Juan Manuel de Prada tiene experiencia en rescatar autores
olvidados. Con su primera novela, Las
máscaras del héroe, puso de moda, no solo a Pedro Luis de Gálvez, hasta
entonces solo el protagonista de un puñado de anécdotas truculentas, sino
también a toda la zarrapastrosa bohemia de las primeras décadas del siglo XX.
Lo intenta
ahora con Elisabeth Mulder, una sutil narradora, poeta, ensayista y esforzada
traductora, que tuvo su momento en los años cuarenta y cincuenta y luego se fue
progresivamente apagando hasta morir (“bella como una estatua que desdeña la
lepra del tiempo”, escribe el prologuista), completamente olvidada, en 1987,
tras varias décadas de alejamiento de la escritura,
Juan Manuel
de Prada, muy en su estilo desaforado, trata de explicar por qué en ese momento
sus colegas escritores no le dedicaron ni siquiera los habituales elogios de
despedida: “Tal vez el recuerdo de Elisabeth Mulder los señalase y abochornase;
tal vez, al evocarla, tuvieran que enfrentarse a su propio pasado con su
repertorio de cambios de chaqueta y servilismos abyectos, que los empujó a ser
abnegadamente franquistas con Franco y arrebatadamente demócratas con la
democracia, españolistas y catalanistas, castizos o cosmopolitas según dijeran
las modas y las subvenciones. Y aquella Elisabeth Mulder, siempre en su sitio,
delataba sus traiciones y componendas”.
Pero esa
diatriba no es más que literatura, en el mal sentido de la palabra, la habitual
teoría conspiratoria. Que un escritor, que tuvo cierto nombre en su tiempo,
resulte olvidado a su muerte o cuando deja de publicar, no es la excepción,
sino la regla. Sin promoción, no hay renombre y esa promoción no depende solo
de editores y agentes, también –y en primer lugar cuando se trata de poetas– de
los propios autores. Lo que abandonas, te abandona.
Elisabeth
Mulder –nacida en Barcelona en 1904, dentro de la alta burguesía, cosmopolita,
con una cultura excepcional en la España de su tiempo y casi de cualquier
tiempo– comenzó publicando poesía, una poesía posmodernista y menor, que no
podía destacar entre la de sus coetáneos, los poetas del 27; siguió con relatos
del género rosa en una revista, Lecturas,
de público mayoritariamente femenino. Se convirtió en escritora a tener en
cuenta con la novela corta La historia de
Java (1935), novela lírica muy en la línea de las que por entonces escribían,
bajo el magisterio de Ortega, autores como Jarnés, Ayala o Máx Aub, aunque sin
su chisporroteo ingenioso y gregueristico.
Sinfonía en rojo, la selección de su
obra que ahora publica Juan Manuel de Prada, incluye ese título primero y otro
epigonal, El vendedor de vidas, una
novela realista y barojiana que disuena del ambiente de gran mundo y las
morosas sutilezas psicológicas del resto de su narrativa. Se le añaden cinco
cuentos, una quizá no demasiado exigente selección poética y otra de sus
colaboraciones en la prensa (artículos de tema literario, por lo general sin
demasiado interés, salvo sus colaboraciones en la revista Ínsula sobre temas ingleses).
El interés
de Juan Manuel de Prada por Elisabeth Mulder es ya antiguo. De hecho, el
prólogo a esta selección reproduce en buena medida las páginas que le dedica en
Las esquinas del aire, una quest, para decirlo a la manera
anglosajona, una búsqueda de otra escritora olvidada, Ana María Martínez Sagi. Las esquinas del aire –aclara el autor
en el prólogo– “no es una novela, sino que participa de la biografía, el ensayo
literario, el reportaje y el libro de memorias, y todo ese mogollón de
adscripciones está servido de manera novelesca”.
Novelesca
es la conversión de la relación de amistad entre las dos escritoras en una
relación lésbica, novelesca la interpretación más o menos rebuscadamente
psicoanalítica de los poemas de Elisabeth Mulder (considera “El pulpo”, que
narra un pesadilla, como la manifestación de “una repulsa mórbida” hacia el
hombre).
La mezcla
de investigación y ficción, si adecuada para obras como Las esquinas del aire o las exitosas falsas novelas de Javier
Cercas, disuena en un prólogo ensayístico y le hace perder buena parte de su
credibilidad. No cabe duda de que Juan Manuel de Prada conoce bien la obra de
Elisabeth Mulder y lo que se ha escrito sobre ella (echamos en falta, sin
embargo, la acostumbrada, y tan útil, bibliografía final), pero se permite la
licencia de citar, y muy ampliamente, unas “memorias inéditas” de Ana María
Martínez Sagi, que ni son inéditas ni son de Ana María Martínez Sagi.
No son
inéditas porque proceden del capítulo “Almas gemelas”, de Las esquinas del aire, y no son de Ana María Martínez Sagi, aunque
estén puestas en su boca, sino una recreación más o menos fantasiosa de la vida
de la escritora en el estilo inconfundible de Juan Manuel de Prada.
Conviene
manejar con cuidado realidad y ficción. En la novela cabe todo, también los
documentos históricos, pero en una investigación que se pretende rigurosa un
toque de novelería le quita validez al
conjunto.
Los reparos
al prólogo –tan lleno de buena información y de buenas intenciones, por otra
parte– no le restan interés a esta obra selecta de una autora que dio un toque
distinto, entre Somerset Maugham y Katherine Mansfield, a la literatura de su
tiempo.
Sin duda estará interesante. Gracias por compartir
ResponderEliminarUn abrazo
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ResponderEliminarMICRORRELATO
Tuvo una amiga. Tras seis horas de parto, la estrechó entre sus brazos. Nada las separaría.
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CONSTITUCIÓN DE VENEZUELA
ResponderEliminarArticulo 242. "Los Ministros o Ministras son órganos directos del Presidente o Presidenta de la República, y reunidos conjuntamente con éste o ésta y con el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, integran el Consejo de Ministros. El Presidente o Presidenta de la República presidirán las reuniones del Consejo de Ministros, pero podrá autorizar al Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva para que las presida cuando no pueda asistir a ellas. Las decisiones tomadas serán ratificadas por el Presidente o Presidenta de la República. De las decisiones del Consejo de Ministros son solidariamente responsables el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva y los Ministros o Ministras que hubieren concurrido, salvo aquellos y aquellas que hayan hecho constar su voto adverso o negativo."
Y ASÍ, TODO.
( http://www.angelfire.com/va/derecho/go225-266.html )
¿VAMOS A LLEGAR A ESTA RETORSIÓN LINGÜÍSTICA TAMBIÉN EN ESPAÑA?
¿NOS HEMOS VUELTO YA TONTOS Y TONTAS DEL TODO?
URGE UNA DECLARACIÓN DE LA ACADEMIA DE LA LENGUA:
"SIEMPRE QUE EN EL LENGUAJE ORAL O ESCRITO SE USE UN NOMBRE COLECTIVO EN EL GÉNERO LLAMADO HASTA AHORA "MASCULINO PLURAL" (POR EJEMPLO: "LOS CIUDADANOS", "LOS EXTREMEÑOS", "LOS ODONTÓLOGOS"...) SE ENTENDERÁ A TODOS LOS EFECTOS QUE EL GÉNERO USADO NO ES MASCULINO, SINO EPICENO (COMPRENSIVO DE TODAS LAS PERSONAS DE CUALQUIER SEXO), A MENOS QUE EXPRESAMENTE SE INDICARE OTRA COSA".
(Si estás de acuerdo, pásalo.)
No estoy de acuerdo y no lo paso, Anónimo. En buen español de siempre, cuando un conferenciante se dirige a su auditorio, siempre comienza diciendo "señoras y señores", aunque "señores" fuera "epiceno" y pudiera incluir a las asistentes y a los asistentes. La crítica del bien intencionado abuso --caso de la Constitución de Venezuela-- no supone la crítica del uso: cuando hablamos de hombres y mujeres conviene hablar de hombres y mujeres y no solo de "hombres".
EliminarNada que temer. El Sr. Maduro tiene *valores cristianos* y defenderá a la patria de la bastardía yanqui que todo lo reduce a números y no ama en nuestro bendito Señor Jesús por todas las eternidades.
EliminarEs evidente que los auténticos cristianos (cats) socialmente precisamos minorías sobre las que verter nuestras pulsiones sin desbravar. Hablemos con propiedad (aunque sea de abolengo nacionalcomunista).
EliminarAmén
EliminarSei molto cacofonico
ResponderEliminarNo entiendo esa manía de opinar en cualquier lugar que tienen los anónimos. Esta es una reseña sobre una edición de la obra de Elisabeth Mulder, cualquier comentario que tenga que ver con el asunto aquí tratado es bienvenido. Para hablar de Venezuela o del feminismo o de Cataluña, creo que hay otros lugares.
ResponderEliminarLos hay. Pero que, pudiendo escogerlos, los Anónimos en cuestión prefieran hacerlo aquí, pienso que es en realidad, para decirlo a la manera borgiano-cernudiana, una forma lateral del elogio. Al blog y, por supuesto, a su titular.
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