viernes, 5 de junio de 2020

Apuntes de clase

Borges profesor
Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires
Edición de Martín Arias y Martín Hadis.
Lumen. Barcelona, 2020.

La llamada “revolución libertadora”, que acabó con la dictadura de Perón en 1955 para instaurar otra “cívico-militar”, tuvo en Jorge Luis Borges uno de sus principales valedores. Entre los beneficios que ese apoyo le reportó están la dirección de la Biblioteca Nacional y una cátedra de Literatura Inglesa y Norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. Borges, que carecía de títulos oficiales (no había terminado el bachillerato) explica así las circunstancias de su nombramiento: “Los demás candidatos habían enviado cuidadosas listas de sus traducciones, sus publicaciones académicas, sus conferencias y otros logros. Yo me limité a la siguiente oración: ‘Sin saberlo, me he venido preparando para este cargo a lo largo de toda mi vida’ Mi llana exposición fue exitosa. Fui contratado y pasé diez o doce años felices en la Universidad”.
            Gracias a la minuciosa reconstrucción filológica de Martín Arias y Martín Hadis tenemos la ocasión de asistir a las clases de Borges en el trimestre que abarca de octubre a diciembre de 1966.
Nos imaginamos el asombro de los alumnos oficiales (poco a poco fueron asistiendo también, como simples oyentes, muchos admiradores) ante aquel raro profesor. Algunos decidieron grabar las clases y luego transcribirlas. Se han perdido las cintas, que probablemente fueron regrabadas, pero se han conservado las transcripciones y otros apuntes. Que no eran muy duchos esos alumnos ni entendían muy bien la dicción de Borges nos lo indica, como señalan los editores, que la mayoría de los nombres propios resultaban irreconocibles y muchas citas aparecían grotescamente deformadas, Baste un ejemplo. “Walt Whitman, un cojo, hijo de Manhattan”, se leía. El texto original, en Hojas de hierba, no dice “un cojo”, sino “un cosmos”.
            Las veinticinco lecciones de este curso de literatura inglesa ocupan más de cuatrocientas páginas y constituyen, sin duda, la obra más extensa de Jorge Luis Borges. Muy probablemente, él no habría autorizado su edición, pero los admiradores del escritor estamos de enhorabuena. Como lo estuvieron sus alumnos de entonces, aunque el nombramiento tuviera mucho de cacicada para premiar favores políticos. Hablando de sus tiempos de profesor, declaró en una entrevista de 1979: “Siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque es famoso, no lo lean porque es moderno, no lo lean porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo, aunque ese libro sea el Paraíso perdido o el Quijote”.
            Borges dictaba sus clases sin ningún tipo de apuntes, citaba siempre de memoria (ya para entonces era ciego). Admira su erudición, la cantidad de datos y de textos que maneja;  no sorprende que a veces se equivoque en una fecha o cite mal. Los editores señalan esos errores en nota, pero han tenido el acierto de no corregir las citas: nos permiten así el placer de ver cómo la memoria de Borges mejora a veces unos versos ajenos.
            Al Borges profesor le gustan las etimologías, sobre todo las que tienen que ver con el inglés antiguo; las anécdotas biográficas; convertir en un cuento, en ocasiones muy borgiano, el argumento de las obras literarias.
            De vez en cuando se permite alguna broma, ciertas digresiones. Se burla de Paul Valery, quien al parecer preparaba borradores falsos de sus poemas para poder venderlos cuando necesitaba dinero. Nos habla de Truman Capote y de A sangre fría para contraponer su procedimiento de escritura al de Shakespeare: “Coleridge pensó que Shakespeare no había observado a los hombres, que no había condescendido a esa baja tarea de espionaje, o de periodismo”.
            Shakespeare, por cierto, es mencionado acá y allá, pero no se le dedica ninguna lección: Borges salta de la Edad Media al siglo XVIII.
           El índice temático y cronológico de las clases, con su subtítulos explicativos --aunque un tanto escondido y sin paginar--, facilita el manejo del volumen: cada lector podrá encontrar con facilidad la lección que le interesara especialmente (no faltará quien piense que Borges se deja llevar en exceso de su pasión por la literatura anglosajona).
           El título del libro resulta inadecuado: Borges profesor no es un estudio de la labor profesoral de Borges (aunque se refiera a ella uno de los prólogos). Como autor debería figurar Jorge Luis Borges y como título Curso de literatura inglesa. No es el único caso de un curso transcrito a partir de las notas de los alumnos, recordemos a Ferdinand de Saussure y su célebre Curso de lingüística general.
            Hay unos pocos escritores de los que no desdeñamos ni el más mínimo escrito ocasional. Borges es uno de ellos. El Borges mayor está en otra parte, ciertamente. Pero en este Borges hablado y profesoral quedan suficientes muestras de su perspicacia lectora y de su inteligencia como para que no convenga perdérselo.


11 comentarios:

  1. "Las veinticinco lecciones de este curso de literatura inglesa ocupan más de cuatrocientas páginas..."

    Más de 500 más bien:

    Detalles del producto:
    Tapa blanda: 536 páginas
    Editor: LUMEN; Edición: 001 (19 de marzo de 2020)
    Colección: Ensayo
    Idioma: Español

    (www.amazon.es)

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  2. El libro fue publicado por Emecé, y distribuido en España, en 2002. Es la edición en que yo lo leí. Ignoro si esta nueva reproduce tal cual la anterior, o hay novedades en ella.

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  3. La transcripción de las clases ocupa exactamente desde la página 41 hasta la 464, Rodrigo.

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  4. El copyright de los textos es del año 2000, Cereijo. Esta es la primera edición española.

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  5. No soy ningún admirador de Borges. Sobre este personaje habría que oír a muchas víctimas de la dictadura militar.

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    Respuestas
    1. Las madres de Plaza de mayo lo oyeron en su momento o, más bien, el las oyó atentamente y firmó con ellas un petitorio muy importante. Asistió a un juicio de las Juntas militares y escribió sendos textos sobre "el infierno" (así lo llamó) de la Dictadura militar. Su conocimiento de la política argentina era más bien rudimentario y en sus ideas gravitaron sin dudas prejuicios de clase y otros, como el tan extendido, que considera a la política como una esfera radicalmente extraña a la esfera de la cultura. En un momento se distrajo de las letras y creyó en la "decencia" y el debido orden que traerían al país los militares. Un episodio nefasto fue sin dudas el de su visita a Pinochet. Pero fue también un hombre valiente y lúcido, del que se suele hablar, como tantos hacen de tantas cosas, con nulo conocimiento y mucha automática reacción visceral a sus ironías y humoradas y a otras formas de su inteligencia.

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  6. El que Borges, mucho después de cumplir los 50, cuando ya era el más importante y reconocido escritor argentino de su tiempo, pudiera dar por un tiempo (como más tarde en el propio Estados Unidos) clases en la universidad, sin haber terminado el bachillerato, te parece, según dices con notoria firmeza, que tuvo “mucho de cacicada para premiar favores políticos”. ¿De verdad Martín? ¿De verdad de la buena? A veces dormita Homero. Incluso, en ocasiones, rebuzna.

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  7. Pues sí, fue un favor político, y por muy buen escritor que fuera no le habrían dado ese puesto frente a otros candidatos que cumplían los requisitos en diferentes circunstancias. Y su explicación es de una gran ingenuidad. Y esto no tiene nada que ver con que ver con su valía como escritor o como profesor.

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  8. Abelardo, que sea un gran escritor (quizá lo sea)

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  9. En Internet pueden leerse muchas entrevistas de Borges, y en bastantes ocasiones comentó que no disponía de medios económicos para contratar a un secretario (que le leyese libros). Por eso tenía que servirse de las personas que deseaban conocerle e iban a visitarle a su casa, de modo que les pedía que le leyesen pasajes de libros (lo que muchos visitantes han confirmado, considerando un gran honor haber leído para Borges).

    Es notable, por otro lado, que Borges no aprendió braille, por lo que su ceguera debió suponerle una rémora importante para su creatividad (aun siendo ésta mucha).

    Aunque no venga muy a cuento con la entrada, impresiona que ninguna institución pública (ni privada) ayudase económicamente a Borges para proporcionarle un secretario.

    (Lo de que carecía de medios económicos para contratarlo parece cierto, al menos hasta edad muy avanzada -en que su fama debió de proporcionarle más ingresos-, pues es sabido que casi todo el tiempo vivió modestamente en casa de su madre.)

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