jueves, 24 de octubre de 2019

Un maestro al completo



Diarios. Edición completa seguida de un epílogo
Iñaki Uriarte
Pepitas Editorial. Logroño, 2019.

Pocos escritores han conseguido más con menos. Iñaki Uriarte, autor de algunos poemas juveniles en los años setenta y luego colaborador esporádico con artículos y reseñas en el diario bilbaíno El Correo, parecía destinado a no ser más que un diletante, un agradable conversador, un buen lector, quizá acaso un personaje –indolente, bien parecido, con alguna anécdota novelera en su biografía– en la obra de algún escritor amigo.
            A los cincuenta y dos años, tras un ingreso hospitalario por una enfermedad grave, que los médicos temían que fuera definitiva, comenzó a redactar un diario como quien pronuncia sus últimas palabras.
            No estaba en principio destinado a la publicación, pero tras un anticipo en una revista, en 2010 decidió publicar el primer tomo. Apareció en una pequeña editorial provinciana y parecía destinado a pasar sin pena ni gloria, como tantas otras primeras obras de escritores que se inician tardíamente. El éxito, sin embargo, fue inmediato.
            Las causas fueron varias. Una tiene que ver con la personalidad del autor, atento  lector que había cultivado la amistad de los escritores de renombre sin ser nunca una competencia para ellos. Antonio Muñoz Molina, Enrique Vila-Matas o Andrés Trapiello no dudaron en lanzar las campanas al vuelo para encomiar a un autor primerizo.
            Pero hubo otras razones que fueron las que motivaron que ese revuelo inicial no se apagara a las pocas semanas, como suele ser la norma. Los Diarios de Iñaki Uriarte, tras su apariencia menor, de simples notas al margen, de colección de citas y pequeñas anécdotas, eran una obra mayor.
            Desde el principio se plantearon muy conscientemente como una obra literaria, no como un desahogo personal. Antes de poner la primera línea, el autor había leído y releído a sus clásicos –de Montaigne a Pla, de Stendhal a Borges– y era muy consciente de lo que quería y de lo que no quería hacer: cada anotación debería estar trabajada como un poema, no debería sobrar ni faltar una palabra; el estilo sería llano, conversacional, pero sin concesiones al anacoluto ni a las imprecisiones propias del habla coloquial.
            Las anotaciones de este diario admiten la lectura independiente, y por eso puede comenzarse su lectura por cualquier página: en todas ellas hay un rasgo de humor o de inteligencia, una anécdota significativa, una cita memorable. Leído en orden cronológico es también una lúcida crónica del cambio de siglo.
            Los diarios de Iñaki Uriarte, escritos entre 1999 y 2010, se publicaron en tres breves tomos, varias veces reeditados. Ahora se reúnen en un volumen no demasiado extenso, al que se le añade un epílogo inédito formado por anotaciones sin fecha escritas con posterioridad.
            Iñaki Uriarte se autorretrata como un escéptico, un hombre indolente ajeno a cualquier fanatismo, al que lo que más le gusta es sentarse en una terraza a ver pasar la gente o a leer sin prisa un libro.
            Pero tras esa vida de perpetuo jubilado que veranea en Benidorm y ejerce de acompañante de su mujer, que es quien trabaja y se ocupa de las cosas prácticas, hay una intrigante biografía que poco a poco se nos va desvelando en iluminadoras ráfagas: el nacimiento en Nueva York (conservó hasta hace poco la nacionalidad norteamericana), una estancia en la cárcel, extravíos varios antes de llegar a la serenidad de la madurez.
            Taller literario, libro de viajes, arte de vida, todo eso son estos Diarios. Hay también en ellos muchos personajes retratados al minuto que los convierten en una Comedia humana en miniatura, pero mi preferido es más que humano: un gato que lleva el nombre de su escritor más admirado, Borges. Le vemos llenar de felicidad muchas de estas páginas y en el epílogo, en las que quizá sean las líneas de más contenida emoción, se nos cuentan sus días finales.
            Pocos escritores han conseguido más con menos, decía al principio. Un único libro, anticipado en tres entregas, le ha bastado a Iñaki Uriarte –como a Chamfort, como a La Rochefoucauld, como a Montaigne– para lograr un sitio cierto en la historia de la literatura. Quien tiene ese libro, tiene un tesoro.

3 comentarios:

  1. Pues yo tengo ese tesoro, esos tres libros, y para mí fue un deslumbramiento. Una lección de que se puede escribir un diario, como dice JLGM, inteligente y divertido.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Pido disculpas. Escribí aquí un comentario por error que debía ir en la reseña anterior, la del 20 de octubre sobre la poesía de Angel González

    ResponderEliminar