martes, 2 de abril de 2024

La verdad y otras dudas

 

Pedro Corral
¡Detengan Paracuellos!
Héroes humanitarios en el Madrid de 1936
La Esfera de los Libros. Madrid, 2024.

¿Cuántos años tienen que pasar –pronto hará un siglo-- para que la barbarie de la guerra civil se nos cuente sin sesgos partidistas? La represión fue feroz en ambos bandos, pero según quien la cuente siempre será menos disculpable la infamia de unos que la de otros.

Pedro Corral vuelve a los primeros meses de la guerra en Madrid, los más caóticos, cuando a la sublevación militar se unió una revolución proletaria, con documentación inédita o poco tenida en cuenta. Se centra principalmente en la intervención de la Cruz Roja Internacional para atenuar los daños del conflicto. Toma como protagonista a un olvidado, el doctor Georges Henny, un joven suizo que solo estuvo tres meses en España, pero que participó muy activamente en hechos como la devolución a sus familias de los niños de vacaciones en colonias escolares que quedaron en la otra zona, en el intercambio de rehenes o en la protección de los presos. Georges Henny fue uno de los primeros en enterarse de las matanzas de Paracuellos e hizo todo lo posible por detenerlas. Junto a Henny, Pedro Corral nos habla de otros “héroes humanitarios” –así los denomina en el subtítulo del libro-- que tuvieron un importante papel en el heroico y sanguinario Madrid de entonces, unos bien conocidos, como el anarquista Melchor Rodríguez, el llamado “ángel rojo”, y otros poco tenidos en cuenta, como el abogado ovetense Luis Zubillaga, discípulo del rector Leopoldo Alas, obsesionado –como tantos otros republicanos-- por detener los traslados de presos que acababan en ejecución clandestina.

            En ¡Detengan Paracuellos! hay mucha información novedosa, muchos pequeños detalles exactos y escalofriantes sobre esa barbarie, pero el autor no resulta demasiado convincente en su intento hacer responsable de ella al gobierno republicano y muy especialmente a Largo Caballero, entonces jefe del Gobierno. En el epílogo, contrapone su figura a la del delegado de la Cruz Roja Internacional: “Nadie reconoció nunca al doctor Henny su decisión de vivir peligrosamente en España en el otoño de 1936 para intentar salvar las vidas de indefensas personas desconocidas y atenuar su sufrimiento en el peor de los conflictos bélicos como es una guerra civil. Por el contrario, Francisco Largo Caballero disfruta del homenaje público en forma de gran escultura situada en una avenida principal de la capital española, a pesar de que desoyó en noviembre de 1936, tres días antes de que comenzaran las matanzas el llamamiento de Cruz Roja Internacional para proteger la vida de los prisioneros bajo su responsabilidad como jefe del Gobierno republicano”.

            Sin embargo, el propio Pedro Corral recoge testimonios que van en contra de esa tesis, como un informe del embajador de Chile en el que se lee: “El gobierno no tiene autoridad alguna sobre las masas armadas y, lo que es igualmente anárquico, cada partido entre los ultrarrevolucionarios opera por su cuenta sin hacer el menor caso de las órdenes del Gobierno”. Son numerosas las referencias al respecto: “A mediados de octubre, el Gobierno aprueba nuevas medidas para intentar controlar la violencia desatada contra los considerados desafectos, sobre todo en las horas nocturnas”.

            Una de las justificaciones de la matanza de presos fue la necesidad de acabar con la “quinta columna”. Pedro Corral duda de que Mola le diera nombre –piensa que fue un invento de la Pasionaria-- y niega que existiera antes de los primeros meses de 1937, como si solo entonces los partidarios de los golpistas descubrieron que podían ayudarlos desde dentro. Pero hubo quinta columna, y muy activa, y sus integrantes así lo proclamaron al terminar la guerra para conseguir los honores correspondientes. Participaron en ella también algunos de los diplomáticos que ofrecieron asilo a miles de contrarios al gobierno republicano: “A la labor humanitaria del representante noruego se le suele contraponer, para desacreditarla, sus vinculaciones con la ‘quinta columna’, que él mismo reconoció, al admitir que llegó a advertir a los franquistas de un ataque por las fuerzas gubernamentales al Cerro Garabitas en abril de 1937 a través de una radio clandestina de Falange”.

            Insiste Pedro Corral en culpabilizar a Largo Caballero --más que a Manuel Muñoz Martínez, responsable de la Dirección General de Seguridad, a Santiago Carrillo, delegado de Orden Público en la Junta de Defensa, o a Serrano Poncela, que firmó la mayor parte de las falsas órdenes de traslado o libertad, de los asesinatos de Paracuellos, considerándolo el principal responsable, pero él mismo se desmiente al afirmar que Melchor Rodríguez pone en marcha, “bajo el amparo del Gobierno de Largo Caballero, las medidas a favor de los presos”. Y entre esas medidas, según señala el responsable de la cárcel de Ventas y cita Pedro Corral, estaba el nombramiento de jefes políticos “que eran por su significación sindical y de partido quienes podían oponerse a los desmanes que la chusma intentase realizar en las Prisiones, quedando los directores funcionarios en calidad de técnicos administrativos”.

            No puede evitar Pedro Corral la tentación revisionista de utilizar la represión republicana para atenuar la del otro bando. Se basa para ello en un estudio de Miguel Platón que reduce “a menos de quince mil personas” el número de ejecutados durante la posguerra, con lo que resulta que “las víctimas de la represión en el Madrid republicano en apenas cuatro meses representaron el 76 por ciento de las víctimas de la represión de los vencedores en toda España durante seis años de posguerra”. No vamos a entrar en la fiabilidad de las cifras, pero sí subrayar lo inadecuado de la comparación. ¿Cuántas ejecuciones con o sin formación de causa hubo en la zona en que triunfó la sublevación durante los primeros meses de la guerra civil? ¿Fue mayor o menor el tanto por ciento de asesinados en Granada, donde no había ninguna embajada en que refugiarse, que en Madrid? Esas son las comparaciones que podrían ser de alguna utilidad si se quiere hacer comparaciones sin hacer trampa.

            Afortunadamente, Pedro Corral no insiste demasiado en el sesgo ideológico y nos ofrece, por lo general, un relato bastante fiel de aquel tiempo sombrío y una memorable colección de vidas. En cuanto a la documentación, resulta incomprensible que ignore una de las obras fundamentales para entender ese periodo. Se trata del segundo tomo del diario de Carlos Morla Lynch, España sufre, donde incluso se alude al polémico incidente con el avión en que regresaba a Ginebra el delegado de la Cruz Roja, minuciosamente analizado por Pedro Corral en los últimos capítulos de su libro: “Los periódicos publican que el avión de Air France que volvía a Francia con la valija diplomática de ese país –que, por cierto, llevaba un sobre con cartas mías-- ha sido atacado por los facciosos y se ha venido al suelo. Pero dicen que no hay muertos y eso me parece imposible. Después, en la Embajada, parece cierto que el avión ha sido derribado por los de aquí, en vista de que iba en él el Dr. Henny –jefe de la Cruz Roja Internacional-- que llevaba consigo los detalles y pormenores de los fusilamientos ocurridos en Alcalá de Henares”.



7 comentarios:

  1. ¿Este Pedro Corral es el mismo Pedro Corral del PP que vendió vivienda pública al fondo buitre del hijo de la alcaldesa?

    ResponderEliminar
  2. Creo que si.
    https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Mar%C3%ADa_Corral_Corral

    ResponderEliminar
  3. Bueno, eso no dice nada ni en contra ni a favor del libro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero indica una postura ideológica previa. Y citar como fuente de autoridad el revisionista libro de M Platón, el Urdaci de EFE... En fin

      Eliminar
  4. Conviene leer con atención los estudios de quienes no piensan como nosotros. A lo mejor han encontrado documentos que se nos han pasado por alto. Y la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

    ResponderEliminar