miércoles, 18 de junio de 2025

Poeta completo


Jesús Munárriz
Poesía incompleta I (1972-1988)
Edición de Pedro López Lara.
Hiperión. Madrid, 2025.

Todavía hay quien piensa, y no solo dentro del periodismo cultural, habitualmente solo bien informado de los intereses de los grandes grupos editoriales, que un poeta alcanza la categoría de clásico cuando se editan sus poemas acribillados de notas, cuantas más mejor, y precedidos de una amplia biografía y un repaso a todo lo que se ha escrito sobre él, incluidas las más insignificantes reseñas periodísticas. También en el mundo universitario, tan proclive al acrítico acercamiento a la actualidad literaria, abunda esa idea.

            Con criterio más acertado se ha acercado Pedro López Lara, poeta y filólogo al margen de las servidumbres del escalafón académico, a la poesía de Jesús Munárriz, un autor bien conocido, sobre todo por su actividad de editor, pero quizá no todo lo valorado que debiera.

            A mi entender, es uno de los nombres fundamentales de la poesía del último medio siglo —su primer libro se publicó precisamente en 1975--, pero le ha perjudicado en su consideración la versatilidad y la dispersión de sus publicaciones.

            Respecto a lo primero, a la versatilidad y variedad de tonos, me gusta citar una frase de Alfonso Reyes: “Quien solo canta en do de pecho no sabe cantar, quien solo trata en verso las cosas sublimes no vive la verdadera vida de la poesía y las letras, sino que las lleva postizas como adorno para las fiestas”.

            La poesía para Jesús Munárriz no es un adorno para las fiestas, sino el pan de cada día. A los grandes libros de su primera etapa, Esos tus ojos (1981) o Camino de la voz (1988), les acompañan otros como Viento fresco, un homenaje al postismo y al “Taller de literatura potencial” de Raymond Queneau, y juguetones poemas ocasionales o “poemas-chiste”, coincidiendo con (o anticipándose a) Ángel González.

            No exhibe Jesús Munárriz, a la manera de Antonio Carvajal y otros virtuosos de la métrica, sus habilidades formales, pero ni la retórica clásica ni los viejos o novísimos experimentalismos tienen secretos para él, tampoco el coloquialismo o el decir llano y sin alzar la voz.

            Hay en este libro de libros un puñado de sonetos que no desmerecen junto a los del siglo de oro o los de Blas de Otero. Y anotaciones paisajísticas, apuntes impresionistas, que recuerdan al mejor Juan Ramón. También poemas que juntan a Leopardi con Unamuno sin resultar por ello, en ningún caso, miméticos ni epigonales. Citaré “Serranía de Cuenca”, un ejemplo entre muchos: “Soledad absoluta. El infinito / se ha concentrado aquí: / peñascos rojinegros, verdes pinos, / grisáceos nubarrones, viento / norte. / Solo rompe el silencio, intermitente, / un hacha leñadora / a la que suele responder el grajo, / y el manantial, murmullo y borboteo / que remansa en la fuente. / De monte a monte, el cielo se atropella / batido por el viento, leves gotas / caen para fundirse en la humedad / que todo vivifica. / De pronto, un claro / ilumina el silencio. El infinito / se contempla a sí mismo. Y se sonríe”.         

            No publicó poco Jesús Munárriz, aunque no de manera demasiado ordenada, pero escribió más. Otros poetas aprovechan la reunión de sus versos, cuando la obra está ya hecha en lo fundamental, para eliminar lo más perecedero, para prescindir de hojarasca, borradores y textos menores. Jesús Munárriz ha preferido lo contrario: no solo no quitar nada, sino añadir libros inéditos. Quiere mostrarse entero y verdadero, lo mismo cuando se esfuerza en dar el do de pecho que cuando entona una melodía ligera o incluso parece desafinar.

            En una antología de poesía erótica, irían algunos de los poemas de este volumen y en una de la poesía social o de la poesía satírica o de cualquier otro género que se nos ocurra. Jesús Munárriz sabe ser “sublime”, pero ni quiere ni puede ser sublime sin interrupción. Y los lectores se lo agradecemos, incluso cuando cultiva los “Limmericks”, esas gracietas con pedigrí anglosajón.

            Pedro López Lara sabe que el trabajo de “editor” es invisible, como el de corrector de erratas solo se nota cuando se equivoca. ¡Y cómo se equivocan los presuntos especialistas en la edición de clásicos o de contemporáneos como si fueran clásicos! La afamada colección de Cátedra “Letras Hispánicas” abunda en ejemplos que podrían figurar en cualquier Museo Provincial de Horrores. López Lara ha cotejado todas las variantes, pero tiene el buen gusto de ofrecernos un texto limpio, acorde con la voluntad del autor. Ha retirado los andamios que le han llevado hasta allí.

            Los talleres de lectura son tan necesarios como los de escritura. Enseñar a leer es algo más que enseñar a leer. Solo los malos lectores y los estudiosos de la literatura (que suelen coincidir más de lo que sería conveniente) leen las recopilaciones poéticas de la primera a la última página y poema tras poema. Son libros para tener al lado, para picotear en el momento oportuno (no todos lo son), para no acabar de leerlos nunca cuando se trata de un poeta verdadero. Y Jesús Munárriz, que ahora publica el primer tomo de sus Poesías incompletas (seguirán otros dos y aún quedarán títulos dispersos), lo es. Un poema plural y verdadero, un poeta completo. 


            

2 comentarios:

  1. No tengo el honor de conocer a don Jesús Munárriz, pero un mucho debe tener de especial si a ti te gustan hasta sus andares.
    Ni un pero a nada, ni al libro ni a su contenido. Parecía imposible. Pensaba yo que no habiendo nacido, tardaría mucho tiempo en nacer, si es que nace, un vasco --que ya es decir-- tan claro, tan rico de poesía que tú cantases su elegancia con esas palabras tan tuyas. ¡Qué maravillosa sorpresa!
    Por ello, no estaría mal que este señor pensase, si es que no lo ha hecho ya, en donar su cerebro a la ciencia y de paso tú también el tuyo para tratar de encontrar el origen de tan grata excepcion. Yo lo haría también, pero el mío se lo tengo prometido al diablo que ese sí supo ver.

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  2. No se habla aquí de la persona de Jesús Munárriz, sino del primer tomo en que recopila su poesía. Conviene atenerse a los textos.

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