martes, 24 de julio de 2012

Tsvietáieva, Pasternak, Rilke: Un hermoso verano

Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak, Rainer Maria Rilke
Cartas del verano de 1926
Minúscula. Barcelona, 2012

Los epistolarios de los escritores, como cualquier otra colección de cartas, tienen muy desigual valor. En unos casos, interesan solo a los investigadores y a los admiradores más fetichistas. En otros –ocurre con Juan Valera o con Pedro Salinas, por citar dos ejemplos españoles–  son parte de su obra literaria, y en ocasiones la parte que menos envejece.
Las Cartas del verano de 1926 se incluyen en ese segundo grupo de una manera especial. Marina Tsevietáieva, Borís Pasternak y Rainer Maria Rilke viven y escriben a tres bandas una de las más fascinantes novelas epistolares que se hayan escrito nunca. También son tres los editores –Konstantín Azadovski, Evgueni y Elena Pasternak–, coautores del libro con su división en capítulos y sus precisas soluciones de continuidad, y tres los traductores.
Selma Ancira ya lo había traducido en solitario hace más de treinta años, poco después de su primera edición. Ha querido volver a hacerlo ahora, después de tantos años de pasión por la literatura rusa y especialmente por Marina Tsvietáieva: “He aprendido a conocerla, a conocer su lenguaje y las exigencias de su poética. He afinado el oído, he descubierto sus preceptos y he seguido sus huellas en mis empeños como traductora”.
La primera versión fue en solitario. Ahora ha preferido que las cartas en alemán las traduzca Adan Kovacsics y para la versión de los poemas de Tsvietáieva y Pasternak ha tenido la colaboración de Francisco Segovia. El resultado es un volumen ejemplar que puede utilizarse como modelo en las escuelas de traducción, esa labor siempre mejorable, casi imposible, imprescindible.
            Pero lo que más importa son estas prodigiosas cartas de amistad, de admiración y, sobre todo, de amor. ¡Con qué pasión hablan de sus versos y de los ajenos estos poetas! Con tanta pasión como implacable lucidez e inteligencia. La fascinación que Rilke tenía por Rusia, país que había visitado en su juventud, y un curioso azar en el que tiene que ver el pintor Leonid Pasternak, padre del poeta, está en el origen de la milagrosa y casi inverosímil relación.
Imposible leer estas cartas sin enamorarse perdidamente de Marina Tsvietáieva, tan apasionada como finalmente desdichada. Un día le dijo a su mimado hijo Mur: “Soy un estorbo en tu camino y no quiero que sea así, habrá que eliminar ese obstáculo. “No estaría mal pensarlo”, respondió el hijo, y se fue a dar una vuelta. Al volver, encontró a su madre ahorcada. Ni siquiera fue capaz de salvarla el recuerdo de aquel hermoso verano, perdido para siempre y para siempre presente en estas cartas.

martes, 17 de julio de 2012

Palimpsesto y Óscar Hahn

Palimpsesto 27
Revista de creación
Dirección: Francisco José Cruz
Carmona (Sevilla), 2012


La principal cualidad de una revista literaria es la misma que debe tener un escritor: personalidad. Y no cabe duda de que Palimpsesto, publicada por el Ayuntamiento de Carmona y dirigida por el poeta Francisco José Cruz, la tiene. Presta especial atención a la literatura latinoamericana y limita el número de colaboradores de cada número para poder concederles la atención suficiente. Tres son los puntos fuertes de la más reciente entrega: el chileno Óscar Hahn, el colombiano Luis Vidales y el brasileño Casiano Ricardo. Se completa la oferta (cada entrega de Palimpsesto va acompañada de un volumen antológico) con Caballo de fuego, selección poética de la venezolana Enriqueta Arvelo Larriva.
            Luis Vidales publicó en 1926, a sus veintidós años, Suenan timbres, un libro que trata de poner punto final a las epigonales prolongaciones del modernismo. Tardó más de medio siglo en volver a publicar otro libro, muy distinto. El humor evita que los poemas de Suenas timbres –se ofrece una amplia selección– tengan un mero valor histórico, aunque quizá ese sea el principal.
            Relacionado también con la vanguardia, con el modernismo brasileño, está también Cassiano Ricardo. Más que el poeta –la selección de Pablo del Barco no parece muy afortunada– interesa el teórico, muy ejemplarmente presentado por Eugenio Montejo. Para Cassiano Ricardo, la poesía es “una isla rodeada de palabras por todas partes”.
            Neorromántica, intimista, algo “naïf”, Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962) tiene un aire de otro tiempo, no exento de encanto: “Knut Hamsum: amo tu libro / no por premio Nobel, / sino porque huele profundamente a bosque. / Porque me embriaga de astros / y del misterio de las cosas sencillas”.
            Pero para recomendar este número de Palimpsesto bastaría la presencia de Óscar Hahn. Al contrario que los otros poetas, casi inéditos en España, Óscar Hahn resulta bien conocido entre nosotros. Su poesía completas, Archivo expiatorio, fueron publicadas por Visor en el 2009. A tres poemas inéditos se añade una entrevista, lúcida como pocas, que firma Francisco José Cruz. En Óscar Hahn coinciden el poeta atento a la cotidianidad y al misterio con el reflexivo ensayista. Habla de su poesía, pero sus reflexiones tienen un valor más general. Selecciono algunas:
            “No soy un cronista de mi propia vida, pero mi vida siempre está presente en mis poemas. No aparece en forma de crónica, sino de una manera más bien oblicua, que va surgiendo sola, desde los laberintos de la memoria, sin que haya una intención biográfica”.
“La forma confesional es un modo literario como cualquier otro, pero no es la única manera de hacer uso de los materiales que provienen de la experiencia vital del poeta”.
            “Lo esencial que hay en uno, la sustancia que define al individuo como único e irrepetible en el universo, no cambia. Todo lo demás, incluido el cuerpo, es una suma de accidentes”.
            “Todas las obras literarias son contemporáneas, hayan sido publicadas en el siglo XV, XVII o XX, por la simple razón de que el lector no realiza un viaje fantástico hacia el pasado para leer esos libros: los lee en su presente”.
            “El soneto es un pequeño laberinto cuya puerta de salida solo puede encontrarse mediante la alta concentración y la creatividad”.
            “En algún momento los signos de puntuación me empezaron a molestar. Los veía como hormigas muertas en un vaso de leche”.
            “Si tengo que escribir o revelar cosas íntimas nunca me censuro. Cuando las excluyo, no es por temor al qué dirán, sino porque no funcionan poéticamente hablando”.
            “Todos los poemas de amor, sean de Shakespeare, de Bécquer o de Neruda, están siempre al borde de lo cursi. Lo importante, como diría Borges, es la inminencia de algo que finalmente no se produce.”
            “El aire juvenil que tienen mis poemas de amor no creo que sea una manera de resistirse al paso del tiempo. El amor es siempre joven, no importa a qué edad uno se enamore”.
            “Nunca podría tener el problema de la página en blanco por el simple hecho de que jamás me instalo frente a la página, a menos que ya sepa las palabras exactas que voy a escribir”.
            “Mis poemas de corte fantástico buscan acceder no a la irrealidad, sino a una realidad más honda que no puede ser alcanzada por el realismo a secas. No hay cansancio de la realidad inmediata, sino un intento de ir más allá y de ampliar el concepto de realidad”.
            “Nada es ajeno a la poesía. No lo es antes, pero, curiosamente, puede serlo después, cuando lo elementos que se llevan al poema no funcionan. Pero en este caso no es culpa de ellos, sino del poeta”.
            “Sin el cine, mi poesía no sería lo que es. En la arquitectura de mis poemas el montaje es fundamental. Los visualizo como si fueran un cortometraje, en el que diversas escenas forman secuencias que van apareciendo una tras otra. No me atrae que las imágenes verbales vayan saliendo a borbotones, en un orden azaroso, como si uno abriera un grifo de agua. Son poemas que se podrían filmar sin ningún problema, usando el texto mismo como guión”.
            “Nunca me he propuesto experimentar nada, como plan previo. En poesía, el fin justifica los medios. Si intuyo que para logar un determinado fin debo usar medios poco convencionales simplemente los uso y ya está”.
            “Desde el punto de vista formal, mis últimos poemas tienden al adelgazamiento. Los versos tienen cada vez manos sílabas. Es como si el lenguaje empezara a perder cuerpo, como si se estuviera fantasmagorizando”.
            “Casi todo es fungible en el mundo contemporáneo. Pero la poesía permanece, a pesar de todo. Es una forma de resistencia contra las frivolidades del mundo actual y el lugar donde se preserva el legado de la especie. La poesía es una de las pocas señales que nos quedan de que hay vida humana en este planeta”.

martes, 10 de julio de 2012

Jaime García-Máiquez: Humor y fe

Jaime García-Máiquez
Oh, mundo
Fundación Altair. Sevilla, 2012


Con Nihil obstat del censor eclesiástico e Imprimatur del vicario general del arzobispado de Madrid se publica, al igual que los anteriores, el nuevo libro de Jaime García-Máiquez. Parece un rasgo más de humor de un poeta que destaca precisamente por su sentido del humor. Y quizá lo sea, pero también constituye una declaración de principios. Como lo son las razones por las que se considera “maldito, pero de verdad”: “Me bastó con contar los versos con los dedos, escribir sonetos, creer en la rima y en León Bloy, descreer de esa dictadura basada en la publicidad: la democracia, no hacer feos a la belleza, ir a misa y rezar el santo rosario”.
            No parecen las mejores razones para que el lector que no gusta de fundamentalismos ni proselitismos se decida a abrir el libro. Solo los más avisados no se dejarán engañar. El poeta de verdad, no el predicador, habla siempre a todos, aunque para hacerlo parezca parapetarse tras sus dogmas.
            Otras barreras encontramos. La primera, incluso antes que el Nihil obstat, la precaria distribución de una colección de poesía casi invisible, aunque en ella hayan publicado algunos de los más notables poetas jóvenes de hoy (pero los aficionados han aprendido, gracias a Internet, a saltarse ese obstáculo). La segunda, un modo de escribir que no oculta sus maestros –Borges y Miguel d’Ors ya en el primer poema– y que incurre en un demorado prosaísmo que algunos podrían considerar excesivo.
            Detrás de todas ellas, nos aguarda el milagro: un puñado de poemas escritos con emocionada inteligencia que nos hablan de la vida de un hombre que no oculta sus insuficiencias, que se ríe de ellas, que tiene los ojos muy abiertos, que sabe escuchar el gran silencio.
            Descreemos del comunismo y seguimos leyendo, fascinados, las Odas elementales de Pablo Neruda. No vamos a misa ni rezamos el rosario (ni pensamos, como él, que la democracia sea una dictadura publicitaria), pero vemos la realidad de otra manera después de que García-Máiquez, sin levantar la voz, sin jugar a ponerse sublime, nos hable de la noche estrellada, la ropa tendida, las playas de Madrid (“olas frescas, / eternas, milagrosas, / orillas que arribamos como náufragos, / caracolas tiradas en mitad del asfalto / con su océano dentro”), los renglones torcidos que nos enseñan a escribir derecho y el inagotable misterio del mundo: 

miércoles, 4 de julio de 2012

Poesía siempre joven


Poesía española 1900-2010
Edición de Juan Lamillar
Ilustraciones de Unai Zoco
Castalia. Madrid-Barcelona, 2012


No son estos malos tiempos para la lírica, como quiere el manido tópico. Los libros de poesía, salvo unos pocos, se venden tan poco como se han vendido siempre porque la poesía prefiere otros medios para extenderse por el mundo: la oralidad, el canto, la simple copia manuscrita (así se conoció la gran poesía del Siglo de Oro). Hoy Internet le ha dado nuevas alas a los versos y de un ordenador a otro, de un teléfono a otro, de unos ojos o de unos oídos emocionados a otros vuelan libres, al margen de toda obligación curricular o escolar.
            Poesía española 1900-2010, la antología preparada por Juan Lamillar, se dirige a los adolescentes, pero será leída con placer y provecho por los lectores de cualquier edad. No todo son obras maestras –hay alguna concesión al ingenio, como en el caso de Juan Bonilla–, pero raro es el texto seleccionado que, por una u otra razón, no resulta memorable. Comienza con León Felipe y termina con Pedro Sevilla; los nombres imprescindibles –Machado, Juan Ramón, Cernuda–  alternan con alguna intercambiable sorpresa, pero no hay ningún capricho. Lamillar, además de poeta, es un excelente lector, y eso se nota. Prescinde de engorrosos didactismos, pero no de un preciso epílogo donde con sencillez se trazan unas líneas básicas sin perderse en el laberinto de teorías, nombres, generaciones.
            Los poemas se ordenan temáticamente, los títulos de cada sección proceden de versos bien conocidos por los aficionados. Gil de Biedma es el autor de la mayor parte: “Que la vida iba en serio…”,  donde “el poeta medita sobre la vida, sobre su sentido” (destacan Miguel d’Ors y Luis Alberto de Cuenca): “Como todos los jóvenes…”, poemas sobre la infancia y la juventud, que comienza con Antonio Machado: “Era un niño que soñaba / un caballo de cartón”; y “El juego de hacer versos”, donde se incluyen textos metapoéticos.
Los títulos de las otras partes proceden de José Hierro (“Cuanto sé de mí”), Cernuda (“La verdad del amor verdadero”) y Juan Ramón Jiménez (“El viaje definitivo”). Junto a los nombres consabidos, e imprescindibles, otros menos frecuentes: César González Ruano, Jacobo Cortines, Pedro Sevilla, que en “Tierra leve” trata de espantar el temor a la muerte.
            Una pequeña obra maestra esta antología, hecha con inteligencia, sensibilidad y rigor que rara vez condesciende con amicales querencias. Los adolescentes descubrirán versos que los acompañarán para siempre. Los demás lectores, resonancias familiares y otras inéditas. Un breve tesoro que no se agota nunca.