En familia. Casi
un dietario sobre cine español
José Manuel
Benítez Ariza
Ilustraciones de
Manuel Martín Morgado
Prokomun Libros.
Madrid, 2023,
José
Manuel Benítez Ariza, poeta que cultiva todos los géneros literarios, incluida
la traducción, ha publicado un libro sobre cine español que se lee como quien
asiste a una conversación de cine club, pero sin pedantería cinéfila, en tono
menor, llena de detalles curiosos y observaciones inteligentes.
El cine español del que se ocupan
estas páginas no es el más reconocido, aunque figure Buñuel y algún otro nombre
canónico. Benítez Ariza se interesa sobre todo por directores olvidados, por
rarezas poco frecuentadas, incluso por obras comerciales que desdeña la
crítica. Y sabe aportar un punto de vista personal que hace que le escuchemos,
que le leamos, siempre con atención.
La película Cerca de las
estrellas, de César Ardavín, un cuadro de costumbres sobre cómo transcurre
el domingo de una familia en la Barcelona de 1962, la relaciona con las fotos
en las que ve a sus padres “endomingados, como corresponde a las ocasiones de
posar para las fotos”, ese mismo año. Y continúa: “Uno vendría al mundo unos meses
después, y pasaría parte de su infancia en unas habitaciones de azotea como las
que sirven de escenario a esta película”.
En otra ocasión, tras referirse a Zorrita
Martínez, de Vicente Escrivá, trata de justificar su interés por el cine
del destape protagonizado por actrices como Nadiuska, o Bárbara Rey: “Yo podría
alegar, por ejemplo, que ando escribiendo una novela sobre esos años y que
estas películas suelen ser eficacísimos estimulantes de la memoria. Basta
observar lo que aparece en segundo plano: los coches, la ropa, las paredes empapeladas, los posters que adornan a veces las paredes, el fondo musical, la
decoración de las cafeterías”.
Autobiografía y sociología hay en
estas anotaciones motivadas a menudo por el festival cinematográfico Alcances,
que dirigía en Cádiz el poeta Fernando Quiñones y con el que Benítez Ariza
colaboró un tiempo, o por los programas de televisión española dedicados al
cine español. También encontramos inéditas sorpresas, como la participación de
José Hierro en Gringo, un western hispano-italiano dirigido por Ricardo
Blasco. La letra del bolero que canta la protagonista, la cantante Mikaela,
está escrita por el autor de Cuanto sé de mí: “El alma escucha la música
negra / de su soledad”.
Pero no todo son alrededores y
microbiografías de personajes curiosos relacionados con el mundo
cinematográfico, como Inés Palou, “carne apaleada”, o la actriz Miroslava,
fetiche de Buñuel y quizá compañera de viaje del partido comunista. Hay también
atinadas reivindicaciones de géneros o subgéneros que han pasado de moda, como
la llamada “tercera vía” de Roberto Bodegas o la edad dorada del cine policíaco
español, que tuvo su centro en Barcelona, ejemplificada por Distrito Quinto,
de Julio Coll (que Benítez Ariza relaciona con la muy posterior Reservoir
Dogs de Tarantino), o El cerco, de Miguel Iglesias. Especial interés
ofrece el capítulo dedicado a El ojo de cristal, basada en un relato de
William Irish como algunos títulos clásicos de Hitchcock (La ventana
indiscreta) o de Truffaut (La novia vestía de negro, La sirena del
Mississippi). “El resultado –escribe-- fue una de las películas españolas
más fascinantes de su tiempo y una especie de vuelta de tuerca a los desolados
argumentos del cine policíaco barcelonés”.
La mayor parte del libro se ocupa
del cine rodado durante el franquismo, que no es lo mismo que el cine
franquista, y los primeros años de la transición, pero también se hace un poco
de historia: reflexiones sobre la relación entre la generación del 27 y apuntes
sobre el cine rodado en la zona republicana durante la guerra civil (“Nuestro
Hollywood anarquista”).
Incursiona, aunque fugazmente,
Benítez Ariza en un tópico muy repetido y que convendría repensar. A propósito
de Bilbao, la película de Bigas Luna estrenada en 1978, afirma que
entonces existía “una firme voluntad, por parte de los creadores, de no ceder
ni un milímetro del terreno que, paso a paso, habían ido ganando en cuanto a la
posibilidad de abordar temas
comprometidos o vencer viejos tabúes”. La situación actual sería, a su
entender, la contraria: “se da por sentado que existe plena libertad de
expresión, pero es la propia sociedad la que se muestra pronta a denunciar
cualquier manifestación artística que conculque la corrección política
imperante u ofenda las susceptibilidades de tal o cual grupo”. Pero la sociedad
es plural y ninguna está enteramente a favor de lo que suele llamarse
“corrección política”, que no es más que un avance en el respeto de todos,
incluidos quienes hasta hace bien poco eran objeto eran objeto de befa o
admitido maltrato. La libertad de expresión limita con la libertad de ofender
–salvo a los políticos, parece-- y con otros límites, no por difíciles de
delimitar, menos reales.
Edgar Neville y Nieves Conde ( perdón, era falangista) no deberían faltar entre los más reseñables.
ResponderEliminarTambién lo más "friki" de los 70, como Paul Naschy o incluso Narciso Ibáñez Serrador.
¡Qué historia!
Y cómo olvidarse de la gran Marisol. A media España se le caía la baba cuando enseñó las tetas en Interviu.
ResponderEliminar¡Qué tiempos!
Camilo Sesto murió. Precisamente los arreglos de "El amor de mi vida" los hizo Rene de Coupoud con Alcatraz.
ResponderEliminarA veces tenemos lo mejor al alcance de la mano y no lo sabemos apreciar.
ResponderEliminarY para los sevillanos Jesús de la Rosa y Triana.
ResponderEliminarNunca volverán
Toda esta historia viene a cuento porque leeré el libro reseñado, si lo pillo por ahí.
ResponderEliminarBenítez Ariza es de mi quinta. El cine, la música, la televisión, la llamada "cultura popular", era lo que disfrutábamos.
"La ventana indiscreta" es una gran novela, mejor que la película.
La música ligera, Camilo Sesto o Julio Iglesias, merecen todos los reconocimientos.
Las películas de Sergio Leone también.
Ya está