Valor, agravio y
mujer
Ana Caro de Mallén
Edición y prólogo Ana
M. Rodríguez-Rodríguez
Instituto Cervantes/
Los galeotes de Almagro. Madrid, 2020.
El pasado se lee desde el presente. Es el interés actual el
que ilumina y saca del olvido a las figuras de otro tiempo. Ana Caro de Mallén,
una anécdota en la literatura del Siglo de Oro, una nota a pie de página –o ni
siquiera eso-- en los manuales, concita cada vez mayor interés. Fue esclava (en la católica España
imperial había niños esclavos) y “décima musa”. Al ser bautizada –en 1601,
había nacido algunos años antes--, era esclava de Gabriel Mallén, según consta
en los registros eclesiásticos. Luego sería adoptada y desarrollaría una
insólita trayectoria en el mundo de las letras, hasta llegar a convertirse en
la primera escritora profesional de la literatura española. Escribió, por
encargo y bien pagadas, crónicas en verso de fiestas oficiales, formó parte de
diversas academias, estrenó diversas obras teatrales, los escritores de su
tiempo le dedicaron abundantes elogios, entre ellos el habitual de “decima
musa”.
Su vida –de
la que todavía se sabe más bien poco y en la que abundan las conjeturas—parece
una novela y en una novela, Amar tanta belleza, la convirtió Herminia
Luque, centrándose sobre todo en su relación de amorosa amistad con María de
Zayas, la más famosa escritora de su tiempo, pero no la menos misteriosa: Rosa
Navarro Durán aventura razonadamente que quizá no fuera una mujer, sino un
heterónimo de Castillo Solórzano.
Desatendida
durante siglos, Ana Caro de Mallén es hoy una de las escritoras más estudiadas
por la nueva crítica feminista. De las dos obras teatrales que de ella se
conservan, se reedita ahora la que lleva un título que vale por toda una
proclama: Valor, agravio y mujer. Al contrario que las “relaciones”
publicadas en vida por la autora, que hoy se leen con esfuerzo y son mera
arqueología, esta “comedia nueva”, en la estela de Lope de Vega, tiene encanto
y brío. Si pasamos por alto las convenciones del género –esa mujer que se
disfraza de hombre, esos personajes que tan fácilmente se hacen pasar por
otros--, encontramos en ella rasgos de insólita modernidad. Seguramente vemos
hoy en la obra lo que ni su autora ni los espectadores de entonces vieron –una
relación lesbiana--, aunque quizá también ellos intuían lo que estaba en la
realidad pero no podía verbalizarse.
Esta nueva
edición de Valor, agravio y mujer –hay otra de 1993 en la editorial
Castalia-- está a cargo de Ana M. Rodríguez-Rodríguez, quien nos ofrece un
prólogo que resume lo que sabemos de la autora y una anotación que quizá peca
de escolar. En el prólogo, se nos indican como obras conservadas de Ana Caro de
Mallén algunos autos sacramentales de los que, por lo que sabemos, solo se
conservan los títulos. Se describen los manuscritos que se conservan de Valor,
agravio y mujer, pero no se habla de las ediciones realizadas en vida o en
la época de la autora. Se repite el tópico de que, si conservamos solo una
mínima parte de la obra de la autora, ello se debe a que, al morir de peste en
1646, fueron quemados sus papeles. Pero si estrenó con éxito numerosas obras y fue incluida “en las
compilaciones de comedias realizadas por particulares en el siglo XVII, al lado
de nombres como Lope de Vega, Calderón de la Barca, Juan Ruiz de Alarcón, sor
Juana Inés de la Cruz, etc.”, no es posible que desaparecieran con la limpieza
del domicilio tras su muerte. Todavía los archivos pueden reservarnos alguna
sorpresa.
A la hora
de anotar un texto, debe tenerse en cuenta para el público al que está
destinado. Ana M. Rodríguez-Rodríguez parece dirigirse a un público que ignora
quién fue Góngora y por eso cuando en la obra, entre los cordobeses ilustres,
se menciona a “don Luis de Góngora” ella anota: ”Luis de Góngora: autor
cordobés (1561-1627), probablemente el mejor poeta español del Siglo de Oro
(con permiso de don Francisco de Quevedo)”. A una información redundante añade
una opinión que no viene a cuento. ¿Se imaginaría Ana M. Rodríguez-Rodríguez
que va a leer a Ana Caro de Mallén alguien que ignora quién fue Góngora? Da la
impresión de que en ciertas ediciones académicas, o más bien escolares, las
notas se ponen no por necesidad, sino siguiendo una heredada rutina. Abundan
las notas del estilo de “Camila: vid. supra”, “las espadas negras: vid. supra”,
“Luis de Narváez: vid. supra”. ¿Qué sentido tiene anotar que unos términos ya
los ha explicado anteriormente? Si el lector, recuerda la explicación, no hay
problema, pero si no la recuerda, ¿a qué pedirle que busque y rebusque en las
páginas anteriores hasta encontrarla? ¿No sería mejor indicar la página dónde
está explicado el término o repetir la aclaración si no es muy extensa?
En el
primer acto de Valor, agravio y mujer nos sorprende un extenso elogio de
la ciudad de Córdoba: tras retóricos elogios (“claro archivo de la ciencia, /
epílogo del valor / y centro de la nobleza”), se hace recuento de sus hombres
ilustres para que el interlocutor, y los oyentes, adivinen de qué ciudad se
trata. El último en ser citado es un poeta que había muerto un año antes de que
Ana Caro publicara su primera obra: “Mas porque de una vez sepas / cuál es mi
patria, nació / don Luis de Góngora en
ella . / raro prodigio del orbe / que la lengua castellana / enriqueció con su
ingenio, / frasis, dulzura, agudeza”.
Este encomio
de Córdoba parece indicarnos que la obra se estrenó en esa ciudad, aunque nada
se sabe de las representaciones de Valor, agravio y mujer. En cualquier
caso, llama la atención –aunque el prólogo no se refiere a ello-- el elogio de
un poeta contemporáneo con fama de difícil, algo poco frecuente en las comedias
de la época. No es el único rasgo de modernidad –no escasean las referencias
metaliterarias--- de esta obra excepcional en la que se defiende la literatura
escrita por mujeres y es una mujer la protagonista y quien mueve los hilos de
la trama.
Con ojos de
hoy, vemos en la literatura de ayer rasgos que habían pasado inadvertidos y
traemos a primer plano nombres de interés –a menudo femeninos, y no por intentar
ser “políticamente correctos”-- que la incuria y el prejuicio habían
traspapelado.
BONNIE
ResponderEliminarQué dulce es equivocarse juntos.
Sé que contigo voy a ningún sitio.
Morir por algo es frío,
por alguien cada bala
es el homenaje más certero.