martes, 7 de octubre de 2025

Umbral y el arte de resucitar

 

 

Francisco Umbral
El corazón y la luna / Yo, Umbral
Artículos publicados en la revista Jano (1971-2006)
Edición de Alex Prada y Bénédicte Buron-Brun
Renacimiento. Sevilla, 2025.

“El periódico es la antesala del libro” se ha repetido más de una vez. Y ciertamente las publicaciones periódicas –diarias, semanales, mensuales-- nunca han publicado solo lo que suele entenderse por periodismo: información noticiosa ligada a la actualidad. Ciertos géneros literarios –como el cuento o la poesía-- encontraron en ellos un lugar tan propicio como el libro o más. Para no hablar de la novela por entregas, tan popular en otro tiempo.

            Pero si buena parte de las obras literarias se anticiparon en periódicos y revistas, no todo lo publicado en ellos debe ser recopilado en volumen: su lugar está en las hemerotecas, al alcance de curiosos y estudiosos, aunque lo firme un autor de cierto renombre.

            Umbral, como Azorín, como Clarín, como Borges, como tantos otros, es uno de esos autores que prepararon buena parte de sus libros con material publicado previamente en prensa. Libros secundarios y prescindibles en algunos casos y fundamentales en muchos otros.

Una de las publicaciones en las que con más asiduidad colaboró ​​Umbral fue Jano, medicina y humanidades (1971-2011), una sorprendente revista con una parte dedicada a los profesionales de la medicina y otra de divulgación cultural en la que participaban las grandes firmas del momento. En ella, anticipó Umbral alguno de sus mejores libros. Así comienza uno de sus artículos: "Llevo más de un cuarto de siglo colaborando en esta revista, o sea desde que Jano nació. Con la primera serie, que iba muy de diario íntimo, hice un libro titulado Mis paraísos artificiales, que me editó Mario Lacruz, uno de los editores-escritores más finos que yo he tratado en mi vida".

            Alex Prada y Bénédicte de Buron-Brun recopilan ahora en dos volúmenes asegurar el material no aparecido nunca antes en el libro, aunque no se pueda en todos los casos. Y lo hacen de muy curiosa manera. Cada volumen lleva distinto título ( El corazón y la luna, a cargo de Alex Prada, y Yo, Umbral , en edición de Buron-Brun), pero comparten subtítulo: “Artículos publicados en la revista Jano (1971-2006)”. Cada uno se ocupa de los de determinada temática: “Medicina” y “Literatura y otras artes”, el primero; “Política y sociedad” y “Vida privada”, la segunda (buena parte de los artículos seleccionados, por cierto, podría cambiar de ubicación). Ambos volúmenes llevan una nota preliminar y un prólogo, que parece puestos un poco al azar: el de Yo, Umbral se titula “¿Era hipocondríaco Francisco Umbral?” y parece más adecuado al otro volumen, que comienza con el apartado “Medicina”, donde el autor habla con frecuencia de sus enfermedades reales o imaginarias.

            La agrupación temática de los artículos tiene un sentido, aunque resulte a veces un tanto forzada; no lo tiene en que dentro de cada uno de los temas se prescinda de la ordenación cronológica y los artículos se sucedan caprichosamente. El resultado no deja de resultar chocante en más de una ocasión. En “Memoria y fábula”, de 1990, Umbral nos dice que en su obra hay un primer ciclo que él denomina “de la infancia y la memoria” formado por libros como Memorias de un niño de derechas, El hijo de Greta Garbo, Los helechos arborescentes, Los males sagrados, El fulgor de África, etc. En el artículo que aparece a continuación, de 1979, nos habla de que anda metido en un proyecto de libro que podría llamarse Los helechos arborescentes .

En la recopilación de textos publicados en la prensa, una vez agrupados temáticamente, la ordenación cronológica no es opcional, sino obligatoria: el tiempo es parte del argumento.

            Pero que ni Alex Prada –médico y escritor-- ni Bénédicte Buron-Brun –profesora universitaria y especialista en la obra de Umbral-- tienen ideas muy claras sobre la razón de rescatar textos publicados en la prensa (ni sobre la diferencia entre texto e hipotexto y otras cuestiones básicas) queda claro a lo largo de sus prólogos y notas preliminares. Alex Prada, a propósito de Mis paraísos artificiales, anticipado en Jano, escribe que es “un libro desordenado, sin pies ni cabeza (con lo bueno y lo malo que tiene una publicación así), un dietario, un almanaque lleno de avatares personales, de poemas en prosa intercalados con artículos que hablan del circo, de la tía Socorro, de leñadores y del otoño, de sacar el primer libro, de la antropología más lírica, de casas de campo y de Voltaire…”. Y se lamenta de que autor y editores “decidieran borrarles todas las pistas a os lectores, retirando minuciosamente de los textos las referencias a la revista Jano y “prescindiendo de notas aclaratorias y prólogos y epílogos que contaran al lector dónde y cómo y por qué habían nacido aquellas composiciones tan valiosas”. Quiere deshacer una obra literaria –“sin pies ni cabeza” en su opinión-- para convertirla en una recopilación de artículos, todos adecuadamente anotados.

            Si poca competencia literaria parece tener Alex Prada, no parece mayor la de Buron-Brun. En la nota preliminar a Yo, Umbral escribe: “Por desgracia, los artículos presentados no son, ni mucho menos, todos los que Francisco Umbral escribió entre 1971 y 2007 para Jano por diversos motivos, los derechos editoriales en particular, puesto que se valía de sus escritos sueltos (columnas o cuentos) para integrarlos en su futuras novelas o diarios”.

            ¿Por desgracia? ¿El ideal como editora de Buron-Brun consiste en preparar un volumen de mil o dos mil páginas con las colaboraciones de Umbral en una determinada revista a lo largo de treinta y cinco años, incluidas las que forman parte de otros libros? Confunde editar con inventariar (cosa muy distinta y necesaria).  

También resulta una investigadora peculiar: se lamenta de que la revista Jano, en Madrid, solo esté disponible, incompleta, en dos instituciones. ¿No podría localizarla en otros lugares, hacer un registro completo de las colaboraciones del escritor y ofrecerlo a la Fundación Francisco Umbral? Para esa labor previa, tan necesaria, de archivero, no hace falta una especial sensibilidad literaria. Sí resulta necesaria para rescatar a un escritor, famoso en su tiempo, y hoy en el purgatorio. Es preciso saber distinguir entre lo que de él sigue vivo y el peso muerto que lo ata a su época.

            ¿A qué rescatar del merecido olvido naderías o barbaridades? Naderías como las que encontramos en “Ver la tele” o barbaridades presuntamente humorísticas: “Uno ha lamentado siempre no estar suficientemente loco como para matar a unas cuantas ninfas en los parques del anochecer. Uno siempre ha pecado de sensato con las mujeres. Porque con las mujeres hay que enamorarse o matarlas. No valen los términos medios, y yo siempre me he quedado en el término medio”. Otro artículo comienza repitiendo unas palabras que le oyó a Cela –otro que tal--: “Me gusta observar las costumbres de los animales en cautividad”. Y se refería a su mujer.

            Ofrecer en revoltillo todo lo inédito que de un escritor notable y un tanto olvidado se puede localizar en las hemerotecas, aparte de ser labor más mecánica que propiamente intelectual, no ayuda al rescate de ese escritor, más bien a todo lo contrario.

           

           

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