jueves, 15 de agosto de 2024

Biografía y ficción

 

Florence Noiville
Milan Kundera. Un retrato íntimo
Tusquets.  Barcelona, 2024.

Los testamentos traicionados tituló Milan Kundera uno de sus más conocidos libros de ensayos, la primera de sus obras escrita directamente en francés. Max Brod traicionó a Kafka y no solo, o no principalmente, porque incumpliera su deseo de destruir sus manuscritos, sino porque dio más importancia a la persona y a las ideas del amigo que a sus escritos literarios.

            Milan Kundera quería desaparecer en su obra. Detestaba cualquier dato biográfico sobre su persona. “La biografía es veneno”, repetía. “Los biógrafos –se burlaba-- no conocen la vida sexual íntima de su esposa, pero creen conocer la de Stendhal o la de Faulkner”. Un escritor fuera de sus libros no es nadie, no es nada. Lo biográfico destruiría lo literario: los poemas, las novelas acaban convirtiéndose en una cantera de datos para reconstruir la vida de su autor.

            ¿Es una traición a su memoria este Milan Kundera. Un retrato íntimo que le ha dedicado Florence Noiville? Lo es y no lo es. La biógrafa era una de sus más cercanas amigas, de él y de Vera, su mujer, en los últimos años, y está escrito con verdad y respeto, con delicadeza y rigor. Y también con gracia literaria. No es un libro solo para los admiradores de Kundera, especialmente de ese insólito best seller en que se convirtió, nada más aparecer en 1984, La insoportable levedad del ser. Interesará igualmente a quien nunca se ha interesado por ese autor o lo recuerda como una moda de otro tiempo.

            Pequeños capítulos, a veces apuntes de pocas líneas, que no siguen un orden cronológico, nos hablan de viajes a Brno y a Praga, de encuentros con el escritor y con quienes le conocieron, de archivos de la policía secreta, de sus ideas sobre la novela, de su inicial dedicación a la música y de muchas otras cuestiones. El desorden es solo aparente. Poco a poco, pero nunca del todo, se va perfilando el retrato de un hombre y de un país y de una época.

            Milan Kundera estaba de acuerdo con la afirmación de Octavio Paz al comienzo de su estudio sobre Fernando Pessoa: “Los poetas no tienen biografía. Su obra es su biografía”. Los escritores tienen biografía, como cualquier persona, pero en algunos casos nos interesa solo porque escribieron y en otras, como ocurre con lord Byron, interesa aunque no hayan escrito una línea.

            Florence Noiville extrae a menudo de las ficciones de Kundera una verdad biográfica. No sabemos hasta qué punto él estaría de acuerdo. Pero es que la relación entre biografía y ficción resulta paradójica. La obra se alimenta de la vida y la vida de un escritor acaba pareciéndose a su obra, interpretándose a partir de ella, escribiéndose a su manera.

            Casi al final de este “retrato íntimo”, Florence Noiville reproduce unas notas con sus intenciones al escribirlo: “Concebirlo como un paseo literario por la obra. Ir a Brno, a Praga, a Moravia y a Bohemia. Conocer a aquellos que le conocieron. Seguir sus pasos. Abordar, junto a la literatura, la música, la pintura, las mujeres, la seducción, el erotismo”. Pero también respetar sus zonas de sombra, aceptar no atravesarlas.

            Una zona de sombra: su relación con el comunismo y con su país. Comunista fervoroso en un principio, aunque luego tuvo problemas con las autoridades, Milan Kundera nunca perdió del todo la fe en esos ideales: entusiasma de la “primavera de Praga”, siempre creyó que era posible un comunismo de rostro humano. Los disidentes, como Václav Havel, nunca le tuvieron por un verdadero disidente (aunque su éxito en buena parte, tras su marcha a Francia en 1975, se debiera a ser tomado como tal). Tras la “revolución de terciopelo”, solo volvió a Chequia una vez, en 1990, y lo que vio le gustó tan poco como lo que había dejado atrás en 1975. Para explicarlo, Florence Noiville recurre a un pasaje de sus novelas, identificándolo con la opinión del autor, a quien no le agradaría demasiado el método: “A una velocidad inesperada, Praga olvidó el ruso que, durante cuarenta años, todos los habitantes habían tenido que aprender desde la escuela primaria e, impaciente de que la aplaudieran en el escenario del mundo, se exhibió a los transeúntes adornada de inscripciones en inglés”. A eso se añadía el afán de venganza: “Una vez terminada la batalla, todo el mundo se precipita a lanzar al pasado expediciones de castigo en busca de culpables. Pero ¿quiénes eran los culpables? ¿Los comunistas que habían ganado en 1948 o sus incapaces adversarios que habían perdido? Todo el mundo perseguía a los culpables y todo el mundo era perseguido”.

Ni siquiera Kundera se libró de esa persecución: en 2008, la revista Respekt lo acusó de haber denunciado a un desertor que se pasó a Occidente y que acabaría condenado a veintidós años de prisión. No se sabe si los documentos de la policía en los que aparecía el nombre de Kundera habían sido falsificados o no. Lo cierto es que el tiempo que pasó en Checoslovaquia –media vida-- tuvo sus sombras, pero también sus luces. En 1965, tradujo una antología de Apollinaire. “¿Sabes cuántos ejemplares se vendieron de ese libro?”, le pregunta Vera a Florence Noiville. “¡Alrededor de treinta mil!”. Y añade: “Se ha olvidado que, desde el punto de vista cultural, hubo cosas buenas bajo el régimen comunista. Pero eso ya no se puede decir hoy. Ni oír. La memoria se mueve con los tiempos, al igual que con la política”.

En los últimos años de su vida, Milan Kundera se esforzó por borrar todo rastro de sí: no concedía entrevistas, destruyó cartas y papeles privados. Este libro nos recuerda que la vida, cualquier vida, si se sabe contar, puede ser también literatura, la mejor literatura.

 

2 comentarios:

  1. "Milan Kundera estaba de acuerdo con la afirmación de Pessoa al comienzo de su estudio sobre Fernando Pessoa". ¿Kundera escribió sobre Pessoa?

    *
    "se vendieron de se libro?"

    ResponderEliminar
  2. Ya estaban corregidas las erratas, Muchas gracias, como siempre.

    ResponderEliminar