T. S. Norio
De la poesía
Cambalache, Libros de la Herida
Asturias, Sevilla, 2012
Algunas de las más personales obras de Borges no las ha
escrito Borges, solo las ha recopilado. Es el caso de la Antología de la literatura fantástica, del Libro
del cielo y del infierno o de Cuentos
breves y extraordinarios.
Que con
materiales ajenos se puede hacer un libro propio ya lo sabían los tratadistas
antiguos. En el Centón nupcial de
Ausonio todos los versos son de Virgilio, pero el erótico resultado nada tiene
que ven con el casto vate mantuano, y en las “silvas de varia lección”, tan
características de nuestra literatura áurea, se acarrean materiales tomados de
muy diversa procedencia.
De la poesía, de T. S. Norio (pseudónimo
de Braulio García Noriega) se inserta en esa tradición. El más de medio millar
de fragmentos que se reproducen en sus cerca de quinientas páginas se nos
presenta como el material recopilado para la elaboración de un ensayo sobre las
diversas funciones que la poesía ha cumplido a lo largo de la historia.
Las
preguntas a las que T. S. Norio pretendía dar respuesta a veces son muy
generales (“¿para qué sirve la poesía?”) y otras muy concretas y algo
pintorescas (“¿los poetas mayas eran ricos o pobres?”). Ningún libro las
contestaba todas y por eso decidió escribirlo él. Pero pronto se vio desbordado
y, a los nueves meses de sumergirse “en las ignotas aguas de la erudición”,
decidió abandonar su trabajo y ofrecernos tal cual, sin más aportación propia
que “algunas puntuales acotaciones entre corchetes”, toda la documentación que
había recopilado. Toda, lo mismo la que presentaba algún interés que la que
parece no tener ninguno. Nada de lo escaneado, fotocopiado o directamente
descargado de Internet queda fuera.
Las fuentes de información son
menos variadas de lo que a primera vista pudiera parecer. A una enciclopedia en
seis tomos, El hombre en el mundo,
publicada por editorial Noguer en los años setenta, recurre continuamente para
recopilar los fragmentos sobre la función de la poesía en los pueblos
primitivos; apenas hay página en que no aparezca. Con casi igual frecuencia se
utiliza Una breve antología de poesías
breves, publicada en la colección “La última canana de Pancho Villa”, publicación
más o menos marginal a la que está ligado el propio García Noriega. Sorprende
que los poemas tomados de esa antología –originalmente en inglés, en latín, en
griego, en las más diversas lenguas– se reproduzcan siempre en castellano sin
indicación del traductor.
A T. S.
Norio le gusta recurrir una y otra vez a los mismos libros: una Historia de la China antigua, de A.
Montenegro, o a una antología de Poetas
líricos griegos, publicada por Federico Carlos Sainz de Robles y publicada
en la colección Austral. También se vale a menudo de su memoria: “referencia
perdida” escribe tras una frase de Cocteau, de Rilke o de Cervantes. Y no duda
en indicar que tal o cual texto se publicó en la revista Jano “en algún número de 197?”.
Lo que más
sorprende al lector es su constante empleo de la Wikipedia, ese inagotable
recurso para los curiosos de cualquier tema. Por primera vez en la historia del
ensayismo contemporáneo (aunque no en la de los trabajos de los estudiantes
menos aplicados) no se limita a utilizar sus datos, contrastándolos con otras
fuentes, sino que reproduce entradas completas, como la dedicada a “Versolaris”,
o la “lista de poetas nacionales” (que, por cierto, incluye en Venezuela a
Rómulo Gallegos, que no parece que fuera poeta). Claro que no es la única página
de Internet saqueada literalmente: la biografía de Pío Muriedas procede, según
se indica, de www.escritorescantabros.com.
No estamos
ciertamente en el mundo de Borges ni en el de la erudición académica. Este
libro no es el destilado de muchos años de lectura y reflexión sobre un
determinado tema. Se trata más bien de un algo caprichoso y arbitrario centón.
¿Qué sentido tiene copiar el índice completo de un libro de Álvaro Galmés de
Fuentes, La épica románica y la tradición
árabe? Tan poco sentido como reproducir parcialmente la entradilla a una
entrevista con el psiquiatra Ramón Bayès (si intentamos descargarla completa
nos piden 4,5 euros) o un artículo completo de Xuan Candamo (¿se incluye quizás
porque su título está tomado de Eugénio de Andrade?).
La
arbitrariedad más absoluta, y a veces la desidia, parece haber guiado esta
recopilación. Con el criterio del autor –y el recurso a la Wikipedia y a cortar de
acá y de allá, venga o no a cuento– bastaría un mes, no los que se declaran en
el prólogo, para que cualquier escolar medianamente aplicado pueda recopilar un
volumen semejante.
Doy algunas
pistas: en la Antología de poesía primitiva, de Ernesto
Cardenal, en las antología de poesía árabe, china o de poesía zen, a las que
recurre constantemente, quedan muchos poemas que se podrían incluir con el
mismo derecho y la misma poca o mucha pertinencia, que los ya seleccionados. ¿Y
qué decir de Omar Khayyam? Se incluye una de sus Rubaiyat, como se podrían incluir
media docena o cien o ninguna.
Pero la
magia de las misceláneas hace que, incluso en este libro (que cualquier editor
sensato no habría pasado de considerar un muy incipiente borrador), podamos
encontrar, dispersas entre la hojarasca, un buen puñado de maravillas.
El poema “Auld
Lang Syne”, de Robert Burns (en traducción de la que no se indica autor, pero
sí que está tomada de la Wikipedia ),
otro memorable poema, “Invictus”, que Nelson Mandela tenía colgado en la pared
de su celda, o tantos textos breves tomados de 365 pájaros tiene el cielo. Agenda poética o de la tan saqueada
enciclopedia El hombre en el mundo.
También nos sorprende gratamente de vez en cuando alguna anécdota, alguna
curiosidad.
Pero nos
sorprende más la nota editorial colocada al final del prólogo: “No hemos
querido adecuar –nos dicen los editores– el lenguaje a una perspectiva no
sexista, pues entendemos que la selección del autor pretende realizar un
muestrario del hecho poético a través de la historia en sus infinitas expresiones,
también cuando las mismas tengan una carga machista, militarista, etc. Es lo
que tiene hacer un inventario de la realidad…”
¡Menos mal
que resistieron la tentación de “adecuar el lenguaje a una perspectiva no
sexista”! Esperemos que, si editan La Celestina
o el Poema de Mío Cid, la resistan
también.
Amigo García Martín: sigo aspirando al premio a la fidelidad, así que heme aquí. Persiste en su contumaz actitud de no reproducir a texto completo ninguno de los poemas que cita, lo cual me parece muy mal (aunque, como siempre, Vd no está de acuerdo). Bien, es su opción. Pero yo, por mi parte, me permito apostillar su reseña con la reproducción del poema "Invictus", de W. E. Henley, que en su día insertamos en zUmO dE pOeSíA:
ResponderEliminarINVICTUS
Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su abismo insondable,
doy las gracias a los dioses, sean quienes sean,
por mi alma inconquistable.
Caído en las garras de las circunstancias
nadie me ha visto llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me halla, y me hallará, sin miedo.
No importa lo estrecho que sea el camino,
lo llena de castigo que sea la sentencia.
Soy el dueño de mi destino;
soy el capitán de mi alma.
Sí, menos mal que han resistido a la corrección política. Lo penoso es que se tengan que disculpar por eso. Ya me dirán cómo van a evitar el lenguaje sexista en 'El libro de Buen Amor', en 'Persiles y Segismunda', 'El Corbacho', En USA lo trataron con 'Tom Sayer' y la que les cayó fué de órdago...Que yo sepa no ha vuelto a intentarse nada parecido, gracias a las musas. Saludos.
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