miércoles, 4 de julio de 2012

Poesía siempre joven


Poesía española 1900-2010
Edición de Juan Lamillar
Ilustraciones de Unai Zoco
Castalia. Madrid-Barcelona, 2012


No son estos malos tiempos para la lírica, como quiere el manido tópico. Los libros de poesía, salvo unos pocos, se venden tan poco como se han vendido siempre porque la poesía prefiere otros medios para extenderse por el mundo: la oralidad, el canto, la simple copia manuscrita (así se conoció la gran poesía del Siglo de Oro). Hoy Internet le ha dado nuevas alas a los versos y de un ordenador a otro, de un teléfono a otro, de unos ojos o de unos oídos emocionados a otros vuelan libres, al margen de toda obligación curricular o escolar.
            Poesía española 1900-2010, la antología preparada por Juan Lamillar, se dirige a los adolescentes, pero será leída con placer y provecho por los lectores de cualquier edad. No todo son obras maestras –hay alguna concesión al ingenio, como en el caso de Juan Bonilla–, pero raro es el texto seleccionado que, por una u otra razón, no resulta memorable. Comienza con León Felipe y termina con Pedro Sevilla; los nombres imprescindibles –Machado, Juan Ramón, Cernuda–  alternan con alguna intercambiable sorpresa, pero no hay ningún capricho. Lamillar, además de poeta, es un excelente lector, y eso se nota. Prescinde de engorrosos didactismos, pero no de un preciso epílogo donde con sencillez se trazan unas líneas básicas sin perderse en el laberinto de teorías, nombres, generaciones.
            Los poemas se ordenan temáticamente, los títulos de cada sección proceden de versos bien conocidos por los aficionados. Gil de Biedma es el autor de la mayor parte: “Que la vida iba en serio…”,  donde “el poeta medita sobre la vida, sobre su sentido” (destacan Miguel d’Ors y Luis Alberto de Cuenca): “Como todos los jóvenes…”, poemas sobre la infancia y la juventud, que comienza con Antonio Machado: “Era un niño que soñaba / un caballo de cartón”; y “El juego de hacer versos”, donde se incluyen textos metapoéticos.
Los títulos de las otras partes proceden de José Hierro (“Cuanto sé de mí”), Cernuda (“La verdad del amor verdadero”) y Juan Ramón Jiménez (“El viaje definitivo”). Junto a los nombres consabidos, e imprescindibles, otros menos frecuentes: César González Ruano, Jacobo Cortines, Pedro Sevilla, que en “Tierra leve” trata de espantar el temor a la muerte.
            Una pequeña obra maestra esta antología, hecha con inteligencia, sensibilidad y rigor que rara vez condesciende con amicales querencias. Los adolescentes descubrirán versos que los acompañarán para siempre. Los demás lectores, resonancias familiares y otras inéditas. Un breve tesoro que no se agota nunca.   

1 comentario:

  1. Tengo un gato que sabe abrir la puerta
    para dar los buenos días.
    Educadamente maúlla
    y desaparece hasta la noche.
    No tenemos mucha relación,
    y hasta creo que no le caigo simpática,
    pero mi aristocrático gato
    nunca pierde las formas.

    © María Taibo

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