Zona de obras
Leila Guerriero
Círculo de Tiza.
Madrid, 2014.
¿Se imaginan un libro de recetas de cocina en el que cada
capítulo fuera comestible? Pues eso es lo que es esta Zona de obras: un libro sobre periodismo en el que no hay página
que no sea un ejemplo del mejor periodismo.
“Periodismo”
es una palabra ambigua, como todas las palabras de algún interés. El periódico
–el impreso periódico– es un contenedor, al igual que el libro, y lo que
contiene tanto puede ser lo que en sentido estricto se entiende por periodismo
como lo que suele denominarse literatura: poemas, relatos, novelas por
entregas.
¿Y qué se
entiende habitualmente por periodismo? El reflejo efímero de la actualidad: la
noticia del día, las declaraciones del político de turno, el comentario sobre
un libro recién publicado o una película que se acaba de estrenar.
El
periodismo, en sentido estricto, pierde interés cuando pierde actualidad, por
lo general al día siguiente de ser publicado, y solo lo vuelve a tener,
macerado en la hemerotecas, cuando se convierte en fuente de información para
la pequeña y para la gran historia del mundo.
La
literatura, se publique o no en el periódico, aspira a permanecer, a no tener
fecha de caducidad, y por eso acostumbra a saltar de las perecederas páginas
del diario a las más duraderas del libro, hasta ahora lo más adecuado para
mantenerse a flote sobre la efímera actualidad.
Pero hay
periodismo que, sin dejar de serlo, sin dejar de atenerse al dato exacto y a la
comprobación de las fuentes, es también literatura, gran literatura: aspira a
permanecer en la memoria de los lectores, a ser leído y releído, no solo a ser
consultado por los historiadores o los curiosos, cuando el tiempo pase, en las
hemerotecas.
El género
estrella de ese periodismo literario es la crónica, que tuvo su primer auge con
el modernismo –Rubén Darío, José Martí, Gómez-Carrillo–, pero que los
cultivadores actuales prefieren emparentar con el nuevo periodismo de Tom
Wolfe.
La crónica
cuenta hechos verdaderos con las herramientas de la ficción. Necesita, como la
literatura, tiempo y también espacio; por eso, aunque tiene cabida en los
diarios, su lugar natural son las revistas o directamente el libro. Leila
Guerriero se refiere con frecuencia a algunas de las grandes revistas
latinoamericanas en las que se publicaron muchos de sus textos, como El Malpensante o Etiqueta negra; también a una obra maestra del género, Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, que
apareció directamente como libro.
Zona de obras reúne artículos o
conferencias en los que la autora reflexiona sobre su trabajo. Podían ser
textos menores, apresuradas páginas para salir al paso de algún encargo,
curiosidades para los estudiosos del periodismo. Leila Guerriero nunca se pone
estupenda, nunca eleva el tono para intentar darnos una clase magistral, pero a
menudo consigue pequeñas obras maestras. Un ejemplo: “El bobarismo, dos mujeres
y un pueblo de La Pampa”, perfecto ejemplo de crónica sobre la literatura y la
vida, la vida y la literatura, y de cómo las personas no siempre son lo que
parecen. Otro ejemplo: “Lista” que es, como tantos poemas, una enumeración
caótica, en esta ocasión de las cosas que ayudan a escribir. “Aterrador” es un
ejemplo más, casi un poema: “Hay días así. / Los largos días en los que no
sucede nada”.
Textos
breves, autobiografía y poesía; textos más largos, ejemplo y lección, colección
de precisas citas, recuerdo constante de los maestros más cercanos, como el ya
citado Rodolfo Walsh o Martín Caparrós. Y mucho cine, mucha novela, mucha
poesía: el buen periodismo, el que ahonda en la realidad, el que no se queda en
la superficie, se nutre sobre todo de lo que no es periodismo: el gran arte, la
memoria personal.
Cierto que
alguna vez, como no podía ser de otra manera, discrepamos de sus afirmaciones.
Apoyándose en Javier Marías, afirma que “no hay ponzoña peor que el barro fofo
donde chapotean el eufemismo y la corrección política”. Pero lo mismo que,
según afirma en otro lugar, conviene evitar “los comentarios ofensivos
disfrazados de comentarios ingeniosos”, debería tenerse en cuenta que el
eufemismo puede ser una forma de delicadeza y la corrección política una
manifestación de respeto hacia las minorías.
De grandes
temas y pequeñas minucias, habla Leila Guerriero en este vademecum, en este
breviario que todo aprendiz de periodista debería llevar consigo, pero que no
interesa solo a los que se van a dedicar ese oficio al parecer en riesgo de
extinción, sino a todos los que nos dedicamos a otro igualmente hermoso e
igualmente arriesgado: el oficio de vivir.
Desde hace casi un año, Leila Guerriero escribe los miércoles una espléndida columna en la contraportada de EL PAÍS. Me parece una magnífica idea la de incorporar al periódico a una columnista latinoamericana. Espero que tras Leila Guerriero vengan muchas más voces de allá, del universal e ilimitado “territorio de La Mancha” (en feliz expresión de Carlos Fuentes). EL PAÍS se hará más “global”, y los lectores nos beneficiaremos con nuevos puntos de vista y con los plurales acordes del español, que desde hace siglos se extiende y enriquece por tierras americanas.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo.
EliminarJLGM
El artículo 'Música y periodismo', sobre una grabación de Barenboim, me parece una magnífica master class de periodismo, de música, de poesía y de vida.
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