Retratos a medida.
Entrevistas a
personalidades de la cultura española (1907-1958)
Edición e
introducción de Beatriz Ledesma Fernández de Castillejo
Fundación Banco
Santander. Madrid, 2021.
Hay trabajos que son poco propicios al exhibicionismo. El de
entrevistador es uno de ellos. Mala entrevista aquella en la que ocupa el
primer plano. Hay trabajos que resultan tanto más perfectos cuanto más
invisibles. El de traductor, por ejemplo, o el de actor de doblaje. Si lo hacen
bien, deben darnos la ilusión de que no están ahí, de que leemos o escuchamos
la obra original.
En el
editor de un texto literario, como en el corrector, solo nos fijamos cuando se
equivocan. Beatriz Ledesma Fernández de Castillejo, que se ha ocupado de la
edición de Retratos a medida, llama nuestra atención desde las primeras
líneas del prólogo. Baste un ejemplo: se refiere a Galdós como “cronista y
dramaturgo” y considera que tras “su característico estilo directo y coloquial”
ocultaba un “apabullante academicismo”.
Reúne el
volumen más de medio centenar de entrevistas publicadas en la prensa argentina,
fundamentalmente en el seminario Caras y caretas y en los diarios La
Nación y La Prensa, durante la primera mitad del siglo XX. Vaya por
delante que, a pesar de los reparos que se le pueden poner a la editora, vale
la pena el rescate. Hay entrevistas que son auténticas autobiografías, en las
que unas veces el entrevistador se oculta y deja solo las palabras del
entrevistado (es el caso de Lola Membribes entrevistada en 1931) y otras en las que dirige
inteligentemente la rememoración. ¿Cuántas veces habrá contado Baroja lo que
nos cuenta en la entrevista de 1950 firmada por Andrés Muñoz? Pero siempre lo
hace con gracia y con matices nuevos y la leemos como si le escucháramos por
primera vez. De gran originalidad es la entrevista de entrevistas que Vicente
Sánchez-Ocaña le dedica en 1938.
Como a
Baroja, también creemos tener sabido y consabido a Azorín. A muchos, sin
embargo, les sorprenderá su feminismo, su consideración de que “no supera
ningún novelista, en su tiempo, a Emilia Pardo Bazán, ni sobrepuja ningún poeta
a Rosalía de Castro, ni vence ningún pensador a Concepción Arenal”; su larga
enumeración de mujeres notables y dejadas de lado en la historia de la
literatura española; su afirmación de que, en el actual renacimiento literario
(habla de 1951), sobresale la novela, “y en la novela quienes se distinguen son
las mujeres”.
La
modernidad de Azorín –quien para esas fechas ya era considerado por muchos un autor de otro
tiempo-- contrasta con el pensamiento de quien era tenido como uno de los
mayores sabios de su tiempo, el doctor Marañón. “El trabajo es la misión del
hombre. La maternidad es la misión de la mujer”, afirma.“Su feminismo –aclara
el entrevistador--, extraído de la propia biología, establece que la mujer debe
ser madre y nada más. Pero madre con corona de diosa. Los hombres, hombres. Las
mujeres, ángeles… El otro feminismo, el feminismo de oratoria, de barricada y
de polémica con olor a pastillas de menta, que pretende equiparar en todo al
varón y a la mujer, ese quedará relegado a las mujeres con bigote, que quieran
hacer en la vida películas cómicas de cine”.
Ese
entrevistador que tan arcaicamente se explaya es Juan José de Souza Reilly, un peculiar
personaje de la literatura argentina, a quien la editora concede un gran
protagonismo: a él se deben la mayoría de las entrevistas y con una a él
dedicada se cierra la recopilación.
Souza
Reilly, ciertamente, alcanzó notoriedad en fecha tan temprana como 1908 con Cien
hombres célebres (Confesiones literarias), la recopilación de sus
entrevistas en Caras y caretas. En ellas el entrevistador ocupa siempre
el primer plano. “Escrito en
plena juventud –leemos en el prólogo--, con fragancia de pañales nuevos, flota
sobre sus páginas la fragante melancolía de las almas muy viejas. Al escribirlo
no he pensado en el público. He pensado en mí mismo. He extraído de mi
propia carne sensaciones artísticas, y he sacado de mi propio cerebro ideas que
serán malas, que serán crueles, que serán falsas, que serán inútiles, pero que,
por encima de todo, son ideas…”
De ese
libro tan personal, y tan envejecido en su retórica modernista, proceden muchas
de las entrevistas de estos Retratos a medida, aunque la editora, que
conoce el volumen (lo cita varias veces por el subtítulo, no por el título) no
nos lo indica. Como no indica tampoco que dos de las entrevistas que incluye --la
de Zamacois y una de las de Benavent--, fueron recopiladas por su autor, Pablo
Suero, en España levanta el puño (1937), reeditado más de una vez en
años recientes.
Retratos
a media, aunque contiene algunas entrevistas magistrales, o precisamente
por eso, no es más que un frustrado esbozo de lo que habría podido ser. Cuando
se rescatan textos de las hemerotecas, lo primero que hay que hacer es
comprobar si son inéditos o si están ya recopilado en volumen. Hay que tener en
cuenta además –y eso debería ser lo principal-- si siguen conservando algún
valor. ¿Qué interés tiene hoy una inane entrevista a María de Bueno y Núñez de
Prado, al desconocido escultor Torcuato Tasso
--homónimo del poeta italiano-- o a Pilar Millán Astray? Esta última,
por cierto, comienza diciendo: “Si quiere usted que sus lectores me conozcan,
repita estas palabras: Es la hermana del Héroe. ¡Nada más!” Y el entrevistador
–el inefable Souza Reilly—obediente cierra los ojos y evoca las hazañas del
héroe: “Veo, allá lejos, en Tetuán, al fundador de la heroica Legión con la
manga de su uniforme de general totalmente vacía. Perdió un brazo luchando con
los moros. Observo la mirada soñadora y trágica del único ojo que las lanzas
moriscas le dejaron con luz. Miro su cara varonil con los gloriosos agujeros de
los proyectiles. Pienso en su cuerpo roto y descosido de personaje
napoleónico”.
¡Qué gran
libro podría haber sido Retratos a medida si hubiera tenido un editor
adecuado! Sobran y faltan entrevistas. Sobran y faltan explicaciones. Sobran:
en el prólogo, se enumera a los entrevistados que ganaron el premio Mariano de
Cavia; se nos informa de si fueron “académicos de número de alguna o varias de
las Reales Academias españolas” (“destaca el caso de Marañón –se indica en
nota--, que lo fue de cinco de ellas”). Faltan: la entrevista a Juan Ramón
Jiménez termina con unas esplendidas páginas autobiográficas, una de las dedicadas
a Unamuno con un poema entonces inédito y no se nos indica si esos textos se
han publicado posteriormente (con o sin variantes) o si siguen siendo inéditos.
Otra labor
intelectual que solo se nota cuando falta o no hace bien su trabajo es la del
director literario o la del comité asesor de una colección. Retratos a
medida constituye un buen ejemplo de ello.
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