Quizá yo
Rodrigo Olay
Pre-Textos. Valencia,
2023.
Desde su primer libro, Cerrar los ojos para verte, Rodrigo
Olay ha sorprendido por su dominio, nada mimético, de la métrica tradicional.
Conoce como ningún poeta de su generación, como pocos poetas de cualquier
generación, los resortes del metro y de la rima; “el viejo y querido utillaje
retórico”, que diría Gimferrer, y el arte —tan clásico, aunque el nombre sea moderno— de la
intertextualidad. Pero hay también en él algo nuevo, herencia de las
vanguardias, un juego con la sintaxis, un despeinarla y llevarla, cuando lo
cree necesario, hasta el balbuceo o el anacoluto, que lo emparenta con César
Vallejo. Otro maestro muy presente es Blas de Otero, de quien ha aprendido a
quitarle blandura garcilasista al soneto y a tratar de hacer que no suene a lo
consabido.
Pero el virtuosismo tiene también
sus riesgos. A veces nos fijamos tanto en las dificultades técnicas que se superan,
en la destreza formal, que el poema deja de ser un poema para convertirse en un
“más difícil todavía” superado con los menos tropiezos posibles..
Contrasta, por otra parte, en
Rodrigo Olay la sabiduría del artífice con la ingenuidad del artista. Dámaso
Alonso habló de poesía arraigada y poesía desarraigada. Al contrario que su
maestro Blas de Otero, Rodrigo Olay pertenece al primer grupo: sus poemas nos
hablan de los padres, de los hermanos, de los cumpleaños infantiles con los
amigos, de las estancias de estudio en el extranjero, y de un amor
correspondido, el único, el de la compañera para toda la vida. Hay también en
algunos poemas —“Obviografía”, “Ante el espejo”—, referencias a las dificultades
de salud que tuvo que superar desde la infancia. Ningún victimismo, ninguna
queja en sus versos.
Rodrigo Olay —al menos el Rodrigo
Olay que reflejan los poemas— es el hijo que todos los padres quisieran tener,
el alumno preferido de cualquier profesor, el amigo siempre alegre y servicial,
el fiel amante apasionado. Exactamente lo contrario de lo que suele ser la
figura del poeta desde el romanticismo, del malditismo tan habitual en los
poetas contemporáneos. Él es más bien un poeta de estirpe dieciochesca, época
en la que es un destacado especialista.
Hay en Quizá yo un espléndido
conjunto de poemas de amor —“A tu sabor de mí”, “Las noches”, “Sueño”—, y otro
de poemas viajeros, entre los que destaca “Europa”, escrito en tercetos, pero
no encadenados (el segundo verso de cada terceto queda libre), lo que evita la
rigidez de esa composición estrófica. “Entre bosques azules”, “por jardines
profundos”, “sobre ríos verdosos y altos puentes”, “en Belfast, en Burdeos, en
Ginebra” pasó sus estancias académicas este estudioso poeta y de ellas nos
trajo unas memorables “estampas de la vieja Europa”, donde admira la precisión
del adjetivo y lo sugerente de la pincelada impresionista. Lo mismo ocurre con
otro poema que en principio parecía destinado a quedarse en un convencional
poema familiar, “2019”, que tiene como pretexto un viaje hasta Jaén, acompañado
de los padres, para recoger un premio literario. A ese viaje se añade el
recuerdo de otros viajes en familia y el resultado es un deslumbrante
calidoscopio de ciudades y lugares.
Abundan en Rodrigo Olay los versos que no
desentonarían en un poeta del siglo de Oro. “La candidez altiva del Cervino”,
por ejemplo, del poema “Suena la nieve”, brillante ejercicio sobre un tema tópico
—la primera nevada del año—, en el que resonancias
juanramonianas (“Todas las nieves son la misma nieve”) y del Blas de Otero que escribió “cae la nieve
poco a copo”.
No hay cara sin cruz, y a veces
parece que el poeta se deja llevar demasiado por el ingenio fácil. “En el
hangar vacío”, tras varias retóricas vaguedades, termina con una variación de
Jorge Manrique: “Al final, nuestras vidas son los trenes / que van a dar al
hangar, / que es el morir”. Pero hangar —“cobertizo grande, generalmente
abierto, para guarecer aparatos de aviación o dirigibles”— no es el lugar al
que van a morir los trenes. En otros casos, la facilidad para la versificación
hace que el poema se alargue innecesariamente. Es lo que ocurre con “El
verano”, un romance en eneasílabos en el que encontramos estrofas tan
prescindibles como “porque no supe pero sé
/ que Argestes, Bóreas, Noto, Céfiro / son las razones de mi herida. /
porque por ti bebo los vientos”. Después del siglo XVIII, pocos poetas se
habían atrevido a escribir versos semejantes.
Rodrigo Olay se atreve a eso y a
emular a Ovidio con los hexámetros de “Póntica” (a Ovidio o a los traductores
de poesía clásica): “Veinte días después de casarnos el nono de aprilis / en la
luz blanca y tierna de Pascua, la bruma me cerca y los pictos / con su lengua
endiablada reclaman de mí sus tributos”.
La erudición de Rodrigo Olay no es
solo literaria. En “Domingos” nos ofrece otro de los “trozos de bravura” del
libro, una evocación de la historia reciente del motociclismo; solo él es capaz
de escribir una enumeración tan precisa, tan llena de detalles exactos, con tan
sugerentes pinceladas evocativas. Pero el final, que se quiere sorprendente,
resulta inverosímil: “No amé nunca las motos, / pero sí / cada domingo de mi
infancia, / cada / domingo luego de mi adolescencia, / ver las motos / al lado
/ de mi padre”. Quien no amó nunca las motos, por mucho que las viera al lado
de su padre, no puede escribir un poema como “Domingos”, salvo que lo
consideramos como un laborioso ejercicio de retórica clásica y erudición
deportiva.
Los tres poemas mínimos —una soleá,
un haiku y una miniatura barroca— resultan prescindibles. Rodrigo Olay necesita
un cierto espacio para sus admirables volatinerías verbales, que si a veces se
quedan en el mero ejercicio, cuando dan en el clavo —y ocurre a menudo— lo
hacen como nadie de su generación —y pocos de cualquier otra— sería capaz de
hacerlo.
—y lo HACEN a menudo— lo HACEN como nadie de su generación —y pocos de cualquier otra— sería capaz de HACERlo.
ResponderEliminar*
Hay dos clases de poetas: los virtuosos de la forma que apenas tienen algo que decir (una vez acabados los amores juveniles), como Olay ("otro de los “trozos de bravura” del libro, una evocación de la historia reciente del motociclismo") y aquellos en los que el "fondo" es más importante que la forma aunque la forma también sea importante para ellos.
Yo le haría una pregunta a Olay: ¿por qué escribir en verso cosas prosaicas cuando se puede hacer tranquilamente en prosa?
Dos ejemplos de su prosa disfrazada de verso:
PERSONALIDAD MÚLTIPLE
«—¡Afuera, afuera, Rodrigo, el soberbio castellano!».
Romancero viejo.
«RO» en casa, en los de cerca, si contigo. «Ruy» para Luis Alberto, Adrián y Ara. «Rodri» según quien quiere, pero no. «Rolo», mi hermano Ángel. «Rodro» en el Instituto, «Rodrigo» desde siempre ?yo rimo, respetadme, con «amigo» y «abrigo» y también, pocas veces, con « castigo » ?. «Rodríguez», en Dublín. «Rodrigo Play», el autocorrector y hasta «Rodrigo Okay». «Olay» en los congresos. «Eloy», los despistados (y Eduardo San José). «Rudericus», Carreira. «Olay adiós», Bonilla. «Olayton», D. Fernández. «Roderick» en Cerrar los ojos para verte. «Olay Total Effects» para Javier García Rodríguez y una vez «Ciudad Rodrigo». «Tolay» según Martínez y «Julay» a mis espaldas ?digo; no lo sé?. «ROlay» pone mi firma, esto sí es claro; «Rodrigo Olay Valdés», mi dni. Y en algún lugar, dónde, quizá yo.
(Vieja escuela. Rialp, 2021)
SIEMPRE HE CREÍDO QUE IBA A MORIR JOVEN
Siempre he creído que iba a morir joven. Pero ese es otro tema. Yo me iba a morir. He tardado en saberlo. Pero yo he sido lento para todo. Era algo así como una sensación. Los déjale que estudie cuando el tiempo de siega (mis hermanos pequeños laborando), ni encendido un fogón ni planchar cuándo ni empuñar qué herramientas de mi padre. Como ofrendas tardías a los dioses. Quizá recién nacido. Nadie me lo ha contado, pero a veces. El surco, el surco atónito. El miedo entonces cuánto. «Su enfermedad comporta con frecuencia…». «La piel se abre en…». «Hay riesgo de ceguera» (mis cataratas a los treinta años). Mi rostro que es el rostro de mi padre y el rastro de una herida. Pero el amor, antiguo como el fuego. El amor, sin respuestas. Eso fue. Paola, Enrique, Ángel, Martín. Nuria. Justo, Mari, Natalia. José, Carla. Angelina, Jovita, Rigo. Qué invisible conjuro. Yo me iba a morir, pero ya nunca. El niño del milagro.
(Vieja escuela. Rialp, 2021)
El convertidor profundo de versos en prosa es un genio hermenéutico. Oh dolor mío, mantente tranquilo. Reclamabas la noche, aquí está, envuelta en vestidos sarracenos... Y que me guarde un cachorro.
ResponderEliminarA mi juicio, Rodrigo Olay deja claro con cada libro que publica, ser capaz de hacer algo que no está al alcance de todos los poetas, escribir cada vez mejor. Si bien es cierto que este libro sigue en muchos aspectos en la línea de los dos anteriores, este es, en mi opinión, el más depurado.
ResponderEliminarTambién es admirable la manera en que demuestra su respeto por los clásicos del Siglo de Oro y dieciochescos, que sumado a una sintaxis audaz, da como resultado en muchas ocasiones sonetos que bien se podrían comparar a los de Otero o Vallejo. No se encontrará nunca en sus libros alguna composición clásica que caiga en el acartonamiento o la pedantería, cosa que, los que somos unos enamorados de las formas, admiramos mucho.
He visto antes un comentario de alguien asiduo a hacer valoraciones algo desafortunadas sobre toda clase de poetas en este blog. Trataba sobre la supuesta "prosa disfrazada de verso" de este poeta. A las personas que pensasen así, les recomendaría ante todo documentarse sobre las definiciones de verso blanco y verso libre, que Rodrigo sabe de sobra cuando utilizar.
Para concluir, recomiendo leer este libro a todas aquellas personas a las que les guste leer buena poesía, pero sobre todo a aquellos que tengan ciertos prejuicios con las formas clásicas. Se les quitarán, se lo aseguro.
Muy de acuerdo con lo que opina Juan. Lo del habitual, sin comentarios.
ResponderEliminarA mí me gustaría que alguien me explicara dónde está la poesía en el poema PERSONALIDAD MÚLTIPLE, por ejemplo, que he copiado más arriba.
ResponderEliminarO dónde está en estos versos:
"Pero de pronto huyó lo que era firme
y quedar se quedó en ganas de irme
y ya no compartir MP3.
Lo que quisimos ser fuimos de modo
que al tenerlo no fuimos, porque todo
amor es pleno amor cuando aún no es."
O en éstos:
"Yo quisiera decirte
[...]
que tus labios estallan como uvas
si los muerdo, o que cuando
me miras, amanece y soy hermoso."
O éstos:
"Hay veces, como hoy,
como esta tarde gris, que me pregunto
el qué hay de cierto en todo."
O si éstos son versos de un gran poeta:
"yo quería ser sólo uno más en el grupo
y llevar la chaqueta del equipo de básket
para que una flexible animadora eléctrica,
de melena tan nueva y rubia que ocultase
sus espaldas trigales como recién llovidas,
aceptase entre risas de otras animadoras
mi propuesta nerviosa junto a unas taquillas
y viniese conmigo a la fiesta anual
donde todos los jóvenes alquilan limusinas
y se visten de esmoquin y bailan muy pegados
en el viejo gimnasio rodeados de globos
y tras ver que no son Rey y Reina del baile
se susurran sombríos que si quieres venir
a tomar aire fresco, y corren a los bajos
de las gradas de hierro, en el campo de football,
y ella entonces ensucia su vestido de gala
pero ya no le importa, o quizá mejor cogen
el coche de los padres de él hasta algún alto
(aunque sólo ella sabe lo que va a suceder)
desde donde se vea la ciudad y se dan
muy despacio y muy dulce, con los ojos cerrados
con la fuerza del vértigo, un beso minucioso
(el primero de ambos, pero lo hacen tan bien
que los compadecemos)...".
Como Juaristi, Rodrigo Olay debería aprender a escribir poesía en general y sonetos en particular de Antonio Gala:
ResponderEliminarTú me abandonarás en primavera,
cuando sangre la dicha en los granados
y el secadero, de ojos asombrados,
presienta la cosecha venidera.
Creerá el olivo de la carretera
ya en su rama los frutos verdeados.
Verterá por maizales y sembrados
el milagro su alegre revolera.
Tú me abandonarás. Y tan labriega
clareará la tarde en el ejido,
que pensaré: Es el día lo que llega.
Tú me abandonarás sin hacer ruido,
mientras mi corazón salpica y juega
sin darse cuenta de que ya te has ido.
*
La luna nos buscó desde su almena,
cantó la acequia, palpitó el olivo.
Mi corazón, intrépido y cautivo,
tendió las manos, fiel a tu cadena.
Qué sábanas de yerba y luna llena
envolvieron el acto decisivo.
Qué mediodía sudoroso y vivo
enjalbegó la noche de azucena.
Por las esquinas verdes del encuentro
las caricias, ansiosas, se perdían
como en una espesura, cuerpo adentro.
Dios y sus cosas nos reconocían.
De nuevo giró el mundo y en su centro
dos bocas, una a otra, se bebían.
*
A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.
No concibe mi mente mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.
No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,
porque, en este proceso a largo plazo,
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.
Qué cosas hay que leer.
ResponderEliminarCíteme un soneto de Juaristi o de Olay mejor que esos de Antonio Gala, un poeta mucho mejor que el 90 % de los poetas vivos más conocidos hay en España.
Eliminar¿Otra vez? Pues eso. Qué escritor es Antonio Gala, ¿verdad, Pablo? A su vera, el padre Coloma es un ultraísta. En fin, entre sonsonetos, sonsonetes y sonsonitos anda el juego inasequible al desaliento.
EliminarPues hombre, Antonio Gala, comparado con la gran mayoría de los poetas españoles actuales, es un gran poeta, al que deberían estudiar de cerca más de uno, empezando por ti, que lo necesitas urgentemente, como lo prueban estos "versos" tuyos:
EliminarY tienes razón, Lérida, para poeta "vanguardista", tú:
"Los días putas
Está lloviendo. Es lunes.
Pero da gusto ver salir su pelo del zaguán
—olor rojo Ferrari—, y sus durísimas
piernas o anacondas que no fingen
ni disimulan que son dos obras de arte
—como los obeliscos egipcios— de una pieza,
[...]
Está lloviendo. Es lunes.
Pero da gusto ver cómo se aleja
esa imagen borrosa de mujer bajo el agua,
una mujer que [sic], como Ulises, quiero
llamarla Nadie. "
*
No intentes engañarte, tú sabes que es inútil,
porque el olor de Trini duraba más que Trini
(esto no se te olvida nunca),
como la luz de las estrellas muertas.
Quién hubiera podido imaginarlo:
sus curvas inequívocas al canon de Praxíteles;
su convincente piel igual que un pan bendito..."
*
Mientras que tú te duermes,
novia sin mis caricias, tan huérfanas de novia,
se caen de mi boca aquellos nombres
de estaciones, de barcos, de ciudades
—Quai de la Rapée, Batavia Queen,
Les amants de Pont-Neuf—,
noches de cine, quince años,
o esos labios de Disney que no supe besar.
[...]
Se arrodilló la luz de la pantalla
como un pisapapeles de las sombras,
desnudándose el blanco del vestido,
tu piel inexcusable, aquel olor
a sombra y palomitas por el suelo;
con una contundente dentellada
tus piernas color luna y estirándose,
y mis dedos saltando como peces
[...]
Y sin decirte nada te miro fijamente
como queriendo así decirte algo.
[...]
Rubia, tan rubia como siete veces rubia,
la luz se fue, my darling, de todas las películas."
Gracias, Pablo, por el pan nuestro de de cada día (casi), que no alimenta pero sacia. Para ser un cibervoluntario, no está mal, de veras. El divertido García Viñó estaría contento. Eres un fiera. Salud y risas.
EliminarSobra la frase "Y tienes razón, Lérida, para poeta "vanguardista", tú:", que viene del comentario de Café Arcadia.
EliminarLérida, supongo que tus risas sean nerviosas al ver tu pseudopoesía de adolescente escrita en plena madurez al lado de los sonetos impecables de Gala. ¿Cuánto dinero darías tú por ser capas de escribir uno solo de sus endecasílabos?
EliminarPara que nos riéramos todos, no estaría mal que nos escribieras un soneto "a la manera de Gala". Anímate, a ver qué te sale...
RISORGIMENTO
EliminarA Pablo Morales
Nevado de excrementos de paloma,
¿quién cabalga el caballo pensativo?
Si crédito le diéramos, por vivo,
¡qué esfuerzo inerte por huir de Roma!
Potro salvaje que otra muerte doma,
presto jinete que resiste, altivo,
con pie incansable en el tenaz estribo,
como un fantasma que en la niebla asoma.
¿Qué hacer, qué hacer con tanta fe perdida?
Es su mirada en vano, en cuyo ceño
con tal profundidad se cierne el sueño
—¡ni los rayos solares lo atraviesan!—
que son más los silencios que no cesan
que todos los ruidos de la vida.
A MI PERRA GALA
Eliminar(para Pablo Morales,
con un verso de Bécquer como hueso)
Pongo el oído a ras de tierra ahora,
mi ansia de oírte en el silencio mudo;
patas arriba, a pleno sol, no dudo:
suena mi alma a lluvia porque implora,
inconsolablemente ladradora.
Pero de palmo a palmo voy desnudo
con cuánta fe, con qué desvelo acudo
a este poco de tierra que te llora.
No partas, no te ausentes de este suelo
donde ¿acaba la vida? y donde empieza
no la muerte —la muerte, como en celo,
está viva también—, sino la nada,
que es lección permanente. No hay tristeza:
es una antigua orden mi llamada.
Pobre Alejandro Lérida, además de poeta nulo pero vanguardista, resulta que es un timador ingenuo con ínfulas de clásico y un plagiador lamentable como su maestro Vila Matas...
EliminarManuel Vincent en un artículo de 1982 titulado "En el parque del Retiro":
"Ahora pasa por la rotonda donde el general Martínez Campos, nevado de excrementos de paloma, cabalga un caballo pensativo..."
https://elpais.com/diario/1982/02/13/sociedad/382402802_850215.html
Recuérdanos de quién es ese soneto célebre (o explícanos cómo Vincent te ha plagiado un soneto que tú escribiste con menos de 3 años).
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarSobre el plagio, ay, da un poco (o un poquito, si quieres, Pablo) de risa explicar obviedades a estas alturas, buen lector bien malo. Salud y je, je.
EliminarA. L.
Para gustos se hicieron sonetos.
ResponderEliminarLee a Varela, Pablo, que para parecer de tu época es mucho más 'moderno' que tú (signifique esto lo que signifique). Y la próxima vez que te levante un monumento (a partir de M. Vicent, vale), vas y lo pintarrajeas, macho, como un niñato más o menos disculpable (como yo, si quieres, en mi descuido). Gracias por tu atención inmerecida, cómo no, y por recordarme la fuente sonetil, incluida ya en su apartado correspondiente: "Materiales ajenos". Pues eso. Otra vez, gracias, mi acompasada fiera literaria. Besitos y rasguños.
ResponderEliminarhttps://www.filosofia.org/hem/dep/rco/0020027.htm