Florence Noiville
Milan Kundera. Un retrato íntimo
Tusquets. Barcelona, 2024.
Los
testamentos traicionados tituló
Milan Kundera uno de sus más conocidos libros de ensayos, la primera de sus
obras escrita directamente en francés. Max Brod traicionó a Kafka y no solo, o
no principalmente, porque incumpliera su deseo de destruir sus manuscritos,
sino porque dio más importancia a la persona y a las ideas del amigo que a sus
escritos literarios.
Milan Kundera quería desaparecer en
su obra. Detestaba cualquier dato biográfico sobre su persona. “La biografía es
veneno”, repetía. “Los biógrafos –se burlaba-- no conocen la vida sexual íntima
de su esposa, pero creen conocer la de Stendhal o la de Faulkner”. Un escritor
fuera de sus libros no es nadie, no es nada. Lo biográfico destruiría lo
literario: los poemas, las novelas acaban convirtiéndose en una cantera de
datos para reconstruir la vida de su autor.
¿Es una traición a su memoria este Milan
Kundera. Un retrato íntimo que le ha dedicado Florence Noiville? Lo es y no
lo es. La biógrafa era una de sus más cercanas amigas, de él y de Vera, su
mujer, en los últimos años, y está escrito con verdad y respeto, con delicadeza
y rigor. Y también con gracia literaria. No es un libro solo para los
admiradores de Kundera, especialmente de ese insólito best seller en que
se convirtió, nada más aparecer en 1984, La insoportable levedad del ser. Interesará
igualmente a quien nunca se ha interesado por ese autor o lo recuerda como una
moda de otro tiempo.
Pequeños capítulos, a veces apuntes
de pocas líneas, que no siguen un orden cronológico, nos hablan de viajes a
Brno y a Praga, de encuentros con el escritor y con quienes le conocieron, de
archivos de la policía secreta, de sus ideas sobre la novela, de su inicial
dedicación a la música y de muchas otras cuestiones. El desorden es solo
aparente. Poco a poco, pero nunca del todo, se va perfilando el retrato de un
hombre y de un país y de una época.
Milan Kundera estaba de acuerdo con
la afirmación de Octavio Paz al comienzo de su estudio sobre Fernando Pessoa: “Los
poetas no tienen biografía. Su obra es su biografía”. Los escritores tienen
biografía, como cualquier persona, pero en algunos casos nos interesa solo
porque escribieron y en otras, como ocurre con lord Byron, interesa aunque no
hayan escrito una línea.
Florence Noiville extrae a menudo de
las ficciones de Kundera una verdad biográfica. No sabemos hasta qué punto él
estaría de acuerdo. Pero es que la relación entre biografía y ficción resulta
paradójica. La obra se alimenta de la vida y la vida de un escritor acaba
pareciéndose a su obra, interpretándose a partir de ella, escribiéndose a su
manera.
Casi al final de este “retrato
íntimo”, Florence Noiville reproduce unas notas con sus intenciones al
escribirlo: “Concebirlo como un paseo literario por la obra. Ir a Brno, a
Praga, a Moravia y a Bohemia. Conocer a aquellos que le conocieron. Seguir sus
pasos. Abordar, junto a la literatura, la música, la pintura, las mujeres, la
seducción, el erotismo”. Pero también respetar sus zonas de sombra, aceptar no
atravesarlas.
Una zona de sombra: su relación con
el comunismo y con su país. Comunista fervoroso en un principio, aunque luego
tuvo problemas con las autoridades, Milan Kundera nunca perdió del todo la fe
en esos ideales: entusiasma de la “primavera de Praga”, siempre creyó que era
posible un comunismo de rostro humano. Los disidentes, como Václav Havel, nunca
le tuvieron por un verdadero disidente (aunque su éxito en buena parte, tras su
marcha a Francia en 1975, se debiera a ser tomado como tal). Tras la “revolución
de terciopelo”, solo volvió a Chequia una vez, en 1990, y lo que vio le gustó
tan poco como lo que había dejado atrás en 1975. Para explicarlo, Florence
Noiville recurre a un pasaje de sus novelas, identificándolo con la opinión del
autor, a quien no le agradaría demasiado el método: “A una velocidad
inesperada, Praga olvidó el ruso que, durante cuarenta años, todos los
habitantes habían tenido que aprender desde la escuela primaria e, impaciente
de que la aplaudieran en el escenario del mundo, se exhibió a los transeúntes
adornada de inscripciones en inglés”. A eso se añadía el afán de venganza: “Una
vez terminada la batalla, todo el mundo se precipita a lanzar al pasado
expediciones de castigo en busca de culpables. Pero ¿quiénes eran los
culpables? ¿Los comunistas que habían ganado en 1948 o sus incapaces
adversarios que habían perdido? Todo el mundo perseguía a los culpables y todo
el mundo era perseguido”.
Ni
siquiera Kundera se libró de esa persecución: en 2008, la revista Respekt lo
acusó de haber denunciado a un desertor que se pasó a Occidente y que acabaría
condenado a veintidós años de prisión. No se sabe si los documentos de la
policía en los que aparecía el nombre de Kundera habían sido falsificados o no.
Lo cierto es que el tiempo que pasó en Checoslovaquia –media vida-- tuvo sus
sombras, pero también sus luces. En 1965, tradujo una antología de Apollinaire.
“¿Sabes cuántos ejemplares se vendieron de ese libro?”, le pregunta Vera a
Florence Noiville. “¡Alrededor de treinta mil!”. Y añade: “Se ha olvidado que,
desde el punto de vista cultural, hubo cosas buenas bajo el régimen comunista.
Pero eso ya no se puede decir hoy. Ni oír. La memoria se mueve con los tiempos,
al igual que con la política”.
En
los últimos años de su vida, Milan Kundera se esforzó por borrar todo rastro de
sí: no concedía entrevistas, destruyó cartas y papeles privados. Este libro nos
recuerda que la vida, cualquier vida, si se sabe contar, puede ser también
literatura, la mejor literatura.
"Milan Kundera estaba de acuerdo con la afirmación de Pessoa al comienzo de su estudio sobre Fernando Pessoa". ¿Kundera escribió sobre Pessoa?
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"se vendieron de se libro?"
Ya estaban corregidas las erratas, Muchas gracias, como siempre.
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