jueves, 2 de septiembre de 2021

Ejercicios de despojamiento

 

La luz pensativa
José Cereijo
Pre-Textos. Valencia, 2021.
 

Algo de libro de autoayuda –en el mejor y en el peor sentido de la palabra-- tiene el nuevo libro de José Cereijo, uno de esos poetas que no acostumbran a crecer en extensión, que no buscan la variedad temática y formal, sino la claridad expresiva y el ahondamiento en unas pocas obsesiones, en los grandes temas de siempre: el tiempo, el amor, la muerte.

            Sorprende, en primer lugar, el abundante uso del imperativo, apenas hay poema que no lo emplee: “desnuda tus ojos”, “mira”, “míralo”, “no lo olvides”, “escucha y agradece”.  El destinatario de esas órdenes o consejos es no solo el propio autor –el libro abunda en ese “tú-testaferro” del que hablaba Bousoño--, sino también el lector.

            La lección, la moraleja, se vuelve a veces demasiado explícita. Copio entero uno de los poemas, como todos ellos sin título, en el que claramente sobre el último verso: “Contempla una vez más / el sol en la ventana, / la alfombra de oro viejo de las hojas caídas, / la ausencia de los pájaros, / el azul transparente, luminoso y sereno, / y tan hondo, / la vejez de las casas, lo que evoca, / y piensa: eso no miente, / no pregunta, no juzga, solo espera / y acompaña, en silencio. / Así debiera ser también tu vida”.

            La luz pensativa (en el título aparece uno de los recursos estilísticos característicos del libro: la personificación) puede considerarse como una serie de variaciones musicales y conceptuales sobre unas pocas notas. Da la impresión de haber sido escrito casi de un tirón, en un único impulso creativo. El poeta insiste una y otra vez y, de pronto, entre las titubeantes tentativas, nos sorprende el milagro.

            José Cereijo no le teme al tópico, todo lo contrario, lo bordea deliberada y continuamente. ¿Cuántas veces se ha comparado a la mujer con una rosa? Él lo hace una vez más y consigue un poema nada miméticamente juanramoniano, pero que Juan Ramón Jiménez no habría desdeñado firmar: “Una rosa, tu cuerpo. / No, no es eso, solo / su perfume; no, apenas / el aire en torno a ella, / o acaso únicamente la mirada / que la recoge, que la envuelve: eso / es lo que ahora / eres, no eres, /tú”.

            El paisaje que aparece en los versos de José Cereijo es un paisaje minimalista, casi siempre de invierno, a menudo visto a través de una ventana. Habla de las ramas secas de los árboles, del canto de un pájaro, por lo general sin más precisiones. Si menciona una rosa, ya lo hemos visto, parece referirse más al arquetipo de la rosa que a una flor concreta. También el ruiseñor del primer poema es el de la literatura: “No hables del ruiseñor / cuando canta. Demasiado se ha dicho. / Piensa en él cuando calla, / cuando habita en el frio, / cuando ya nada tiene que decir, / cuando solo es él mismo”.

            De vez en cuando, nos disuena algún adjetivo facilón (“Has estado escuchado a Chopin, / esa música bellísima”), echamos de menos cierta poda en esta serie –quizá algo monótonamente excesiva-- de variaciones. Pero de pronto, ya lo hemos dicho, se produce el milagro y entonces al poeta, al poeta excepcional que es José Cereijo, se lo perdonamos todo.

            Consciente de la dificultad de esta poesía hecha con tan pocos y reiterados elementos, de vez en cuando introduce alguna anécdota: el imposible intento de John Cage de lograr el silencio total, las palabras de Montaigne sobre el manuscrito robado de sus ensayos, el diálogo con Platón, el canto de las sirenas, Schubert tocado por Alfred Brendel, el eterno retorno de Nietzsche.

            Pero no necesita la poesía de José Cereijo demasiadas apoyaturas externas, una explícitas y otras implícitas, como la variación sobre un poema de Antonio Machado (“Ese árbol que tú creías seco”) o sobre el verso final (“en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”) de un famoso soneto gongorino: “Hoy es un día gris. Las hojas / que todavía no cayeron de los árboles / parecen más hermosas, / más significativas, en la luz tamizada. / Serenas ellas mismas, / podrían enseñar serenidad a quien las contemplase. / Lo que dicen, lo dicen en voz baja; / y esperan, / sin temor ni impaciencia, / la hora de ser polvo, sueño, nada”.

            En voz baja nos habla José Cereijo, sin temor ni impaciencia, de la muerte inevitable –qué hermosos sus poemas sobre las ausencias tan presentes en cualquier vida--, y nos invita a nos desperdiciar el precario presente “que es todo lo que tienes, / que es todo lo que eres”.



           

27 comentarios:

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  3. Pablo, creo que te respondes a ti mismo.
    El poema es un tópico en fondo y forma, supongo que por eso lo repite, salvo el verso final, que a ti tanto te choca.
    Está bien la idea. Da qué pensar.
    Víctor Menéndez

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  4. "Da que pensar", mejor. Antes de que me acribillen aquí con las tildes.

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  5. Gracias, en primer lugar, a JLGM por la generosidad de sus palabras, que son con mucho lo más importante y suponen para mí un ánimo y un estímulo. De veras, repito, gracias.
    Respecto a las objeciones que aquí se hacen, sólo puedo hacer constar mi propia opinión. El verso final al que él objeta en el poema que empieza “Contempla, una vez más” (verso que, por cierto, aparece mal reproducido; en su forma correcta es “Así debiera ser TAMBIÉN tu vida”), como al que igualmente pone reparos quien firma “Pablo de P.”, diré que en ambos casos el poema fue concebido y escrito así, y que la supresión del último verso me parecería una mutilación injustificada y poco natural; así lo vi entonces, y así me sigue pareciendo ahora.
    Y sobre lo de los “imperativos” (que son, pienso, algo menos frecuentes de lo que JLGM da a entender), se trata de poemas más bien auto-exhortativos, del tipo (por poner un ejemplo, y salvando naturalmente las inmensas distancias) de los que son frecuentes en la poesía de Ricardo Reis. Cuando él dice, en un poema bien conocido (y espléndido) lo de “Para ser grande, sé entero”, y todo lo demás, está haciendo eso mismo. No son en ella menos frecuentes los imperativos (que, de acuerdo con lo dicho, yo llamaría más bien exhortativos): hagamos, rehusemos, tengamos, antepongamos…, y cumplen una función (repito, salvadas todas las distancias) semejante.
    Pero en fin, ésas son cuestiones menores. Lo más importante, con mucho, es lo que ya decía en la primera frase; repito, para terminar, el agradecimiento.

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  7. Muy exagerado Pablo p "mi corazón espera/ también hacía la luz y hacía la vida/ otro milagro de la primavera' A lo mejor sobran estos versos explicativos pero no hacen a Machado poeta mediocre..un poco pedante eso de leer el poema con boli rojo: " este verso sobra ,suspenso" mucho mejor hacerlo " a la espera del milagro" como dice el autor de la reseña.

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  9. Tu reseña a LA LUZ PENSATIVA te ha salido absolutamente “venenosa”, en el mejor y en el peor sentido de la palabra. Los poemas de Cereijo no tienen nada que ver con los libros de autoayuda, como no tienen nada que ver con los libros de derecho notarial y, desde luego, está clarísimo (al menos para mí) que no sobra ningún último verso, en especial en el poema que citas. Del mismo modo, lo relevante no es si el adjetivo “bellísima” es o no “facilón”, tal como tú depones en cierta desmayada argumentación, sino si está justificado. Cereijo es muy parco siempre a la hora de adjetivar y si lo hace, lo hace por alguna razón y con toda la razón. Además, lo realmente importante es no abusar a menudo, es decir, imperdonablemente de ciertos substantivos y adjetivos. En este sentido, se me ocurre proponerte que cuentes los bellísimo y bellísima que hay en todos los poemas de Cereijo y yo me resignaré a contar las veces que aparece la palabra fantasma en tus obras completas, verso y prosa.

    El efecto tóxico de tu reseña se aprecia especialmente bien en los comentarios (¿?) del desconocido, por embozado y rebozadamente anónimo, “Pablo de P punto”, quien, viendo los pescozones que tú propinas a Cereijo, se anima valientemente (por eso del anonimato) a atizarle, él también, unas cuantas patadas y tirones de oreja a nuestro buen amigo, exclamando que no le perdona a Cereijo noséqué, que nosecuantos le quita a tal poema todo encanto, que es grave que Cereijo cometa un pleonasmo (que solo existe en la suponible o supuesta imaginación de P.de P.) e incluso, poniéndose jardinero o de jardinero (a la mismísima manera del propio García Martín que habla también de podas en su reseña), tilda a Cereijo de poeta mediocre y encarece las virtudes de la “poda” aplicables a su poesía y quien sabe si al propio poeta. En fin.

    El libro de Cereijo es un libro excepcional, uno de los pocos grandes libros de temática amorosa de los últimos cien años. En otro tiempo, tú te hubieras dado cuenta de eso y hubieras señalado y defendido precisamente eso. A lo mejor estás envejeciendo, amigo.

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    2. Pues una infinidad de gracias a AL por su opinión, tan increíblemente generosa. Como sin duda él sabe, poeta como es, a uno mismo le suele faltar distancia para valorar lo que hace, y ha de conformarse, más sensatamente, con valorar lo que intenta. Así lo hacía yo en mi anterior nota, y no me siento capaz de añadir nada más. Salvo, de nuevo, las gracias. Hay lecturas que mejoran lo que leen, las hay -éstas son pocas- que casi lo reinventan, y también, excepcionales, que lo iluminan hasta hacerlo radiante. Ésta es una de ésas, y yo no puedo más que repetir las gracias.

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  10. Todos envejecemos, amigo Abelardo, pero unos más deprisa que otros. Yo, en eso, como en tantas cosas, me dejo ganar por cualquiera. Hasta por ti.
    Por cierto, me alegra mucho tu elogio de mi buen amigo José Cereijo. Y solo se me ocurre citar a Argensola: "¡Lástima grande / que no sea verdad tanta belleza!". Claro que lo mejor lo es y ese cielo azul que todos vemos es cielo y es azul. Y además "bellísimo".

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  12. A Abelardo Linares, cuando me comentó por teléfono el tenor del comentario a mi reseña, ya le avisé yo de que el tal Pablo de P. no era precisamente un seguidor mío, sino un trol que ya hemos sufrido con distintos pseudónimos. No me creyó. Ahora puede comprobar personalmente la categoría personal e intelectual del tal. Yo le aconsejaría no responder. Que el hipotético lector de estos comentarios saque sus propias conclusiones.

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    2. Don Pablo de P. conoce bien los temas de los que habla, por ejemplo un libro que ni siquiera ha leído, como no ha leído ninguno de los que se comentan en estas páginas y él se atreve a descalificar basándose en alguna muestra que ha encontrado en Internet.
      Conoce bien al poeta José Cereijo, del que probablemente no había oído ni hablar antes de encontrarse con mi reseña, y critica a Abelardo Linares (del que probablemente solo sabe lo que acaba de encontrar en Internet) por elogiar lo que vende... la competencia, la editorial Pre-Textos.
      En fin, como diría Rubén, "toda exégesis en este caso eludo".

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  14. Deduzco de sus palabras que no ha leído ningún libro de José Cereijo ni de Abelardo Linares, aunque de vez en cuando se ha encontrado con sus nombre y algún poema en Internet.
    ¿Y quién tiene intención de discutir que Renacimiento ha publicado algún libro de Cereijo, uno de relatos, otro de ensayos y una antología? Deducir de ahí que a eso se debe el elogio del editor de Renamimiento a un libro de poemas publicado por otra editorial es, permítame ser directo, una tontería, e intentar defender esa metedura de pata, una tontería aún mayor.

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    2. Uf! Vaya manera de razonar. El bueno de Pablo de P. se supera a sí mismo. ¿Pero de verdad puede creer una persona adulta -Pablo de P. los es, al menos por edad-- que porque en un comentario un gran conocedor de la poesía contemporánea, uno de los poetas y editores que han marcado las últimas tendencias, discrepa en un blog de lo que se dice de un poeta, y lo elogia, va a vender más de los libros que le ha publicado y que los lectores de ese blog en su mayoría ignora que existen? Qué cosas. No sigo, no sigo, aunque es difícil. Gente como este pertinaz lector le hacen sentirse a uno un Einstein, quiero decir, un superdotado.

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    4. Veo que Pablo de P. dispara a todo lo que se mueve. José Luis García Martín está lejísimos de ser listo; o sea, es tonto (no sé entonces por qué le lee). Abelardo Linares, además de mal poeta, como editor está dispuesto a engañar a quien se deje. (Y eso lo dice quien confiesa, un poco más arriba, que la deshonestidad imaginaria que le atribuye, él estaría dispuesto a practicarla en cuanto tuviera la oportunidad).
      Acabaré creyendo que el que Pablo de P. critique a alguien no sólo no tiene la menor importancia, sino que en realidad es un elogio; como aquellas películas de la época de la Transición, que como publicidad reproducían frases de tres o cuatro frases elogiosas de la Prensa de entonces, y una negativa de El Alcázar, o algún diario de esa cuerda; sabían que, para el lector normal, contaba como un elogio más.

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  15. Quizás el siguiente comentario incomode a alguien, pido disculpas por anticipado.
    JLGM es un crítico que utiliza, tal vez automáticamente, el verbo "perdonar" con frecuencia. Se entiende porque muchos autores a los que reseña son amigos o enemigos, se conocen personalmente. "A Baroja se lo perdonamos todo...","No podemos perdonar a Andrés Trapiello...", etc. son frases que aparecen o podrían aparecer en sus reseñas.
    Sin embargo, si no se tiene intimidad (literaria) con un autor, el verbo "perdonar" suena casi como una bofetada. Maleducado como interrumpir bruscamente una conversación ajena. A mi no me gusta nada.
    Deduzco que Pablo de P. es joven y se ha apropiado de un verbo inadecuado.
    Por otra parte, poner como vara de medir a A. Machado, me parece injusto. Hay buenos futbolistas y no son Messi.
    Yo he comentado sólo el poema de marras. Desconozco el resto de la poesía de Cereijo, por tanto no sé si es grande o pequeño.
    Aquí he criticado tendencias como la poesía de la experiencia, que como en todo, bien estaría que tuviese alternativas más populares. He criticado autores que creo sobrevalorados y que he leído aunque sea someramente.
    ¿Quién soy yo para perdonar o dejar de perdonar?
    Victor Menéndez

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  16. Ya preveía el chiste, amigo Martín

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  17. Pablo de P. no ha leído el libro que aquí se comenta. No tiene inconveniente, sin embargo, en descalificarlo, y de paso a su autor, en los términos que aquí se leen.
    Tampoco ha leído los libros de poemas de Abelardo Linares; pero lo descalifica también como poeta, aprovechando la ocasión.
    Que tanto el propio Abelardo Linares como García Martín sí hayan leído el libro aquí comentado, y otros de su autor, no es, faltaría más, un detalle de importancia. No por eso van a tener una opinión más fundada que la suya.
    No sigo. Él dice que no es un trol; si no lo es, la diferencia es tan pequeña que yo no soy capaz de ver en qué consiste.

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  18. Me ha gustado el libro. A lo mejor sobran algunos versos, pero si el autor considera que no, es su poema. De todos los comentarios, los del tal "Pablo" me parecen bastante desagradables. Se puede decir lo mismo, pero de otra manera. Yo pongo mi nombre. Saludos.

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