La nación generosa: 111 rutas al otro lado del mar
Selección de Ignacio
Uranga
La Galla Ciencia, nº 3, Murcia, marzo 2015
El último número de la revista La Galla Ciencia, una revista-libro, es un tomo de más de
trescientas páginas en el que se nos ofrece una muestra de un centenar largo de
poetas latinoamericanos. Los editores le pidieron expresamente al antólogo
–Ignacio Uranga– “incluir poetas de la totalidad de los países de
Hispanoamérica”. Y así lo hace, con
alguna salvedad: se seleccionan poetas de Belice, cuya lengua originaria es el
inglés, y se dejan fuera a los de Puerto Rico y a los que escriben en español
en Estados Unidos.
El
resultado final resulta tan apasionante como insatisfactorio. En el original
epílogo en forma de diálogo, se plantean muchas de las cuestiones que se le
ocurren a cualquier lector: “¿Cómo es posible presentar lo que se escribe en 22
países que comparten una lengua similar a partir de dos poemas por autor? ¿No
sería más conveniente pensar que Latinoamérica no es un es un único país, sino
una multiplicidad de países cada cual con sus propias tradiciones no
extrapolables de un lugar a otro?”
Ciertamente,
en la misma lengua es posible partir de tradiciones distintas y un poeta
uruguayo puede tener más en común con otro brasileño que con un mexicano. Y
tampoco está claro que todos estos poetas escriban en la misma lengua. Algunos
lo hacen en una lengua mestiza que, para ser entendida fuera de su país,
necesita, si no la traducción, sí una minuciosa anotación. Es el caso del poeta
paraguayo Cristino Bogado. Al comienzo de su poema “Mi yo es un yopará” escribe
“de la cópula del español y guaraní nace la nueva alma llamada jopará
aporounholado”.
De estos
más de cien poetas, unos pocos son ya conocidos, y alguno bien conocido, del
lector español. Es el caso del que inicia la antología, Ernesto Cardenal, y
también de Óscar Hahn, reciente premio Loewe. La uruguaya Cristina Peri Rossi
puede considerarse prácticamente como una escritora española. De ella es uno de
los más memorables poemas de la muestra. “Dicen los poetas árabes / que el
destino es el vagar de un camello ciego”, comienza. Y termina: “Pero ahora / mi
camello ya no es ciego / conoce su destino: / las playas húmedas de tus muslos
/ la arena de tus labios / la sedad de tu vientre / el agua dulce del cántaro
de tus labios / y el salitre de tu concha marina / entre las piernas”.
De la
mayoría de estos poetas oirá hablar el lector español por primera vez y en
buena parte de los casos la brevedad de la muestra le impedirá conectar con
ellos. Los reproches del autocrítico epílogo no dejan de tener razón. En lugar
del “amontonamiento compulsivo”, ¿no habría sido mejor ofrecer una antología
“de poesía chilena o colombiana o argentina o uruguaya?”
De esa
manera, acotando el campo, habría sido posible una selección menos azarosa: no
hay antólogo capaz de estar al corriente en tantos países. Pero no por ello
este rico, caprichoso y plural muestrario deja de tener interés. Cada lector
encontrará un puñado de poetas de los que no había oído hablar y a los que
tratará de seguir desde ahora. Es el caso de Miroslava Rosales (El Salvador,
1985), que habla de “cadáveres no identificados” o de “Las fosas clandestinas
de la noche”. Es el caso igualmente del argentino Silvio Mattoni, en cuyos
versos se escucha todavía “el murmullo lejano de los griegos”. También se
escucha en Luis Correa-Díaz (Chile, 1961), pero unido a las nuevas tecnologías.
Los versos finales de su “Piccolo teatro canzone” dicen así: “y oir, por fin, a
Eco, su voz original coming / in microwave radiation, the voice of the wood /
más alto, liberada de / por sí misma y así / de su condena, confirmándonos con
su canto / interior la muy dulce musicalidad de las esferas: / http://www.youtube.com/watch?v=FLht_3jnvro”
(aunque si uno sigue el vínculo se encuentra con la indicación “este vídeo no
está disponible”). Y no es la única dirección de youtube que encontramos en sus
versos.
Frente a la
poesía española, la poesía latinoamericana muestra un menor apego a la métrica
tradicional. Solo un soneto encontramos en esta antología. Y se trata de un
ejercicio de Floridor Pérez (Chile, 1937) escrito a partir de una “Tarea para
casa” propuesta por Nicanor Parra: “Redactar un soneto que comience / con el
siguiente endecasílabo. / yo prefiero morir antes que tú / y que termine con el
siguiente: / yo prefiero que tú mueras primero”.
Pero con
ser eso verdad, no es toda la verdad. También en Hispanoamérica –pensemos en
los argentinos Alejandro Bekes o Pablo Anadón– hay poetas menos apegados al
todo conversacional o a la ruptura sintáctica, aunque el antólogo prefiera
ignorarlos.
La lengua
une –y separa – a los poetas de esta
plural y desigual y sorprendente colectánea, que abarca desde poetas
nacidos en los años veinte hasta otros que acaban de cumplir, o aún no han
cumplido, los veinte años.
Veo, a la 1 y 12 minutos, que han desaparecido, supongo que por un problema técnico, los comentarios a esta entrada. Lástima.
ResponderEliminarDeliberadamente. A partir de ahora habrá moderación.
ResponderEliminarJLGM
Estupendos Luis Correa y Bogado. Lo que citas de la Rossi lo encuentro muy corrientito y hasta soez. Supongo que lo memorable estará en medio.
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