sábado, 10 de agosto de 2019

Historia de una obsesión



La voz sola
Ana María Martínez Sagi
Edición de Juan Manuel de Prada
Fundación Banco Santander. Madrid, 2019.

A mediados de los años ochenta, cuando estaba fascinado por los raros y olvidados, por los maltratados por la vida que habían quedado al margen de la historia de la literatura (aunque fueran protagonistas de obras como Luces de bohemia), Juan Manuel de Prada descubrió la figura de Ana María Martínez Sagi en las páginas de un libro de César González Ruano, Caras, caretas y carotas, conjunto de entrevistas a las figuras y figurones de las postrimerías del régimen alfonsino.
            Ana María Martínez Sagi era deportista y había publicado un libro de versos; representaba a la nueva mujer de los años veinte. Pronto se convirtió en una celebridad que incluso suscitó los celos de otras poetas, como Pilar de Valderrama, la Guiomar de Antonio Machado; luego pareció borrarse para siempre.
            En 1997 le dedicó Prada una pionera semblanza en las páginas de la revista Clarín (luego incluida, aumentada, en el libro Desgarrados y excéntricos), pero no acabó ahí su interés por el personaje. Poco después descubriría que aún vivía y tuvo ocasión de entrevistarla. El resultado fue una novela, Las esquinas del aire, que sigue el esquema intentado por A. J. A. Symons con su En busca del barón Corvo y reiterado por Javier Cercas hasta la saciedad: las andanzas del autor de la biografía importan tanto como la peripecia vital del biografiado.
            Parecía que tras Las esquinas del aire –donde incluso se incluía una antología poética– no había más que decir sobre Ana María Martínez Sagi, un personaje curioso y una escritora muy menor, pero ahora Juan Manuel de Prada nos sorprende con la edición de La voz sola, más de quinientas páginas dedicadas a recopilar la obra editada e inédita de la autora.
            Al parecer, según nos cuenta en la nota a la edición, poco antes de morir Martínez Sagi le entregó “una caja de cartón atestada de cuadernos y carpetas”, indicándole que en ella encontraría “poesías y prosas, algunas manuscritas, otras mecanografiadas”, su obra inédita. Le pide que no las publique hasta pasados quince o veinte años y, en cualquier caso, que no lo haga “mientras esté vivo el hijo de Elisabeth Mulder. No quiero ofenderle ni alimentar maledicencias que lo avergüencen”.
            ¿Realidad o ficción? En los textos que Juan Manuel de Prada se entremezcla la minuciosa erudición, como de trabajo académico, con lo que parece novelería: “Leí ávidamente aquel centón de folios durante los días siguientes, sacudido de belleza y desconcierto. Ante la prohibición que me había formulado Ana María, logré arrancarle que me permitiera reelaborar algunos textos allí incluidos –sobre todo ciertos pasajes de sus Andanzas de la memoria, que esperamos publicar en breve– e incluirlos en Las esquinas del aire, el libro que por entonces estaba escribiendo. Ana María accedió a regañadientes a mi petición, a condición de que no revelase mis fuentes durante el plazo indicado; aunque entonces todavía no lo adivinaba, su petición me habría de ocasionar decenas de disgustos y amistades”.
            Traduzco la prosa de Prada al román paladino: la escritora le entregó, antes de morir, unos textos inéditos en los que hablaba de sus amores con Elisabeth Mulder, pero le pidió que no los publicara para evitar maledicencias, pero sin embargo le permitió reelaborarlos y convertir esos presuntos amores –que puede ser que no existieran más que en su imaginación– en uno de los morbosos alicientes de Las esquinas del aire. Curiosa manera de proceder por parte de la escritora, dudosa manera de respetar la palabra dada por parte del albacea.
            Pero aún hay más. Al parecer la escritora le permitió “reelaborarlos” a condición de que no indicada sus fuentes y, sin embargo, en su edición de Sinfonía en rojo, prosa y poesía selecta de Elizabeth Mulder, reproduce amplios fragmentos indicando que proceden de “las memorias inéditas” de Ana María Martínez Sagi.
            Esas presuntas memorias –escritas con el inconfundible estilo de Juan Manuel de Prada– son las que esperaríamos encontrar en este nutrido volumen de la “Colección Obra fundamental” que patrocina el Banco de Santander. Quedan, sin embargo, para más adelante.
            Lo que se nos ofrece ahora es una amplia selección de sus versos, de muy escaso interés en la mayoría de los casos. Hay un puñado de poemas no desdeñables –“Rue du chat qui pêche” tiene el encanto de las Canciones del suburbio barojianas–, pero la mayoría responden a un muy consabido sentimentalismo modernista. A Prada lo que más le interesa subrayar son las huellas de su lesbianismo y de su amor por la autora de Sinfonía en rojo. 
            El resto del libro contiene los artículos periodísticos de Ana María Martínez Sagi, que fue cronista de guerra en el frente de Aragón, y antes muy activa defensora del deporte femenino. La selección “no pretende ser exhaustiva” afirma Prada, incurriendo en un oxímoron (si es selección, ¿cómo iba a ser exhaustiva?) que revela lo contrario de lo que aparentemente afirma: que no hay tal selección, que reproduce todos los artículos que ha encontrado, bastantes de ellos de nulo interés, pero que es posible que todavía alguien encuentre más.
            Leemos algunos poemas al azar o algunos artículos (los escritos en catalán aparecen en versión bilingüe, un trato dado habitualmente solo a los poemas) y nos sorprende que alguien los haya considerado dignos de ser incluidos en una colección de “obras fundamentales”.
            El escritor desaforado le juega algunas malas pasadas al investigador esforzado sobre todo de figuras menores y olvidadas, que también es Juan Manuel de Prada.
            Pero aunque algunos nos sonríamos al tropezarnos con el Prada “estilista” en el bien documentado prólogo (“Durante un par de meses aguardé en vano su respuesta; cuando ya mis esperanzas estaban aniquiladas, una voz antigua como el mundo, muy debilitada o convaleciente, se asomó a mi teléfono, identificándose”), no debemos olvidar que para él, como para tantos lectores, la literatura consiste en escribir “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” en lugar de “lo que pasa en la calle”.
            ¿Por qué deja para más adelante la publicación de los inéditos que le entregó la escritora, especialmente sus Andanazas de la memoria, que ahora define –contradiciéndose: no hay nada que pudiera alimentar maledicencias– como “un compendio de amables y evocadoras estampas que no llegan a ser memorias y que rehúyen pudorosamente los aspectos más tortuosos y trágicos de su vida”?
            Yo sospecho que si continúa ocultándolas es porque quizá pondrían de manifiesto que, en más de una ocasión, Juan Manuel de Prada nos ha dado gato por liebre, ficción por investigación, a la hora de hablar de Ana María Martínez Sagi, una escritora muy menor que él ha convertido en personaje literario del que le cuesta desentenderse. Obsesión se llama esa figura.

1 comentario:

  1. - Desilusionarme
    - Que no me acepten en ninguna congregación
    - Que mi hermano me eche de casa
    - Quedarme sin trabajo

    © ?

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