Un hogar en el
libro
Antonio Rivero
Taravillo
Newcastle Ediciones.
Murcia, 2022.
Las librerías, como todas las especies en peligro de
extinción, gozan de muy buena prensa. Abundan las novelas, las películas, que
tienen por protagonista a un heroico librero o librera, alma de su barrio,
consejero espiritual de sus clientes —más
que clientes amigos—,
que lucha contra feroces dragones: las inmobiliarias, las cadenas de
estandarizadas librerías o de comida rápida.
La realidad
se parece poco a esa idealización romántica, que encandila sobre todo a quienes
hace tiempo que han perdido la costumbre de frecuentar librerías.
Antonio
Rivero Taravillo, en Un hogar en el libro, deja constancia de su paso
por una librería que, aunque formaba parte de un gran grupo, tenía un carácter
singular: la Casa del Libro, de Sevilla, inaugurada con él al frente en 2001 y
de la que fue despedido, con quizá no muy buenos modos, cinco años después. No
ha pasado mucho tiempo, ni siquiera dos décadas, y ya el mundo es otro, ya no
sería posible una experiencia semejante.
Un hogar
en el libro tiene algo de novela de no ficción con un toque de relato
costumbrista que a veces se aproxima al género negro. No escasean los ajustes
de cuentas, a los que tan propicia resulta esta clase de obras, pero sin exceso
de nostalgia: aquel abrupto final supuso un principio. A partir de entonces.
Antonio Rivero Taravillo se convirtió en un escritor profesional, cultivador de
los más diversos géneros, de la poesía al relato de viajes y a la novela;
también biógrafo (a él se deben las precisas biografía de Cernuda y Cirlot) e
incansable traductor.
La Casa del
Libro original, fundada en los años veinte, fue la primera gran librería
española y está ligada a la historia de nuestra cultura. Baste decir que en el
edificio de la Gran Vía madrileña, que se construyó exprofeso para albergarla,
estaba la redacción de Revista de Occidente y tenía su despacho Ortega.
Cuando la compró el grupo Planeta, decidió convertirla en el centro de una
cadena de librerías.
Antonio
Rivero Taravillo no solo nos cuenta los avatares de la inaugurada en Sevilla,
en el mejor lugar, con una gran inversión que desde el principio comenzó a ser
rentable, también ofrece capítulos de su autobiografía, centrándose
especialmente en su iniciación lectora.
Aunque
experto en literatura de lengua inglesa (especialmente irlandesa), aunque
reconocido traductor, aunque dirigió durante una década una librería inglesa de
Sevilla, nos sorprende indicándonos que no terminó sus estudios universitarios.
No es el único caso —ahí
está, por ejemplo, Juan Manuel Bonet— de quien sin llegar a licenciarse ocupa
los más destacados puestos de su especialidad. Algún día habrá que indagar en
la relación entre el desarrollo de ciertos plurales talentos y la falta de
ciertos requisitos administrativos que les evita presentarse a oposiciones muy
a menudo castradoras.
El negocio del libro puede no ser un
negocio como los demás, pero es también un negocio que, como cualquier otro,
necesita ser rentable para poder subsistir. El éxito de la Casa del Libro
sevillana, en la etapa en la que la dirigió Rivero Taravillo, se debió a que no
solo tenía los libros que se encuentran en cualquier otra librería, los libros
de gran venta, sino también muchos que solo se encontraban en ella —ediciones
minoritarias, incluso de autor, rarezas varias—, y a ello se añadía una buena
selección de revistas literarias, que dejan poco margen de ganancia, pero que
fidelizan a algunos de los mejores lectores. Además quiso convertirla en un
centro cultural, donde no solo hubiera las habituales presentaciones, sino
también talleres literarios y otras actividades.
Pero no solo habla de la librería a
la que logró impregnar de su personalidad Rivero Taravillo. También se ocupa de
la competencia, especialmente de la cadena sevillana Beta, que descalifica con
trazos gruesos, y de las nuevas editoriales que se fueron creando por entonces,
Lo hace sin obviar pequeños detalles que otros habrían tenido el cuidado de
evitar. De la editorial Periférica dice “que se benefició en su difusión, al
menos en el suplemento Babelia, de que el recientemente fallecido Julián
Rodríguez fuera hermano del redactor Javier Rodríguez Marcos”.
Hay elementos de novela negra.
Comenzaron a llegar correos falsos en los que supuestamente Rivero Taravillo
denigraba a escritores y colegas, anónimos a su pareja denunciando líos de faldas,
acusaciones de acoso sexual. Cuando lo denunció a la policía, el agente que le
atendió le dijo: “En estos casos, el culpable suele ser quien la víctima cree
que es”. Y el autor deja pistas para que sepamos quién fue. Como en cualquier
historia, no faltan las amistades traicionadas: “No descubro nada si agrego que
hay personas que llevan muy mal saber que deben algo a alguien”.
La experiencia concluye con un giro
de guion, “tan trágico como el nudo argumental de una tragedia de Shakespeare”.
Pero finalmente todo fue para bien, según ya hemos indicado, y si el negocio
editorial perdió a quien podía haber sido un importante ejecutivo, la
literatura ganó a un autor estajanovista y polifacético.
Convendría, en aras de la "verdad" -si esta algo es-, no idealizar. Si hubo alguna "edad de oro" de las librerías en Sevilla hay que enumerar algunas que ya no existen: "Al-Andalus", en Roldana, Montparnasse, en Don Remondo; Renacimiento, en Mateos Gago; Antonio Machado, en la esquina del Salvador (del hoy denostado o aplaudido, según tendencias, Alfonso Guerra) ... Otras, pocas, siguen con mayor o menor fortuna "luchando". Yerma, en Recuerda Rubio o Palas, en Asunción, no pueden obviarse. Caótica, en José Gestoso (antes Extravagante, en otra "Alameda") o La Fuga, en Conde de Torrejón, también merecen reconocimiento. Sin duda, olvido otras; las de "viejo", por supuesto. La Casa del Libro de Velázquez (hoy hay dos establecimientos más en la ciudad con la misma denominación), fue, no se le puede negar el pan y la sal, importante. Mucho, pero no tanto.
ResponderEliminarComentar, de paso, que conseguir en Sevilla algunas revistas literarias, si no se pertenece al "establishment" intelectual de la ciudad, puede resultar complicado. Pero ojo, algún libro editado en "Valencina" también puede resultar difícil de encontrar. ¡Ah!, Taravillo, aparte de los méritos enumerados por el reseñador, pertenece, para bien o para mal, al mencionado "establishment".
Supongo que tendrá una explicación más o menos prosaica y no tiene mucho interés la anécdota , pero lo cuento porque al leer esta entrada de la relación de Rivero Taravillo con la Casa del Libro , lo he relacionado con algo que me pasó en la Casa del Libro de Madrid hace unos meses al ir a comprar una edición bilingüe de poemas de Keats antologados y traducidos por Rivero Taravillo , la veleta 2005 Granada y que fueron premio andaluz de traducción el año 2005. El caso es que hubo revuelo y consultas entre los dependientes porque no aparecía en el ordenador , lo buscaron de varias formas sin éxito y me lo acabaron cobrando a un precio muy barato para una edicion no en tapa dura pero bonita, 10 euros creo. Supongo que a alguien se le despistaria.
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