––¿Cuánto tiempo llevas hablando de libros? ¿Treinta,
cuarenta años?
––El primer número de Jugar con fuego, la revista que yo
escribía y dirigía en Avilés, es de 1975. Con regularidad, desde entonces.
––¿Y qué criterio sigues para
hablar de un libro y no de otro?
––Ninguno demasiado claro.
Siempre dudo entre un título y otro y, al final, casi siempre pienso que me he
equivocado en la elección.
––¿Has leído estos libros que
tienes sobre la mesa? ¿Por qué no has reseñado por ejemplo de Cada cual y lo extraño (Destino), la
colección de cuentos de Felipe Benítez Reyes?
––Pues no sé por qué. Me parece
que en sus doce relatos –uno por cada mes del año, en una especie de
calendario– hay por lo menos media docena de obras maestras. Todos están
escritos en primera persona, en todos hay toques de humor poético, desaforado y
amargo. Pero no siempre la primera persona –que se utiliza en todos los casos–
resulta la más adecuada. Disuena bastante en el más extenso, “El crucero y todo
lo demás”. El protagonista habla como escribe el autor: “Comprobé que el verano
nórdico es más una entelequia que otra cosa, un concepto bienintencionado que
no sobrepasa el límite de la abstracción colectiva”. Hay una discordancia entre
las descerebradas y descacharrantes peripecias del personaje y sus precisas
observaciones o reflexiones. Habría sido mejor utilizar una tercera persona y
diferenciar al protagonista del narrador. En los relatos más poéticos y de
apariencia más autobiográfica es en los que funciona mejor esa primera persona.
Yo destacaría “Su oro y su plata”, “El brigada ilustrado”. Pero hay otras
historias espléndidas, bien humoradas o malhumoradas, a menudo punzantes y
desasosegantes. A Felipe Benítez Reyes lo leo desde que publicó su primer
libro, a finales de los setenta. Rara vez me ha defraudado.
––¿Rara vez? Entonces te ha
defraudado algunas veces. ¿Podrías citar alguna?
––Cuando da la impresión de que
todo es juguetería, cabrilleo, preciosismo. Algunos poemas y algunas prosas
parece que no pasan de ejercicios de estilo. Y alguna novela acaba resultando
una extenuante sesión de fuegos artificiales.
––Pues no parece que le admires
tanto como dices.
––Si esa es tu impresión, es una
falsa impresión.
––¿Y qué me dices de Un mundo aparte (Libros del Asteroide), de
Gustaw Herling-Grudzinski?
––Que cuesta terminar esas
memorias noveladas de su estancia durante 1940 y 1941 en un campo de trabajo
soviético. De Gustaw Herling (en otros libros suyos aparece el apellido
abreviado) conocía el Diario scritto di
notte (Feltrinelli), una antología de sus diarios publicada en italiano (me
parece que no se han traducido al español). Gustaw Herling, polaco, vivió
durante la mayor parte de su vida en Nápoles y esa ciudad aparece con
frecuencia en sus páginas. Hablando de una novela de Oscar Milosz escribe: “Los
acontecimientos se desarrollan en Venecia, pero se cuentan en Nápoles. Es como
si fuera un cuadro veneciano encerrado en un marco napolitano, y no solo desde
el punto de vista de la composición. Nápoles, la quintaesencia de la
materialidad, donde no existe nada que no pueda ser tocado con la mano.
Venecia, la quintaesencia del sueño, donde a menudo todo parece el reflejo de
un reflejo en una cadena infinita de espejos”. No gusta Herling del diario en
exceso íntimo; prefiere ser cronista del mundo a serlo de su propia intimidad. Un mundo aparte fue minusvalorado
durante años como una pieza propagandística de la guerra fría (Camus, que lo
admiraba, no consiguió que fuera publicado en francés). Hoy no ponemos en duda
su testimonio de la barbarie. Muchas obras se han publicado después en el mismo
sentido. Herling fue uno de los primeros en desvelar el verdadero rostro del
totalitarismo soviético. Un libro duro y espléndido, hay que respirar hondo
varias veces para ser capaz de llegar al final. Menos ásperas, pero no menos
lúcidas, resultan las páginas de su diario, una muy personal crónica de un
tiempo sombrío en la que el cronista procura desaparecer o disimularse en una
esquina. Afortunadamente no lo consigue del todo, y el lector lo agradece.
––De José Jiménez Lozano creo
recordar que no hablas demasiado bien en alguna página tuya. ¿qué te parece El precio, la antología poética que ha
preparado para Renacimiento tu amigo Enrique García-Máiquez?
––¿He hablado mal de Jiménez
Lozano? Pues será por sus opiniones políticas que, como a todos, a veces le
nublan la vista y le hacen escribir alguna tontería. Como poeta, me gusta mucho
lo que tiene de poeta tardío y como no profesional. Me explico. A veces da la
impresión de que sus poemas son improvisaciones escritas al correr de la pluma
en el descanso de otros trabajos. Dan la impresión de que son poemas sin
peinar, nada relamidos, con versos mal medidos, y eso les añade encanto. ¿Se
puede escribir un poema menos poema que el titulado “Inventario”? Te lo leo:
“Yo tenía un peón, de niño, / unas canicas, / un lacre rojo y una cuerda, / una
sonrisa”. Una nadería, sin duda. Lo mismo que “Vuelo de Garza”: “La garza va
hacia la laguna / con el claror del día, / silenciosa, rápida, esplendente. /
La has visto, y es un don / precioso. Vives”. Pero cuánta magia en esas
naderías. Una anécdota, un recuerdo, una rápida anotación, eso es la poesía de
Jiménez Lozano. Sin aditamentos, sin barroquismos, sin sonsonetes. Y cuando
acierta –y acierta a menudo– un mínimo,
conmovedor, inolvidable milagro.
––Creo que no te interesa mucho la
teoría de la literatura. ¿Qué hace aquí El
conocimiento del escritor (Ediciones del subsuelo), de Jacques Bouveresse?
––No es un libro que abunde en
vaguedades teóricas que lo mismo valen para un roto que para un descosido, que
nada dicen de las obras concretas. Son capítulos breves con títulos tan
sugestivos como “¿Se puede hablar de verdad en literatura?”, “Las iluminaciones
del corazón: el amor y el dolor como medios de llegar al conocimiento” o “¿La
literatura puede ser la verdadera vida?”. Cada capitulillo glosa las ideas al
respecto de algún escritor o de algún filósofo. Se reiteran los nombres de
Proust, Henry James, Musil, Wittgenstein y, sobre todo, Martha Nussbaum. Las
apostillas de Bouveresse están llenas de sentido común y ponen en cuestión
mucha de la palabrería presuntamente trascendental que circula por ahí a
propósito de la literatura. Desenmascaran ciertas elucubraciones que a menudo,
tras su abstrusa terminología, encubren una vaciedad o una obviedad.
––A propósito de vaguedades, ¿qué
te parecen las de la fundación que publica la revista El Alambique, en la que participa tu amigo José Cereijo? Leo: “Son
fines de la Fundación :
Dignificar la poesía: ello requiere su consideración como objeto de belleza y
sujeto de conducta”.
––Ya sabes lo que pienso yo de
esa vacua grandilocuencia. Dignificar la poesía se traduce, en su caso, en
publicar sin criterio ninguno un montón de poemas malos, regulares y alguno
bueno que se difumina en el conjunto. Más interés tienen los homenajes que
incluyen en cada número. En el último número se dedica a Ángel Campos Pámpano,
un buen amigo, un gran traductor de Pessoa y de otros autores portugueses, un
incansable activista literario y un poeta algo distante de mis gustos. Menos
críticas que amicales y circunstanciales estas páginas, conmovedoras como las
fotografías familiares que las acompañan. Con Ángel Campos estuve en Lisboa
poco antes de su inesperada muerte. La sección que Luis Valdesueiro dedica al
aforismo se encuentra, como siempre, entre lo más valioso de la revista. En
esta entrega los aforistas son un clásico, Chamfort, y un contemporáneo, Juan
Varo Zafra. De Chamfort me quedo con: “No se es un hombre de talento por tener
muchas ideas, lo mismo que no se es un buen general por tener muchos soldados”.
Y de Juan Varo Zafra: “El sapo solo tiene conciencia de ser sapo después de
besar a la princesa”.
––Veo aquí una edición ilustrada
de El fogonero (Cálamo), de Franz
Kafka. No había oído hablar de esa obra.
––Seguramente la has leído como
el primer capítulo de la novela inconclusa América,
pero hace cien años se publicó independientemente. Y leída así adquiere otro
sentido. La llegada en barco a Nueva York, el encuentro con el fogonero, todas
esas peripecias a la vez realistas y con la lógica de los sueños, tienen una
rara capacidad de seducción, sabemos que son símbolo de algo, pero no acertamos
a adivinar de qué. Quizá del misterio de estar vivo. Otra manera de releer a
Kafka.
––Hace poco hablabas de la nueva
edición de la antología de poesía china publicada por Guojian Chen en Cátedra.
Veo que tienes aquí otra de Wang Huaizu, Antología
de 300 poemas de la dinastía Song (Shanghai Foreign Language Educations
Press). ¿Añade algo a la anterior?
––Hombre, no tiene nada que ver. Aquella antologa los tres
mil años de poesía china, esta se limita a una sola dinastía. Los setenta y
siete poemas antologados y traducidos por Guojiam Chen se convierten ahora en
trescientos, y no siempre hay coincidencia. En ambos casos, se trata de
excelentes conocedores de la poesía china que han vivido largas temporadas en
España y dominan perfectamente el español. No sé si a la literalidad de sus
traducciones habrá algún reparo que oponerles, probablemente no. Pero el lector
español nota a cada paso que quien traduce no es un hablante nativo. Wang
Huaizu contó con la ayuda de Chen Xiaozhen en la revisión, pero habría
necesitado una última mano de un poeta español. Claro que tenía una mala
experiencia al respecto. “Una pequeña parte de esta antología –leemos en el
prólogo– se publicó en 2008 en Madrid,
incluida en la Antología poética de las dinastías Tang y Song,
obra que, sin razón alguna, destaca el nombre de Alfredo Gómez Gil como autor
único en la portada”. Sospecho que más de un poeta actual va a saquear este
libro para ofrecernos sus propias versiones de algunos maravillosos poemas
hasta ahora inéditos en español. Tanteo yo una de un poema de Qin Guan:
Apoyándome en
mi bastón he salido
a tomar el
aire bajo los sauces.
Sentado junto
al puente, bajo la luna llena,
escucho las
sirenas de los barcos
mientras me
llega con la brisa
el aroma de
las flores de loto.
Esperemos que quienes hagan sus propias versiones no se
olviden de citar el trabajo previo del profesor Wang Huaizu, que fue nada menos
que intérprete de Mao.
––Pues deberías predicar con el
ejemplo. En tus varias antologías de la poesía universal casi siempre te
olvidas de citar al benemérito trujimán intermedio.
––Debería.
––¿Y qué hace aquí todos estos
periódicos? Ya sé, por tu diario, que nada te gusta más que leer periódicos
viejos.
––Los encontré esta misma tarde
en la librería de Valdés. Son unos ejemplares de ABC
correspondientes a febrero de 1948. La mayoría de los poemas y las novelas envejecen
más rápidamente que estas páginas destinadas a durar solo un día. Como se dice
del cerdo, en ellas se aprovecha todo. No solo los artículos de la famosa
tercera página. Azorín colabora en casi todos los números. “En la España profunda” se titula
el primer artículo que leo. Gerardo Diego habla de la escuela de Astorga, Pedro
Laín Entralgo de Damaso Alonso, de la claridad y el misterio de su poesía,
Wenceslao Fernández Flórez defiende la escritura a máquina frente a la
escritura a mano con más humor que Javier Marías la máquina de escribir frente
al ordenador.
–-Supongo que dará razones menos
absurdas que las de Marías y callará la verdadera razón, que a uno le resulta
más fácil hacer las cosas de la manera en que está acostumbrado que de otra
nueva, aunque sea mejor, y que a cierta edad resulta difícil cambiar de
costumbres.
–-Exacto. Pero no solo disfruto
con los espléndidos articulistas de aquel tiempo. También con los
corresponsales. En 1948 ya han aparecido en Nueva York las primeras emisiones
de televisión y Carlos Sentís arremete contra el aparato, que va a acabar con
la lectura (la tontería, como ves, viene de lejos). Julián Cortes Cavanillas
nos habla de una imagen de la
Virgen en Asís que milagrosamente se pone a bailar y de un
mago napolitano que lo cura todo en un abrir y cerrar de ojos. Por esas fechas
se abre la frontera hispano-francesa, cerrada desde 1946, y esa es noticia
destacada en varios números. “Reparto de patatas” se titula un suelto en
“Informaciones y noticias de Madrid”. Te lo leo: “Hoy se efectuará un
suministro de este artículo a las cartillas del distrito de la Latina , cupones de patatas
de las semanas 9 y 10, a
razón de dos kilos por persona y 1,35 pesetas kilo”. La España profunda de Azorín y
la mísera España de cada día. Mejor que cualquier novela, mejor que cualquier
libro de historia, la inagotable caja de sorpresas, la máquina de viajar en el
tiempo de un periódico de hace años. Y no nos olvidemos de los anuncios. Los de
las películas de entonces, que todavía nos hacen soñar (“aviso”, se lee en la
publicidad de La carta, de William
Wyler, “procure ser puntual, en la primera escena de la película –audaz,
temeraria, sorprendente– está la clave del drama”), o los de loa almacenes Sepu
o Capitol con su Gran Venta del Duro: un espejo sobremesa, un duro; una
corbata, un duro; una repisa de baño completa, un duro; un plumero, un duro…
–-Aquí veo un número que no
parece del 48, habla de la guerra mundial.
–-Sí, es del 41, con su titular triunfalista:
“Los voluntarios españoles, soldados de la civilización, combatientes del nuevo
orden europeo, se cubren de gloria derrotando a las fuerzas soviéticas”. A mí
me ha divertido el artículo de Miquelarena sobre lo fácil y aburrido que
resultan los viajes en avión. “Tranvías en el aire” se titula. Cuántas
tonterías escriben loa articulistas de antes y de ahora, cuántas
generalizaciones abusivas. En los viajes en tren o en automóvil –afirma– se
corren algunos riesgos, pero en avión no. Desayuna uno en Berlín, se sube al
aparato, toma un aperitivo, se fuma varios puros, almuerza, hojea unas revistas
y, cuando quiere darse cuenta, “se le echa en cara, sin más, el aeródromo de
Barajas”. Sin más, dice el bueno de Miquelarena, y de su artículo se deduce que
ese sin más es después de doce horas de vuelo y de haber hecho escala en
Sttugart, Lyon, Marsella y Barcelona. ¡Vivan las licencias de la literatura!
Los periódicos de hoy están llenos de Miquelarenas, en el peor sentido de la
palabra. ¡Hay que ver lo que se escribe de Internet o de la decadencia de la
ortografía!
–-Ya veo cuáles son los asuntos
que ahora te interesan.
–-La verdad es que los libros de
versos cada vez me aburren más. Acabaré leyendo solo a los grandes poetas y, de
vez en cuando, a los pésimos poetas para reírme de ellos. Pero los simplemente
correctos –la mayoría– harían mejor en dedicarse a otra cosa. La poesía o es
gran poesía o es divertimento o sobra.
–-Pues deberías predicar con el
ejemplo, como te dije antes.
–-Lo intento.
"Dignificar la poesía: ello requiere su consideración como objeto de belleza y sujeto de conducta". De verdad, qué cansancio. Qué hartura de la palabra dignidad. Es como para desanimarse. Falta consciencia y frescura. O tengo un excesivo sentido del ridículo, que lo dudo, o realmente son ridiculeces todas esos enfoques hacia la poesía. En fin. Lloraré hasta la hora de comer.
ResponderEliminarLa poesía no se deja aprisionar
Eliminary por eso ese formato se ha de usar.
Alambique viene, alambique va.
Otros con sidra la prefieren regar
u obviedades estampar en el umbral.
Alambique viene, alambique va.
Lo importante es el palique:
vaguedades, siempre las encontrarás.
Alambique viene, alambique va;
alambique viene, alambique va;
alambique viene, alambique... ¡se va!
© Miranda Taibo
Basta de llantos, regocijémonos con la embestida de Álvarez de Villasandino, indignado del siglo XV, a los regidores y recaudadores de impuestos:
ResponderEliminarTIENEN ellos los dineros
más espessos que enxambre,
e matan a vos de fambre
e a los vuestros escuderos:
Señor, tales caballeros
non pareçen regidores,
salvo lobos rebadores,
codiçiosos, manzilleros.
En verdad es difícil encontrar poemas no mediocres. Nosotros lo intentamos a diario. NO sé si lo conseguimos.
ResponderEliminarZumo estáis haciéndolo muy bien , en vuestra pagina se descubren grandes poetas y yo mismo he aprendido mucho . Claro que para entender la poesía es necesario acercarse a Borges ( previa lectura de su prosa ) e interiorizar sus enseñanzas y eso te hace ver la exuberancia de lo mismo . Si son poemas no pueden ser mediocres , la poesia siempre es buena , otra cosa es que nada se puede comparar a lo mejor y vosotros como aficionados sepáis diferenciar . La bondad de un poema depende de quien lo lea no de quien lo haga , el lector tiene que encontrar un mensaje aunque este no coincida con el que quiera dar el escritor . Todos los poetas tienen mi respeto , otra cosa que haga el esfuerzo de meterme en su mundo .
ResponderEliminarTiene que ser muy duro escribir poesía sin la certeza de ser reconocido .
Bueno , Felipe es un escritor flamenco ( un arte con muchos palos ) que seria más un Diego Carrasco que un Camarón . Leo su blog y escribe muy bien , es gaditano y eso marca , es un escritor con arte que no da tregua a la Injusticia , me cae bien .
ResponderEliminarHola a todos, ya puestos me gustaría que me explicaran qué es la poesía y cómo se sabe quién es un buen poeta.
ResponderEliminarSaludos y gracias.
La pregunta de L. N. J. es complicada de responder, y más en pocas líneas. Una de las razones es que para poder comprender esa distinción hay que tener un cierto conocimiento de la poesía, del mismo modo que para saber si, digamos, un físico nuclear, un matemático o simplemente un ajedrecista es mejor o peor hace falta tener un cierto conocimiento de física nuclear, matemáticas o ajedrez, a falta del cual tendremos que fiarnos de lo que nos digan quienes saben más. Eso aparte, emoción, autenticidad, hondura y precisión son (entre otras) cualidades que definen a la buena poesía. Lo vago, superficial, fabricado o frío (es decir, sus contrarios) no son, poéticamente hablando, buenas compañías. Pero, como ya dijo el autor del Tratado sobre lo sublime hace dos mil años, "el juicio de valor, en literatura, es el fruto sazonado de una larga experiencia". Sin mucha lectura previa, es muy difícil o imposible formarse un criterio personal mínimamente consistente.
ResponderEliminarMuy buena respuesta.
ResponderEliminarJLGM
Perdona "el otro" que te haga una nueva pregunta. En ese juicio de valor en literatura y en esa larga experiencia ¿puede un poeta escribir sin conocimientos previos en los estudios?. Sólo por ejemplo con esa lectura previa que ha podido adquirir de manera autosuficiente desde muy pequeño, añadiendo quizás esa "vena artística" a la que uno se entrega por completo.
ResponderEliminarSoy muy exigente y no me gusta cualquier poema y cualquier escritor. Porque evidentemente, el buen lector también debe estar preparado para tales conocimientos aunque no se le haya enseñado. Una persona que exige leer una buena poesía, huye de esas malas compañías que refieres.
Gracias por no contestar "poesía eres tú", un típico muy tópico. Pero puedes decir: Me gustas cuando callas...
Muy gratificante tu respuesta, es un placer.
"Acuérdate de lo que un día yo escribí":
http://www.youtube.com/watch?v=C7Zsb0Y8Tpg&feature=share&list=PL6iwTEJ33AK79boU5TOrMv_YNDKEVQwcb
Por supuesto que un poeta no necesita todos esos conocimientos previos para escribir algo, incluso de valor; hay poetas ciertamente importantes que lo han hecho. Pero una cosa es seguir rectamente el propio instinto, y otra la madurez crítica, que permite incluso apreciar lo que no nos gusta o situar en su justo lugar lo que, sin embargo, nos gusta; eso sólo lo da el tiempo.
ResponderEliminarY me parece importante señalarlo, porque un cierto exceso del romanticismo parece haber inspirado a mucha gente la idea de que basta con el "genio" propio, sea lo que sea eso, para tenerlo todo, cosa evidentemente falsa. Pound (que a veces disparataba sin duda, pero que cuando no lo hacía decía cosas de indudable interés) ya señaló que, para ser por ejemplo un profesor de piano simplemente competente, hacía falta una larga preparación y una práctica constante. Y que escribir buena poesía (y no digamos ya poesía genial) no es menos difícil ni menos exigente.
Bach (para mí acaso el mayor creador musical que haya existido) llegó a decir que "para conseguir sus mismos resultados, bastaba con trabajar tanto como él". Se equivocaba, evidentemente: un genio (éste sí) de su talla no es posible sin unas ciertas (y rarísimas) condiciones innatas. Pero lo interesante es señalar hasta qué punto valoraba, teniendo él tanto de eso, la necesidad de trabajar. Dígase lo mismo, por ejemplo, de Dante, otro genio descomunal (quizá, a su vez y para mí, el mayor poeta, etcétera). Y si ellos, con una capacidad tan asombrosa como la suya, creían necesario ese esfuerzo constante, ¿qué deberíamos pensar, y tratar de hacer, los simples mortales? La verdadera vocación (ya lo señaló JRJ) no consiste en que nos guste no hacer nada mientras esperamos la visita de una improbable Musa, sino en que el trabajo sea precisamente nuestro placer, lo que de veras nos gusta, lo que haríamos incluso sin que nos pagaran. Nada hay en la naturaleza que crezca y se desarrolle sin alimento constante. Y ya no el genio, el simple talento, aunque sea el talento de mero lector, no es una excepción a esa regla general.
Rechacé la primera oportunidad de que una editorial publicara mi primer libro: "La pequeña muerte".
ResponderEliminarSiempre consideré que para publicar, el propio escritor debe sentir no solo el deseo de ver su libro en las manos de sus lectores (no solo amigos, que es lo habitual); también la madurez crítica y propia de saber si lo que escribe está bien o no.
No siempre se debe dudar, hay que arriesgarse. Pero ¿qué pasa con la parte comercial de todo esto?: un libro tras otro del mismo escritor en tan poco tiempo (el escritor compulsivo de ver su obra publicada de manera rápida), y esas reseñas de críticos literarios que desde mi punto de vista está bien. Pero ¿No debe elegir la gente de la calle? ¿el lector anónimo que se acaba enterando de que un libro es bastante bueno?. No hablo de best sellers que normalmente tienen más lectores. Pero esas reseñas de libros de poemas ¿de veras dan su resultado?.
Sobre Bach, Dante..., para mí son Dioses pequeños, sobrenaturales. Nacieron para ello, pero como grandes monstruos de la música o la literatura, se exigieron muchísimo más, porque ellos sabían que vivían expresamente para ello y quizás sin darse cuenta hasta donde podían llegar, siempre más y mejor. Corrígeme si me equivoco.
Me gusta muchísimo todo lo que me dices y tu manera de expresarte. Perdona si soy pesada.
José Luis, sobre las reseñas literarias no quiero molestar a nadie. Son dudas que se me plantean.
El libro lo elige siempre el lector. Las reseñas sirven siempre como orientación y no tienen ni más ni menos valor que el que cada lector les da.
ResponderEliminarJLGM
Gracias a L. N. J. por sus elogios; el que no se merezcan los avalora más. De acuerdo enteramente con JLGM en el tema de las reseñas. Puedo decir que de mi primer libro sólo se publicó una, precisamente suya; y a mí me fue utilísima en lo personal, aunque el libro se vendiera poco. Son cosas distintas. Y, por fin, uno nunca sabe del todo hasta dónde puede llegar; hay que ponerse a prueba continuamente. Y, eso sí, no publicar nada que no supere el mínimo de exigencia que uno debe tener consigo mismo, y que es bueno que sea muy alto, tanto como se pueda, sin llegar a ser paralizador; es cuestión de equilibrio. Considero esa exigencia autocrítica, que además debe ir creciendo con nosotros, del todo necesaria; sin ella, pienso, uno podrá escribir, si tiene facultades para ello, un buen primer libro; pero difícilmente podrá crecer sobre ese punto de partida.
ResponderEliminarGracias JLGM por responder.
ResponderEliminar* * *
El otro, muy buena observación sobre el tema. Muy maduro, realista y considerado.
Serías un buen profesor para mí, sin duda alguna.
Muchísimas gracias.
"El otro" es un gran poeta y un excelente ensayista; debería decir aquí su nombre para que L.N.J. pudiera buscar sus libros. A veces la modestia es un error.
ResponderEliminarJLGM
Pues sí José Luis, pocas personas esconden su nombre. Mostrarse tal como se es, es naturalidad. Pero si él lo elige así, qué le vamos a hacer.
ResponderEliminarComo se puede comprobar una persona con humildad, sin deseos de destacar y con la gran vocación de enseñar.
Bueno, este post se alarga, así podríamos seguir muy gustosamente con un diálogo ameno. Pero no quiero proponer nada más, aunque ganas entran.
"El otro" y a José Luis, mil gracias.
Yo, soy novata.
Después de esto, ciertamente, sería poco razonable por mi parte seguir en el anonimato (aunque no para JLGM, que me conoce lo bastante para que ningún disfraz le engañe). Y es lástima, porque me gusta de veras la libertad que da. En su momento, mi intención fue publicar mi primer libro con un seudónimo, precisamente por ese motivo; hasta que me convencieron, muy razonablemente, de que no iba a dejar de ser anónimo porque lo publicara con mi nombre. Me llamo José Cereijo. Gracias a uno y a otra, aunque no piense como ellos sobre mis garabatos. Y no por modestia, falsa o auténtica, sino porque es así como lo siento; veo en ellos, sobre todo, la torpeza, lo poco logrado, lo insuficiente. Pero en fin, si uno sabe acostumbrarse a eso, no deja de ser un estímulo.
ResponderEliminarHola José Cereijo, eres sincero y una gran persona. Deja siempre tu nombre escrito, a veces llego a creer que el poeta es otra persona.
ResponderEliminarLO QUE NO SE VE
Por cuanto hice y por cuanto dije
que no busquen encontrar quién era.
Una traba se erguía y transformaba
los actos y el estilo de mi vida.
Una traba se erguía, y poníame freno
muchas veces que iba a explicarme.
Mis acciones inadvertidas,
y mis velados escritos-
sólo por ahí me entenderán.
Pero tal vez no valga la pena que se comprenda
cuánto cuido y cuánto esfuerzo por que me conozcan.
Más adelante- en la sociedad más perfecta-
algún otro como yo hecho
sin duda aparecerá y actuará libremente.
CAVAFIS
* * *
Leeré tus poemas.
Gracias; ojalá no te defrauden demasiado (los poemas, digo).
ResponderEliminarJosé,volveré y te diré.
ResponderEliminarAwesome!
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