miércoles, 19 de junio de 2024

Las buenas intenciones

 

Cuentahílos. Elogio del editante
Santiago Hernández Zarauz
Trama Editorial. Madrid, 2024.

De las buenas intenciones de Santiago Hernández Zarauz no cabe ninguna duda. Le entusiasma el mundo de la edición, el trabajo de los editores, que es “vocación y sacerdocio”, que requiere “fe, entrega, pasión, sacrificio”, según el prologuista, Jesús Ruiz Mantilla, quien llega a afirmar que nunca ha visto a ningún editor hablar mal de otro ni de ningún autor (o pocos editores conoce o se pasa de diplomático).

Cuentahílos se subtitula “Elogio del editante”. El término lo aclara el autor en uno de los capítulos con sintaxis algo peculiar: “Entiendo a quien piense que ensayar un término como editante está, cuando menos, fuera de lugar. Ante tantos años de tradición y lucha comprendo que haya personas que no puedan imaginarse ese término en una tarjeta de presentación. Pero más allá de la pretensión de imponer el término, me parece que el neologismo en gerundio ayuda a entender que la práctica editorial contemporánea es sumamente porosa, incómoda y en constante movimiento”.

No sabemos cómo puede ayudar a entender ese neologismo la porosa práctica editorial contemporánea, pero sí entendemos de inmediato que este teórico de la edición parece ignorar lo que es un gerundio.

También ignora lo que es un incunable. Según él, Poggio Bracciolini descubrió “el texto escondido en las páginas de un antiguo incunable del famoso De rerum natura de Lucrecio”. Pero el humanista lo encontró en un manuscrito medieval, no en un libro editado en el siglo XV, esto es, en la cuna de la imprenta, que es lo que significa “incunable”.

Por otra parte, su manera de redactar resulta, cuando menos, curiosa: “Aunque estaba convencido de la importancia y el valor de su obra, Lampedusa escribió a su esposa y a Gioacchino Lanza Tomasi que hicieran lo posible porque su novela El Gatopardo encontrara algún sello editorial que la publicase después de que casas como Einaudi y Mondadori la rechazaron”. ¿Sabrá Hernández Zarauz lo que significa “aunque”? ¿Habrá querido decir realmente que Lampedusa quiso que se publicara su obra “a pesar de” estar convencido de su importancia? Errores de redacción así hay casi uno en cada página. Otro ejemplo: “Ahora, dedicado totalmente al cultivo de la tierra, la publicación atenta del catálogo y la administración de la distribución de libros, Atalanta es una editorial con lectores a lo largo de todo el mundo y también es un espacio que defiende la presencia del libro físico”.

            A los errores de redacción, que se habrían solucionado con un buen corrector de estilo, se añaden los de información. De rerum natura –nos aclara-- es “un libro cultivado y muy celebrado por los filósofos griegos”. Nos imaginamos a Epicuro y Demócrito saliendo de sus tumbas para aplaudir a Lucrecio. Es un libro, además, que “proclama la realidad del universo a través de definiciones cantadas”. ¿Definiciones cantadas? Curiosa manera de decir que está escrito en verso.

            Cuentahílos, editado por el autor en Amazon o en cualquier imprenta sin revisión ninguna, quizá habría tenido alguna justificación. Pero no, ha sido editado por Trama, “un sello al que uno se acerca con frecuencia para repensar los orígenes y entrar en la conversación vigente alrededor de la hechura de los libros”. A Trama dedica Santiago Hernández Arauz abundantes elogios. La define como “un punto de reflexión, un espacio en el que se mira con detalle desde la gestación de una idea hasta la gestación y los derechos de un libro impreso”. No parece, sin embargo, que su original se mirara ni con mucho ni con poco detalle antes de editarlo.

“La edición sin editores”, por citar el título del famoso libro de Schiffrin, no se da solo en los grandes grupos; también parece que la practican las editoriales independientes, esas que “entienden y asumen una responsabilidad ética con las librerías para conservar el equilibrio del ecosistema del libro”.

            Sobre el oficio de editor, una palabra ambigua en español, se podrían decir muchas cosas al margen de los manidos tópicos habituales, lo mismo que sobre la convivencia de la edición en papel y de la edición electrónica o sobre la desaparición de unas librerías y la aparición de otras más adaptadas a los nuevos tiempos (lo mismo ocurre con cualquier negocio). Pero para eso hace falta tener algunas ideas claras, y Hernández Zarauz no las tiene. Ni tampoco buena información, como ya hemos indicado: cuenta a medias, basándose en las primeras informaciones de prensa, el paso de los libros de Louise Glück de Pre-Textos a Visor, tras la obtención del Nobel. Y se cree cualquier cosa que le cuentan. Hablando de Pessoa con un cliente de su librería (es editor y librero), este le dice: “A mí Pessoa me cuesta mucho trabajo leerlo… En ocasiones llegaba muy borracho a casa de mis abuelos”. Resulta que su abuela fue, al parecer, Ofelia Queiroz, de la que Pessoa estuvo tan enamorado. Pero Ofelia se caso en 1938, tres años después de la muerte de Pessoa, así que difícilmente puso presentarse borracho en casa de los abuelos del presunto nieto.

            El negocio editorial es un negocio, con sus peculiaridades, pero un negocio. El editor en tanto que empresario invierte para obtener un beneficio; el editor, en el otro sentido de la palabra, se ocupa de ofrecer un producto al lector –el libro impreso o digital-- en las mejores condiciones. Y lo primero para ello es seleccionar bien el texto a editar. Si eso falla –como el guion en una película-- falla todo. Entre una editorial y sus lectores se establece un pacto de confianza. Puedo no saber nada de un autor que publica en Anagrama o en Acantilado, pero sé de antemano que no es  un aficionado o un principiante. Si lo es, si en una editorial como Trama dedicada exclusivamente al libro y la edición, me encuentro con un borrador bien intencionado y desinformado tengo derecho a pensar en que, de algún modo, se trata de una estafa. Evitarlo es una de las funciones del editor en el otro sentido del término, y lo mismo da que se trate de un texto impreso o en versión digital. Lo que cambia en esos casos es solo el soporte, cada uno con sus ventajas y con sus inconvenientes y por eso tantas obras aparecen de las dos maneras.



1 comentario:

  1. El trabajo de editor en el sentdo anglosajón parece que está desapareciendo, al menos de los periódicos. Nadie revisa los textos y así vemos errores sintácticos, ortográficos, párrafos repetidos... En mi juventud un redactor jefe y después un corrector no te dejaban pasar ni una y los periódicos llegaban al kiosko a su hora.
    Me ha sorprendido que un "editante" no sepa lo que es un gerundio mientras está "editando". En casa del herrero...

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