Diario de un escritor
Fiódor M. Dostoievski
Traducción, selección
y prólogo de
Víctor Gallegos
Ballestero
Alba. Barcelona,
2016.
Hay obras de título engañoso. El Diario de un escritor, de Fiódor Dostoievski, no es un diario, sino una revista mensual que se publicó, con
intermitencias, entre 1873 y 1881, y que redactaba él solo. No se trata de un
caso único, ni mucho menos. Dentro de la literatura española, y por las mismas
fechas, podemos citar el Nuevo teatro
crítico, de Emilia Pardo Bazán, o los Folletos
literarios, de Clarín.
No es
tampoco una obra literaria en sentido estricto, sino el contenedor de muchas
obras literarias, como suelen ser las publicaciones periodísticas, aunque en
este caso de un solo autor.
En el Diario de un escritor se publicaron por
primera vez algunos de los relatos más celebrados de Dostoievski: “Bobok”, “La
mansa”, “El sueño de un hombre ridículo”, “El murik Marei”. Pero lo que
caracteriza a la publicación son sus componentes autobiográficos y propiamente
periodísticos (a veces se disculpa cuando publica “un simple relato”). También
lo que tiene de taller literario. El prólogo a “La mansa” (en otras
traducciones “La sumisa”) resulta, en este aspecto, muy significativo. Lo
subtitula “relato fantástico”, a pesar de que lo considera “realista en grado
sumo”. Dostoievski siempre fue un defensor del realismo. Su consejo a una joven
escritora, que le solicitó alguna orientación, fue el siguiente: “No invente
nunca ni la fábula ni las intrigas. Tome lo que la vida misma le ofrece. ¡La
vida es infinitamente más rica que nuestras invenciones!”
Lo que “La
mansa” tendría de fantástico sería la forma misma del relato, su carácter de
“monólogo interior”, técnica que Dostoievski es uno de los primeros en
utilizar. Por eso nos explica que no se trata propiamente “de un relato ni de
unas anotaciones”, sino de los incoherentes pensamientos de un hombre que trata
de ordenar sus ideas ante el cadáver de su mujer, que acaba de suicidarse. “Si
un taquígrafo hubiera podido oírlo y anotarlo habría resultado una narración
más caótica e informe que la que yo ofrezco, pero el fondo psicológico habría
sido el mismo”. La existencia de ese imposible taquígrafo que lo anota todo (el
escritor se habría limitado a pulir sus notas) es el elemento que Dostoievski
denomina “fantástico”. Cuando Miguel Delibes, en Cinco
horas con Mario, utiliza la misma técnica ya no necesita justificarla.
El Diario de un escritor, aunque se ha
publicado completo (e incluso hay una traducción española firmada por Cansinos
Assens), es una obra que solo se mantiene vigente en selecciones. La que ha
preparado Víctor Gallego Ballestero no deja de lado los relatos a los que nos
hemos referido (y que también se han publicado al margen del Diario), pero se centra en los pasajes
autobiográficos y en lo que podríamos llamar crónica judicial. Nada refleja
mejor el estado de una sociedad que sus hechos criminales. “El misterio de un crimen –escribió Emilia
Pardo Bazán– es su psicología, los abismos del corazón que descubre, la luz que
arroja sobre el alma humana, sobre el estado social de una nación, sobre una
clase, sobre algo que rebase los límites de la caja de caudales, la cómoda o el
armario forzados, el baúl destripado, la cartera sustraída”.
A
Dostoievski le interesan sobre todo los crímenes que tienen lugar en el seno de
la familia, lo que hoy denominaríamos violencia doméstica. Los casos de
maltrato infantil le afectan especialmente, como a nosotros los lectores. El
desarrollo uno de esos procesos, el de la joven Kornilova, acusada de arrojar a
su hijastra por la ventana, lo podemos seguir a lo largo de varios capítulos y
constituye –como indica el prologuista– uno de los hilos narrativos que unifican
estas páginas aparentemente tan caóticas.
Abundan también
las polémicas literarias, políticas, directamente personales. Dosteivski, desde
el punto de vista ideológico, parece tener las cosas claras: es un nacionalista
y un regeneracionista, quiere la grandeza de Rusia sin interferencias extranjeras,
pero siempre encuentra una réplica a cualquier rotunda observación, es un
escritor en continua discusión consigo mismo; su dogmatismo está lleno de
grietas por las que se vislumbran los enigmáticos claroscuros de la realidad.
No faltan
los apuntes costumbristas, los aguafuertes de la vida de Rusia trazados con
mano maestra. Tampoco, aunque Víctor Gallego Ballestero, ha tratado de
reducirlos al mínimo, las divagaciones sin interés, las alusiones a olvidados
personajes que no se salvan con una nota a pie de página.
Dostoievski
era un escritor profesional que cobraba a tanto la página, por lo que a veces
daba la impresión de extenderse sin necesidad y de que no tenía tiempo (al
contrario que su rival Turgueniev) para entretenerse en primores de estilo;
además se contradecía con frecuencia. A sus detractores no les resultaba
difícil encontrar argumentos para combatirle. Pero sin esos defectos le habría
resultado imposible llegar a ser el escritor que aún nos asombra.
El nervioso
lector actual se impacientará a veces con este volumen misceláneo, como con
cualquiera de sus afamadas novelas, pero si sabe resistir la tentación de
abandonar recibirá su recompensa: nadie como Dostoievski supo ver los abismos
de la condición humana.
Felicidades por la impecable tipografía. Muy bien utilizadas esas comillas redondas y también la cursiva. Solo corregir un doble espacio antes de “Cinco horas con Mario”.
ResponderEliminar