sábado, 29 de noviembre de 2014

Javier Cercas, impostura y moralina


El impostor
Javier Cercas
Random Hause. Barcelona, 2014.

Hay libros que llegan a la librería en silencio, casi de incógnito, y otros que lo hacen acompañados de un considerable ruido mediático. Es lo que ocurre con los de Javier Cercas después del éxito inesperado de Soldados de Salamina.
            Antes de abrir la primera página de El impostor, la promoción lo ha destripado tanto que casi podríamos prescindir de su lectura: cuenta la historia real de un impostor, Enric Marco, un hombre que se hizo pasar por superviviente de un campo nazi sin serlo, y para ello, según técnica habitual en este tipo de obras (recordemos, por citar un caso reciente El marqués y la esvástica sobre González-Ruano), convierte al propio investigador en personaje (el libro comienza con capítulos alternos: en los impares se nos refieren las perplejidades y dificultades de Cercas a la hora de realizar su investigación mientras que en los pares cuenta lo que va sabiendo de Marco). Hay un tercer componente en El impostor, ya no narrativo, sino reflexivo o ensayístico en torno a las relaciones entre realidad y ficción, el franquismo, la memoria histórica.
            La reconstrucción de la peripecia biográfica de Enric Marco resulta, con mucho, el más interesante de esos tres ingredientes. El impostor podía haberse limitado a ser una excelente crónica periodística sobre un superviviente, sobre un niño maltratado y sin estudios que, tras una vida no precisamente fácil, llega a la Universidad y consigue el público reconocimiento por su labor sindical y social, seguido de la humillación pública cuando se descubren las mentiras de su currículum: había estado en una cárcel nazi, pero no en un campo de concentración: había ido a trabajar a Alemania como “trabajador voluntario”, forzado como tantos por la necesidad y allí sería acusado de “alta traición”.
            Pero la crónica, aunque utilice las técnicas narrativas de la ficción y resulte con frecuencia más apasionante, carece del prestigio de la novela. Por eso Javier Cercas insiste en que su libro es una novela, si bien no de estirpe decimonónica, sino quijotesca. Y se convierte él mismo en personaje y convierte en personajes a familiares, como su hermana o su hijo, y a otros colaboradores. Esas páginas dan la impresión de estar estiradas al máximo; abundan en ellas, no los “pequeños detalles” exactos de los que hablaba Stendhal, sino nimiedades sin interés. Un buen ejemplo de ello puede ser el capítulo 12 de la segunda parte. Cuenta una comida con su hermana y dos amigos suyos que fueron compañeros de Enric Marco cuando era directivo de la asociación de padres de alumnos de Cataluña. El autor no ahorra ningún detalle, por insignificante que sea y, si se le olvida algo, no deja se subrayar ese olvido: “Ya nos habían traído el primer plato, aunque yo estaba tan concentrado en la conversación que no recuerdo lo que pedimos, y no lo apunté en la libreta donde tomaba notas. Sí recuerdo que ellos ya habían matado la sed con una cerveza y estaban con el vino, y que yo no bebí ni vino ni cerveza”. Leyendo estos capítulos, tan inmoderadamente alargados, nos viene a la memoria la frase de Voltaire: “El secreto de aburrir es contarlo todo”.
            Cercas parece que quiere contarlo todo, no tanto sobre Enric Marco, sino sobre él en relación con Marcos, además y contarlo más de una vez. No ayuda a la agilidad de la prosa un manierismo estilístico que ya aparece en las primeras líneas: “Yo no quería escribir este libro. No sabía exactamente por qué no quería escribirlo, o sí lo sabía pero no quería reconocerlo o no me atrevía a reconocerlo; o no del todo”. Ese uso continuo de la conjunción disyuntiva pretende quiza reflejar las dudas y perplejidades del autor, pero a menudo suena a cansina fórmula.
            El tercer componente del libro es el más discutible. Javier Cercas no es solo, o no pretende ser solo, un narrador. El impostor quiere ir más allá de la concreta historia de un “impostor”, aspira a denunciar ciertos aspectos de la realidad española. El caso Marco fue posible porque “la memoria histórica” se convirtió en “la industria de la memoria” (si es que no era ya lo mismo desde el principio, según Cercas): “¿Qué es la industria de la memoria? Un negocio. ¿Qué produce ese negocio? Un sucedáneo, un abaratamiento, una prostitución de la memoria; también una prostitución y un abaratamiento y un sucedáneo de la historia, porque, en tiempos de memoria, esta ocupa en gran parte el lugar de la historia”.
            Duras palabras, pero sin demasiado fundamento. Cierto que Marco dio numerosas charlas en colegios sobre el Holocausto antes del descubrimiento de su impostura, pero el propio Cercas señala que no ganó dinero con ello, que vivía de su jubilación. ¿Se convirtió alguna vez la búsqueda de fosas comunes en un negocio? Convendría que Cercas nos aclarara si cree, como aquel diputado del PP, que algunos solo se acuerdan de sus abuelos asesinados y enterrados en cualquier cuneta cuando hay subvenciones de por medio. O si dejaron de publicarse libros de historia, o de cultivarse la ciencia histórica, en los tiempos en que se promulgó la ley de la memoria histórica.
            Uno de los capítulos más interesantes del libro aparece casi al final y consiste en un diálogo imaginario entre autor y personaje (a la manera de Niebla de Unamuno, pero en este caso ambos son reales). En ese diálogo, Cercas pone en boca de Marco las razones de sus dificultades psicológicas para escribir este libro (que el lector no acaba de comprender bien, aunque se insista tanto en ellas, ni tampoco que le obligaba a escribirlo si no quería): ¿Cuál fue la razón del éxito de Soldados de Salamina, la novela que le dio la fama, sino un hábil aprovechamiento de la moda de la memoria histórica? ¿No cuenta ese libro una historia real, la del fusilamiento de Sánchez Mazas, y otra que se quiere hacer pasar por real, sin serlo, la del republicano Miralles? ¿No se debió el éxito del libro, en buena parte, a ese engaño, lo mismo que el éxito de Marco tuvo que ver con el cambio de lugar de su encarcelamiento en la Alemania nazi?
            Javier Cercas sabe investigar, saber contar. Quizá en este libro debería haberse limitado a las aventuras y desventuras de un hombre nada común, Enric Marco (algo más que un impostor), hacerse él mismo con su familia a un lado y prescindir de digresiones en torno al Quijote, a veces traídas un tanto por los pelos, o de simplificadoras moralinas sobre los pocos héroes que se atreven a decir No cuando la mayoría dice Sí. Pero son esos materiales superfluos los que convierten a lo que podría haber sido un espléndido ejemplo de crónica periodística en una presunta novela de estirpe cervantina y los que propician el prestigio crítico y el eco mediático.

20 comentarios:

  1. El Sr. Marco dice que lo hizo porque vivió de cerca esas experiencias en personas por él conocidas, y para llamar la atención del mundo sobre aquellos hechos, lo que sería más fácil asumiendo él mismo la identidad de víctima de los campos de concentración y exterminio.

    Cercas juega con la idea de que lo hizo para justificar (ante los otros) y sobre todo autojustificar (ante sí mismo, o sea, autoengañándose) su propia existencia.

    Pero yo pregunto, ¿acaso ambos propósitos son incompatibles? Obviamente no, y podría ser un claro caso de "matar dos pájaros de un tiro", máxime cuando ningún daño personal irrogaba a nadie.

    Como cuestiones adicionales:

    -¿Sabemos por qué hacemos las cosas? ¿Cuántas cosas en la vida hacemos sin saber por qué las hacemos? ¿Y no son ésas muchas veces las cosas más importantes, las más decisivas y condicionantes de nuestra existencia?

    -¿Quién no sucumbiría a la tentación (de tenerlo tan "a huevo" como ese señor) de dotar de sentido, con un episodio valioso o memorable, una existencia mediocre?

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    1. Estoy de acuerdo. Mintió en un punto concreto, fue desenmascarado hace años. ¿Qué necesidad hay de ensañarse ahora con un impostor que no hizo daño a nadie con su impostura? Sí merece la pena contar su vida, que no fue precisamente fácil, que ejemplifica un período complejo de la historia presente. Sobran los manierismos de Cercas en la mitad de su libro (la otra mitad es admirable)..

      JLGM

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    2. @ SS: ¿Alguien que no sea mediocre?

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  2. José Luis: Hay una diminuta frase tuya que ilumina y revela, con claridad de día, la verdadera y peculiar índole de tu reseña: "Convendría que Cercas nos aclarara si cree, como aquel diputado del PP... ". Porque tal frase recuerda, poderosamente, esos versos de Quevedo que dicen: "Yo te untaré mis versos con tocino/ porque no me los muerdas, Gongorilla."
    Lo de Cercas no suena a crítica sino más bien a ajuste de cuentas (Azúa y Savater son otras dos muestras, digo muescas). Aparte del libro mismo, seguro que hay alguna frase, más o menos reciente, del catalán Cercas, sobre Cataluña, que te ha molestado especialmente. Anda, cuéntanoslo. Muchos de tus lectores quisiéramos enterarnos, conocer la verdad.
    Las cuestiones ideológicas, políticas y morales, perecen interesarte, últimamente, bastante más que la literatura. Pero, quizás, no son lo tuyo. Las críticas estricta y estricninamente literarias te salen mucho mejor que los sermones.
    A.L.

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    1. No me importa, a la hora de reseñar su libro, lo que Cercas haya dicho sobre Cataluña, sino lo que en el libro dice sobre la "industria" de la memoria histórica. Eso es lo que yo critico en lo que sería un espléndido ejemplo de investigación periodística (bien documentado, bien narrado) si se hubieran cortado las doscientas páginas de autoficción y desenfocada moralina.

      JLGM

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    2. No sé si tienes razón, Linares, pero con ese análisis tan rebuscado, al que se le ve más el plumero es a ti (en el sentido que pareces pensar que tu amigo Martin es un gilipollas que ,aunque su libro sea bueno, no puede reprimir la tentación de empitonar a Cercas por españolista)
      El libro se te cae de las manos porque habla sin necesidad de lo que no interesa (las vicisitudes domésticas de Cercas) o le da dos mil vueltas a un tema (la MH y los fingidores) que se arreglaba con tres páginas.

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    3. Hundri Bakshi, ¿sabe usted lo que es leer entre líneas?

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    4. Yo estoy muy de acuerdo con lo que dice Hrundi Bakshi, pero no sé mi opinión vale mucho: soy parte interesada.

      JLGM

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  3. Yo, en cambio, que no he leído el libro, no estoy nada de acuerdo con lo que dice HB. El tono también cuenta; a veces, más incluso que el contenido. Y la mayor parte de las palabras que emplea me sobran. Yo no sé ni siquiera si a AL le gusta el libro, o si lo ha leído; pero temo que las interpretaciones que hace HB sobre lo que AL piensa, o "parece pensar", no retratan realmente a AL, pero sí, y bastante, al propio HB.

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    1. Si no se ha leído el libro de Cercas, mejor hablar de otro asunto (o esperar a leerlo para intervenir en estos comentarios: lo contrario es hablar por hablar).

      JLGM

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    2. No sé si JLGM se ha percatado de ello, pero mi comentario no trata sobre el libro de Cercas (que, como dije, no he leído), sino sobre el de HB al que responde. Sus "plumero", "gilipollas" y etcétera NO HABLAN del libro de Cercas, ni, como pretenden, de la opinión de AL: hablan (y no demasiado bien) del propio HB. A eso es a lo que me refiero. Y como sí he leído el comentario de HB, pienso que puedo responder a él, sin que el hacerlo sea "hablar por hablar".

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    3. Uno: Aunque pienso que gilipollas es la palabra que exactamente define lo que yo quería decir, le daré en parte la razón a Segundo Anónimo y lo reemplazo por tarado. También le doy la razón en que mi estilo habla de mí (soy un discutidor pelín ordinario), pero no de la bondad de mis argumentos, que no merman su valor por cómo me exprese (que moleste “plumero” o “empitonar” ya es buscarle el pelo al huevo)

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    4. Dos: Seguramente mi incomodidad con el comentario de AL, surge de que estoy un poca harto de que algunos “amiguetes” de JLGM utilicen este blog y –sobretodo- Café Arcadia, para introducir bromitas particulares y alusiones crípticas que nos dejan a los lectores de a pie fuera del juego. Creo que hay otros medios para hacer esto pero seguramente a los “amiguetes” les hace más gracia fustigar a JLGM en estos foros. Foros que por cierto, ha generado la pluma de JLGM y no la suya.

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  4. Si HB nos hace el favor de autodefinirse como, le cito, "discutidor pelín ordinario", ¿quién soy yo para desmentirle? En efecto, sus palabras de ahora confirman y rubrican el retrato de sí mismo que involuntariamente trazaban ya las primeras. No hay sino aceptar que, en efecto, es tal como se muestra.

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    1. Como además de ordinario soy un poco simple leyendo entre líneas, la forma en que supura por la herida Segundo Anónimo, me confirma en mi primera impresión: Segundo Anónimo es AL. No sigas, Linares, que al único que le entretiene esto (si es que hay alguien) es a JLGM

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  5. La barbaridad (traducido a su propio lenguaje: la burrada) que acaba de escribir HB termina de retratarle. No, mi buen y airado amigo, no soy AL; sólo alguien a quien le gustan las conversaciones civilizadas. Por inconcebible que eso, al parecer, le resulte, existe gente así; ni siquiera (afortunadamente) soy el único.

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  6. Creo que el libro de Cercas es bueno. No creo que sean justas las críticas que se le hacen. Creo que es un libro cargado de sinceridad en la que Cercas explora sus propias dudas e inseguridades personales, y no veo en ello nada criticable. Creo que en este caso estamos ante un ejemplo más de escritura como terapia. El escritor escribe para poder seguir viviendo. Probablemente si sigue escribiendo así, se ahorarrá muchas horas de psicoanalista, lo cual creo que es una muy buena opción.

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    1. Buena opción para él, pero no para el psicoanalista ni para los lectores... que han de tragarse páginas y páginas sin interés ninguno salvo para el propio autor. El libro ganaría mucho, me parece, reduciendo el número de páginas a unas doscientas, las que tienen que ver directamente con Marco, un personaje bastante más interesante que el Cercas convertido en personaje..

      JLGM

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  7. Agradezco sinceramente su comentario crítico sobre la "novela". Ya empezaba a marearme tanto incienso sobre ella vertido. Suscribo todo lo que usted dice, pero me gustaría aplaudir una expresión que aparece en su reseña. "Fórmula cansina". Acertada locución para rechazar un texto donde los hallazgos semánticos del autor se repiten sin rubor hasta la saciedad. Basta un ejemplo. Cercas habla de Marco como de "una rock star o campeón de la memoria histórica" un total de once veces. Exactamente once. Por no comentar las nueve veces que menciona las "nobles mentiras platónicas", explicando su fundamento en cada una de ellas. Lo dicho: un cansino.

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