jueves, 2 de diciembre de 2010
Alejandro Bekes: Traducir, educar, mal editar
Alejandro Bekes
Lo intraducible. Ensayos sobre poesía y traducción
Pre-Textos,Valencia, 2010
Como una “silva de varia lección” que no excluye “el retozo humorístico, la discreta emoción, la poesía y la fábula”, define su último libro Alejandro Bekes. Pero también la “silva”, la miscelánea, la reunión de textos dispersos, tiene sus reglas y quien no las tiene en cuenta se arriesga a que el conjunto se le atragante al lector. Es lo que ocurre –me temo— con Lo intraducible, cuyo autor, sin embargo, es uno de los más destacados poetas argentinos contemporáneos, que además traduce con igual acierto a Virgilio o a Horacio que a Baudelaire o a Auden.
Un libro es como una conversación: ha de modularse de acuerdo con el oyente. Lo intraducible comienza con largos ensayos que quizá provienen de una conferencia o comunicación académica. Se leen como quien asiste a una tediosa clase y solo se salvan por los ejemplos, casi siempre admirables muestras poéticas, como el epitafio de Claudia, citado “en su arcaico latín, cuya ortografía milenaria parece dejarnos ver una lápida recién desenterrada, cubierta de musgo, en un costado de la Via Apia”, y traducido luego del más certero modo: “Huésped, poco te digo; detente y lee atento. / Ves la no hermosa tumba de una hermosa mujer. / Con el nombre de Claudia la nombraron sus padres. / De todo corazón a su marido ha amado. / Dio la vida a dos hijos. De ellos, a uno deja / sobre la tierra, al otro bajo la tierra lleva. / Era su sangre alegre y gracioso su andar. / Cuidó la casa. Hiló la lana. He dicho. Vete”.
Otro ejemplo: en los autos del proceso a Fray Luis de León encuentra una curiosa petición del poeta. Además de unos libros de devoción que se le encarguen a cierta monja y se le entreguen “unos polvos que ella solía hacer y enviarle para sus melancolías y pasiones del corazón”. Añade “que ella sola los sabe hacer”. Y el lector se queda con ganas de saber la fórmula de esos mágicos polvos.
El tono del libro cambia a partir del capítulo “Idea de poesía y poesía de ideas”. El profesor, el aplicado divulgador, es sustituido por el escritor que deja de lado las muletas académicas para apoyarse en el humor y en la poesía. Dialoga en el texto con un traductor de Horacio, el padre Tornes, quien señala en la introducción a sus versiones que “las profundas o grandes teorías que se atribuyen a ciertos, ¿son, en realidad, algo más que simples verdades mal concebidas?”. Ese diálogo –platónico por el fondo y por la forma— ya se dirige al lector culto, no al estudiante que ha de desarrollar un tema.
El resto del libro es también, muy a menudo, una fiesta de la inteligencia. Hay tres secciones de textos breves —“El error del otro”, “Inmortales mortales”, “Aula abierta”— donde demuestra haber aprendido la lección del machadiano Juan de Mairena y también la de Borges, sobre quien se vuelve una y otra vez.
Los “Esbozos para el epílogo de un libro imposible” reúnen una serie de aforismos: “No podrás escribir nada cierto hasta que todo lo que viviste se haya convertido en leyenda. Hasta que toda tu vida se te aparezca, como a través de la niebla, imposible y real”.
Los aforismos de Alejandro Bekes no condescienden con el ingenio ni con la greguería. En “Aphorismata pavca” —otra serie de ellos— leemos: “Todo aprendizaje es siempre el mismo aprendizaje: aprender que no sabemos lo que creíamos saber”.
En algún capítulo la crítica literaria se hace autobiografía. Memorables resultan las páginas dedicadas a La amada inmóvil, de Amado Nervo, un tiempo tan aplaudido y leído. El juicio acaba siendo demoledor: “versos modernistas, que acusan un despreocupado influjo francés, pero sin el supremo rigor artesanal de un Lugones y sin la certera conquista expresiva de un Darío; versos, en inquietante proporción, y para decirlo de una vez por todas, bastante malos”. Hay, sin embargo, un temblor y una inquietud humana –demasiado humana— que salvan el libro, y una lectura temprana que lo convierten en carne de nuestra propia carne. La literatura tiene esos misterios.
No solo de literatura se habla en este libro que se oculta tras un primer centenar de páginas fatigosamente prescindibles. “El contacto intelectual” trata de la grandeza y de las miserias de la educación en el mundo contemporáneo. El ensayo adopta la forma de un diálogo entre amigos. “El contrato pedagógico está roto –afirma Alejandro Bekes, que deja de ser el autor para convertirse en personaje—. Los alumnos parecen tener poco interés en aprender y menos en estudiar. Es raro advertir en alguno el goce de entender y la pasión de descubrir”. Siguen todos los tópicos que hemos escuchado tantas veces: “Antes, cualquiera sentía vergüenza de no haber leído a Sartre o de no saber en que año tuvo lugar el combate de San Lorenzo; ahora la gente, aleccionada por los modelos televisivos, se jacta de la propia ignorancia”.
Pero uno de los interlocutores, acierta a darle una vuelta al tópico: no es que los alumnos no tengan ningún interés en aprender, sino que buena parte de lo que se les enseña –en lengua, en literatura, y no solo— carece, si bien se mira, del menor interés. Como buena parte de lo que se publica. Conviene no dar por sentado que aquello de lo que hablamos o sobre lo que escribimos es de interés universal.
Las divagaciones teóricas sobre la posibilidad o imposibilidad de la traducción tienen tan escaso interés como las elucubraciones más o menos metafísicas sobre si Aquiles alcanzará o no a la tortuga. Sabemos que la alcanzará, sabemos que traducir es posible, aunque no fácil: pasemos a otra cosa, dejemos de marear la perdiz o la tortuga.
Alejandro Bekes tarda más de la cuenta en cambiar de tono. Y por eso la mayoría de los lectores hedónicos, de los aficionados a la literatura y el pensamiento, dejarán de lado este libro, que merece una reedición corregida y disminuida a cargo de un buen editor (no me refiero al editor comercial). Sin la labor del editor, tan invisible y desdeñada como imprescindible, un libro no es un verdadero libro, sino un conjunto de páginas diversas y dispersas encuadernadas en forma de libro.
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Amigo José Luis:
ResponderEliminarHe leído tu reseña de “Lo intraducible” con extrañeza, dado que suelo coincidir con tus puntos de vista críticos. Tengo conmigo desde hace unos días el libro de ensayos de Alejandro Bekes, lo estoy leyendo con calma, y no logro conciliar el placer que encuentro en esta parsimoniosa degustación con la descalificación que predomina en tu nota.
En primer lugar, ese “centenar de páginas fatigosamente prescindibles” a mí no me parece ni fatigoso ni prescindible: por el contrario, encuentro en ellas, no sólo un estilo ensayístico que está muy lejos del tono “académico” que le achacas (al menos aquí en la Argentina los textos académicos distan mucho de la profundidad, la precisión, la sutileza y en especial la gracia de éstos de Bekes), sino también una aproximación original y reveladora a las problemáticas de la traducción de poesía. Por otra parte, está claro que en este libro “las divagaciones teóricas sobre la posibilidad o imposibilidad de la traducción” no se limitan a explorar tal disyuntiva, sino que indagan en los vínculos entre la poesía y el lenguaje, el lenguaje y el mundo, la poesía y la muerte, la música, la infancia, el silencio… Te confieso que no logro explicarme cómo estos primeros ensayos puedan haberte hecho pensar en “una tediosa clase”: yo he llegado a reírme solo – y no estoy totalmente loco – con las múltiples alusiones humorísticas del primer trabajo, así como me he conmovido con numerosos pasajes del segundo, y a lo largo de todos he sentido el placer que produce una prosa a la vez amena y hondamente reflexiva.
Ahora bien, incluso en el caso de que la lectura de esa primera parte te resultara tediosa, como parece, me suena un tanto exagerado, en términos críticos, que ese fastidio te lleve a suponer (¿auspiciar?) que “la mayoría de los lectores hedónicos, de los aficionados a la literatura y el pensamiento, dejarán de lado este libro”, que es una sentencia bastante lapidaria sobre la totalidad de la obra, cuando al mismo tiempo señalas que “el resto del libro es, muy a menudo, una fiesta de la inteligencia”. En mi caso, que soy también hedónico en lo que leo, encuentro que “Lo intraducible” de Bekes es un libro que el lector no debería dejar de lado en absoluto. Pienso, por el contrario, que su lectura y relectura puede acompañarlo durante mucho tiempo, dándole a través de su recorrido numerosas ocasiones de regocijo, si convenimos en que el gozo que ofrece una obra ensayística no está exento a menudo de desafíos, aquellos que favorecen una lectura demorada y paciente, como una conversación sin prisa en una noche de invierno.
Un abrazo cordial desde Alta Gracia, Pablo Anadón.
He de confesar que soy de los hedónicos que han dejado de lado el libro. Demasiada teoría y densidad de citas para mi paciencia. Una fiesta para la inteligencia... filológica, diría yo. Esta es la paradoja de este tipo de textos, que tratan de literatura pero no tienen nada que ver con ella. Como el mismo Bekes dice al principio del primer ensayo: "un estilo literal, plano, desprovisto de figuras, resulta infinitamente más difícil de entender que el supuesto 'lenguaje figurado'". Nada que ver con el hermoso prólogo, mucho más poético e iluminador, con algunas reflexiones muy interesantes sobre la poesía y los poetas. Un bello resumen, quizás, de todo el volumen.
EliminarSiento la dureza de mi anterior comentario. Puesto que no quiero quedarme en el puro hedonismo, estoy haciendo el esfuerzo de leerlo, y aprendo.
EliminarLa verdad es que prefiero leer literatura... Seguro que AB lo comprenderá.
EliminarPor cierto, PA, me interesó mucho el artículo sobre poesía actual aparecido en el n.º 92 de Clarín, al igual que la "Armonía de caprichos" de AB del penúltimo.
EliminarMuy atinadas tus precisiones. Complementan muy bien la visión del libro. Creo que yo exageré un poco los aspectos negativos y me alegra mucho que alguien que tanto sabe de poesía y traducción ponga las cosas en su sitio.
ResponderEliminarJLGM
Me gusta Bekes, en casi todas sus facetas, pero tampoco él ha sabido leer a Amado Nervo. Paciencia.
ResponderEliminarNo creo que le importe a nadie a estas alturas, pero me parece justicia contar que acabo de terminar de leer el segundo ensayo del libro "estilística y traducción" y me pareció completamente admirable (a punto tal de poner el nombre del libro en google y ver qué pasaba...), uno de esos ensayos que uno se anota mentalmente que hay que releer una vez por año...
ResponderEliminarMe parece que todos los escritos del Señor Bekes no son tediosos, quizás nos quejamos porque no sabemos mirar con sus ojos obviamente. Parece muy exigente y rebuscado pero todo lo suyo tiene un nivel en cuanto a contenido, lenguaje y literatura que mas tarde seguro valoraremos al pasar los años, en la madurez de la lectura cuando se gusta de lo mas admirable y refinado. De lo mediocre ya hay demasiado en muchas revistas, libros Tv, por lo que considero de buen gusto leer algo mas complejo que requiera mas concentración para mayor disfrtute...debo reconocer que, a menudo, me quejo de ud.Bekes pero luego, reflexiono y comprendo que Todo es para el bien de los demás, ud. nació siendo sol de mediodía como lo son pocos/as no deje que nada lo opaque.
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