Madrid 1945
La noche de los
Cuatro Caminos
Andrés Trapiello
Barcelona. Destino,
2022.
Pocos escritores, en la literatura española del último medio
siglo, con tantos talentos, capacidad de trabajo y ambición como Andrés
Trapiello. Ha cultivado todos los géneros y en todos ha querido dejar su marca.
Lo ha conseguido en la poesía, en el artículo periodístico, en la escritura
diarística (hay un antes y un después en los diarios personales tras su Salón
de los pasos perdidos), en la investigación literaria, en el rescate de
autores olvidados. Y no se ha limitado a eso. Conoce como nadie el arte de la
imprenta y, como su admirado Juan Ramón Jiménez, ha renovado el arte de hacer
libros.
En Madrid,
1945, aunque aparece en una editorial que pertenece a uno de esos dos
grandes grupos que monopolizan la edición en lengua española (y no solo), se ha
ocupado de todos los aspectos materiales del libro, como si se publicara en La
Veleta o en su pequeña editorial privada. Un privilegio reservado a muy pocos
autores.
Pero suele
ser un error que un abogado, aunque sea (o se crea) el mejor abogado del mundo,
se defienda a sí mismo. La maquetación de un texto es una guía de lectura y la
de este volumen no facilita la lectura. Las abundantes ilustraciones, con sus
sugerentes pies de foto, interrumpen un texto complejo, lleno de personajes y
detalles, que requiere toda la atención. Habría sido mejor publicarlas todas
juntas en un álbum final (incluso en un volumen independiente). Algunos
lectores, cansados de las continuas interrupciones, pueden dejarlas todas para
el final; otros, lo harán al principio, pero dudo que ninguno sea capaz de ir
entreverando durante mucho tiempo el texto principal y el de las ilustraciones,
salvo que se limite a hojear el libro, que es a lo que parece incitar con su
aspecto de libro de regalo muy ilustrado, como el anterior y exitoso que
Trapiello dedicó a la historia de Madrid.
Cuesta leer
este libro porque es el resultado de una minuciosa investigación histórica,
sobre un hecho poco gustoso de recordar tanto para los derrotados en la guerra
civil como para los franquistas. En 1945, un grupo de militantes comunistas que
no daban por concluida la guerra civil entraron en un local de la Falange y
asesinaron a sangre fría a las dos personas que allí encontraron. Esa “acción
de guerra” consiguió un resultado contrario al que sus organizadores esperaban:
no incitó a la población, o a parte de la población, a seguir luchando en un
momento en que Alemania estaba a punto de ser derrotada, sino que fue
aprovechada por el Régimen para organizar una de las manifestaciones a su favor
más concurridas y clamorosas. Además, la represión consiguiente desmanteló por
un tiempo a la oposición comunista.
El azar, el
seguro azar, quiso que Andrés Trapiello se encontrara con un dossier de la
Dirección General de Seguridad, el “Informe especial nº 48”, sobre el
descubrimiento de imprentas clandestinas y la detención de los “guerrilleros de
ciudad” que habían asesinado a los falangistas en la “subdelegación de Cuatro
Caminos”. El resultado fue la publicación, en 2001, de un libro sobre esos
hechos. Es el que ahora se vuelve a publicar, muy aumentado, convertido
prácticamente en otro, tras complementar la investigación en numerosos
archivos, algunos de ellos inaccesibles en el momento de la primera
investigación.
El
resultado podía haber sido solo una investigación histórica, una tesis doctoral
de esas que se publican en un grueso volumen lleno de notas, bibliografía y
apéndices documentales, que pocos leen. Andrés Trapiello ha querido convertir
ese ímprobo trabajo de historiador en una especie de best-seller, en una obra
de gran público. Ha utilizado para ello sus mañas de veterano escritor, todos
sus virtuosismos en el arte de contar, con continuas apelaciones a Cervantes y
a Galdós. A mi entender, no lo ha conseguido.
Ha
renunciado Trapiello en esta “novela de no ficción” al narrador omnisciente,
aunque no por completo, y lo ha sustituido por lo que yo llamaría un “narrador
entrometido” que se identifica con el propio autor y que no renuncia a sus
obsesiones particulares. Basten uno o dos ejemplos. La peculiar obsesión del
autor contra Azaña rompe la imparcialidad del narrador. Refiriéndose a los
“paseos” —detenciones y
ejecuciones incontroladas— del caótico Madrid de los primeros meses de
la guerra civil, escribe: “Azaña habla de ellos en La velada de Benicarló (acabada
la guerra; de haberlo denunciado antes, acaso no habría ganado la guerra, pero
sí un lugar más airoso en la historia)”. ¡Qué barbaridad!, piensa el lector
medianamente informado antes de seguir leyendo. La violencia incontrolada en la
zona republicana la denunciaron, durante y después, muchos republicanos y no
solo la denunciaron, sino que a menudo la sufrieron. Juan Ramón Jiménez salió
de España, después de un feo encontronazo con milicianos, gracias a la ayuda de
Azaña. También cita Trapiello a Azaña a propósito de unas palabras que Miguel
Maura, ministro de Gobernación, le atribuye en sus memorias exculpatorias, a
propósito de la quema de conventos en mayo de 1931: “Todos los conventos de
Madrid no valen la vida de un republicano”. Añade Trapiello una algo infame
coletilla: “Y los que no son republicanos, parecía insinuar, aun si se les
quema vivos, ¿qué nos importa?”. ¡Azaña,
el Azaña de “paz, piedad y perdón”, convertido en el peor de los chequistas y
de los inquisidores! Olvida Trapiello, por otra parte, que el gobierno
provisional de la República, en esa fecha, estaba presidido por Niceto Alcalá
Zamora, no por Azaña, y que por lo tanto serían este y Miguel Maura, católicos
ambos, los responsables de la inacción cuando la quema de conventos.
Afortunadamente,
la intervenciones partidistas de Andrés Trapiello en este libro contrastan con
un encomiable afán de imparcialidad, de denunciar la barbarie de unos y de
otros, de defender a las víctimas y combatir a los verdugos de cualquier bando.
Pero no puede evitar que el riguroso historiador que quiere ser deje asomar de
vez en cuando al impetuoso libelista que también es. En uno de sus extensos
pies de foto, habla del “gobierno de España, una coalición de socialistas y
comunistas, apoyados por los nacionalistas vascos, golpistas catalanes y
antiguos terroristas de Eta”. Sin comentarios.
Algún
comentario merece, sin embargo, un hecho que todos los historiadores
desconocían y que él sabe porque se lo ha contado Clemente Auger, “sesenta años
después”: en el Madrid de 1945, como en el Madrid de antes de la guerra, se
celebraban manifestaciones de niños comunistas, con gritos contra el fascismo y
pancartas con vivas a Rusia. Se peleaban con ellos los niños del Frente de
Juventudes, de los que Auger entonces formada parte. Andrés Trapiello da por
cierta, sin más pruebas, esa increíble información.
Podía
pensarse que la discrepancia con este libro —que, por otro lado, supone una investigación excepcional—
es solo, o principalmente, ideológica. No hay tal. Lo que tiene de obra
histórica y lo que tiene de obra literaria no maridan demasiado bien, el
escritor —con sus continuas interferencias— ha entorpecido la labor del
historiador. Parecen sobrar buena parte de los guiños y trampantojos más o
menos cervantinos (hablar de que un personaje lee “este libro”, en lugar de “la
primera edición de este libro”, por ejemplo), mientras que se echa de menos un
mayor desarrollo de los aspectos que tienen que ver con la propia
investigación, tan apasionante como los tristes hechos investigados. Al final
del libro, hay una notas sobre los personajes. En la dedicada a Mercedes Gómez
Otero, Merche, uno más fascinantes, leemos: “Terminó su vida en una residencia
de ancianos. En los tomos del Salón de los pasos perdidos hay rastros de
nuestras conversaciones, así como de muchas pesquisas y entrevistas con algunos
de los supervivientes y testigos de esta historia”. ¿Pretende Trapiello que los
lectores de Madrid, 1945 se pongan a rebuscar entre los miles y miles de
páginas, sin índice alguno, de su diario para encontrar el rastro de esas
“pesquisas y entrevistas”?
Un editor profesional le habría
dicho que todo ese material, adecuadamente reescrito y desarrollado, debería
formar parte de este volumen, para convertirlo en una “quête”, que diría su
amigo Juan Manuel Bonet, en el que la búsqueda tiene tanta importancia como el
hallazgo. Pero el que Madrid, 1945 no sea la gran obra que hubiera
podido ser (y que en ella se entrevé), no impide reconocer el titánico esfuerzo
del autor por aclarar unos hechos que desde ningún lado del espectro ideológico
había mucho interés en aclarar.
Aparte de las "morcillas" ideológicas que Trapiello introduce a toro pasado (y que no estaban en la primera edición) el libro resulta algo indigesto por dos motivos: las fotos (extraordinarias por otra parte) con sus oportunos pies colocadas de tal modo que interrumpen la lectura, como.observa JLGM, y el prurito del autor por contar cada detalle de las peripecias de estos desgraciados diríamos que en tiempo real como esas películas en las que el tiempo de la narración es el mismo que el tiempo cronológico, sin elipsis. El resultado es que uno (es mi caso) se pierde y se aburre en ese bosque de nombres, traiciones, torturas de los sociales, aderezadas con pullas ideológicas del autor. Coincido totalmente con JLGM. ¡Qué pena de obra maestra malograda! La primera edición me pareció la versión hispana de "A sangre fría". Esta podría haberla superado con creces. Lo dicho: una pena
ResponderEliminarDesconocía que el Sr. Trapiello fuese un historiador profesional y solvente.
ResponderEliminarEs un libro que deslumbra y entristece, que hace abrir los ojos frente a interpretaciones falaces. Las ilustraciones dan fehaciencia a la historia porque la barbarie resulta difícil de creer venga de donde venga. La historia se enriquece con la búsqueda, el hallazgo, el relato y la prosa del autor. No me gusta tildar a los libros de obras maestras porque detrás siempre aparece el pero de alguien que lo denomina así para poder criticarlo. Junto a "Las armas y las letras" retrata a España y la desnuda a un tiempo. Sólo se me ocurre dar la gracias al autor y dejar que pase el tiempo para poder releerlo.
ResponderEliminarLeí este libro en su primera edición de 2001 y me deslumbró. Su estilo, la capacidad para recrear el sombrío Madrid de 1945, una limpieza intelectual capaz de entender las acciones asesinas y suicidas de unos personajes maltratados por la historia junto con la denuncia de las barbaridades de unos y otros. Recuerdo que Trapiello aludía al terror revolucionario de 1936 recordando un verso de León Felipe de su poema "La insignia" (1937): "Los guerrilleros criminales de la retaguardia ciudadana." O sea, que sí, que los republicanos, o algunos republicanos, sí condenaron el llamado terror rojo. Y en cuanto a los métodos de los represores franquistas, Trapiello los comparaba con la Gestapo. A mí me pareció apasionante esta investigación sobre Vitini y la célula comunista de Madrid. Trapiello hacía comentarios extraordinarios de las fotos policiales de estas personas, comparándolas con las de Robert Capa. Pero esta nueva versión del libro no la pienso comprar ni leer. Por lo que nos cuenta JLGM, Trapiello, cada vez más adentrado en posiciones políticas reaccionarias, se nos pone estupendo y multiplica su intromisión abusiva en los hechos que cuenta (el mejor método para deformar una reconstrucción histórica por documentada que sea). En mi opinión, el excelente escritor que es Trapiello tiene un ego fenomenal que le lleva a creer que a descubierto, o reescrito, la historia contemporánea de España. No es así. A su indiscutible maestría literaria une arbitrariedades que quiere hacer pasar por hechos, lo que es insoportable para cualquier lector crítico. Encima, sus libros digamos de investigación están plagados de errores inadmisibles, chismorreos e interpretaciones disparatadas. Sería bueno que separara de sus trabajos histórico-literarios, apasionantes pese a todo, las bobadas con las que últimamente se prodiga, y las sirviera en plato aparte (solo para incondicionales o fachas; el resto abstenerse); por ejemplo: "Azaña, Alberti y Aub: tres escritores resentidos, mediocres y adalides de la violencia y el terror" o "Mis páginas fascistas favoritas: en ellas está la mejor prosa española." Así sabríamos a qué atenernos, seleccionar y disfrutar de Trapiello sin la obligación de tragar sus patochadas ideológicas. Porque Trapiello entero resulta bastante indigesto.
ResponderEliminarResulta divertido que hables de lo que “un editor profesional le habría dicho” o recomendado hacer a Andrés Trapiello para que MADRID 1945 se convirtiera en “una gran obra”, es decir, en el libro que tu hubieras querido que se hiciese o que tú hubieras querido escribir. Ese “editor profesional” (que tanto se parecería al pequeño dictador ilustrado con el que, por momentos, te identificas) no existe en el actual mundo editorial español. O eres en realidad tú, que no eres editor. En cualquier caso, cuando te interesa, eres todo un maestro idealizando, por ejemplo, a los “editores profesionales” y presentándolos tal como tú los imaginas. Y si no, recomiéndame a alguno, por si pudiera contratarle.
ResponderEliminarEn esta vida, José Luis, casi todo es opinable menos los hechos. Uno de los puntos que más parecen haberte molestado tiene que ver con lo que Trapiello dice de Azaña (del que, por mi parte, soy un gran admirador) y la quema de conventos en mayo de 1931. Tú concluyes tu alegato diciendo: “Olvida Trapiello, por otra parte, que el gobierno provisional de la República, en esa fecha, estaba presidido por Niceto Alcalá Zamora, no por Azaña, y que por lo tanto serían este y Miguel Maura, católicos ambos, los responsables de la inacción cuando la quema de conventos”.
ResponderEliminarQuien olvida o no sabe, en este caso, eres tú. Azaña era por entonces el presidente del Gobierno Provisional de la República y directo responsable político de todo lo que pudiera suceder. Alcalá Zamora no juró el cargo de presidente de la República sino el 11 de diciembre de 1931.
Respetar los hechos (y lo hecho) es importante, José Luis.
De uno de los personajes de su libro, anota Trapiello el muy sabroso dato complementario siguiente: “Terminó su vida en una residencia de ancianos. En los tomos del Salón de los pasos perdidos hay rastros de nuestras conversaciones, así como de muchas pesquisas y entrevistas con algunos de los supervivientes y testigos de esta historia”. Tú, José Luis, en lugar de agradecérselo como el regalo, como la propina, como el pilón o la ñapa que es, le recriminas amarga y amargada o acerbamente: ¿Pretende Trapiello que los lectores de Madrid, 1945 se pongan a rebuscar entre los miles y miles de páginas, sin índice alguno, de su diario para encontrar el rastro de esas “pesquisas y entrevistas”?
ResponderEliminarCualquier lector de Crisis de papel está autorizado a decirte, según eso: José Luis García Martín ha escrito en este blog sobre 3487 libros, ¿pretende que nos los leamos todos? ¡Qué cabrón!
Pero no, nadie va a pensar que tu “discrepancia con este libro…es solo, o principalmente, ideológica”. ¡Qué va! ¡Qué disparate! ¡Quién va a pensar nada parecido!
Supongo que García Martín replicará o lo habrá hecho ya: en mayo de 1931 Azaña era ministro de "Guerra". Quien se equivoca es Linares, "editor"de una, por otra parte excelente, "biblioteca de la memoria".
ResponderEliminarYa hay respuesta al error --importante-- de Abelardo Linares sobre quién era en mayo de 1931 el Presidente del Gobierno Provisional de la República.
ResponderEliminarPor otra parte, a referencia a los libros comentados en Crisis de Papel es un poco absurda. Fácil resulta localizar lo que he escrito sobre cualquier autor (hay índices y ni siquiera es necesario recurrir a ellos: basta teclear en google). Nada que ver con la alusión a unas páginas entre las miles de páginas del diario de Trapiello. Conviene pensar antes de replicar y --sobre todo-- leer el libro reseñado para ver el fundamento de mis objeciones.
[Andrés Trapiello no puede subir un comentario y me lo envía por correo electrónico para que lo haga yo.]
ResponderEliminarMucho menos generoso que Abelardo Linares, no tengo el menor interés en enseñar al que no sabe, si el que no sabe eres tú. Ahora, curiosidad tengo mucha: ¿rectificarás en tu reseña el error (o la ignorancia) sobre Azaña (en la edición digital al menos), como sería tu obligación, o lo dejarás tal cual como prueba de la mala intención que te ha movido al escribir tu reseña?
Gracias y disculpa las molestias.
Andrés Trapiello
Yo mis errores los rectifico siempre, en cuanto se me indican, amigo Andrés, y agradezco que me los señalen. Pero no tengo constancia de ese error que me indicas. En mayo de 1931, como es bien sabido, el presidente del gobierno provisional de la república era Niceto Alcalá-Zamora.
ResponderEliminar[Andrés Trapiello, que sigue sin saber poner los comentarios directamente, me dice que lo de Abelardo fue un lapsus y que quiere que ponga lo siguiente:]
ResponderEliminarAzaña era ministro, en efecto, no presidente, pero como tal responsable de la política de su gobierno, por acción u omisión. Como lo fue políticamente, ya como presidente, del asalto a la cárcel modelo en el 36. Y de las checas. ¿Quién si no? ¿El maestro armero? En cuanto al asunto de La velada en Benicarló. Que yo sepa Azaña nunca, hasta donde yo sé, manifestó públicamente, y con su firma, durante la guerra y con el mismo ardor que en esa obra, el terror republicano (no por testimonios a terceros generalmente posteriores a la guerra). AT.
Lo de Abelardo será un lapsus, amigo Andrés, pero lo tuyo es una obsesión. Una vieja obsesión. Lee a Joaquín Arrarás, lee a la prensa de la derecha durante la república, ellos también pensaban que Azaña era un monstruo, capaz de cualquier barbaridad. Seguro que, a escondidas, dejaba cada noche el Palacio Nacional y se paseaba por las checas babeando de placer mientras torturaban a inocentes.
ResponderEliminarExiste un libro de 1937 o 1938 titulado "Azaña y ellos: cincuenta semblanzas rojas" de Francisco Casares en donde se llama a Azaña "aborto de las logias", "basura flotante", "oruga repulsiva" o virrey "de las checas satánicas." Por lo visto, casi cien años después la derecha sigue repitiendo las mismas infamias. No existe la menor prueba documental que permita asociar a Azaña con el terror rojo. Más bien, Azaña estaba horrorizado con los crímenes que se producían en su retaguardia (pensó en dimitir). Era un presidente impotente (amortizado, según él) ante una explosión revolucionaria consecuencia del golpe de Estado militar. Lo de convertir a Azaña en un monstruo de crueldad fue la estrategia utilizada por la derecha para desacreditarlo desde el principio. Por ejemplo, fueron los fachas quienes se inventaron la frase apócrifa de "tiros a la barriga" cuando Casas Viejas en enero de 1933. Exactamente, el militar fascista Bartolomé Barba. Jamás Azaña pronunció semejante frase. Que todavía se intente enlodar la memoria de Azaña con crímenes en los que no tuvo ninguna responsabilidad y encima repudió resulta sorprendente.
ResponderEliminarLo siento, José Luis. Resulta verdad que Nicolás Zamora fue el presidente del Gobierno Provisional de la República. Mi lapsus o equivocación se debe, primero a que solo fue nombrado presidente de la República en diciembre del 31. En segundo lugar, a que los republicanos desde Azaña a la Izquierda nunca le hicieron gran caso ni le tuvieron mayor respeto a Alcalá Zamora. En tercer lugar, a que el gobierno provisional actuó siempre de manera colegiada y el cargo de Alcalá Zamora fue siempre un cargo muy poco efectivo, por ser él hombre con muy poca capacidad de convicción y de mando. Por último, a que indudablemente el alma de ese gobierno provisional fue Manuel Azaña. De ahí mi error en el recuerdo sobre el cargo que ocupaba este.
ResponderEliminarPara ti, José Luis la responsabilidad de la quema de conventos recae sobre los católicos Alcalá Zamora y Miguel Maura, que la tuvieron, sin duda, por los cargos que ostentaban y para nada sobre Manuel Azaña. Pero al ser un gobierno reconocidamente colegiado, la responsabilidad fue al final de todo él. Con el diminuto o gigantesco matiz de que siendo Azaña el hombre de más peso en dicho gobierno y habiendo él amenazado con dimitir si se reprimía a los incendiarios, su responsabilidad histórica es absoluta. Lo que no quiere decir que no haya muchos que piensen que lo que no hizo Azaña no estuvo nada mal, por mirar la cosa desde un punto negativo, es decir, positivo.
Esto me recuerda una anécdota que cuenta el anarquista Pedro Vallina sobre Fermín Salvochea, que fue Gobernador Civil de Cádiz durante la Primera República, para encarecer y elogiar su hombría de bien (anécdota que les retrata muy bien a los dos, del mismo modo que la total exculpación de Azaña “retrata” también a García Martín). Una comisión ciudadana fue a ver a Salvochea para contarle que se habían quemado en los disturbios todas las iglesias de Cádiz menos una y que, por favor, que hiciera algo. En cuanto se fue la comisión, lo que hizo Salvochea (como buen anarquista, en la opinión de Vallina) fue mandar a un grupo de los suyos a que quemara esa iglesia que faltaba, antes de que fuera tarde.
Abelardo, Abelardo, cuando uno se equivoca, rectifica y no sale por la tangente. Ahora, para no rectificar, conviertes a Alcalá Zamora en un pelele. Pues lee, lee y verás que intervino en los gobiernos republicanos todo lo que su cargo le permitía y más. Yo no exculpo a Azaña de nada, dije solo que atribuirle en la quema de los conventos la responsabilidad principal es un error. Y lo es. Eso se admite, se piden disculpas. Y punto. A otra cosa. Y suponer que él pensaba que a los no republicanos se les podía quemar sin problemas es una infamia digna de cualquier Arrarás.
Eliminar[Repuesta de Andrés Trapiello]
ResponderEliminarNo me hace falta leer a Arrarás, pero tú igual deberías leerme a mí. Admiro a Azaña tanto como tú. Y así lo he escrito cien veces. Lo que no impide que reconozca sus errores políticos (como también los reconoció su amigo Chaves Nogales).
Estimado Sr. García Martín:
ResponderEliminarDice en su reseña:
"habla del “gobierno de España, una coalición de socialistas y comunistas, apoyados por los nacionalistas vascos, golpistas catalanes y antiguos terroristas de Eta”. Sin comentarios."
Independientemente de que a uno le guste más o menos la composición del gobierno,¿se dice algo contrario a la verdad,sin eufemismos balsámicos o interesados?
Dicho esto, le agradezco su admirable e ilustrativo blog,que sigo puntualmente.
Teniendo en cuenta mi admiración por Trapiello, por Linares y por usted comprenderá que me siento aquí ahora como un cochino en un charco.
José Mª Pérez García
Jerez de la Frontera
Al fin puedo comentar directamente desde el ordenador. Desde el móvil, imposible. Disculpa las molestias. Solo esto ya, y me retiro.Como sucede a menudo con los «hilos» de tus cometas, nos hemos alejado del asunto. Resumo: te pasa últimamente con la mayoría de mis libros, según tú, «obras maestras» (de haber sido tú quien las editara; sin tu mediación, «obras maestras fallidas»). Bien está. Eres capaz de elogiar un libro antiguo que denotaste en su día si te permite denostar el mismo libro en edición reciente. Las objeciones que le pones a este (como las que pusiste en su día a Las armas y las letras, la traducción del Quijote, el Rastro o Madrid) me han parecido casi siempre chorradas; en este, las formales (las fotos) o las de fondo (lo de Azaña que, en relación al conjunto de un libro de quinientas páginas ocupa una línea, lo ha despachado Abelardo sobradamente). En cambio nunca he visto que te ocuparas con la misma minucia en las virtudes que también dices haber visto en todos ellos. Por eso te decía en un privado que, agradeciéndotelos, tus elogios o tus reparos me parecen cosa de poco valor o que yo desgraciadamente estimo en poco. En fin, que contigo me pasa siempre lo mismo. A los cinco minutos acabo preguntándome de qué estamos hablando, y aburriéndome. Hasta la próxima, pues, en que vuelva a picar. Espero que pasen años. Cuídate.
ResponderEliminarQué mala educación la de Andrés Trapiello, qué mal le sientan las críticas. Si a los cinco minutos se aburre, lo que que debería hacer es no participar en un debate al que nadie le ha llamado. Y encima se despide diciendo que espera que pasen años antes de que vuelva a picar. Yo lo que espero es que estas presiones no hagan mella en la labor crítica de JLGM. Sus objeciones a algunos de los libros de Trapiello me parecen muy pertinentes y las comparto en general.
EliminarJosé Luis, dices ahora: “Yo no exculpo a Azaña de nada, dije solo que atribuirle en la quema de los conventos la responsabilidad principal es un error. Y lo es. Eso se admite, se piden disculpas. Y punto.”
ResponderEliminarPunto, no, no dijiste eso. Lo que tú decías, lo que tú has dicho, lo que dices hace nada en tu reseña es: “el gobierno provisional de la República, en esa fecha, estaba presidido por Niceto Alcalá Zamora, no por Azaña, y que por lo tanto serían este y Miguel Maura, católicos ambos, los responsables de la inacción cuando la quema de conventos.”
No matizaste “solo”, no señalaste en ningún momento “la responsabilidad principal”. De acuerdo a lo que tú mismo has escrito, lo que exactamente haces es exculpar explícitamente a Azaña y señalar como responsables a Alcalá Zamora y Miguel Maura, que también lo son (pero eso haría parte de otra discusión).
Es grave (bueno, relativamente grave en tu caso) que en la misma página en la que dices claramente una cosa asegures poco después que has dicho otra muy distinta. Un espectador imparcial podría llegar fácilmente a la conclusión de que mientes (innecesariamente, porque la mentira parece flagrante) o que a lo que tú dices le das una importancia igual a cero...cuando te conviene. Yo, como te aprecio desde hace 45 años, a pesar de ser tu editor, no te creo capaz de mentir por gusto.
Mentir, qué palabra. Y con qué ligereza se usa. Basta saber leer para entender adecuadamente: Si hay que cifrar en un nombre la responsabilidad de la quema de conventos, aparte de la genérica de todo el gobierno, hay otros antes que Azaña: Miguel Maura (responsable de Orden Público) y Alcalá Zamora, presidente del gobierno. Los dos católicos practicantes, por cierto. Eso es todo. Y no hay que marear más la perdiz, amigo Andrés. Lo que tú hiciste es como acusar a Miquel Iceta de ser el principal responsable de la tragedia de Melilla. Hombre, no, antes están Marlaska y el presidente del Gobierno.
EliminarPerdón, dije "amigo Andrés" cuando debía decir "amigo Abelardo". Pero en lo de marear la perdiz sospecho que tanto monta, monta tanto, aunque Andrés ya se ha retirado del falso debate (muchas gracias), basado en un error de Abelardo (ignorar quién era el jefe del gobierno en mayo del 31).
EliminarHay que estar un poco despistado, o estar muy obsesionado con Andrés Trapiello o tener una poquita de mala fe intelectual para comparar o para igualar el Azaña triunfante y el Azaña derrotado, el más exultante con el más deprimido. El Azaña de 1938, que acepta la derrota, que está deprimido e inmensamente cansado y decepcionado y que quiere una paz a cualquier precio y que está dispuesto a hacer tabla de todas las barbaridades cometidas por Franco y demás golpistas y el Azaña de mayo de 1931, el aclamado, el jefe (llamémoslo así) de la Revolución Española, el destinado a reformar el ejército, la educación, la economía, el Estado español entero, el que sabía que solo él, razonablemente, tenía en España cabeza para realizar todo eso. Y también el que pensaba en mayo de 1931 que, pese a todas las dificultades: 1º, la República estaba definitivamente asentada. 2º, que la República solo podía estar legítimamente gobernada por republicanos de toda la vida. 3º Que no se podía manifestar debilidad, que no había que hacer ninguna concesión a la oposición, especialmente si era de las derechas.
EliminarBorges solía decir que los peronistas no eran buenos ni malos, que eran incorregibles. Tú, José Luis, eres cada vez más peronista. Cuando se te critica algo, no acostumbras, que yo recuerde, a ofrecer nuevos argumentos. Lo que haces es dar la callada por respuesta o retorcer tu viejo argumento o volver a repetirlo sin más o decidir que hay que pasar a otra cosa. Vamos, que dejemos de darle anís a la perdiz, que está ya muy mareada. Como dicen los niños, es muy “cansador” discutir contigo. Comparar el Gobierno Provisional de la II República con el actual Gobierno de Pedro Sánchez es tan tonto como compararlo con el anterior Gobierno de Mariano Rajoy o con cualquier otro que esté ahora mismo gobernando en el mundo.
EliminarMiguel Maura, el hijo de Antonio Maura, era jefe republicano a título personal dado lo diminuto de su partido. Por ser el más conservador del gabinete, tenía muy poca fuerza en el Consejo de ministros. Pero fue siempre leal y firme ejecutor de lo que decidiera el Gobierno. Por su parte Alcalá Zamora, resumiendo mucho, fue presidente del Gobierno Provisional y luego presidente de la República más que por sus méritos, porque no tenían a nadie mejor a quien nombrar. Azaña, que era despectivo con casi todo el mundo, con la excepción quizás de Indalecio Prieto, le llamaba “el botas” en sus diarios, lo que muestra a las claras su afecto por él, e insiste mucho en su general ignorancia. Pero Alcalá Zamora, que fue un político débil, no era ningún tonto.
Eliminar. He leído un buen puñado de artículos suyos, bien jurídicos (en la revista Las Leyes) o bien literarios (En las revistas Leoplán y ¡Aquí Está!) escritos durante su exilio en la Argentina y no estaban nada mal, sabía de lo que hablaba. La prueba de la perenne debilidad política de Alcalá Zamora puede verse en su destitución como presidente de la República a principios de 1936, uno de los sucesos más infravaloradas y de más graves consecuencias de todo el periodo republicano. Bastó con que Azaña y Prieto (a pesar de la oposición de Largo Caballero y buena parte del Partido Socialista) se pusieran de acuerdo. Alcalá Zamora no pudo hacer nada y el suceso pasó relativamente desapercibido, pese a sus terribles consecuencias históricas.
EliminarTú no tienes en cuenta que, aunque el primer gobierno fuera teóricamente colegiado, en la práctica, el auténtico hombre fuerte en el Consejo de ministros y en los pasillos del poder era Manuel Azaña, gracias a su prestigio intelectual y sus excelentes relaciones con el socialista Indalecio Prieto, que era también, por entonces, muy fuerte en su partido.
EliminarTodo esto es ampliamente conocido por los historiadores, de ahí que sea general la opinión de que la desgraciada o feliz quema de iglesias a lo largo de toda España en mayo del 36 tiene como principal responsable a Manuel Azaña y en menor medida al conjunto del gobierno.
Pero si el reconocido historiador José Luis García Martín, que de todo sabe y nunca se equivoca dice otra cosa…
Por cierto, tienes una imaginación portentosa. Comparar a Manuel Azaña con Miquel Iceta es algo que nunca se me hubiera ocurrido (puede que ni a mí ni a nadie). Tampoco sabía yo que tuvieras en tan alta estimación intelectual a nuestro ministro de cultura y deportes. Te lo digo porque alguna vez me has confesado que para ti los dos políticos más preparados y valiosos del siglo XX son Manuel Azaña y Valentín Rodríguez Zapatero, cada uno en su momento. En eso (espero recibir tu aprobación), estoy del todo de acuerdo contigo en un 50%.
Acotación a la entrada de las 8,59. Dices que me salgo por la tangente. Pero ni me salgo por la tangente ni me salgo por la hipotenusa. Y tú mismo me das razón al reconocerme que continúo hablando de Alcalá Zamora cuando estábamos discutiendo sobre Alcalá Zamora. Además, por escribir como tú con frases ya hechas: o “sigo mareando la perdiz” o “me salgo por la tangente”. Las dos cosas, a la vez, son imposibles por contradictorias. Pero tú, para que me entiendas, sigues “erre que erre”.
EliminarEn este país, como en el de Chaves Nogales, faltan trapiellos que buscan la concordia y sobran antonios y zapateros que reescriban una historia que no sea un cuento de maniqueos. La guerra civil española no fue un cuento de buenos y malos que se reescribe para usarla en el presente. Gracias Andrés Trapiello por todo lo que has hecho y todo lo que haces.
ResponderEliminar“gobierno de España, una coalición de socialistas y comunistas, apoyados por los nacionalistas vascos, golpistas catalanes y antiguos terroristas de Eta”. Sin comentarios."... efectivamente, la verdad se comenta sola.
¿Y qué pinta una opinión (¿obsesión?) personal de 2022 en un libro sobre un hecho de 1945?
EliminarHablas en tu reseña de “obsesiones particulares”, pero no para referirte a tu constatable y muy particular obsesión con el autor, Andrés Trapiello, sino para atribuirle a Trapiello una supuesta obsesión particular con Manuel Azaña.
ResponderEliminarTerminas diciendo: “¡Azaña, el Azaña de “paz, piedad y perdón”, convertido en el peor de los chequistas y de los inquisidores!” frase tuya a la que conviene especialmente el dicho: “A mal Cristo, mucha sangre”. Porque nunca ha llamado Trapiello chequista ni inquisidor Azaña y tampoco el Azaña de esa frase, el Azaña de julio de 1938 es el Azaña del verano del 36 (como tampoco entonces era ya el Azaña de mayo del 31).
Un apunte curioso: la propaganda franquista acusaba, a toro pasado, que la principal responsabilidad de don Miguel Maura es indudable por haber tolerado que las turbas se hicieran dueñas de Madrid. Por otra parte, el historiador Vicente Cárcel Ortí (nada sospechoso de ser un recalcitrante bolchevique), p. ej., también le señala como el «máximo responsable de los hechos».
ResponderEliminarAbelardo, Abelardo, ¿vale la pena seguir?
ResponderEliminar1/ Cuando uno mete la pata, procura sacarla con elegancia y pedir disculpa. Tú señalaste mi error al hacer a Alcalá Zamora jefe del gobierno en mayo de 1931 y arrastraste a ese error a alguien tan experto como Andrés Trapiello que me pidió que rectificara un poco vehementemente (en lo publicado y en los correos particulares, donde no cabe duda de que se tragó tu lapsus).
2/ Toda la prensa de derechas (lee, lee) durante la república acusó a Miguel Maura (y no a Azaña) de ser responsable de la quema de conventos. Lee un libro que acabas de publicar sobre la amnistía de 1934 y encontrarás abundantes testimonios.
3/ El gran prestigio de Azaña como político no existía antes de llegar al gobierno, se fue creando durante esos primeros meses y después de ser nombrado presidente del gobierno por arreglos varios entre partidos.
4/ Lee las memorias de Lerroux y te darás cuenta del papel que tuvo Alcalá Zamora durante la república (para él, fue el causante de todos los desastres con su intromisión constante).
5/ ¿Estoy obsesionado con Andrés Trapiello? Hombre, es que el autor del libro que motiva esta reseña y este debate.
6/ Trapiello ha dicho --textual, en un comentario anterior-- que Azaña es responsable del asalto a las cárceles en el 36 y de las checas, y en su libro --lee, si no el libro, al menos mi reseña-- afirma que una frase de Azaña que le atribuye Miguel Maura (claramente para tratar de quitarse los conventos de encima) insinúa que a Azaña no le importaría que a los que no son republicanos se les quemase vivos. Si eso no es compararle con los inquisidores, que venga Dios y lo vea (valga la frase hecha).
7/ Abelardo, Abelardo, conviene leer con atención antes de replicar. Y entender lo que se lee. Miquel Iceta no se compara con Azaña por su cultura, sino para señalar lo absurdo que sería acusarle de la tragedia de Melilla con el pretexto de que las decisiones del gobierno son colegiadas y no mencionar ni a los otros ministros ni --lo que es más grave, y es lo que AT y tú hacéis-- ni a Marlaska ni a Pedro Sánchez, que serían los equivalentes hoy de lo que en mayo del 31 eran Maura y Alcalá Zamora (esto lo aclaro porque parece que no entiendes muy bien las comparaciones).
¿Pasamos a otro tema? Constantino Bértolo, por ejemplo.
Jose Luis, eres un poco contradictorio. Dices que quieres para el tren y no haces otra cosa que echarle más madera a la caldera. Te preguntas si vale la pena seguir y añades al momento siete párrafos más. ¿Será retórica o empecinamiento?
ResponderEliminar1/ Me encanta que traigas a colación la “elegancia”, tan recomendable en todo debate. Pero me sorprende que te hagas el loco y me sigas recomendando que pida yo disculpas, cuando ya te pedí disculpas en la anotación de las 00,21 del seis de noviembre, ayer mismo. Te decía allí: “Lo siento, José Luis. Resulta verdad que Nicolás Zamora fue el presidente del Gobierno Provisional de la República.” Y te lo vuelvo a repetir ahora: Me equivoqué y pido disculpas por mi equivocación. Pero supongo que mi error no conlleva pena de cárcel, ni coroza y sambenito y que puedo seguir llevándote la contraria y no callar para siempre.
2/ Me encanta también que me conmines o emplaces a leer y leer. Pero ten paciencia, porque aún estoy aprendiendo. Hay opiniones para todos los gustos, pero reconozco que bien pudiera ser que no solo una parte de la prensa de derechas, sino toda la prensa de derechas y también toda la prensa de centro y toda la de izquierdas digan lo que tú dices que dicen y que también lo digan todos los historiadores que han estudiado luego el asunto. Será que todo es una ocurrencia mía. Perdóname por ello.
3 y 4/ Disculpa, pero me parece que confundes prestigio y popularidad. Yo, en mi ignorancia, he llegado a creer que la popularidad de Azaña en abril de 1932 era mucho mayor que su popularidad en abril del 31, tanto entre los que le votaban como entre los que nunca le votarían; pero que su prestigio de 1931, entre las fuerzas políticas que apoyaban la República era ya gigantesco. ¡Locuras mías!
ResponderEliminar5/ No hablaré yo de tus obsesiones. Para eso tendrías que hacer tú un referéndum o una encuesta anónima entre los lectores de caféarcadia y crisisdepapel. O mejor: no la hagas.
6/ De las cosas que te ha insinuado Trapiello, tienes que hablarlas con Trapiello. Yo no pienso decirte nada insinuante.
7/ ¡Y vuelve el burro a la noria! Se compara lo comparable. El quid de todo el asunto Azaña está en el ya mentado prestigio de Azaña, en el posible peso político de Azaña en el Gobierno provisional. Si tú piensa que, por entonces, Azaña, además de no tener el cargo adecuado, no tenía tampoco ni el peso político ni el prestigio suficiente para que su opinión y criterio fueran decisivos en el asunto de la quema de conventos, está todo dicho.
Pesadito, Abelardo. No vamos a medir el prestigio de Azaña en mayo de 1931, en cualquier caso era menor que el que tendría pocos meses después. Y eso de que su opinión fue decisiva es una opinión tuya que no se basa en ninguna prueba, solo en una frase con la que Miguel Maura trata de quitarse de encima el sambenito de haber permitido la quema de conventos.
ResponderEliminarYa que propones cambiar de tema y hablar de Constantino Bértolo… hablaremos de Bértolo, ya que nunca de menos has dicho más. De él, a propósito de su libro “Una poética editorial” afirmabas, ni más ni menos, que “pocas veces podemos contar con un interlocutor tan lúcido y fértil” y que “sabe bien de lo que habla, tiene ideas muy claras sobre la edición”.
ResponderEliminarTan claras tiene las ideas sobre el mundo editorial y la historia universal del libro que una de las primeras cosas que nos cuenta (pag. 8) es que “la actividad editorial nace ligada a la aparición de la escritura” y aún sigue insistiendo en la misma idea en la página 29: “La figura del editor, tal y como la conocemos, nace ligada a la aparición de la escritura”. Es decir, que la industria editorial nació más o menos en la ciudad de Ur, en Mesopotamia hace más de 5.000 años.
En la página siguiente, la 9, se plantea Bértolo el dilema de si los mesopotámicos, al inventar “la actividad editorial” crearon la empresa de tipo industrial o la bautizada más tarde como empresa de servicios: “Como tal empresa cabe preguntarse si la actividad editorial ha de ser incluida en el sector industrial o de servicios. En sus orígenes entiendo que la tarea editorial parece encuadrarse, de manera adecuada, dentro de lo que hoy llamamos empresas de servicios. Al servicio de los escritores.”
ResponderEliminarEl editor Bértolo razona, tal como leemos, que ya que la actividad editorial está, porque debiera estarlo, al servicio de los escritores, la empresa editorial no tiene más remedio que ser una empresa de servicios. En el mismo sentido, cabe concluir que las industrias automovilísticas, por poner un rápido ejemplo, son también empresas de servicios, ya que están obligatoriamente al servicio de los automovilistas. Del mismo novedoso modo, si las empresas editoriales están al servicio de los escritores, no puede caber duda ninguna de que los panaderos están al servicio de los cereales.
Je, je. Cada Abelardo con su Bértolo.
EliminarQuien quiera comprobar la "peculiar obsesión del autor contra Azaña" según dice el señor García Martín no tiene más que abrir Las armas y las letras por el final, donde en una delicadísima semblanza dice de él "... ha sido Azaña el hombre más incomprendido, con ser uno de los más extraordinarios que le nacieron a esta tierra"
ResponderEliminarPero ya sabemos todos que lo que menos le importa al reseñista en este caso es Azaña y que mejor lo expresaría con un ¡ Cómo me duele Andrés Trapiello!
Nieves, Nieves, lee las referencias a Azaña en "Madrid, 1945" (yo cito algunas) y luego hablamos. O lo que dice de él en estos mismos comentarios nuestro admirado Andrés Trapillo. ¡Le hace responsable de las checas y de los asesinatos en las cárceles!
ResponderEliminarHombre, Martín, corrige lo de Trapillo. Creo que así le llamaba Gimferrer según cuenta el autor en algún tomo del "Salón de pasos perdidos"
EliminarHe leído con atención este Madrid y sé muy bien lo que dice de Azaña. Jamás ha dicho AT (ni aquí ni en ni en ningún sitio) que Azaña fuera el responsable de las checas y quema de conventos, sino que tenía graves responsabilidades políticas en esos hechos como ministro y presidente de la República. ¿O es que tampoco distingue usted entre " ser responsable de" y " tener responsabilidades en"?
EliminarJose Luis, tu “JE JE” de las 8,19, ¿tiene que ver con lo que escribe Bértolo, con lo que yo cuento acerca del libro de Bértolo o con tu reseña de Bértolo?
EliminarEn la extraordinaria tertulia virtual de los miércoles, tú hablas más que lo que hablan la suma de los restantes tertulianos, ¿Por qué eres entonces tan poco locuaz en estos debates por escrito? Deberías defender un poco a Bértolo, ya que sería como defenderte un poco a ti mismo. ¿O será que nunca te leíste “Una experiencia editorial” y hablabas de oídas?
En la pagina 14 nos encontramos con esta hermosa perla a propósito a propósito de la edición de la poesía de Garcilaso: “el editor, todavía editor/librero, funciona en buena parte al servicio del autor… -valga el caso de la viuda de Boscán buscando editor para su marido y su amigo Garcilaso- a fin de garantizar su entrada y permanencia en ese Parnaso selecto.”
EliminarLa perla no está en que los editores (en realidad, los impresores) “funcionen al servicio del autor” o “puedan” garantizar de algún modo la permanencia en el Parnaso, sino en ese adjetivo: “selecto” con el que se decora o se pretende ennoblecer al mismísimo Parnaso. Bértolo no sabe, al parecer, que se entra o no se entra en el Parnaso, sin más, pero que no es posible entrar en un Parnaso selecto; del mismo modo que se puede recibir el premio Nobel, pero no un Nobel selecto. De eso no hay.
No caigáis en las habituales provocaciones de García Martín. ¿No os dais cuenta de que este desahuciado blog remonta cuando aparece Trapiello? Entrad cualquier otro fin de semana y veréis lo poco leído que es y los escasos comentarios con los que cuenta.
ResponderEliminarEstimado Adolfo, creo que el número de lectores no es público. Otra cosa son los comentaristas, que no faltan cuando el tema es polémico (la maldad de los rojos, de los separatistas, de los Putin). Pero este no es un blog para el debate, sino para que aquel a quien le interese y no pueda comprar el diario asturiano El Comercio pueda leer lo que semanalmente publico en él (la reseña de un libro, mi diario). Gracias por darme pie para estas aclaraciones.
EliminarA mí me hace mucha gracia que se defienda la indigna pasividad de Azaña respecto al terror del gobierno repulicano durante la guerra con la frase: «pensó en dimitir». Qué arrojo, qué gallardía.
ResponderEliminarY es importante fijar esto: el terror de la retaguardia, en Madrid, fue obra sobre todo de organismos gubernamentales: la DGS y especialmente el Consejo Provincial de Investigación Pública, tan importante en las sacas de presos que terminaron ejecutados en Paracuellos, Torrejón y otros sitios de las afueras de la ciudad.
La investigación de Trapiello es prodigiosa, y sus comentarios sobre Azaña, etc., un aditamento magnífico entre tanto horror. La composición del libro, insuperable.
Pues qué bien, Bremanuer (se esconda quien se esconda tras este nombre). Durante los meses de terror en Madrid, Madrid era una ciudad sin ley como el Madrid de 1808, porque hubo una sublevación y una revolución. Luego las cosas cambiaron, pero me imagina que estos matices no están al alcance de los Bremanuer de este mundo.
EliminarDon José Luis, Bremaneur es muy conocido, es Sergio Campos y es una persona con profundos conocimientos sobre el tema que aquí se trata. Tiene una muy interesante página web: https://labibliotecafantasma.es/cartadebatalla/lista-de-entradas/
EliminarGracias, JM, yo no lo conocía.
EliminarNo sé si tengo pocos o muchos conocimientos sobre el Madrid de la retaguardia, pero llevo más de diez años investigándolos y hablando públicamente de ellos. Seguramente habrían bastado unos cuantos menos para llegar a la conclusión de que el terror en la ciudad fue obra de militantes de todos los partidos «republicanos», desde los comunistas a los de Izquierda Republicana, pasando por los socialistas y por supuesto por los anarquistas, integrados en organismos gubernamentales dependientes de ministerios muy concretos. Azaña lo vio, lo supo y... casi dimite. Rozando el poste. Le supo muy mal el asesinato de Melquiades Álvarez, pero quizá no tanto el de Ruiz de Alda, que prácticamente murió a su lado. Como Azaña le dijo a Casares Quiroga, nadie de derechas podía tener razón, le desagradaban profundamente todas ellas.
EliminarPero a lo que yo iba es que este tipo de comentarios sobre Azaña, etc., ayudan mucho al libro de Trapiello, porque permiten imbuirse en la atmósfera moral del momento.
El momento era el de una guerra civil, o el de una guerra a secas, y en ninguna guerra, ni en la de ahora en Ucrania, ni en la segunda ni en la primera guerra mundial, hubo mucha piedad para los enemigos, sobre todo si estaban emboscados en la propia zona. Mire la actuación de Churchill durante el bombardeo de las ciudades alemanas. Y las ejecuciones de desertores y espías en la Gran Guerra. Son cosas que no se cuentan. En la guerra civil, Azaña es uno de los políticos con las manos más limpias, aunque le atormentara no haber podido evitarla.
EliminarNieves, Nieves, en español el responsable es el que tiene la responsabilidad, y más si esas responsabilidades son graves.
ResponderEliminarDe fiarnos de Baroja, don Pío, algo debió haber en Madrid de esos enfrentamientos de la chavalería por motivos ideológicos. O así, al manos, parece evidenciarlo su libro "Las miserias de la guerra". En el que, por cierto, el autor viene a señalar que el célebre teniente Castillo, que ha pasado a la historia como un mártir de la causa republicana, fue autor del asesinato a sangre fría de un crío de la falange interviniente en una de esas reyertas.
ResponderEliminarEso dice don Pío y yo le creo. Si no tengo fe en Pio Baroja, ¿en quién, demonios, voy a tenerla a estas alturas de mi vida? Gracias, como siempre, por tu texto; José Luis. ;-)
Esos enfrentamientos fueron antes de la guerra, no en 1945.
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