A pájaros
Pablo Antón Marín
Estrada
Impronta. Gijón,
2021.
Todavía hay quien confunde la literatura con la ficción,
pero tan literatura es –o puede ser-- la columna periodística como el poema, la
crónica como el cuento. ¿No hay distinción entonces entre periodismo y
literatura? La hay y no la hay. Las publicaciones periódicas –diarios,
semanarios-- son un contenedor de textos breves o seriados y en ellas caben,
desde sus orígenes, tanto la información noticiosa como la novela por entregas.
Y lo que vale para el papel vale igualmente para los medios digitales: en un tuit
cabe una noticia o un poema: “Unos ojos negros vi. / Desde entonces en el mundo
/ todo es negro para mí”.
Vienen
estas obviedades a proposito del conjunto de prosas dispersas que Pablo Antón
Marín Estrada ha publicado con el título de A pájaros. Marín Estrada
pertenece a la estirpe de escritores españoles bilingües que, aunque cultivan
todos los géneros, han hecho del periodismo el cotidiano hogar de su escritura.
Sus maestros son Josep Pla y Álvaro Cunqueiro, sus coetáneos más próximos el
gallego Manuel Rivas o el vasco Bernardo Atxaga, por no mencionar al asturiano
Xuan Bello, con quien tanto tiene en común.
La primera
sección del volumen se titula “Andanzas”, como homenaje al Unamuno de Andanzas
y visiones españoles. También Marín Estrada circunscribe su deambular a
tierras españolas y portuguesas. No viaja más lejos, sino más hondo, y muestra
su preferencia por los paisajes interiores, por las tierras dejadas de la mano
de Dios.
Son
crónicas llenas de saber etnográfico escritas con la sensibilidad de un poeta.
“Dicen que hay dos sonidos en el monte que, aunque se hayan escuchado una sola
vez, nunca se olvidan: el aullido del lobo y la berrea”, comienza una de ellas.
Con Marín Estrada asistimos a una berrea –esos “cánticos de afirmación sobre la
tierra de los vivos, aunque también podrían ser lamentos de agonía”-- y a la gran
nevada sobre las cumbres cuando en la oscuridad relumbran los ojos de los
lobos, nos embarcamos para la costera del bonito o para avistar aves marinas de
paso hacia sus cuarteles de invierno. “Vistos de cerca con los prismáticos, son
realmente hermosos estos infatigables corredores de los mares”, nos dice de los
alcatraces. Y muy de cerca los vemos en la prosa precisa de Marín Estrada: “La
maniobra de inmersión es perfecta: pliegan las alas como un paraguas, estiran
las patas hacia atrás y con todo el cuerpo en forma de flecha rompen el mar
sumergiéndose por completo para volver a aparecer unos segundos después con el
bocado ya engullido”.
De
vaqueiros, de alfareros, de un ingeniero que llegó a caballo a Grandas de
Salime para crear una central eléctrica que acabó siendo, gracias a su hijo y a
su nieto, un prodigioso monumento, y de un poeta que pasó por Castropol, el distante
Cernuda, nos hablan otras crónicas, de desigual extensión, pero todas en algún
aspecto memorables.
La sección
siguiente, “Almas”, da voz a los sin voz, nos presenta con su propias palabras
a los últimos vecinos de pueblos perdidos. “Heridas” nos habla de las que
todavía sangran en la historia de España, como las fosas comunes, y de otras
olvidadas, como la de los más de mil niños asturianos que en septiembre de 1937
partieron del puerto gijonés del Musel hacia Rusia. El alma se serena en la
sección de “Espectáculos”, donde alternan las fiestas tradicionales con Bob
Dylan o el circense más difícil todavía del Hombre Bala.
“Bastidores”
nos presenta a un puñado de creadores en su lugar de trabajo. Los pintores y
los escultores, Miguel Galano o Herminio, tienen su taller, pero el taller del
poeta, Javier Almuzara, es una cafetería. Marín Estrada sabe contar y sabe
escuchar, las dos cualidades básicas del periodista. De Javier Almuzara recoge
algunos dichos memorables: “Para que el poema me toque el corazón tiene que
apuntar a la cabeza. Si no sabe pensar, no tiene nada que decirme, y si no sabe
bailar no me va a atraer. Un poema es una pareja con la que se puede bailar y
conversar”.
A
pájaros es un libro lleno de paisajes y de gente, un libro al que escuchar
y con el que conversar, es literatura, espléndida literatura sin ficción, una
antología del mejor periodismo.