José Mateos
Un año en la otra vida
Un año en la otra vida
Pre-Textos. Valencia,
2015.
Pocos libros tan hermosos, tan distintos, tan conmovedores
como el último de José Mateos, un diario, ese género de moda, pero un diario
hecho solo de silencios y asombros, en el que conviven armoniosamente los vivos
con los muertos.
Entre
octubre de 2013 y octubre de 2014, se fechan estas anotaciones, que nada tienen
que ver con la historia externa. Un año
en la otra vida trata de ser lo contrario de esos diarios, memorias o
autobiografía que “parecen solo escaparates donde una vida, que es siempre
recato, perplejidad y misterio, se desvanece en pura futilidad”.
Dos son los
maestros que ayudan a José Mateos a encontrar su personal estilo: César Simón,
que escribió su diario En nombre de nada “al
filo de la muerte, casi del otro lado”, y Ramón Gaya, al que se dirige, sin
nombrarle, en una de las anotaciones: “Gracias porque con sus dibujos y sus
óleos, con sus ensayos y poemas me señaló usted un camino que quizá sea el
único: el de la atención y la paciencia en soledad, el de la exigencia”.
Atención,
paciencia y exigencia, tres claves en la manera de escribir de José Mateos.
Atención “porque basta fijarse un poco en cualquier cosa para sentir que todo es
siempre más de lo que es”. Por ejemplo, los tres membrillos que un día le trae
su madre y que él pone en una bandeja de metal sobre la mesa de la cocina:
“Entro por un vaso de agua o por unas tijeras y, cuando los veo, convierten mi
casa, de pronto y casi sin darme cuenta, en la casa de mi abuela, y son mi
abuela trajinando entre cacharros y poniéndolos a hervir. Son también todos los
gratos mediodías de otoño y son una huerta de la infancia, con sus jilgueros y
su alberca, que es en mi cerebro el arquetipo de todas las huertas. Son los
cajones perfumados de una cómoda antigua, y un cuadro de Zurbarán y una
película de Víctor Erice”.
A esos
membrillos los veremos irse marchitando a
lo largo de estas páginas con el paso de los días. Junto a ellos, otro es el
leitmotiv del libro: una antigua novia, Luisa, que aparece una y otra vez, en
vida y en muerte, con su sonrisa continua, como el símbolo más claro de la
felicidad.
Con los
familiares, con los amigos muertos, habla a menudo José Mateos. No hay ninguna
parafernalia lúgubre en estas historias de fantasmas, que se mueven entre el
sueño y los resquicios por los que la realidad nos deja entrever los misterios
del otro lado de la vida. Baste un ejemplo. Como no puede dormir, el narrador se
pone a contar los ruidos de la noche (“el zumbido del viejo frigorífico, la tos
de un vecino, una alarma lejana, el repentino petardeo de un tubo de escape, el
rumor de una radio insomne”) y de pronto escucha algo en el interior de la
casa: “Crucé el pasillo y me lo encontré en el salón, con la luz encendida.
Estaba en pijama, revolviendo cajones y armarios, y parecía inquieto no se
sorprendió al verme”. Tampoco el narrador se sorprende, simplemente le toma del
brazo y le ayuda a sentarse. Los muertos no se asustan de los vivos ni los
vivos de los muertos en las páginas de José Mateos, en su vigilia o en sus
sueños, que a veces no acertamos a distinguir.
No escasean
los aforismos en estas anotaciones, aunque José Mateos no condesciende nunca con el mero ingenio, ni
los fragmentos que podrían entrar en cualquier antología del poema en prosa.
Muestra de lo primero: “Una de las cualidades de las grandes obras es que
tienen defectos. Y que esos defectos no las hacen peores”. De lo segundo, la enumeración de líricas
greguerías que encontramos en las páginas 97 y 98: “El ruiseñor, que con su
canto le roba a la noche unas ascuas de eternidad. El estornino, pieza
minúscula de un pájaro innumerable. El vencejo, ese acróbata del aire que se
emborracha con los infinitos colores de la tarde. El cuervo, que vuela igual
por la vida y por la muerte…”
Como a las
grandes obras, como al Quijote o a Moby Dick, sus defectos, que también los
tienen, no hacen peor a Un año en la otra
vida. De vez en cuando, afortunadamente muy de vez en cuando, cambia el
tono y el ensimismado paseante, el coleccionista de silencios y asombros, se
convierte en censor de la sociedad contemporánea. Y entonces incurre en los
habituales tópicos de los articulistas sin demasiadas ideas. ¿La desaparición
de las pequeñas librerías, de las librerías de barrio, limita la libertad de
elección de los lectores? ¿No será más bien que solo en las grandes librerías,
formen o no parte de una cadena, es posible encontrar algo más que los best seller y los libros de textos que
las pequeñas librerías se ven obligadas a vender para subsistir?
Detractor
de las redes sociales, como no podía ser de otra manera, José Mateos fue
publicando sus notas de diario en Facebook –una buena manera de llegar a desconocidos
amigos y perdidos en cualquier parte del mundo–, a pesar de que en la pantalla,
según su opinión, dicen la mitad de lo que dirían en un libro: “Se difuminan,
se vacían, parpadean un momento y se apagan sin dejar rastro dentro de
ninguno”. Pero la pantalla, como antes el papiro, como luego el papel, es solo
un medio que para nada condiciona el que lo que a su través nos llegue deje o
no rastro en nuestra memoria.
No falta
tampoco el consabido rechazo a los que fotografían un paisaje en lugar de
admirarlo en silencio, como si ambas cosas no pudieran ser compatibles y como
si no se pudiera criticar del mismo modo a quienes, como el autor, se dedican a
describirlo..
Pero esas
tópicas jeremiadas, con las que muchos lectores coincidirán, ocupan el mínimo
espacio en un libro breve e inagotable que se adentra, como pocos, en la magia
y el misterio de lo cotidiano.
José Mateos, no José MateRos.
ResponderEliminar"Detractor de las redes sociales, cómo no podía ser de otra manea...". El "como" sin acento y la manera con R.
Parece contradictorio ser detractor de las redes sociales y, al mismo tiempo, publicar notas de diario en Facebook.
Eliminar¿Cuántos escritores del estilo de José Mateos hay en España? ¿Cientos? ¿Miles? Un tercio poetas, un tercio diaristas, un tercio aforistas. Y todo ello con el mismo tono, las mismas palabras, la misma mirada sobre el mundo, las mismas influencias. Y en el fondo con la misma mediocridad...
ResponderEliminarNo sé los que habrá, pero estoy seguro que el benemérito corrector Lisandro (gracias mil) no ha cometido la imprudencia de leerlos antes de decidir que todos son iguales..
EliminarJLGM
Es exactamente la expresión perfecta: en lugar de no leer más que a los grandes escritores y los libros más importantes de la literatura y la filosofía, que es lo que hago casi siempre desde hace ya muchos años, a veces, por curiosidad, "cometo la imprudencia" de picar en el anzuelo de la literatura actual, en parte porque la poesía, los diarios y los aforismos son los géneros literarios que más me interesan. Me prestan libros, me pasan versiones electrónicas de ellos, o leo fragmentos en Internet. Conozco, pues, varias docenas de escritores del tipo de Mateos. Y me parece que todos los libros de ellos que conozco, por tener el mismo tono, tratar de los mismos temas, mostrar la misma visión de la vida o de lo que sucede en el mundo, podían haber sido escritos por el mismo autor. Un autor con poco talento pero muy cultivado y muy dedicado a su obra, y que a fuerza de trabajo consigue escribir textos de un cierto nivel. Un nivel que puede parecer excelente a quien sólo lea literatura contemporánea española, pero que objetivamente, comparado con la gran literatura, es un nivel muy mediocre.
EliminarEs el mismo fenómeno que el de lo que podría llamarse la joven poesía homosexual española: poetas influenciados por Kavafis (un Kavafis desastrosamente traducido que comprenden muy mal), Cernuda, Brines, Gil de Biedma y alguno otro, y que escriben el mismo género de poemas con el mismo tema y el mismo tono.
La curiosidad es mala consejera. Deje de perder el tiempo con los blogs, de picotear en escritores actuales, de frecuentar jóvenes poetas homosexuales y dedíquese a sus clásicos, a los grandes escritores de siempre. Todos saldríamos ganando.
EliminarJLGM
Aparte del muy sensato consejo de JLGM, lo de "joven poesía homosexual" deja muy claro el lamentable punto de vista en que se coloca LT, a quien, supongo, no se le ocurriría hablar de la "joven poesía heterosexual". Es, más o menos, lo de la "equitación protestante" con la que ironizaba Borges.
EliminarDecir, como dice, que Cernuda, Brines y Gil de Biedma escriben "el mismo género de poemas con el mismo tema y el mismo tono" prueba o que no los ha leído, o que comprende lo que ha leído mucho peor que ésos a los que critica por "comprender mal" a Kavafis.
Me temo que la poesía no es lo suyo: demasiados prejuicios, demasiada ceguera, demasiada tendencia a meter en el mismo saco descalificador cosas que sólo son parecidos en su ignorancia.
Imagino, de paso, que en su descalificación entrará también un crítico como Dámaso Alonso, quien aseguraba "dudo mucho de un crítico literario si le veo vuelto de espaldas a la poesía viva, manante". Pero, naturalmente, Dámaso Alonso no pasa de ser una mediocridad, comparado con la Ingente Sabiduría de LT.
Aunque el libro está escrito en forma de diario, en realidad es otra cosa: un relato de fantasmas, un libro de poemas en prosa, una meditación filosófica..., como bien ha visto García Martín. Hay que tener muy mala vista para decir que el tono de nuestros diaristas se parece. ¿En que se parecen los diarios de Trapiello a los de García Martín o a los de Jiménez Lozano o a los de César Simón? Léalos usted, señor Fulgencio. Y lea este libro, que no le defraudará.
ResponderEliminarEl diario, como la novela, es un género en el que cabe de todo. Y los hay buenos, malos y regulares. Este es de los buenos, de los muy buenos.
ResponderEliminar@ JLGM y Julián Savater (que tanto monta, monta tanto...)
ResponderEliminar"Me gusta discutir, ponerlo todo en cuestión, no aceptar tópicos y eso supone demasiada tensión para la mayoría de la gente, sobre todo a partir de cierta edad." (JLGM. Martes, 3 de noviembre 2015)
Fulgencio, rajar de un libro que no has leído porque crees saber lo que contiene solo demuestra tus prejuicios y tu ignorancia. O tu animadversión personal por el autor. A mí me ha gustado mucho y me parece un libro "diferente". Respecto a lo que dice de la "joven poesía homosexual española" (?), por cierto, me parece una tontería descomunal y algo anticuada.
ResponderEliminarExcelente libro. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto. Gracias por la recomendación.
ResponderEliminarUtiliza imágenes poderosas que hacen que lo banal trascienda. Solo una corrección: Dido no es princesa, sino reina; y Eneas no es su señor, sino un expatriado en busca de una tierra nueva al que ella acoge por un tiempo y del que se enamora.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, por cierto (por si no quedó claro en mi anterior comentario).
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