Fuego cruzado
Xaime Martínez
Hiperión. Madrid,
2014.
Antes de hacer poemas, los poetas tienen que hacer dedos,
como los pianistas antes del concierto. Xaime Martínez, que es también músico,
lo sabe y en su segundo libro, lo mismo que en el primero, El tango de Penélope, hay mucho de cuaderno de ejercicios, de
homenaje “a la madera de”. Pero eso que a partir de determinada edad sería
garantía cierta de epigonismo, a los veinte años es una virtud, quizá la que
más necesaria en un poeta joven junto con la omnívora curiosidad.
Xaime
Martínez parece haberlo leído todo, interesarse por todo. Comienza con un
espléndido soneto que acredita que el poeta ha hecho los deberes, que conoce
bien las herramientas de su oficio: “No sé si en este oscuro barroquismo /
habrá alguna verdad, pero sí intuyo / que encontraré el cuchillo del que huyo /
oculto en mis poemas y en mí mismo / y que habré de rendirme al postrer día / y
decir lo que hoy calla la ironía”.
La ironía
le lleva al juego erudito de reconstruir, en la sección final del libro, los
poemas del llamado “Corpus Batman”, los restos de una antigua epopeya
protagonizada por el héroe de Gotham. Comienza parafraseando a Homero, termina
con ecos del poema de Mío Cid: “Los murciélagos, testigos / ciegos del sordo
dolor, / como un coro de tragedia / repetían su canción: / ¡Dios mío, qué buen
vasallo / si hubiera buen señor!”
Xaime
Martínez ha leído con provecho a los clásicos y también a sus contemporáneos:
parafrasea un poema de Víctor Botas que reescribía otro de Miguel d’Ors;
parodia la ironía declamatoria de Manuel Vilas en “A un poeta de Twitter”.
Nada
resulta ajeno a la voracidad lectora de Xaime Martínez –también están muy
presente Yeats y la poesía tradicional irlandesa y la poesía árabe…– en un libro en el que abundan igualmente las
referencias musicales –de Bob Dylan a Leonard Cohen: “Take this waltz”– y en el
que no faltan epigramas que no habría desdeñado firmar Ángel González, como el
titulado “Petronio”.
A un poeta
joven le sienta bien la mezcla de pedantería y desparpajo que caracteriza Fuego cruzado, un libro al que el
continuo ejercicio de intertextualidad (“Inteligencia,
dame / el nombre exacto de las cosas” escribió Juan Ramón Jiménez; “el silencio
es el nombre / exacto de las cosas”, le responde Xaime Martínez) no le quita
verdad ni emoción.
El polvo de
las bibliotecas (y de las discotecas) se mezcla en Xaime Martínez con el polvo
de la calle. Sus poemas hablan de amor y desamor, como tantos otros, pero nunca
se confunden con el desahogo sentimental. Recurre con frecuencia al mito para
explicar el mundo, pero sabe que los dioses y los semidioses de Homero hoy
habitan también en las viñetas del cómic y las novelas gráficas, que Batman no
es menos digno de admiración que Aquiles, y quizá más oscuramente complejo.
Xaime
Martínez cultiva la punzante brevedad del epigrama y también el poema de cierta
extensión que canta y cuenta historias. En “La búsqueda”, que cierra el libro,
recrea una leyenda iniciática con la atmósfera del cuento gótico tradicional.
Inevitable
resulta algún que otro descosido conceptual y que al poeta se le vaya alguna
vez la mano en la ironía. El poema “A un poeta de Twiter”, escrito “a la
maniera de M. V.”, según leemos en la dedicatoria, es un monólogo dramático
protagonizado por el emérito papa Ratzinger, súbitamente enamorado de un poeta
argentino –Carlos Salem– que declama en los cafés de Madrid. La inverosimilitud
también tiene sus límites y ese papa que cita a Gimferrer o que se dirige a su
presunto amado con un “Garcilaso, que eres un Garcilaso” los supera
ampliamente; incluso el disparate requiere una cierta coherencia interna.
Los buenos
poetas no suelen destacar por su brillante expediente académico, aunque siempre
ha habido poetas (Guillermo Carnero, Jaime Siles, el caso reciente de Rodrigo
Olay, a quien precisamente está dedicado “La búsqueda”) que saltan a la poesía
desde el banco del primero de la clase. Xaime Martínez pertenece y no pertenece
a esa estirpe. Como ellos parece haberlo leído todo, pero es consciente, o eso
creo, de que no lo sabe todo. Y esa es su mayor virtud.
Interesante reseña de un poeta interesante. Ya la leí el verano pasado pero comentarlo se me había pasado.
ResponderEliminarNo se me había pasado sino que pasado había.
EliminarLa verdad es que no me parece interesante. Lo dije por decir, pero muy mal dicho. Antes de caricaturizar a los demás, XM debería buscar en su interior y, si lo encuentra vacío, intentar hacer poesía de su nada.
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