Azada de jardín
José Ángel
Cilleruelo
Editorial Polibea.
Madrid, 2023.
Los
géneros o subgéneros literarios, no sabemos muy bien por qué, tienden a ponerse
de moda hasta que su exceso llega a producir cansancio. Ocurrió con el haiku,
en poesía, ocurrió con el microrrelato, pero todavía no ha ocurrido con el
diario personal, que sigue tentando incluso a quienes lo habían desdeñado
antes. Es el caso del poeta José Ángel Cilleruelo, buen conocedor de la poesía
portuguesa (fue uno de los traductores y divulgadores de Pessoa en los
ochenta), editor, y principal estudioso, de autores como José María Fonollosa o
Rafael Pérez Estrada. Después de cuarenta años de escritura, solo muy
tardíamente se adentra en el diario personal con Dedos de leñador (2021)
y su continuación, Azada de jardín.
El género del diario cuenta con
detractores y seguidores igualmente apasionados. Los primeros piensan que es el
equivalente literario de los reality televisivos, esos programas de tele
realidad donde se exhiben miserias e intimidades para entretener al personal. A
los partidarios, les gusta su carácter mixto, que sea literatura y algo más,
documento histórico, aunque de la pequeña historia, de la intrahistoria
unamuniana.
Hay dos clases principales de
diarios, aquellos que nos interesan por la importancia del autor, sea como
escritor o como figura histórica, y aquellos otros cuyo autor solo nos interesa
porque ha escrito un diario. Los del primer tipo pueden ser de escaso interés
literario, escritos a vuela pluma, con anotaciones incompletas (pensemos en el
diario de Byron), mientras que los del segundo han de tener valor por sí mismos,
incluso ser la obra más valiosa del autor, tal como ocurre con Amiel. También
puede interesarnos por lo que se cuenta de los demás, como en el famoso diario
de los hermanos Goncourt, a la manera de una crónica literaria, social o
política (o las tres cosas a la vez), o por lo que indaga en la personalidad, a
menudo conflictiva, del diarista, como en el caso de André Gide.
José Ángel Cilleruelo, un escritor
programático que la decidido volverle la espalda a la literatura comercial
(aunque la intentara en sus comienzos), concibe el diario como una sucesión de
pequeños ensayos a partir de anécdotas de su vida cotidiana. La primera entrada
ya nos pone sobre la pista de lo que nos vamos a encontrar. Tras largos años
utilizando el mismo cinturón, el inevitable deterioro le obliga a comprar uno
nuevo. Y esa mínima anécdota –para sorpresa de los lectores-- le sirve para
para esbozar una teoría sobre la decadencia de la civilización y a proclamarse
“estafado por su época”.
No de otra manera actuaba Eugenio
d’Ors con el paso de la anécdota a la categoría en sus glosas publicadas diariamente
en la prensa durante medio siglo (otra manera de diario), y también Ortega en
los sugerentes ensayos que reunió en El Espectador.
Vamos pasando de una entrada a otro
de esta Azada de jardín sin dejar de asombrarnos con la capacidad
teorizadora del autor. Ocurre, sin embargo, que su razonamiento es más de poeta
que de científico. Piensa por analogía y gusta en exceso de la generalización
no demasiado bien fundada. A menudo nos obliga a la discrepancia, pero eso es
parte del atractivo del volumen, que nos lleva a fijarnos en detalles que nunca
habíamos tenido en cuenta y a sacar conclusiones con frecuencia contrarias a
las del autor.
“Los minutos se han quedado como un
vestigio decimonónico”, deduce de la desaparición del reloj de pared en las casas.
De la Ilíada nos dice que “rey y guerrero están enfrentados por una
cuestión casi burocrática: la sustitución de la criada que Agamenón se ha visto
obligado a perder por la de Aquiles”. La cibernética explicaría, según él, “la
proliferación de tramas políticas populistas”. Y no porque las redes sociales
faciliten la difusión de determinadas ideas o bulos, sino porque ahora, gracias
a ella, “las cosas ocurren automáticamente, sin intervención del usuario y sin
que este entienda el mecanismo que las desarrolla”.
Junto a estas teorías más o menos
peregrinas y a cuyo desarrollo el lector asiste fascinado como a un juego de
manos en el que no siempre es fácil descubrir el truco, hay también abundantes
referencias a la enseñanza de Lengua y la Literatura. El autor ha sido profesor
durante largos años y, como todos los profesores, en materia de planes de
enseñanza opina que cualquier tiempo pasado fue mejor. Conviene no perderse las
razones que da sobre la utilidad de las clases de Literatura (no parece
importarle tirar piedras contra su propio tejado).
A su intimidad propiamente dicha se
asoma con cautela y como pidiendo perdón a los lectores. No es lo que más nos
interesa de esas páginas. Preferimos las teorizaciones sin complejos que pronto
olvidan el punto de partida y también los apuntes costumbristas, como los
dedicados a la subasta de los “lotes” (conjunto de objetos –muebles, ropas,
libros, papeles personales-- que hay en un piso cuando se desaloja) en los
Encantes barceloneses, o la visita al parque Güell acompañando a un amigo con
el contraste entre el parque temático en que se ha convertido y el algo
siniestro lugar de su infancia.
Hay vida literaria al margen del
mercado editorial y no todos los que se quedan al margen lo hacen contra su
voluntad. El más de medio centenar de pequeños volúmenes –cada uno de ellos
cuidadosamente ideado-- que José Ángel
Cilleruelo lleva publicados en editoriales que apenas se asoman a las
librerías, pero que misteriosamente llegan a un puñado de fieles lectores, constituye
el mejor ejemplo. Sin autores como él, y sin las editoriales que apuestan por
autores como él, la literatura –y nuestra concepción del mundo-- sería más
esquemática, mucho más pobre.
Me apunto los dos volúmenes de Diarios (a ver si los puedo conseguir). Lo conocí por sus blogs "El Visir de Abisinia" y "Galería de charcos". Y me parece un excelente poeta.
ResponderEliminarGracias por sus críticas. Un saludo.
Conseguidos: en camino.
EliminarGracias de nuevo.
En 2019 el autor publicó una entrega de su diario (con el título de Añil) en la editorial Cypress, y antes otras dos en Polibea.
ResponderEliminarOk, gracias. He visto que el blog de El Visir... sigue muy activo, y está toda la información que pueda haber suya. De momento mi bolsillo no da para más ;)
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