Diarios
(1931-1940)
Stefan Zweig
Edición de Jesús
Blázquez
Ediciones 98. Madrid,
2021
No todos los diaristas son del mismo tipo. Unos lo escriben
a lo largo de su vida, o de la mayor parte de su vida, como Amiel, Gide o los
hermanos Goncourt; otros, solo en determinadas etapas, como Azaña, Pla o
González-Ruano. Stefan Zweig pertenece al segundo grupo. Dejó constancia de sus
impresiones de juventud y durante la Gran Guerra, y luego, en diversos momentos
a partir de 1931, cuando cumple cincuenta años y es una de los escritores de
mayor proyección mundial, pero comienza a entrever el trágico destino de Europa
y de su propia obra.
Podríamos
hacer también otra clasificación: cuando el diario forma parte de la obra mayor
del escritor o incluso es casi su única obra memorable (el caso de Amiel) y
cuando constituye un complemento. Estos Diarios (1931-1940) son,
ciertamente, textos menores, dirigidos a quienes ya conocen y admiran la obra
de Zweig: sus biografías mayores, sus momentos estelares de la historia de la
humanidad, las prodigiosas novelas cortas y, quizá en primer lugar, esa pieza maestra
de la literatura autobiográfica que es El mundo de ayer.
Ese “mundo
de ayer”, el que se derrumbó con la primera guerra mundial y desapareció para
siempre con la segunda, pareció al principio llevarse consigo la figura de
Stefan Zweig, un escritor al que durante años solo se le podía encontrar en las
librerías de viejo. Ha vuelto con fuerza, convertido en uno de los grandes
clásicos de la literatura europea, y añadida a su obra una obra más: su propia
peripecia biográfica que ha acabado fascinándonos tanto como la más fascinante
de sus narraciones.
En 1931, la
vida del escritor todavía transcurre entre Salzburgo y Viena, pero intuye que
los buenos días están a punto de terminar: “Súbitamente, he decidido volver a
escribir un diario tras haberlo interrumpido hace años. La razón para hacerlo
es la premonición de que nos encaminamos hacia unos tiempos críticos, de cariz
bélico, que convienen registrarse al igual que hice, en su momento, con
respecto a mis grandes viajes y la época de la Gran Guerra”. La música resulta
protagonista en esta primera etapa del diario, escrita a veces a manera de
sumaria agenda, y en la que destaca un espléndido retrato de Richard Strauss.
La segunda parte
nos lleva al Nueva York de 1935, cuando es la capital del mundo, la ciudad del
futuro, y Stefan Zweig quiere dejar constancia de su deslumbramiento. Ya el
avance del nazismo le ha hecho abandonar su casa en Salzburgo, pero todavía es
un escritor cosmopolita y no es del todo consciente de que su mundo esté
llamado a desaparecer.
A los días
de enero pasados en Nueva York, le añade en el mismo 1935 otra entrada más, fechada
el 27 de septiembre, que nos cuenta un viaje de París a Londres. Se inicia con
una reflexión sobre la errabundia que ha acabado por caracterizar su vida:
“¿Nos hemos acostumbrado a ir y venir sin pausa porque tiemblan los cimientos
del mundo? ¿Deseamos respirar a bocanadas el aire del mundo atisbando que
podrían reproducirse los bloqueos entre países? Sea como fuere, en mi caso
viajar ya no resulta algo ajeno, sino un estado casi natural. Uno se ha
desvinculado cada vez más de ataduras y hábitos; la casa y las propiedades se
han tornado cuestionables y apenas las extraño”.
Ese estado
de ánimo continúa en 1936, cuando viaja a Brasil y Argentina disfrutando de una
popularidad que alcanza a todas las clases sociales, desde el presidente de la
República hasta el dependiente de cualquier tienda. No parece lamentar
demasiado haber tenido que abandonar su casa en Austria: “Dos maletas: en una
el guardarropa, la necesidad terrenal; en la otra los manuscritos, la
disposición intelectual. De esta manera tiene uno su hogar en cualquier sitio.
El sentido de una vida radica en descubrir, una y otra vez, la propia libertad
temporal e intelectual. Quizá lo mejor sería vivir con la menor carga posible:
el arte de dejar atrás el pasado sin sentimentalismo”.
De ese
viaje de 1936, lo más destacado quizá, o al menos lo que más curiosidad
despierta en el lector español, es la breve estancia en Vigo, a menos de un mes
de comenzada la guerra civil. Su mirada es la del turista que, a pesar de las
circunstancias, todavía tiene tiempo de admirarse de “un pueblo
encantadoramente bello y al mismo tiempo pintoresco”.
Los negros
nubarrones que se cernían sobre Europa desde comienzos de los años treinta,
estallan en 1939. El primero de septiembre, tras la invasión de Polonia,
comienza de nuevo Zweig a redactar su diario. Al comienzo, como todos, cree en
la posibilidad de un arreglo. Nunca se imaginó, nadie se lo imaginaba entonces,
que el conflicto pudiera alcanzar las dimensiones que alcanzó y durar cinco
años. De pronto, el feliz apátrida, que tiene por hogar el ancho mundo, se ha
convertido en un enemigo, en un alemán, aunque sea austriaco. Las crecientes
limitaciones de movimiento, la opresora burocracia del tiempo de guerra, le dan
un aire kafkiano a estas páginas.
En mayo de
1940, vuelve al diario para dejar constancia de la humillante derrota francesa.
La caída de París supone el golpe final. Para Zweig, todo está perdido. El 19
de junio deja de escribir en el diario. Todavía viviría año y medio más, pero
ya es un superviviente. Abundan las referencia al suicidio en estas anotaciones
finales: “El crimen más horrendo de Hitler será haber elevado la mentira y la
estafa a una posición respetable mientras se denomina arte de gobernar y vivir
a lo que se consideraba criminal desde hace milenios. Estamos perdidos quienes
vivimos conforme a las antiguas tradiciones. Ya he preparado cierta ‘botellita’
previendo que pudiera suceder cualquier cosa”.
Para los
admiradores de Stefan Zweig, que son legión, y para quienes se interesan por la
historia de unos años cruciales, estos diarios, inéditos hasta 1984 y que ahora
se traducen al español por primera vez, supondrán todo un descubrimiento.
Yo lo recuerdo por sus biografías, también pertenecientes a la biblioteca de mi padre,sobre todo la de Nietzche, tan breve como interesante.
ResponderEliminarDiferentes, pero comparte con Hermann Hesse, la preocupación por el ascenso del nazismo
Parece que Acantilado, que ha entrado en conflicto con esta editorial a propósito de los derechos, va a editar los diarios completos. Como admirador de Zweig estaré atento a esta próxima edición, compararé contenidos, traducción, precio...y entonces compraré
ResponderEliminarRecientemente se ha publicado su obra teatral "Jeremías" (en Acantilado). Impresionante (aunque quizá irrepresentable sin suprimir muchas escenas). Falta (no sé por qué) por editar en español su poesía.
ResponderEliminarSé de muchas personas (yo incluido) que, tras leer una obra de Zweig, ya no pueden dejar de leer todas las demás. ¿El truco? Que es un gran prosista y, sobre todo, que va al grano, no se repite y dice mucho en muy pocas palabras. Que escribía pensando siempre en el lector.
Recuerdo que cuando terminé "Mendel el de los libros" tuve la sensación de haber acabado un novelón enorme, ¡y es un relato que se lee en una hora!
Siempre tuvo muchos lectores. Las biografías se publicaban en ediciones baratas, con el título "Quién fue..."
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