España levanta el puño
Pablo Suero
Edición de Alfonso
López Alfonso
Espuela de Plata.
Sevilla, 2015.
De Pablo Suero, autor de un libro mítico, España levanta el puño, se sabían muy
pocas cosas. Que fue un periodista argentino amigo de García Lorca, que visitó
España en vísperas de la guerra civil, y poco más. Ahora Alfonso López Alfonso,
en un ejemplar trabajo de investigación (para el que ha contado con la ayuda de
Mirtha Mansilla, albacea de Suero), lo rescata de las sombras. Nació en Gijón,
en 1898, emigró de niño a Buenos Aires, muy joven se inició en el periodismo,
publicó una novela y dos libros de poemas, cultivó con éxito el teatro
comercial (Eva Perón fue actriz en una de sus compañías), entrevistó a las
grandes figuras de su tiempo, murió en accidente de automóvil una madrugada
alcohólica de 1943.
España levanta el puño se publicó por
primera vez en Buenos Aires el año 1937, con prólogo de Enrique González Tuñón,
y llamativa cubierta de Julio Vanzo. Esa primera edición, muy saqueada por
ciertos estudiosos (Ian Gibson la tomó como hilo conductor de su libro Cuatro poetas en guerra), era
inaccesible para el lector común. La reedición del 2009 no aportaba ningún dato
sobre su autor. Esta nueva edición añade además dos interesantes apéndices y un
álbum de fotografías en su mayoría inéditas.
En
diciembre de 1935, Pablo Suero llega a España; en febrero del 36, tras las
elecciones que dieron el triunfo al Frente Popular, regresa a Buenos Aires. Las
crónicas que fue enviando a Noticias
gráficas y a Caras y caretas las
reúne en volumen, con algunos retoques, tras el estallido de la guerra civil,
que les había dado nueva actualidad.
No han
perdido nada de su interés. Su nerviosa escritura, su desdén por la retórica, características
del mejor periodismo, las ha impedido envejecer. Comienza el volumen con una
serie de breves anotaciones tituladas “Estampas de España”. Pablo Suero, aunque
nacido en Asturias, nos mira con ojos de extranjero, sin aludir para nada a su
origen. Por las calles de Barcelona, suspendido el estatuto de autonomía,
patrullan los guardias de asalto y los guardias civiles, pero a pesar de eso le
parece la ciudad de más intensa vida nocturna; ni París, ni mucho menos Madrid,
pueden comparársele.
En la
capital le sorprenden las muchachas que estudian: “Prestan un encanto singular
a Madrid, con sus boinas inclinadas, sus impermeables azules, blancos, rojos,
violetas y sus brillantes botas de amazona”. Al verlas del brazo de sus amigos
estudiantes, con libros en la mano, gorjeando alegremente por las calles, le
parece que la igualdad de la mujer está a punto de conseguirse.
A los
cafés, como no podía ser de otra manera, dedica muchas páginas. Los hay
“miliunanochescos” con “enormes columnas transparentes llenas de pájaros,
inmensas peceras, por donde van y vienen peces vestidos de escamadas soirées, enloquecedoras combinaciones de
espejos y de luces difusas de todos los tonos, planos superpuestos que marean,
porque por instantes nos parecen sentir encima toda la multitud que llena el
café. Sí, multitud, porque en estos cafés caben y están continuamente cerca de
mil personas”.
En la
España que vio Suero a comienzos de 1936 no era inevitable la guerra civil. La
crónica de la jornada electoral, que dio el triunfo a las izquierdas, termina
con las siguientes palabras: “Quien, como yo, ha visto a este pueblo en esta
hora, tan enérgico y digno, resolver su destino futuro con calma ejemplar,
tiene que tener confianza en el mañana de España”.
No, el
futuro no estaba escrito ni antes ni después de las elecciones. Gil Robles se
veía como ganador: “Me afirma el triunfo rotundo de las derechas unidas. Se
solaza después describiendo la organización electoral poderosísima de Acción
Popular, que ha lanzado al país cuarenta millones de pasquines, y organiza
actos como el que esa noche tendrá lugar, en que su discuroso será transmitido
a doscientos teatros de España, fusionando para tal efecto todas las líneas
telefónicas del país. Me dice que solamente Hitler ha podido movilizar un tren
de propaganda de esta magnitud”. Duda Suero del republicanismo de Gil Robles,
considera que tras su partido “el belfo del Borbón expulsado acecha ansioso”.
Pero lo más probable es que, de haber triunfado, hubiéramos tenido en España un
régimen como el de Salazar.
No menor
interés que las entrevistas con los políticos –que nos hablan de las muchas
Españas posibles en aquel momento, cuando todos los caminos parecían abiertos–
presentan las dedicadas a escritores, llenas de novelería y de pequeños
detalles exactos. Suero concede un gran protagonismo a la nueva generación, que
es también la suya, capitaneada por su admirado García Lorca, sin olvidar a
Alejandro Casona “flamante esperanza de la escena hispana”.
España levanta el puño es un libro
esperanzado e ilusionado. Todo era posible todavía en febrero de 1936, aunque
ahora nosotros no veamos en los acontecimientos de entonces más que presagios
de lo que habría de venir.
Una obra
maestra del periodismo que nos habla de la España que fue y de la que pudo
haber sido.
Los ángeles perezosos del Olimpo se felicitaban con la llegada del nuevo miembro.
ResponderEliminar© María Taibo