita memorable. Leído
en orden cronológico es también una lúcida crónica del cambio de siglo.
Los diarios
de Iñaki Uriarte, escritos entre 1999 y 2010, se publicaron en tres breves
tomos, varias veces reeditados. Ahora se reúnen en un volumen no demasiado
extenso, al que se le añade un epílogo inédito formado por anotaciones sin
fecha escritas con posterioridad.
Iñaki
Uriarte se autorretrata como un escéptico, un hombre indolente ajeno a
cualquier fanatismo, al que lo que más le gusta es sentarse en una terraza a
ver pasar la gente o a leer sin prisa un libro.
Pero tras
esa vida de perpetuo jubilado que veranea en Benidorm y ejerce de acompañante
de su mujer, que es quien trabaja y se ocupa de las cosas prácticas, hay una
intrigante biografía que poco a poco se nos va desvelando en iluminadoras
ráfagas: el nacimiento en Nueva York (conservó hasta hace poco la nacionalidad
norteamericana), una estancia en la cárcel, extravíos varios antes de llegar a
la serenidad de la madurez.
Taller
literario, libro de viajes, arte de vida, todo eso son estos Diarios. Hay también en ellos muchos
personajes retratados al minuto que los convierten en una Comedia humana en miniatura, pero mi preferido es más que humano:
un gato que lleva el nombre de su escritor más admirado, Borges. Le vemos
llenar de felicidad muchas de estas páginas y en el epílogo, en las que quizá sean
las líneas de más contenida emoción, se nos cuentan sus días finales.
Pocos
escritores han conseguido más con menos, decía al principio. Un único libro,
anticipado en tres entregas, le ha bastado a Iñaki Uriarte –como a Chamfort,
como a La Rochefoucauld, como a Montaigne– para lograr un sitio cierto en la
historia de la literatura. Quien tiene ese libro, tiene un tesoro.
Pues yo tengo ese tesoro, esos tres libros, y para mí fue un deslumbramiento. Una lección de que se puede escribir un diario, como dice JLGM, inteligente y divertido.
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ResponderEliminarPido disculpas. Escribí aquí un comentario por error que debía ir en la reseña anterior, la del 20 de octubre sobre la poesía de Angel González
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