Un cierto Tánger
Fernando Castillo
Confluencias.
Almería, 2019.
¿Solo es posible escribir de Tánger desde la nostalgia?
Pocas ciudades con tanta literatura, pocas quizá también tan falseadas por la
literatura. Los buenos días perdidos serían, en Tánger, los del colonialismo,
camuflados con un estatuto de ciudad internacional.
Durante
largas décadas, Tánger fue un paraíso fiscal, un refugio para los heterodoxos
sexuales, un hotel de lujo a precios económicos en el que solo el servicio era
indígena.
El pasado
glorioso de Tánger es, en buena medida, un pasado de explotación y miseria,
pero no por eso menos fascinante desde el punto de vista literario. El arte y
la moralidad siempre han tenido unas relaciones peculiares. Admiramos al
ciudadano ejemplar, pero no pagaríamos la entrada para ver una película
inspirada en él ni compraríamos una novela en la que fuera protagonista.
Fernando
Castillo, como su admirado Patrick Modiano, siente fascinación por el París turbio
de la ocupación, y ha dedicado a esos años un libro minuciosamente documentado,
Noche y niebla en el París ocupado.
Traficantes, espías y mercado negro. Nadie como él podía escribir un libro
sobre Tánger que por una lado nos volviera a contar, a su manera, lo de
siempre, pero que también muchas cosas más.
Comienza
hablándonos del primer visitante ilustre de Tánger, el rey don Sebastián, el
iluminado que desapareció en Alcazarquivir para seguir viviendo en la
inmortalidad del mito; dedica uno de sus últimos capítulos a la arquitectura
del barrio de Bujachjach, también conocido como “barrio español”. Sus
construcciones, que parecen rivalizar con la bauhasiana Tel-Aviv, “son un
muestrario de rigurosas líneas racionalistas, de atrevimientos expresionistas,
de formas art déco o de audacias
arquitectónicas vanguardistas cercanas al futurismo”. El deterioro actual de muchos
de esos edificios no hace sino añadirles encanto.
“Refugiados
y espías” es el título de otro de los capítulos. Casablanca, la película de Michael Curtiz, está inspirada en la
realidad del Tánger de los años cuarenta, refugio temporal de los europeos que
huían del nazismo y el mejor lugar para hacer inconfesables negocios.
En
“Fugitivos oscuros” nos encontramos con unas cuantas biografías entrevistas de
personajes de novela negra, como Marga D’Andurain. “una de las femme fatale del París alemán”, o el
belga Willy Verstrynge Tholoen. También se alude al paso por la ciudad de César
González-Ruano, un escritor que resume todas las turbiedades de la época, quien
finalmente prefirió no asentarse en ella.
Los años de
la posguerra fueron los de Paul Bowles y la generación beat. Muchos de los que
posteriormente se sintieron atraídos por Tánger no buscaban la ciudad real,
sino la que aparece en novelas como Déjala
que caiga, donde se la define como un lugar en el que “se podía conseguir
cualquier cosa siempre que se pudiera pagar. Y hacer también cualquier cosa: no
había nada incorruptible. Era solo cuestión de dinero”.
Ajenos al
Tánger real esos visitantes ilustres que buscaban prostitución, alcohol y
drogas a buen precio, contrastan con los que nos refleja Ángel Vázquez en su
mítica novela, más elogiada que leída, La
vida perra de Juanita Narboni, publicada en 1976, cuando ya el Tánger que
retrata –con su convivencia de religiones y culturas– era historia, materia de
dolor y de nostalgia.
El
crecimiento del nacionalismo y del anticolonialismo, como en Egipto, Argelia y
el resto del mundo árabe, no es visto con la negatividad habitual. El ayer
mitificado no le impide reconocer a Fernando Castillo el Tánger de hoy,
“privilegiado escaparate de Marruecos ante la Europa de enfrente”; una ciudad
en desarrollo, “la más snob y libre de Marruecos”; una ciudad cosmopolita que
de alguna manera sigue conservando el espíritu del Tánger de siempre.
Pero
Fernando Castillo sigue prefiriendo el Tánger de los años veinte, treinta y los
de la guerra europea, un Tánger modianesco, coloreado por la fantasía en el que
malvivieron muchos y triunfaron los vividores de pocos escrúpulos. Ese es el
Tánger que sigue atrayendo turistas a la ciudad, aunque no tanto como el un
poco posterior, “una suerte de Berlín weimariano”, el Tánger del vive como
quieras en un ambiente exótico siempre que puedas pagar la cuenta y dejar
buenas propinas, el que permitía pasar un retiro dorado o unas vacaciones de
lujo, para decirlo con un título de Julián Rodríguez, en la miseria de los
demás.
Querido José Luis: te has ido de Fernando Castillo, a quien conozco y aprecio desde hace años, a un inexistente Fernando Serrano. Por primera vez veo que eres mortal y que debes aplicarte aquello de "aliquando bonus dormitat Homerus". Es que llevas un ritmo de lecturas críticas que no creo que tenga par en el universo mundo. Saludos para todos.
ResponderEliminarSi de humanos es errar, amigo Ángel, yo muy humano debo ser, como dijo en un soneto Amparo Amorós.
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