La sombrilla japonesa y otros textos
Isaac del Vando
Villar
Edición de José María
Barrera López y Rogelio Reyes Cano
Ulises. Sevilla,
2019.
Borges, uno de los más activos participantes en el
movimiento, habló más tarde de “la equivocación ultraísta”. Y durante muchos
años, el ultraísmo fue considerado como un intermedio prescindible –efímeras
ocurrencias, prefabricados escándalos– entre los epígonos del modernismo y la
verdadera renovación realizada por los poetas del 27. Pero a partir de los años
sesenta ese “ismo”, iniciado por Cansinos Assens y que tuvo en la revista
sevillana Grecia uno de sus
principales reductos, cuenta con cada vez mayor atención crítica.
Le llega
ahora el turno de salir de la sombra a Isaac del Vando Villar, director de esa
pionera revista –en ella publicó su primer poema, hace ahora cien años, Jorge
Luis Borges– y luego de Tableros,
otra de las publicaciones básicas del movimiento.
Isaac del
Vando Villar (1890-1963) fue uno de los pocos escritores españoles que mantuvo
correspondencia con Fernando Pessoa. Por indicación de Adriano del Valle, le
envió su libro La sombrilla japonesa solicitándole
un comentario crítico y Pessoa le respondió con unas líneas vagamente
paradójicas, muy en su estilo, autorizándole a traducirlas y publicarlas donde
lo creyera conveniente.
La sombrilla japonesa se publicó en
1924, cuando el ultraísmo era ya historia y había sido caricaturizado por su
más caracterizado promotor en la novela El
movimiento V.P. Un año antes había aparecido Hélices, de Guillermo de Torre, quien pronto abandonaría la poesía
para convertirse en el gran historiador y crítico de las vanguardias (y no
solo).
Ahora ese
libro mítico, citado en todas las historias de la literatura, pero conocido por
muy pocos, se reedita con un erudito prólogo de José María Barrera López y
Rogelio Reyes Cano. Casi todos sus poemas habían sido publicados anteriormente
en Grecia. A esta reedición se añaden
otros textos de Isaac del Vando Villar publicados en la misma revista.
Leído hoy, La sombrilla japonesa apenas si tiene
otro valor que el encanto epocal. Las huellas del tardío modernismo están muy
claras y el orientalismo del poema que le da título y de algún otro poema tiene
más que ver con Rubén y sus epígonos que con la renovación vanguardista.
Al
contrario que Guillermo de Torre, que llena sus versos de aviones, automóviles
y toda la parafernalia de la modernidad, Isaac del Vando Villar parece preferir
los elementos costumbristas a los futuristas. Incluye incluso, entre sus
rosarios de metáforas que buscan la sorpresa, algunos versos que anticipan el
neopopularismo que pronto se pondría de moda: “Quisiera ser como el aire / para
besarla en la frente / sin que lo supiera nadie”.
El primer
ultraísta, sin darse ese nombre, fue Ramón Gómez de la Serna. En los poemas de La sombrilla japonesa, abundan las
greguerías. Un ejemplo lo encontramos en “Luna llena”, dedicado precisamente a
Gómez de la Serna: “Sudario blanco de los enamorados de la muerte”, “Sombrilla
de seda de equilibrista japonesa”, “Alcancía de plata para los avaros”.
Isaac del
Vando Villar sobrevivió cuarenta años a la publicación de su libro, pero no
volvió a publicar ningún otro. Ya es su tiempo surgieron sospechas sobre su
verdadero papel en Grecia e incluso
sobre la autoría de su obra. José María de Cossío, en carta a Gerardo Diego, se
sorprendía de que “un espíritu tan tosco” diera el tono a las “delicadezas y
pudores que en cada página de Grecia
asoman”. Y Borges, en una de sus maliciosas bromas, afirmaba que Adriano del
Valle estaba muy ocupado cada vez que Isaac del Vando Villar escribía un poema.
Y es que,
si a un poeta como António Botto se le ha llegado a considerar como un
semiheterónimo de Fernando Pessoa (su obra de algún interés acaba con la muerte
de Pessoa), tanta o más razón habría para considerar a Isaac del Vando Villar
como un semiheterónimo de Adriano del Valle.
Adriano del
Valle escribe las más brillantes páginas de La
sombrilla japonesa, las del prólogo (que aparecieron también en la revista
portuguesa Contemporánea) y es muy
probable que algunos de los menos torpones versos del libro sean suyos o hayan
sido corregidos por él.
Los versos
ultraístas de Adriano del Valle (1895-1957) se recopilaron tardíamente, en
1934, y en una edición para bibliófilos, con el título de Primavera portátil. El título con el que se dio a conocer, Arpa fiel, de 1941, ya tenía muy otra
intención, era una vuelta al tradicionalismo y al barroco. Su decidido apoyo al
franquismo y los cargos oficiales que desempeñó alejaron a Adriano del Valle de
la atención de la crítica y lo condenaron al olvido. Pero a pesar de su
retoricismo es un poeta nada desdeñable, algo más que una anécdota para los
historiadores de la literatura, al contrario que Isaac del Vando Villar.
Como si nada,
ResponderEliminaren el pasillo colgaba
el cuadro de una niña sin cara
jugando en la cama.
El sueño de todo amigo de los niños.
© María Taibo
Gracias por los elogios a Adriano mi querido abuelo al que no llegue a conocer
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