sábado, 5 de octubre de 2019

Concha Méndez, sombras y sueños



Entre sombras y sueños
Concha Méndez
Edición de James Valender
Renacimiento. Sevilla, 2019.

En toda vida, caben muchas vidas. Larga fue la de Concha Méndez, que nació el mismo año que Lorca o Aleixandre, que compartió con ellos, y con sus compañeros de generación, la ilusionada aventura literaria de los años veinte, pero que nunca fue vista como uno más. A Gerardo Diego nunca se le pasó por la cabeza incluirla en su famosa antología.
            Concha Méndez, deportista, aventurera, representaba un nuevo tipo de mujer. Junto a su amiga la pintora Maruja Mallo y otras pioneras escandalizó lo suyo en unos tiempos en que, para que una señora o señorita (palabra muy de entonces) resultara escandalosa, no necesita conducir un automóvil, le bastaba salir a la calle sin sombrero.
            Casada con Manuel Altolaguirre, más joven que ella, perpetuo adolescente, hizo de cabeza de familia, y el éxito de sus empresas editoriales se debió más a su esfuerzo, incluso al trabajo físico, que al de él. Y sin embargo su vida literaria y su vida social acabaron cuando, en 1944, el poeta decidió abandonarla por otra mujer más joven y, sobre todo, más rica, la cubana María Luisa Gómez Mena, dispuesta a financiar sus aventuras cinematográficas.
            Desengañada de la vida literaria, durante treinta años Concha Méndez se dedica a cuidar de su hija y luego de sus nietos. En su casa de Coyoacán, vivió y murió Luis Cernuda, un huésped incómodo, que dejó en sus cartas reiteradas muestras del menosprecio que sentía hacia ella.
            En los años setenta, quiso acabar con su vida. Tras el intento de suicidio, reaccionó en sentido contrario: volvió a escribir, a publicar. La muerte, en 1986, la encontró activa, con un libro inédito, con unas fascinantes memorias, dictadas a su nieta, que la retratan de cuerpo entero y ayudan a conocer mejor una época crucial de la literatura española.
            Del interés del personaje, de la necesidad de reivindicarlo, no hay duda. Pero ¿y su poesía? ¿Dice algo al lector actual?
            Entre sombras y sueños, la antología preparada por James Valender, nos permite comprobar que es una figura menor en una generación mayor. Leemos la selección de sus primeros libros, Inquietudes (1926), Surtidor (1928), y nos resultan irremediablemente envejecidos. Algo más gracia tienen las Canciones de mar y tierra (1931): “Vestida de frac, la noche / va a jugar a la ruleta. / El fox bailan, campeones, / una estrella y un cometa”. Ramón Gómez de la Serna, como no podía ser de otra manera, anda por ahí.
            Con Vida a vida (1933) y, sobre todo, Niño y sombras (1936) ya nos encontramos con un temblor distinto, nada que ver con la manera neopopularista de Lorca o Alberti. Los del segundo libro son poemas de la maternidad frustrada y muestran que Concha Méndez podrá ser una poeta menor (los poetas mayores no alcanzan a media docena por siglo), pero es una poeta verdadera que añade resonancias inéditas a la poesía española.
            En la poesía del exilio, hasta 1944, año de la otra gran catástrofe en su vida, alternan los poemas más personales con otros de circunstancias, como el titulado “A Federico García Lorca”, anecdótico recuento. La influencia de Lorca se deja sentir, y no de la mejor manera, en la emotiva elegía que Concha Méndez dedica su madre: “¡Que se me ha ido para siempre! / ¡Que no pude verla!”
            En los poemas finales, escritos tras treinta años de silencio, abundan los versos sentenciosos, de corte popular : “La verdad de nada sirve, / mejor vivir engañados”. Pero no escasean, como en toda la poesía de Concha Méndez, los que no han resistido el paso del tiempo, o ya nacieron a destiempo.
            La obra literaria de Concha Méndez palidece junto a la de sus grandes contemporáneos, pero no merece el desdén que le tuvieron. James Valender, en un preciso prólogo, la sitúa en su lugar, y en la memoria del lector se quedan su emocionado sentir y algunos de sus versos: “parece que no soy yo / quien está a solas conmigo”.



29 comentarios:

  1. Entrevista con Paloma Altolaguirre
    Cernuda en Coyoacán
    http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/index.php/rum/article/view/2394/3481

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  2. Interesantísima reseña, que me plantea la pregunta de qué entiende exactamente JLGM por "poeta menor". No es raro que se califique así a Manuel Machado, por ejemplo, de quien el propio JLGM decía recientemente (así puede verse aquí: https://sevilla.abc.es/cultura/libros/sevi-reeditan-todos-versos-manuel-machado-poeta-nunca-dejaron-leer-poetas-201909140932_noticia.html) que "En una antología española de todos los siglos de poesía siempre estará este poeta".
    Y conste que lo pregunto no con ningún afán de polémica, sino porque es realmente cosa que para mí no está clara.
    Creo recordar que Borges dice por algún sitio que, para él, lo que suele llamarse "poeta menor" (y que, supongo, es el que, más que sobre "grandes temas", tiende a escribir sobre cosas más cotidianas) no es un grado menor, sino una categoría distinta, otra manera de plantearse la poesía, y que dentro de ella, como de las otras, se puede llegar a la máxima excelencia; y así, alguna vez dice que Verlaine es su poeta preferido de todos los tiempos.

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  3. Aquí "poeta menor" no es una categoría distinta, sino poeta que trata de jugar en la misma liga que sus compañeros del 27, pero queda lejos de sus logros. En una antología general de la poesía española, no podrá faltar Manuel Machado, pero no se echaría en falta a Concha Méndez.

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    1. Eso creo yo también. Queda en pie, de todas formas, si puede o no un "poeta menor", en el sentido de poeta que se ocupa de cosas cercanas, cotidianas, llegar a la máxima excelencia y ser equiparable por tanto a poetas "mayores", o si eso es imposible por definición. Yo tiendo a pensar que sí, que es posible ser "poeta menor" en aquel sentido, y ser también un poeta de la mayor grandeza posible. Pero es tema que estoy lejos de tener claro.

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  4. La categoría de un poeta no tiene que ver con la "importancia" del tema que trata. Ni con el número de versos, claro. Un poemilla de Emily Dickinson sobre una carta o una flores tiene más valor que tantas ilegibles epopeyas del XIX. Y una rima de Bécquer que una interminable y bien intencionada oda de Quintana.

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    1. Totalmente de acuerdo con lo que dices. Pero ¿es comparable, digamos, Leopardi con Dante? Porque claro que Emily Dickinson es superior a cualquier epopeya ilegible. Pero, ¿y a las que no son ilegibles? ¿a las mejores, a las más grandes? Porque ése, no otro, es el tema difícil. Para mí, al menos. ¿Es Catulo comparable a Virgilio?

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  5. En las galerías de arte, el precio de los cuadros de un mismo pintor depende del tamaño. A igual calidad, parece que el tamaño importa.

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    1. Entiendo que esta respuesta significa que sí, que Catulo es comparable a Virgilio, y Leopardi a Dante.
      Por lo demás, lo de que el tamaño importe es, en la práctica, bastante relativo. De hacerse hoy una encuesta entre las gentes del oficio sobre quién es el mayor poeta español de cualquier época, no sería nada extraño que el elegido fuese San Juan de la Cruz, cuya obra es quizá la más breve de todos los grandes poetas de la literatura mundial.

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    2. La extensión de una obra literaria no tiene que ver con la extensión de la obra de un autor. El Quijote parece más importante que Rinconete y Cortadillo, aunque también sea una obra maestra.

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  6. A propósito de poetas mayores y menores, ¿conoce usted a Alfonso Berardinelli, autor de "El intelectual es un misántropo" (Ediciones El Salmón, Madrid, 2015) y "Leer es un riesgo" (Círculo de Tiza. 2016)?

    "Berardinelli lo tiene claro: ya no hay poetas publicables. Dice que la lástima es que se abran colecciones de poesía que después no saben con qué llenarse. Entonces llega el amigo, y el amigo del amigo, después el que tiene poder; más tarde el que insiste, el que te lo hará pagar muy caro y el que amenaza con suicidarse. Mientras, la crítica de poesía o bien se lo traga todo, o bien guarda silencio. "Para escribir el 90% de los poemas italianos que circulan hoy en día, no se requiere ninguna cualidad". Por eso todos somos poetas. "El pueblo ha tomado el poder poético, ¡hurra!", ironiza de nuevo. "Todos somos libres de crear, de expresarnos y de publicar. Además tenemos derecho a ser considerados poetas si lo deseamos con mucha fuerza, si estamos firmemente convencidos de serlo (...) independientemente de la calidad, el valor o el interés de lo que hayamos escrito". Lo llama "populismo poético": un inocente lector perseguido por veinte poetas que reclaman el "derecho a que se los lea".

    www.elespanol.com/cultura/libros/20160902/152485051_0.html

    Alfonso Berardinelli, (Roma, 1943) es un crítico literario y ensayista italiano. [...] Alfonso Berardinelli, el agitador cultural más indómito
    y polémico de Italia, ha recogido en el libro "Leer es un riesgo" sus reflexiones más lúcidas y provocadoras sobre la lectura y los cánones literarios sin posicionamientos políticos, sin proclamas ni programas.
    (Wikipedia)

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    1. Ignoro cuál será la situación en Italia. En España, me consta que la editorial en que yo mismo publico ha rechazado la posibilidad de hacerlo con mucha gente, algunos conocidos míos, y algunos incluso bien prestigiosos, simplemente porque no les pareció que lo que proponían tuviese altura suficiente. El filtro de calidad existe, y funciona, aunque (como todo lo humano) pueda equivocarse alguna vez. Así ocurre que un poeta rechazado por una editorial pueda dirigirse a otra, y a veces con éxito.
      Quizá Berardinelli, a quien no he leído, tiene tendencia a las reflexiones "provocadoras" que dice. Yo no; trato de decir lo que pienso, y de enterarme de lo que no sé, sin intención de "provocar" ni dejar de provocar a nadie; esa intención me parece puramente publicitaria; y, en lo personal, inmadura.

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    2. El problema es saber qué filtro se utiliza. Es evidente que la buena poesía es rara y los grandes poetas muy raros. Lo que más abunda es la poesía mediocre, del montón, ese 90 % del que habla Berardinelli - o JLGM también.

      En España, hoy, no hay más de una docena de poetas de verdad. El resto son Karmelos C. Iribarren o Elviras Sastre en el mejor de los casos, versificadores cuyo único talento es obstinarse en querer ser poetas y pasar muchas horas concentrados en el intento, cosa que mucha gente puede hacer.

      Para escribir poemas como los de Miguel d'Ors o Vicente Gallego hay, además, que ser poeta de verdad, cualidad muy escasa.

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    3. Lo del filtro de calidad...Si lo que llamas "la editorial en la que yo publico" es Pre-Textos, fíjate cuántos autores pasan ese "filtro de calidad", que la mayoría no son para tanto. Cada editorial tiene sus filias, sus fobias, sus políticas, sus compromisos, etc. Por lo demás, ¿es Wallace Stevens un poeta menor por tratar cosas cotidianas, cercanas, como hace en "Estudio de dos peras"? ¿Qué cosas no son cotidianas o cecanas? Stevens, como todos los poetas que lo son, tiene poemas mayores y menores. ¿Y es "Muerte sin fin", de Gorostiza, poema de poeta mayor simplemente por ser tan largo? A mí no me parece un gran poema.

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    4. Los criterios de selección han de ser aplicados, en Pre-Textos o donde sea, por seres humanos, que como tales pueden equivocarse. Lo hacen a su riesgo: si una editorial publica malas cosas, seguramente su prestigio sufrirá las consecuencias, y acaso tenga que cerrar. Pero no hay una solución mejor. ¿Nombramos un comité? ¿Y quién lo nombra, y quién controla a los controladores?

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    5. Evidentemente, José, son seres humanos. Por eso mismo, el hecho de que una editorial (la que sea) acepte lo tuyo y no lo de otros conocidos tuyos, algunos de ellos "bien prestigiosos", no significa que tú seas un poeta mayor y los rechazados, pobrecillos, poetas menores, que es lo que pareces sugerir con tu anterior comentario. "Pareces" sugerir, digo, porque cuesta creer que sea teniendo en cuenta tu madurez y tu modestia.

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    6. Gracias por lo de la madurez y la modestia, que deben habérseme perdido, porque yo no las veo. Pero eso aparte, no, no pretendía sugerir nada de eso, entre otras cosas porque a mí personalmente esa idea competitiva de la literatura me deja bastante frío, la verdad; lo veo cosa de adolescencia, pero uno ya tiene sus años. Hay un aforismo de Joubert, el que lleva el número 157 en la edición de Carlos Pujol para Edhasa, que dice: "Empezar haciéndolo mejor que los demás, y luego mejor que uno mismo". Lo de compararse con otros, ya digo, puede estar bien para empezar; luego uno se dedica a lo suyo, que ya bastante es, y lo que hagan los demás (que no depende de uno) deja de contar para eso. Cuenta como lector, claro, pero no como escritor: con quien compites es contigo mismo. Y es lo único que me parece sensato, y posiblemente útil.

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    7. Pues uno sí que te ve maduro y modesto, que es lo mismo que decir que te ve sensato. Aunque en esta ocasión te contradices un poco, porque afirmas no ver tu madurez ni tu modestia y, sin embargo, ves "cosa de adolescencia" esa "idea competitiva de la literatura". ¿? Algo no me cuadra en estos planteamientos tuyos.
      El aforismo de Joubert no está mal, aunque no lo considero un buen programa, precisamente por su carácter disimuladamente competitivo. Si hubiera que empezar de manera ejemplar, que sea aprendiendo de los demás (de los que saben), no intentando ser mejor que ellos. Y si luego hubiera que seguir de manera ejemplar, que sea sin fatigar a nadie de tanta ejemplaridad.
      Entre Virgilio y Cátulo, por cierto, prefiero al segundo.
      Y otra cosa. No olvidemos que no es función del arte, de ningún arte, clasificar. Ese es un trabajo menor y corresponde a los estudiosos del arte.


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    8. Es Catulo, no "Cátulo". Y lo de no ser adolescente significa sólo que uno, que no cumple ya los 60, tiene otras cosas que hacer que dedicarse a ver, con perdón, quién la tiene más larga. A estas alturas, ya no le sobra a uno tiempo para esas cosas; más le vale, al menos eso creo, dedicarse a lo suyo.

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    9. Disculpa por la tilde de más si te molestó. Escribir un comentario con el móvil tiene estos riesgos.

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    10. No, hombre, cómo va a molestarme. Es un error, el de "Cátulo", que yo mismo cometía hasta que me lo explicaron, y tiene su razón de ser; hubo por ejemplo un poeta y compositor de tangos argentino, fallecido en 1975, llamado Cátulo Castillo. Es sólo para intentar que si alguien, como yo, comete ese error, al menos sepa que lo es. A mí me lo explicó en su día un conocido escritor, Ramón Irigoyen, que durante años fue profesor de latín.

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    11. Madre mía ... Es un error, en mi caso, de teclear con el móvil. Cuando en un comentario quise poner "figuraciones", por ejemplo, me lo transformaba en "filtraciones", y así es que tuve que escribir "figura" y, separado, "ciones" (y luego unirlo). Con las tildes pasan también cosas raras, al menos a mí, y en este caso parece ser que el aparato reconoció el mismo nombre del compositor de tangos (que no conozco) y no el del poeta. Y yo no lo revisé. De todas maneras, eres libre de pensar lo que quieras. A mí, perdona que te lo diga, me trae sin cuidado.

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    12. En lo del nombre del poeta, no todo está tan claro. En latín no había tildes, por lo que no la lleva. Pero parece que la pronunciación latina era como palabra esdrújula (y así se dijo en castellano durante mucho tiempo, de ahí el nombre del compositor de tangos), pero actualmente se pronuncia como palabra llana, que era la pronunciación latina según otras fuentes (lástima que entonces no hubiera grabaciones).

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    13. No lo sé; yo hablo por lo que en su día me dijo Ramón, que supongo sabrá del tema. Si el posible error no es del Anónimo (al que pido perdón si se ha sentido molesto; de veras que no era mi intención), sino del corrector, en mi caso lo era mío; yo creía sinceramente que la pronunciación correcta era esdrújula, y así lo dije durante años. Pero pienso que, efectivamente, no tiene importancia. Creo también, por ejemplo, que la pronunciación correcta del nombre del premio (y del apellido del fundador) es Nobél, con acento tónico (no ortográfico, que he puesto sólo para señalarla) agudo, pero en España lo usual (yo mismo lo hago) es pronunciarlo como palabra llana.

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    14. No me molestó. Y hasta esa tilde involuntaria jamás me había planteado este tema ni sabía nada del compositor de tangos. Nunca te acostarás sin saber una cosa más.

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  7. Interesantísima la reseña pero no menos interesantes los comentarios. Gracias a todos.

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  8. Si no te quema
    ni te muerde al leerlo,
    no es un poema.

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  9. Y si te quema o te muerde, será una cerilla o un perro, pero no un poema.

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  10. ¡Y lo dice el de "Jugar con fuego"! ¿Que ya no sabe de metáforas? Apaga la cerilla, José Luis.

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  11. De acuerdo con lo que sostiene el sr Capdepón. La poesía solo puede ser un "fuego de palabras". (Lo otro es solo versificación)

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