Gavieras
Aurora Luque
Visor. Madrid, 2020.
El riesgo de tomar como punto de partida a la literatura
clásica, a los manidos mitos griegos, es hacer arqueología, apolillado
neoclasicismo; el riesgo de escribir poesía decididamente feminista, es hacer
feminismo y no poesía.
A Aurora
Luque no le importa correr esos riesgos. En Gavieras nos encontramos con
la olvidada diosa Anfítrite y con Eurídice, con Esquilo y con Safo, con Orfeo y
Medusa; y apenas hay poema cuyo protagonista no sea una mujer: la exiliada
republicana Isabel Oyarzábal en “Monólogo de Isabel sobre los rescoldos de su
libertad”; una viajera de la antigüedad en “Itinerario de Poimenia”; la
napolitana Eleonora Fonsesa en el estremecedor “Reppublica Partenopea”, sin
olvidar “Carta a una joven poeta” o la versión “tuneada” –así la califica el
título-- de una canción de Joaquín Sabina, con todas las referencia masculinas convertidas
en nombre de mujer.
En la
poesía de Aurora Luque, hay un ética y una estética, ambas presentes en cada
poema, hay una lección de vida y un gustoso paladeo de las palabras, un gozarse
con su precisión y su brillo.
Las
palabras y el deseo son las dos alas que mueven a la poeta en “La condición
aérea”, uno de tantos inolvidables poemas del libro. En otro, “Senderuelas”,
“las palabras caminan, / andan, vagabundean y desandan” y no hay magia igual ni
tan seductora “como ese caminar de las palabras, / portadoras de luz, amigas
fieles, / pasajeras y libres”.
A las
palabras y al deseo se añade el viaje, como tercer motor del libro: el viaje
por mar o por aire (“Vivir: escoger rumbos en el aire”) o la simple errabundia
ciudadana. El “Decálogo de la flâneuse” le da la vuelta al tópico
baudelairiano y es la mujer la que pasea y observa la ciudad, no el convencional
objeto de deseo del paseante. El decálogo en prosa tiene algo de catálogo de
buenas intenciones, bordea el riesgo de la prédica antimóvil o anticonsumo,
pero acierta casi siempre a evitarlo con la gracia expresiva: “Descubrir el
placer de no comprar. Tres excepciones: zapatos de andariega con su nube
interior. Un libro de flâneuse para leer en bancos, terrazas, céspedes o
pretiles. Santificarás el sol sobre las páginas bendecidas y abiertas. Y la
moneda para el músico y la música que embellecen las calles. ¿Son los nuevos
altares? ¿Oyes cómo esa música te facilita claves de vuelo figurado sobre las
palmeras?”
“Deambulares”
se titula precisamente la primera parte –la más extensa—de Gavieras. “De
la agenda del duelo”, la segunda. “Envejecer, morir / es el único argumento de
la obra” decía Gil de Biedma y Aura Luque lo va descubriendo en este libro en
el que el “carpe diem” horaciano (que ella convirtió en “carpe noctem”) sigue
presente, pero cada vez más asediado por las sombras.
Hay en “De
la agenda del duelo” algún convencional poema de circunstancias –“Machadiana”,
por ejemplo--, pero también algunos de los mejores momentos del libro, como el
homenaje a la música, tan presente en toda la poesía de Aurora Luque, que
encontramos en “Partículas del don de la ebriedad”: “La música andariega, / con
sus alas plegadas en la espalda, / descalza junto a ti la vida toda, /
harapienta, coronada de rosas, compañera”.
Personal
& político se titula el libro anterior de Aurora Luque. Lo personal y
lo político se entreveran en toda su obra. En Gavieras, un poema, “Rumbo
al Este” puede comenzar con una diatriba contra Donald Trump y continuar escuchando
en Radio Clásica a Maja Vasiljevic hablar sobre el tanbur, “un
instrumento clásico otomano que por la procedencia de sus maderas simboliza un
amplio abrazo fraternal”. El actual problema de los refugiados lo enfoca desde
una poco conocida obra de Esquilo, Las refugiadas: “De todas las
desgracias / elegimos al menos la más noble, / la de huir libremente”.
No niega Aurora
Luque en este libro de madurez ni las sombras del mundo ni las que van
creciendo y oscureciendo el horizonte vital de cualquier vida, pero todavía
pueden más la invitación al viaje, el canto al goce de vivir, al paladeo del
instante. Lo que la poesía le dijo a ella en el poema “Aproar” nos lo dice ella
a nosotros: “Túmbate y mira al cielo. / Vuelve al ciclo del huerto, / vuelve al
mar mitológico. / Da la espalda al vecino vertedero / de datos, ruido y prosa”.
Al comienzo de “Lenguajes vegetales de mi país vaciado” –otro de los poemas
inolvidables del libro-- formula una pregunta con respuesta incluida: “¿Nos
vamos a negar a las flautas de junio?”
Los poemas
de Gavieras traducen “esa gracia del mundo / que es aullido y sonrisa”.
Lo hacen en femenino, singular y plural, pero hablan a todos, nos interpelan
directamente a cada lector.
El hombre sin Dios es más absurdo que un mono.
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