sábado, 6 de diciembre de 2014

Xaime Martínez, entre Batman y Baudelaire


Fuego cruzado
Xaime Martínez
Hiperión. Madrid, 2014.

Antes de hacer poemas, los poetas tienen que hacer dedos, como los pianistas antes del concierto. Xaime Martínez, que es también músico, lo sabe y en su segundo libro, lo mismo que en el primero, El tango de Penélope, hay mucho de cuaderno de ejercicios, de homenaje “a la madera de”. Pero eso que a partir de determinada edad sería garantía cierta de epigonismo, a los veinte años es una virtud, quizá la que más necesaria en un poeta joven junto con la omnívora curiosidad.
            Xaime Martínez parece haberlo leído todo, interesarse por todo. Comienza con un espléndido soneto que acredita que el poeta ha hecho los deberes, que conoce bien las herramientas de su oficio: “No sé si en este oscuro barroquismo / habrá alguna verdad, pero sí intuyo / que encontraré el cuchillo del que huyo / oculto en mis poemas y en mí mismo / y que habré de rendirme al postrer día / y decir lo que hoy calla la ironía”.
            La ironía le lleva al juego erudito de reconstruir, en la sección final del libro, los poemas del llamado “Corpus Batman”, los restos de una antigua epopeya protagonizada por el héroe de Gotham. Comienza parafraseando a Homero, termina con ecos del poema de Mío Cid: “Los murciélagos, testigos / ciegos del sordo dolor, / como un coro de tragedia / repetían su canción: / ¡Dios mío, qué buen vasallo / si hubiera buen señor!”
            Xaime Martínez ha leído con provecho a los clásicos y también a sus contemporáneos: parafrasea un poema de Víctor Botas que reescribía otro de Miguel d’Ors; parodia la ironía declamatoria de Manuel Vilas en “A un poeta de Twitter”.
            Nada resulta ajeno a la voracidad lectora de Xaime Martínez –también están muy presente Yeats y la poesía tradicional irlandesa y la poesía árabe…–  en un libro en el que abundan igualmente las referencias musicales –de Bob Dylan a Leonard Cohen: “Take this waltz”– y en el que no faltan epigramas que no habría desdeñado firmar Ángel González, como el titulado “Petronio”.
            A un poeta joven le sienta bien la mezcla de pedantería y desparpajo que caracteriza Fuego cruzado, un libro al que el continuo ejercicio de intertextualidad  (“Inteligencia, dame / el nombre exacto de las cosas” escribió Juan Ramón Jiménez; “el silencio es el nombre / exacto de las cosas”, le responde Xaime Martínez) no le quita verdad ni emoción.
            El polvo de las bibliotecas (y de las discotecas) se mezcla en Xaime Martínez con el polvo de la calle. Sus poemas hablan de amor y desamor, como tantos otros, pero nunca se confunden con el desahogo sentimental. Recurre con frecuencia al mito para explicar el mundo, pero sabe que los dioses y los semidioses de Homero hoy habitan también en las viñetas del cómic y las novelas gráficas, que Batman no es menos digno de admiración que Aquiles, y quizá más oscuramente complejo.
            Xaime Martínez cultiva la punzante brevedad del epigrama y también el poema de cierta extensión que canta y cuenta historias. En “La búsqueda”, que cierra el libro, recrea una leyenda iniciática con la atmósfera del cuento gótico tradicional.
            Inevitable resulta algún que otro descosido conceptual y que al poeta se le vaya alguna vez la mano en la ironía. El poema “A un poeta de Twiter”, escrito “a la maniera de M. V.”, según leemos en la dedicatoria, es un monólogo dramático protagonizado por el emérito papa Ratzinger, súbitamente enamorado de un poeta argentino –Carlos Salem– que declama en los cafés de Madrid. La inverosimilitud también tiene sus límites y ese papa que cita a Gimferrer o que se dirige a su presunto amado con un “Garcilaso, que eres un Garcilaso” los supera ampliamente; incluso el disparate requiere una cierta coherencia interna.
            Los buenos poetas no suelen destacar por su brillante expediente académico, aunque siempre ha habido poetas (Guillermo Carnero, Jaime Siles, el caso reciente de Rodrigo Olay, a quien precisamente está dedicado “La búsqueda”) que saltan a la poesía desde el banco del primero de la clase. Xaime Martínez pertenece y no pertenece a esa estirpe. Como ellos parece haberlo leído todo, pero es consciente, o eso creo, de que no lo sabe todo. Y esa es su mayor virtud.

            

3 comentarios:

  1. Interesante reseña de un poeta interesante. Ya la leí el verano pasado pero comentarlo se me había pasado.

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    1. No se me había pasado sino que pasado había.

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    2. La verdad es que no me parece interesante. Lo dije por decir, pero muy mal dicho. Antes de caricaturizar a los demás, XM debería buscar en su interior y, si lo encuentra vacío, intentar hacer poesía de su nada.

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