martes, 14 de agosto de 2018

No es ciencia todo lo que reluce



Solo se puede tener fe en la duda
Jorge Wagensberg
Tusquets. Barcelona, 2018.

Jorge Wagensberg, fallecido recientemente, era doctor en física y profesor de “Teoría de los procesos irreversibles” (asusta un poco el nombre de la asignatura) en la Universidad de Barcelona, goza de bien ganada fama como divulgador cultural, director de museos dedicados a la ciencia y prolífico autor de aforismos.
            No seré yo quien ponga en cuestión todos esos méritos, pero su última entrega aforística, Solo se puede tener fe en la duda, suscita algunas perplejidades. Comienza con una “Brevísima teoría del aforismo” en la que afirma con rotundidad que “el aforismo es el género literario más científico”, ya que se ajusta como ningún otro a los tres principios que fundamentan el método científico: objetividad, inteligibilidad y dialéctica. Pero abrimos al azar su libro y nos encontramos con el siguiente ejemplo: “No conozco a ningún fascista que hable más de tres idiomas”. Pues muy bien, nunca le han presentado, por ejemplo, a ningún diplomático franquista. Claro que el lector adivina en seguida que lo que se quiere decir va más allá de un irrelevante dato biográfico, como confirman otros aforismos: “La escuela como fábrica de fanáticos: enseñar dogmas en un solo idioma equivale a inocular un virus de por vida; crear el hábito del espíritu crítico en tres idiomas equivale a una vacuna permanente”. ¿Y no se puede enseñar el espíritu crítico en un solo idioma o en dos? ¿Y no es posible enseñar dogmas en tres idiomas o en cuatro? Habría que recordarle aquella frase atribuida a Unamuno a propósito de Madariaga: “Es tonto en cuatro idiomas”.
            Otras afirmaciones de la introducción nos confirman que este divulgador científico no siempre practica el rigor de la ciencia. No sin asombro leemos la siguiente afirmación: “Una novela puede extenderse hasta mil páginas, quinientas o doscientas, pero atendiendo solo a su peso, diríamos que la más científica es la última”.
            Nos frotamos los ojos, volvemos a leer. No nos hemos equivocado: lo que menos pesa es lo más científico y como en general “un cuento pesa menos que una novela, un poema menos que un cuento y un aforismo menos que un poema” pues de ahí se deduce que el aforismo es el género más científico.
            Wagensberg, sin salir de la introducción “teórica”, nos deja otras estupendas afirmaciones sobre la literatura: “El humor se lleva francamente mal con la poesía y se dosifica con prudencia en los demás géneros literarios. Pero un aforismo, por serio que sea, necesita cierta dosis de humor para sobrevivir”.
            ¿Habrá oído hablar Wagensberg, no ya de Jon Juaristi o de Miguel d’Ors, sino ni siquiera del Lope de Vega de las Rimas de Tomé de Burguillos o de Campoamor? ¿Habrá oído hablar de Cervantes y de Chesterton, de Jardiel Poncela y de Ramón Gómez de la Serna?
            La afirmación de que, sin ciertas dosis de humor, no hay aforismos invalida la mayor parte de su libro. Baste un ejemplo: “Los números racionales (como el cociente de dos números enteros) resuelven la mayor carencia de los enteros, pero no siempre sirven como solución de una ecuación algebraica (como la raíz cuadrada de dos) o de una relación geométrica: sean, pues, los números reales”.
             Un aforismo, seguimos con la introducción, puede inspirarse en “palabras habladas o escritas” ajenas, pero, según Wagensberg, “nadie aceptaría tal cosa si se trata de un poema, de una novela o de un ensayo”. ¿Nadie aceptaría tal cosa? Pues se ha cargado de un plumazo la mayor parte de la poesía latina, renacentista, barroca, neoclásica, la novela picaresca, la novela detectivesca en la estela de Poe, toda la novela moderna de estirpe cervantina; se ha cargado, nada más y nada menos, que la tradición literaria.
            Pero dejemos la introducción teórica y vayamos a la práctica. El número 62 dice así: “Lo dulce es natural, lo amargo un contrapunto cultural”. ¿Solo hay sustancias de sabor dulce en la naturaleza? ¿No las hay de sabor amargo?  Pero Wagensberg no quiere decir lo que dice, como deducimos del aforismo siguiente, sino que “el gusto por lo dulce es natural mientras que el aprecio de lo amargo es cultural”.
            Hay más ejemplos de imprecisión, lo que refuerza la impresión de que este libros (como tantos otros que se publican ahora que el aforismo se ha puesto de moda) tiene mucho de acrítica acumulación de ocurrencias. El número 656 dice así: “Corrupciòn: amarás lo público casi como a ti mismo”. Pero ¿amar lo público es sinónimo de apoderarse del dinero público? No me lo parece.
            A Wagensberg, como a cualquier aficionado al aforismo, le gustan las afirmaciones rotundas, no importa si son fácilmente rebatibles. Un ejempl:. “No existen sustancias tóxicas, solo dosis tóxicas”. O sea que, en la dosis adecuada, beber lejía es tan saludable como beber agua.
            Que Wagensberg sabe poco de recursos literarios, lo demuestra publicando esta obviedad: “Dos palabras bastan para montar una contradicción, por ejemplo cazador deportivo”. O “fuego helado”, “nieve ardiente” o, en plan humorístico, “música militar!, “pensamiento navarro”, etc, etc. Es lo que se llama oxímoron.
            Hay claro está también muchos aforismos memorables perdidos en el conjunto. El que yo prefiero es el único ajeno que cita, uno del físico Steven Weinberg: “Con o sin religión, siempre habrá gente buena haciendo cosas buenas y gente mala haciendo cosas malas, pero para que la gente buena haga cosas malas hace falta la religión”.
            Con un doctorado en física o sin él, siempre habrá gente que confunda la ciencia con la divulgación de la ciencia y el pensamiento crítico con hablar tres idiomas.
           

9 comentarios:

  1. La ciencia es una asignatura que dejamos aparcada a veces, y es un error. La divulgación científica siempres es atrayente, si es amena

    Un abrazo

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  2. Nadie ha destacado nunca lo humilde que es el profesor García. Apuesto a que si presentara todas sus publicaciones en la universidad iba a obtener un montón de sexenios y promociones. Pero él prefiere sacrificarse y ser el último del escalafón. En mi admirado Estados Unidos también ofrecen puestos de ese perfil en la universidad. Son los "janitor". ¡¡Gracias por publicarme!!

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  3. Sólo una nota informativa sin relevancia en relación a la crítica de su libro: J. Wagensberg falleció el pasado 3 de marzo.

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  4. Un poco raro que hable del autor en presente, cuando murio en marzo de este año.

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  5. Me sorprende que hable del autor como si siguiese vivo y dando clases en la Universidad. Murió en marzo de este año.

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  6. Sí, nada más terminar la reseña me enteré de la noticia de su muerte y me pareció poco oportuno publicarla. Lo hago ahora porque lo que cuenta es el libro, que sigue en las librerías.

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  7. Retoco el comienzo de la entrada: cambio un "es" por un "era".

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  8. La lejía se puede usar para desinfectar (y potabilizar) agua. Así que en dosis adecuadas sí se puede beber.

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  9. Beber una gota de lejía disuelta en litros de agua no es exactamente beber lejía. Pero se agradece la precisión.

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